jueves, 18 de julio de 2013

Buda en el ático

El interés de la novela es doble:
por un lado el tema, nos habla del éxodo de japonesas hacia Estados Unidos -esclavas sexuales, mano de obra barata…- del “maltrato” ancestral de sus hogares marchan a encontrarse con su nuevos “maridos” y una supuesta mejor vida en San Francisco.
En segundo lugar cómo nos lo cuenta: no es una lacrimógena novela en primera persona donde nos narra las barbaridades (que las hubo, y demasiadas) que les hicieron a estas niñas, como salen de ellas, encuentran un buen chico y son felices llenando de japonesitos California… no.
La narradora es el grupo: “pasamos nuestros primeros días en el barco”, “todas esperábamos en secreto ser rescatadas”… utilizando la repetición para dar más fuerza : “Dábamos a luz 5 niñas y 5 niños a intervalos regulares de 18 meses”, “dábamos a luz , pero no nos bajaba la leche y el bebé murió al cabo de una semana”, “dábamos a luz pero la niña nació muerta y la enterrábamos, desnuda, en los campos (…) pero nos mudamos tantas veces que ya no podemos recordar donde está”.
La autora consigue con ello un ritmo hipnótico en la narración y uno no puede parar, porque pasa a formar parte de esta especie de coro griego, donde lo individual se diluye en lo grupal.
Ello no quita que, al avanzar la narración, y sobre todo con el nacimiento de sus hijos, aparezcan los nombres propios… aunque siguen llamando a sus “consortes concertados” nuestros maridos.
Ese ritmo hipnótico se apoya en frases cortas, punzantes, mínimas..que logran condensar su terrible realidad en solo 150 páginas
Habíamos oído hablar (documentales, películas..) de cómo durante la segunda guerra mundial los americanos reunieron a los japoneses que habían llegado a trabajar al ferrocarril y a sus descendientes en una especie de campos de concentración, por considerarlos espías y saboteadores del Eje.
Pues bien, la novela nos relata muy bien la “desaparición” de estos individuos cuyo único delito es ser “japos” y haberse relacionado únicamente entre ellos, ya que desde el principio se les trata como si fueran negros. Esto unido al rumor, al miedo y, en ocasiones la envidia hacia los florecientes negocios de los inmigrantes asiáticos, facilita la “desaparición” total de los mismos.
En esta “limpieza” también serán las mujeres las principales víctimas, ya que siempre estuvieron solas: trabajando de sol a sol incluso embarazadas, acostándose con el capataz para que su “marido” conservara el empleo, y en otros casos trabajando en un burdel.
Si unimos la temática y el estilo narrativo nos hallamos ante una novela fácil de leer, pero que, a la vez, exige toda nuestra atención, ya que nada de lo que aparece lo hace al azar.
Ganadora del Premio Pen/Faulkner, tiene un contenido terrible pero que nos muestra la capacidad de lucha y sufrimiento de unas mujeres que sólo querían una vida mejor. Unas mujeres que eran “invisibles” pero que forjaron la historia de una manera anónima, que es cómo, por desgracia, sigue sucediendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario