miércoles, 22 de junio de 2011

Cereza roja sobre losas blancas

Soy la ladrona de los caramelos,
ante tu tienda
mis dedos se quedaron pegados,
y no conseguí
llevarme ninguno a
la boca.
*
Qué estupidez
al mínimo roce,
mi corazón se abre.
*
Golpes en la puerta.
¿Quién es?
Escondo el polvo de mi soledad
bajo la alfombra,
compongo mi sonrisa,
y abro.
*
Entran en nuestra vida
como arroyuelos;
y de repente
nos ahogamos en ellos,
y ya no sabemos
quién nos dio
el agua o la sal,
ni quién
dejó en nosotros
esta amargura.
*
Ella me abre
sus amplias puertas.
Me llama
y me empuja a abalanzarme,
libre,
hacia su espacio,
y como un pájaro
ante la puerta abierta de su jaula
no me atrevo.
*
Arden en llamas los árboles
al tocarlos
con mis dedos.
*
La anudo
entre la mandíbula y el paladar
con un pañuelo blanco
que aprieto en mi nuca,
como a los muertos
como a los prisioneros
para que, la palabra,
no estalle.
*
Esperaré
a que duerman los niños,
para dejar
que el cadáver
de mi fracaso
flote en la superficie.
*
Como me pediste
lavé los platos
fregué el suelo
limpié los cristales
planché las camisas
y leí a Dostoievski.

El malicioso tiempo que
normalmente vuela estando contigo
tic tac
tic tac
comenzó a caminar
*
Mi alegría y yo
esperamos
el aleteo de tus pasos.
*
Maté a mi padre
aquella noche
o aquel día
ya no lo sé,
huyendo con una sola maleta
que llené de sueños sin memoria,
y una fotografía
mía con él
de cuando era pequeña
y me llevaba en brazos.

Enterré a mi padre
en una hermosa caracola
en un profundo océano,
pero me encontró
escondida bajo la cama
temblando de miedo
y de soledad.

Maram al-Masri
Cereza roja sobre losas blancas (ed. bilingüe), Murcia, Lancelot, 2002

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