lunes, 31 de diciembre de 2018

una separación


UNA SEPARACIóN

Katie Kitamura  

0

Fragmento

1

Todo empezó con una llamada telefónica de Isabella. Quería saber dónde estaba Christopher y me vi en la tesitura de tener que decirle que no lo sabía. A sus oídos debió de sonar increíble. No le dije que Christopher y yo nos habíamos separado seis meses atrás, ni que hacía casi un mes que no hablaba con su hijo.
Mi incapacidad para informarle del paradero de Chris­topher le pareció incomprensible, y su respuesta fue mordaz, aunque no del todo sorprendida, algo que en cierto modo solo sirvió para empeorar las cosas. Me sentí humillada y a la vez incómoda, dos sensaciones que siempre han caracterizado mi relación con Isabella y Mark. Y eso a pesar de que Christopher me decía a menudo que yo les causaba el mismo efecto, que debía esforzarme por no ser tan reservada, porque era fácil confundir esa actitud con la arrogancia.
¿No sabía que algunas personas me consideraban esnob?, me preguntó más de una vez. No lo sabía. Nuestro matrimonio se sustentaba en las cosas que Christopher sabía y yo no. No era meramente una cuestión de intelecto, aunque en ese sentido Christopher también tenía ventaja, pues sin duda era un hombre inteligente. Se trataba más bien de los datos ocultados, de información que él tenía y yo no. En pocas palabras, era una cuestión de infidelidades: la traición siempre coloca a un miembro de la pareja en una posición de conocimiento y deja al otro a oscuras.
Sin embargo, la traición no era (al menos, no necesariamente) el motivo principal del fracaso de nuestro matrimonio. Ocurrió poco a poco. Incluso después de acordar separarnos, había asuntos prácticos que atender; desmantelar el edificio de un matrimonio no es poca cosa. La perspectiva era tan abrumadora que empecé a preguntarme si alguno de los dos se lo estaba repensando, si había alguna duda enterrada en las profundidades bajo toda la burocracia, acallada entre las pilas de papeles y formularios electrónicos que intentábamos evitar a toda costa.
Por eso era comprensible que Isabella me llamase para preguntar qué había pasado con Christopher. Le he dejado tres mensajes, me dijo, pero me salta directamente el buzón de voz, y la última vez que llamé sonó un tono del extranjero…
Pronunció la palabra «extranjero» con un deje de sospecha que me resultaba familiar, con desconcierto (no podía imaginar una sola razón para que su único hijo deseara alejarse de su radio de acción) y resentimiento. Entonces volvieron a mí ciertas palabras, frases pronunciadas a lo largo de nuestro matrimonio: eres extranjera, nunca te has integrado del todo, es simpática pero no es como nosotros, tenemos la sensación de que no te conocemos (y luego, por último, lo que sin duda diría si Christopher le contase que lo nuestro se había terminado), es mejor así, cariño, en el fondo nunca formó parte de la familia.
… y por eso me gustaría saber: ¿dónde está mi hijo?
De inmediato empezó a palpitarme la cabeza. Hacía un mes que no hablaba con Christopher. Nuestra última conversación había sido por teléfono. Christopher había dicho que, aunque saltaba a la vista que no íbamos a reconciliarnos, no quería empezar el proceso —utilizó esa palabra, indicadora de algo continuo y progresivo, en lugar de un acto decisivo y singular, y por supuesto tenía razón, el divorcio era algo más orgánico, en cierto modo más contingente de lo que parecía al principio— de contárselo a la gente.
¿Podíamos mantenerlo en secreto? Al principio dudé; no era que me pareciese mal la propuesta: la decisión todavía era reciente en ese momento, e imaginaba que Christopher se sentía casi como yo, que todavía no sabíamos bien cómo contar a los demás la historia de nuestra separación. Sin embargo, lo que no me gustaba era ese aire de complicidad, que parecía incongruente con nuestro propósito. A pesar de todo, dije que sí. Christopher, al notar la vacilación en mi voz, me pidió que se lo prometiera. Prométeme que no se lo contarás a nadie, por lo menos de momento, por lo menos hasta que volvamos a hablar. Irritada, accedí, y luego colgué.
Esa era la última vez que habíamos hablado. Ahora, cuando insistí en que no sabía dónde estaba Christopher, Isabella soltó una risa seca antes de decir: No seas ridícula. Hablé con Christopher hace tres semanas y me contó que los dos os ibais juntos a Grecia. Teniendo en cuenta lo mucho que me está costando contactar con él, y dado que es evidente que tú estás aquí en Inglaterra, lo único que se me ocurre es que se haya ido a Grecia sin ti.
Me quedé tan perpleja que no pude responder. No entendía por qué le habría contado Christopher que íbamos a viajar juntos a Grecia, si yo ni siquiera sabía que él pensaba salir del país. Isabella continuó: Últimamente trabaja mucho, ya sé que ha ido allí para investigar y…
Bajó la voz de un modo que me costó descifrar, podría haber sido una vacilación genuina o su mera reproducción, Isabella era capaz de semejantes manipulaciones.
… estoy preocupada por él.
De entrada, esa confesión no me impactó demasiado y no me tomé muy en serio su preocupación. Isabella creía que la relación con su hijo era mejor de lo que era en realidad, un error natural en una madre, pero que en su caso provocaba de vez en cuando un comportamiento algo excéntrico. En otras circunstancias, la situación habría despertado en mí una sensación de triunfo: que esa mujer acudiera a mí en busca de ayuda en un asunto relacionado con su hijo habría podido significar algo hace apenas un año, hace apenas seis meses.
Ahora, lo que sentía mientras la escuchaba era

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Hanif Kureishi


Libros  

Hanif Kureishi

“Solía ser salvaje, pero ahora soy un alegre burgués”

Llaman a la puerta de la editorial Rogers, Coleridge & White Ltd. en Londres. Desde la ventana se divisa a Hanif Kureishi, un rostro duro que al hablar se torna afable, tierno. “Escribir desde el corazón es la única forma de llegar a los demás”, asegura uno de los más lúcidos cronistas de las relaciones humanas. Así lo demuestran la novela El cuerpo y Soñar y contar, recopilación de su obra ensayística, los dos libros que lanza Anagrama estos días en España.


CRISTINA CARRILLO DE ALBORNOZ | 06/05/2004 |  Edición impresa


Hanif Kureishi. Foto: Quique García
Nacido en Londres de padre pakistaní y madre inglesa, recuerda que era “un joven ambicioso y con ganas de éxito, algo connatural al emigrante”. Estudió filosofía, aunque desde los 14 años sabía que sería escritor. Comenzó con obras de teatro pero fue Mi hermosa lavandería, su primera novela, la que le aportó la fama que siguió con El buda de los suburbios o la demoledora Intimidad. Dos nuevos libros con la misma intensidad, integridad y precisión a las que nos tiene acostumbra- dos pero con una madurez mayor le devuelven a la actualidad: El cuerpo, la historia de un escritor sexagenario cuyo cerebro es transplantado al cuerpo de un joven adonis de 25, y Soñar y contar, donde se plasman las preocupaciones del escritor: la familia, el significado de la vida, el amor, las relaciones hombre-mujer, la menopausia masculina, el deseo, el sexo así como la cultura, su relación con la política y la escritura o sus colaboraciones en cine. Con humor, crueldad o dulzura siempre llega a la esencia de las cosas, sin faltar un análisis profundo de la laxitud de la vida moderna. Kureishi se lamenta de tener “poco tiempo para escribir”. “Trabajo en casa y mi vida es una locura con tres niños, aunque en el fondo adoro tal frenesí”.

-La idea de El cuerpo le vino recordando a su padre.
-Siempre estuve muy interesado por el cuerpo y el placer y a mi edad aún más. Mi padre fue el detonante, junto a la idea de que a cierta edad el cuerpo ya no responde a los deseos ni a las inquietudes de la mente. Me planteé qué sucedería si uno pudiera meterse en un cuerpo joven, algo, por otra parte, cada vez más real. Hace un año, mientras leía Frankenstein y trabajaba en una adaptación de El retrato de Dorian Gray surgieron nuevas ideas: la creación de un nuevo ser humano,un viejo en un cuerpo joven. Era la excusa para desarrollar temas más serios que se plantean hoy: la identidad, la edad, la muerte, el sentido de la vida. Me intriga mucho la clonación, la forma en que la gente podrá regenerar, a su gusto, su cuerpo. Si hubiera esa posibilidad, la gente compraría nuevos cuerpos. Sería una nueva forma de diferenciación social; la gente con cuerpos sanos y la que no tuviera esos privile- gios. Comprar un nuevo cuerpo co-mo un nuevo Ferrari: ello cambiaría la esencia de la naturaleza humana. Vivimos con referencia a una edad, y con la certidumbre de que uno morirá a los 70, pero si entonces se cambiara de cuerpo, ¿cómo se plantearía la existencia?

-El protagonista de su novela lo hace, y parece que se arrepiente.
-Como Fausto. El final es una meditación satírica de nuestra sociedad obsesionada con la juventud y la búsqueda de placer. La eterna juventud no me haría saltar de júbilo. Comienzo a disfrutar de ciertos privilegios de la edad: la vida acogedora de la familia, la amabilidad de una mujer con ciertas arrugas. Y algo tiene de cierto eso de que uno es tan joven como se siente...

El cuerpo y el placer
-Afirma que la sociedad de hoy está más interesada en el cuerpo que en las ideas. ¿En qué sentido?
-En el arte se refleja magníficamente. Muchos de los artistas actuales centran su preocupación en el cuerpo y todas sus necesidades, y descuidan sus ideas. La historia de la fotografía o de la pintura es la histora de cómo el cuerpo es considerado. Esta atracción por el cuerpo se debe a que el primer contacto cuando eres niño es el cuerpo humano. Los niños están interesados en el cuerpo de su madre, que lo enseña sin problemas hasta que de pronto, a los 8 años, te lo oculta. Mi hijo pequeño está siempre tocando el pecho de su madre, preguntándose qué sucede ahí. Y luego el hombre continúa queriendo el cuerpo de la mujer.

-Acaba de cumplir 50 años, un poco menos que el protagonista de El cuerpo. ¿Melancolía?
-Sí, cuando uno llega a la mitad de la vida siente melancolía por el tiempo perdido y las estupideces realizadas. Pero he sabido vivir, y eso me ayuda mucho.

-Analiza la cultura del culto a la celebridad. ¿Lo entiende?
-Crecí con las celebridades. En mi tiempo todo el mundo vivía en torno a The Beatles, pero las celebridades se han vuelto más interesantes, complicadas y veneradas que nunca. Mi biblia es la revista Hello; me intriga el porqué de tan superlativo interés. Quizás todo el mundo piense que detrás del glamour se esconden vidas fascinantes.

-¿Cree que el artista es el supremo estado del ser?
-Sí, en la medida que considero la creatividad como estado supremo, pero uno puede y debe ser creativo no sólo como pintor o escritor. Lo que más aprecio de nuestra existencia es vivirla con creatividad. En nuestra época quedan muy pocas referencias de autoridad o sabiduría; figuras como el sacerdote, el gurú o el político están obsoletas.

-¿Por eso ensalza el poder de la imaginación?
-Utilizar la imaginación es la única manera de vivir en este mundo, aunque también es una forma de sabotear los propios deseos.

-Tiene fama de rebelde; ¿está más cerca del salvaje o del burgués?
-Solía ser salvaje. Ahora soy un burgués que sueña por las mañanas. Ser escritor es algo muy burgués y más si tienes niños, pero he vivido mucho y no siento nostalgia. No me sentía más feliz de lo que soy ahora cuando hacía lo que quería.

-La familia es uno de sus temas recurrentes. ¿Le entristece que sea una institución en crisis?
-No sé si es la mejor institución, pero es buena en muchos aspectos, como la estabilidad personal y la seguridad que te aporta; es el mejor ambiente para educar a los niños. Lo peor es que te reduce el contacto con los demás.

-¿Es cierto que fue su padre quien le llevo a la escritura?
-Sí. Mi padre quería ser escritor y publicó dos libros sobre la historia de Pakistán. La escritura era su religión, su razón de vivir. Yo heredé esa desesperación, sus ganas de escribir y la idea de que la cultura era una forma de salir del suburbio, de superarse. La invención nos unió.

-En Soñar y contar analiza su relación con la literatura. ¿Cómo describiría la labor del escritor?
-Contar historias de cómo vivimos, de la clase de gente que somos, de los valores en que creemos. La vida debe ser pensada una y otra vez. Shakespeare no tuvo la última palabra. La responsabilidad última del escritor es traicionar a la sociedad de la que ha salido, dejar su comunidad y reflexionar aislado.

Poder de seducción
-Su amigo Stephen Frears está asombrado de su poder de seducción; dice que vuelve locas a las mujeres. En Siempre es medianoche, usted mismo afirmaba: “las mujeres quieren un hombre que las ame”.
-Me gusta la idea de que entre hombres y mujeres existe un abismo. Para mí, la mujer es un misterio. Si hablo con un hombre, entiendo todo. Sin embargo, en una mujer siempre deseo saber qué hay en su mente, cómo es su vida. En la mujer me atrae la curiosidad de la incomprensión, del misterio. Los hombres nos preguntamos constantemente qué quieren las mujeres.

-La crueldad en las relaciones es otra constante en su literatura. ¿Es su visión la de un mundo cruel?
-El mundo es asombroso. Si hacemos un retrato del siglo XX de Europa es el de un continente de genios, grandes arquitectos, fabulosos poetas y músicos mientras a su lado todo es destrucción. Y eso se traduce en la vida personal. Cuando estás con los niños los amas pero a la vez te vuelven loco; deseas matarlos porque se vuelven monstruos y te preguntas: ¿de dónde viene esa furia?

-Su obra posee una acentuado carácter autobiográfico. Con Intimidad le criticaron por ir demasiado lejos al contar el derrumbamiento de su matrimonio. ¿No siente pudor?
-No era más autobiográfica que mis anteriores libros, aunque estaba escrita en forma de confesión y era muy intensa. La gente dio por sentado que era yo escribiendo y me alegra; sin embargo un libro, esté escrito en primera o tercera persona, es siempre una construcción artificial con mucha imaginación. Con Intimidad deseaba escribir sobre el coraje de la separación o del abandono, el trauma del amor, de la pérdida, de qué hacer cuando ya no es posible vivir con la otra persona.

Literatura y política
-¿Nunca ha tenido la sensación de dar demasiado de sí mismo?
-Escribir se trata de eso. Hablas y esperas que los demás estén interesados en lo que dices, que su vida sea quizás como la tuya. Y si hablas desde el corazón la gente responde; de lo contrario, no habría literatura. La verdad nace del corazón.

-Patrice Chereau realizo la versión cinematográfica de Intimidad. ¿Se identificó con ella?
-Le dí el libro a Chereau y le dije: “haz una película”. Es un film interesante y bello, pero no es mi libro.

-En Soñar y contar analiza un nuevo tema: la política.
-Siempre he estado interesado en la política. Como la escritura, la política se construye sobre la palabra, sobre una voz que escucha y otra que habla. Si por ejemplo se habla de la guerra de Iraq, ¿a quién escuchamos?¿A Bush? ¿Al pueblo de Iraq, a otros países arabes? ¿A quién queremos escuchar? ¿Qué opinión creer? ¿Cuáles son las palabras de los que detentan el poder? Es a la vez una cuestión personal (la consciencia) y una cuestión política (cómo hablar en el mundo).
 


https://www.youtube.com/watch?v=IsxVOsSM4DU

jueves, 27 de diciembre de 2018

Tasso Marchini

TASSO MARCHINI

Tasso Marchini (1907-1936), serbio. Marchini fue un pintor modernista, con estudios en Bellas Artes de Rumania y alumno de Catul Bogdan. Tuvo un estilo bastante personal que se interrumpiò en su evolución por su muerte muy temprana, a los veintinueve años. La mayor parte de su obra son retratos pero pintò interesantes paisajes y bodegones. 

mujer en rosa
el almuerzo
mujer gitana
olga
retrato de una chica
retrato de hortensia
ladera de sighet
calle de sighet
paisaje
periferia

Grigorescu

NICOLAE GRIGORESCU

Nicolae Grigorescu (1838-1907), rumano. Es uno de los iniciadores de la pintura rumana moderna. Muy concentrado en el dibujo y la composición, compartió las ideas de la escuela de Barbizon. Incorpora a sus pinturas el pintar al aire libre y una tónica realista teñida de romanticismo. Sus obras son, en general, serenas, libres de pasiones o de entramados psicológicos; una expresión algo lírica con preferencia de personajes femeninos en escenas con paisajes campestres o de mar. Sus obras siguen las líneas trazadas por los movimientos de la pintura francesa de la segunda mitad del siglo19.

desnudo acostado
campesina sentada
chica con sus dotes
doncellas
entrando al agua
interior de la casa
la mujer y el mar
pescadora de grenville
primavera
retrato de una mujer

La cocina del azafrán

    La cocina del azafránYasmin CrowtherNuevos Tiempos. 85.Libro electrónico Novela contemporánea - literatura extranjera
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Sinopsis


Una sorprendente y emotiva primera novela que se está traduciendo en 14 países. Todo un acontecimiento literario.

Un día de otoño, en Londres, los oscuros secretos y el turbio pasado de Maryam Mazar salen violentamente a la luz, con trágicas consecuencias para su hija embarazada, Sara, y su sobrino Saeed, que acaba de quedarse huérfano. Destrozada por la culpabilidad, Maryam no encuentra más solución que dejar la comodidad de su hogar para regresar a Mazareh, el remoto pueblo de Irán donde comenzó su historia. Allí deberá enfrentarse a su pasado. Sara la sigue para entender las raíces de su infelicidad. Lejos de las calles de casas adosadas de Londres, en un país de montañas coronadas de nieve y llanuras barridas por el viento, descubrirá al fin el terrible precio que Maryam tuvo que pagar por su libertad, y el amor que dejó atrás.

Tigre blanco

Tigre blanco
Nacido en una villa en el corazón de la India, trabaja en una tienda de té. Mientras machaca carbón y limpia mesas se va formando un sueño en su cabeza: el de escapar de la orilla del Ganges, en cuyas profundidades se han podrido generaciones enteras. Para ello se traslada a Delhi, donde será contratado como chófer.
Mientras los otros sirvientes hojean la última revista de sucesos, Balram empieza a vislumbrar cómo el Tigre va a poder escapar de su jaula. Claro que ¿qué hombre de éxito no se ha visto obligado a derramar un poco de sangre en su camino a la cima?

martes, 25 de diciembre de 2018

EL CASTIGO

Tahar Ben Jelloun
El castigo

PRENSA

«Por haber participado en una manifestación pacífica de estudiantes, el 23 de marzo de 1965, el joven Tahar se encuentra encarcelado en cuartel dirigido por un bruto de la peor especie. Salimos de esta breve novela emocionados y exhaustos por la locura de los hombres.» David Foenkinos, L’Express
«En El Castigo, escrito por Tahar en un lenguaje puro y simple, Ben Jelloun nos cuenta uno de los capítulos más negros de su vida: durante diecinueve meses, se encontró, junto con otros 83 estudiantes, en un campo de detención, bajo la excusa del servicio militar. Su crimen: haberse manifestado pacíficamente en las calles de Marruecos.» Franz Olivier Giesbert, Le Point
«El castigo nos impone una reflexión sobre la fragilidad de la libertad. Una novela terrorífica y luminosa.» Metin Arditi, La Croix
ISBN 978-84-949414-0-5
PVP 18.95€
192 páginas

El castigo

El castigo cuenta el calvario, el de diecinueve meses de detención, de noventa y cuatro estudiantes castigados por haberse manifestado pacíficamente por las calles de las principales ciudades de Marruecos en marzo de 1965. Con la excusa del servicio militar, estos jóvenes fueron encerrados en cuarteles donde, bajo la vigilancia de suboficiales del entorno del general Ufkir, sufrieron vejaciones, humillaciones y maltratos. Estos acontecimientos se insertan en la represión de los denominados «años de plomo» durante el reinado de Hassan II.
Tahar Ben Jelloun, uno de los estudiantes represaliados, cuenta en primera persona lo que fueron aquellos largos meses que marcaron para siempre sus veinte años, alimentaron su conciencia y secretamente lo hicieron escritor. El castigo nos impone una reflexión sobre la fragilidad de la libertad.
Tahar Ben Jelloun, nacido en Fez en 1944, es un escritor marroquí de expresión francesa. Cursó estudios en el Liceo Francés de Tánger y se licenció en Filosofía en la Universidad Mohamed V de Rabat. Desde 1968 ejerció como profesor en Tetuán y Casablanca, trasladándose en 1971 a Francia donde se doctoró en la Universidad de París. Poeta, novelista y ensayista, mezcla en sus libros la cultura magrebí con los problemas de la sociedad occidental actual, siempre alejado del extremismo religioso. De su extensa producción destacamos Harruda (1973), El niño de arena (1985), La noche sagrada (1987), novela por la que recibió el Premio Goncourt, Día de silencio en Tánger (1990), Papá, ¿qué es el racismo? (1997), Mi madre (2008), La felicidad conyugal (2012) y El castigo (2018). En 2008 fue elegido miembro de la Académie Goncourt. Actualmente reside en París.

TRADUCCIÓN

Malika Embarek López
Malika Embarek López, licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Mohamed V de Rabat, está especializada en la traducción de autores magrebíes. En 2015 obtuvo el Premio Internacional de Traducción Gerardo de Cremona y, en 2017, el Premio Nacional a la Obra de un Traductor.

LA JAIMA

Mohamed Chukri
La jaima
ISBN 978-84-947108-8-9
PVP 18.95€
224 páginas

La jaima

La jaima es, tras El loco de las rosas, la segunda recopilación de cuentos de Mohamed Chukri. Quince relatos, fechados entre 1967 y 1998, en los que nos reencontramos con el mismo autor que, como ningún otro, ha destripado rabiosamente las mezquindades más inconfesables de la sociedad marroquí. También recobramos ese estilo directo, descarnado e inmisericorde con el que desnuda su alma y la de sus personajes. En estos relatos, que son un viaje físico, no hay censura ni comedimiento cuando Chukri decide adentrarse en las entrañas de Tánger, de Ifrán, de Rabat o de Azrú. Pero no se trata de ningún recorrido folklórico o turístico, es un descenso a los infiernos de la miseria. Como Jean Genet, Mohamed Chukri está al lado de los olvidados y de los marginados a los que, pese a su manera de sobrevivir, comprende y protege.

Entrevista con Najat El Hachmi

Najat El Hachmi: "Para defendernos de la islamofobia, negamos el machismo terrible del que venimos"

Tenía que llegar el momento. Los hijos de las primeras oleadas de emigrantes, que han nacido o se han educado en nuestro país,están tomando la palabra. Najat es una de ellas. En Madre de leche y miel, su tercera novela, relata el viaje de una mujer como su madre, analfabeta, que dejó la vida rural y casi medieval del Rif marroquí para aterrizar en un mundo del que no entendía nada.

Haz click en la imagen para descubrir todas aquellas mujeres que llevan el color de su piel por bandera.
Haz click en la imagen para descubrir todas aquellas mujeres que llevan el color de su piel por bandera. juan millás
En el interior de una casa de adobe de la comarca marroquí del Rif, siete hermanas se sientan sobre las alfombras. Una de ellas sirve el té. Ha caído la noche y es la hora de las historias. La que habla es Fátima, la hermana valiente que, sin saber leer ni escribir, ni haber ido nunca más lejos del río donde las mujeres lavan la ropa, huyó de su destino llevándose a su hija y emigró a Cataluña para empezar una vida nueva. Ella es la protagonista de Madre de leche y miel (Ed. Destino), la última novela de Najat el Hachmi (El último patriarca, La hija extranjera), en la que la autora regresa al universo simbólico de su propio pasado para retratar la soledad y el choque cultural que tuvo que afrontar la primera generación de inmigrantes, la de su madre.
Mujerhoy ¿Qué buscaba con este libro?
Najat El Hachmi Quería ponerme en el cuerpo de la protagonista, Fátima, que pertenece a la generación de mi madre y de mis tías; dimensionar lo que supone dejar atrás todo lo que conoces y viajar sola, sin saber nada de nada, ni entender el idioma, y enfrentarte a esa incertidumbre.
Mujerhoy El libro gira entorno a la maternidad, entendida como un espacio femenino
Najat El Hachmi El Rif es una zona rural muy dura. Hay un déficit muy grande de lo más básico: de electricidad, de agua corriente... Y ellas son las que cargan con todo el trabajo dentro y fuera de la casa, en el campo. La mujer rifeña es extranjera desde que nace, porque no tiene un lugar propio. En las casas familiares, cada hijo varón tenía una habitación en la que acabará viviendo con su esposa, pero las niñas no la tienen. Cuando se casan, pasan a la habitación del marido. Entonces, la maternidad se convierte en una especie de contrapoder, porque es el único lugar donde la mujer es la dueña, aunque también esté sometida a la violencia patriarcal.
Mujerhoy ¿A qué se refiere?
Najat El Hachmi El que no pueden controlar sus embarazos, por ejemplo. Yo recuerdo haber oído conversaciones sobre la píldora ya en los años 80, a mujeres que se la pasaban unas a otras o que intentaban conseguirla a escondidas. El acceso a la anticoncepción ha sido un cambio radical.
Mujerhoy ¿Existe esa conciencia de género y de reivindicación allí?
Najat El Hachmi
Existe una conciencia de injusticia y de malestar. Yo me reúno con mis tías y me cuentan sus historias y sus quejas: "Vaya estafa, que me casaron con este y fíjate cómo me salió, cómo me trata, todo el día trabajando...". Pero salir de ese contexto de forma individual, si no se produce una transformación social más generalizada, te convierte en una paria. Hay que ser muy valiente para hacerlo.
Mujerhoy ¿Las que emigran lo tienen más fácil?
Najat El Hachmi Existe un mecanismo muy potente de sumisión. Pero el sometimiento no depende solo de que haya un hombre autoritario. Te queda el patriarca interior, ese vigilante que va creciendo dentro de ti con la cultura, con la educación, con las tradiciones asumidas y las normas inculcadas. Desde pequeña te dicen: vístete así, sé discreta, que tu voz no se escuche más allá de la puerta del patio...
Mujerhoy ¿Ha habido allí cambios imporantes?
Najat El Hachmi Cuando los hombres empezaron a emigrar en los años 60, las mujeres se quedaban en sus pueblos. Pero, poco a poco, empezaron a exigir ir con ellos y formar parte de ese proceso de ascenso social. Ese fue un cambio sustancial. Yo conocía a mujeres en el Rif que no salían jamás de casa y que en España llevaban a los niños al colegio, compraban, iban a casa de otras mujeres, hacían cursos de lengua... Y son las hijas de esas mujeres las que ahora están accediendo a estudios superiores y no solo conquistando el espacio público, sino su propia independencia.
Mujerhoy Describe usted una vida doméstica marcada por la rigidez, la las humillaciones y la violencia. El machismo, en definitiva, en ese entorno musulmán. ¿Está preparada para las críticas?
Najat El Hachmi Puede que haya quien saque conclusiones racistas. Para mí, está siendo un momento complicado y de reflexión. Me da la sensación de que hemos ido para atrás, hasta el punto de que ahora, en nombre de la lucha contra un tipo de racismo, la llamada islamofobia, te hacen callar. Hemos entrado en unos discursos muy poco honestos donde, para defendernos del racismo, acabamos negando el machismo terrible del que venimos. No digo que sea algo que se produce solo en una cultura determinada; pero me está sorprendiendo cómo esa corrección política funciona como una mordaza que se va acumulando a las que ya teníamos.
Mujerhoy ¿Usted vive la doble discriminación de ser mujer e inmigrante
Najat El Hachmi Sí, la discriminación ha estado ahí siempre. Llegamos a Vic a finales de los 80. Aquella Nochevieja en la que Sabrina enseñó la teta llevábamos aquí como dos meses y fue algo muy impactante. Yo tenía ocho años y venía de un lugar donde, por no enseñar, no se enseña ni el pelo. Así que lo viví como algo muy liberador [Risas]. Tuvimos la suerte de ir a vivir a un barrio donde mi padre ya conocía a mucha gente. En un primer momento, no viví ningún racismo; había pocos inmigrantes en aquel momento y una especie de curiosidad. Éramos vistos como algo exótico e interesante. Aunque también había esa generación de abuelas que vivió la guerra y que seguía muy marcada por los moros de Franco, mercenarios, que en realidad solo habían venido a luchar a cambio de un saco de harina.
Mujerhoy ¿Después fue a peor?
Najat El Hachmi Nuestra incorporación fue bastante fácil y fue mucho más tarde cuando empezamos a ser conscientes del racismo. Hubo especialmente un momento, cuando unas familias se organizaron manifestándose y quejándose en los medios porque no querían llevar a sus hijos a nuestra escuela. La razón era que había personas de etnia gitana, de familias castellanohablantes, que habían emigrado de otras partes de España y muchos marroquíes. La tutora nos tuvo que explicar por qué no querían convivir con nosotros y fue la primera vez que nos hicieron ver que éramos diferentes y debatimos sobre el racismo. Luego, cuando vas creciendo y buscas un trabajo, a ti siempre te ofrecen limpiar y cocinar. O se te niega la posibilidad de alquilar un piso. Es como si hubiera un espacio en el que tienes que permanecer y, si no quieres ocupar ese lugar, todo va a ser muchísimo más difícil.
Mujerhoy ¿Vivió usted un conflicto cultural y generacional con su madre como la protagonista del libro y su hija?
Najat El Hachmi El conflicto fue más con mi padre, porque ella tuvo la capacidad de estar más atenta. Yo nunca le podré agradecer lo suficiente que haya tenido esa capacidad de adaptarse a cosas que parecían impensables para ella: mi madre no sabía ni leer, y me quería enseñar a ser ama de casa, pero yo estaba siempre metida en los libros y lo respetó.
Mujerhoy ¿A su madre le asustaba lo que pudieran meterle en la cabeza?
Najat El Hachmi No. Venimos de una cultura donde la tradición de contar historias es muy importante y se tiene gran respeto por los libros. La idea de que te puedan enseñar algo malo no existe
Mujerhoy ¿Hay alguna obsesión en su obra?
Najat El Hachmi La escritura misma es una obsesión. También la tradición oral, presente en todas mis novelas, que aquí he llevado al extremo. La emigración implica pérdidas. Nunca volveré a vivir en el Rif y todo aquello es un mundo perdido, como lo es también cualquier infancia. Pero ese universo simbólico sigue dentro de mí y solo consigo volver a revivirlo a través de la escritura. Bueno, y de la comida.
Mujerhoy La cocina tiene un papel importante en Madre de leche y miel.
Najat El Hachmi Yo escribo con los sentidos. Cuando quiero hablar de hechos concretos pero me falta algo, voy a los olores y los gustos, y ese capítulo se me impregna de toda una serie de elementos que no solo le dan un toque exótico o multicultural, sino que de verdad significan mucho. Y los alimentos, junto con la lengua, son las dos cosas más importantes que configuran nuestra memoria emocional. Para escribir esta novela tuve que cocinar muchísimo, cuando se me encallaba algo o sentía que no era suficientemente auténtico, me metía en la cocina. Estimulando el olfato se puede llegar a algo que está muy enterrado en la memoria.
Mujerhoy ¿Y qué ha querido transmitir a sus hijos de esas raíces?
Najat El Hachmi Si te quedas en el mismo lugar donde tienes un entorno, con más gente de tu mismo origen, es más fácil conservar la lengua o algunas costumbres. Pero yo me fui de Vic y en Barcelona no hay esa presencia. A mi hija le cuento cómo vivíamos y ella me dice: "Mamá, cuéntame ese cuento de cuando eras pequeña". Y yo le digo: "Si es que no es un cuento. Es verdad que yo iba a buscar el agua y hacíamos el pan y trabajábamos en el campo...". Y alucina.
Mujerhoy ¿Qué queda en usted de esa raíz marroquí?
Najat El Hachmi No lo sé. Yo vine a Cataluña de pequeña y hay muchas cosas que ya no están en mí. Además, no soy religiosa y buena parte de la cultura cotidiana de allí está muy vinculada a la religión. Durante algún tiempo, fui una no creyente practicante porque hay tradiciones, como la del Ramadán, con tanta carga emocional que es muy difícil decidir renunciar a ellas. Es como aquí la Navidad, que tiene un valor simbólico, emocional y de pertenencia muy importante. Recordaré siempre el momento de la ruptura del ayuno, por la noche, cuando toda la familia junta se toma la sopa, porque es un ritual que une muchísimo. La verdad es que a mis hijos no les he transmitido ninguna de estas normas islámicas. Y son esas cosas de la religión lo que te mantiene más vinculado a aquella raíz, aunque a mí siempre me quedará la literatura.