Libros
Hanif Kureishi
“Solía ser salvaje, pero ahora soy un alegre burgués”
Llaman a la puerta de la editorial Rogers, Coleridge & White Ltd. en Londres. Desde la ventana se divisa a Hanif Kureishi, un rostro duro que al hablar se torna afable, tierno. “Escribir desde el corazón es la única forma de llegar a los demás”, asegura uno de los más lúcidos cronistas de las relaciones humanas. Así lo demuestran la novela El cuerpo y Soñar y contar, recopilación de su obra ensayística, los dos libros que lanza Anagrama estos días en España.
Hanif Kureishi. Foto: Quique García
Nacido en Londres de padre pakistaní y madre inglesa, recuerda que era “un joven ambicioso y con ganas de éxito, algo connatural al emigrante”. Estudió filosofía, aunque desde los 14 años sabía que sería escritor. Comenzó con obras de teatro pero fue Mi hermosa lavandería, su primera novela, la que le aportó la fama que siguió con El buda de los suburbios o la demoledora Intimidad. Dos nuevos libros con la misma intensidad, integridad y precisión a las que nos tiene acostumbra- dos pero con una madurez mayor le devuelven a la actualidad: El cuerpo, la historia de un escritor sexagenario cuyo cerebro es transplantado al cuerpo de un joven adonis de 25, y Soñar y contar, donde se plasman las preocupaciones del escritor: la familia, el significado de la vida, el amor, las relaciones hombre-mujer, la menopausia masculina, el deseo, el sexo así como la cultura, su relación con la política y la escritura o sus colaboraciones en cine. Con humor, crueldad o dulzura siempre llega a la esencia de las cosas, sin faltar un análisis profundo de la laxitud de la vida moderna. Kureishi se lamenta de tener “poco tiempo para escribir”. “Trabajo en casa y mi vida es una locura con tres niños, aunque en el fondo adoro tal frenesí”.
-La idea de El cuerpo le vino recordando a su padre.
-Siempre estuve muy interesado por el cuerpo y el placer y a mi edad aún más. Mi padre fue el detonante, junto a la idea de que a cierta edad el cuerpo ya no responde a los deseos ni a las inquietudes de la mente. Me planteé qué sucedería si uno pudiera meterse en un cuerpo joven, algo, por otra parte, cada vez más real. Hace un año, mientras leía Frankenstein y trabajaba en una adaptación de El retrato de Dorian Gray surgieron nuevas ideas: la creación de un nuevo ser humano,un viejo en un cuerpo joven. Era la excusa para desarrollar temas más serios que se plantean hoy: la identidad, la edad, la muerte, el sentido de la vida. Me intriga mucho la clonación, la forma en que la gente podrá regenerar, a su gusto, su cuerpo. Si hubiera esa posibilidad, la gente compraría nuevos cuerpos. Sería una nueva forma de diferenciación social; la gente con cuerpos sanos y la que no tuviera esos privile- gios. Comprar un nuevo cuerpo co-mo un nuevo Ferrari: ello cambiaría la esencia de la naturaleza humana. Vivimos con referencia a una edad, y con la certidumbre de que uno morirá a los 70, pero si entonces se cambiara de cuerpo, ¿cómo se plantearía la existencia?
-El protagonista de su novela lo hace, y parece que se arrepiente.
-Como Fausto. El final es una meditación satírica de nuestra sociedad obsesionada con la juventud y la búsqueda de placer. La eterna juventud no me haría saltar de júbilo. Comienzo a disfrutar de ciertos privilegios de la edad: la vida acogedora de la familia, la amabilidad de una mujer con ciertas arrugas. Y algo tiene de cierto eso de que uno es tan joven como se siente...
El cuerpo y el placer
-Afirma que la sociedad de hoy está más interesada en el cuerpo que en las ideas. ¿En qué sentido?
-En el arte se refleja magníficamente. Muchos de los artistas actuales centran su preocupación en el cuerpo y todas sus necesidades, y descuidan sus ideas. La historia de la fotografía o de la pintura es la histora de cómo el cuerpo es considerado. Esta atracción por el cuerpo se debe a que el primer contacto cuando eres niño es el cuerpo humano. Los niños están interesados en el cuerpo de su madre, que lo enseña sin problemas hasta que de pronto, a los 8 años, te lo oculta. Mi hijo pequeño está siempre tocando el pecho de su madre, preguntándose qué sucede ahí. Y luego el hombre continúa queriendo el cuerpo de la mujer.
-Acaba de cumplir 50 años, un poco menos que el protagonista de El cuerpo. ¿Melancolía?
-Sí, cuando uno llega a la mitad de la vida siente melancolía por el tiempo perdido y las estupideces realizadas. Pero he sabido vivir, y eso me ayuda mucho.
-Analiza la cultura del culto a la celebridad. ¿Lo entiende?
-Crecí con las celebridades. En mi tiempo todo el mundo vivía en torno a The Beatles, pero las celebridades se han vuelto más interesantes, complicadas y veneradas que nunca. Mi biblia es la revista Hello; me intriga el porqué de tan superlativo interés. Quizás todo el mundo piense que detrás del glamour se esconden vidas fascinantes.
-¿Cree que el artista es el supremo estado del ser?
-Sí, en la medida que considero la creatividad como estado supremo, pero uno puede y debe ser creativo no sólo como pintor o escritor. Lo que más aprecio de nuestra existencia es vivirla con creatividad. En nuestra época quedan muy pocas referencias de autoridad o sabiduría; figuras como el sacerdote, el gurú o el político están obsoletas.
-¿Por eso ensalza el poder de la imaginación?
-Utilizar la imaginación es la única manera de vivir en este mundo, aunque también es una forma de sabotear los propios deseos.
-Tiene fama de rebelde; ¿está más cerca del salvaje o del burgués?
-Solía ser salvaje. Ahora soy un burgués que sueña por las mañanas. Ser escritor es algo muy burgués y más si tienes niños, pero he vivido mucho y no siento nostalgia. No me sentía más feliz de lo que soy ahora cuando hacía lo que quería.
-La familia es uno de sus temas recurrentes. ¿Le entristece que sea una institución en crisis?
-No sé si es la mejor institución, pero es buena en muchos aspectos, como la estabilidad personal y la seguridad que te aporta; es el mejor ambiente para educar a los niños. Lo peor es que te reduce el contacto con los demás.
-¿Es cierto que fue su padre quien le llevo a la escritura?
-Sí. Mi padre quería ser escritor y publicó dos libros sobre la historia de Pakistán. La escritura era su religión, su razón de vivir. Yo heredé esa desesperación, sus ganas de escribir y la idea de que la cultura era una forma de salir del suburbio, de superarse. La invención nos unió.
-En Soñar y contar analiza su relación con la literatura. ¿Cómo describiría la labor del escritor?
-Contar historias de cómo vivimos, de la clase de gente que somos, de los valores en que creemos. La vida debe ser pensada una y otra vez. Shakespeare no tuvo la última palabra. La responsabilidad última del escritor es traicionar a la sociedad de la que ha salido, dejar su comunidad y reflexionar aislado.
Poder de seducción
-Su amigo Stephen Frears está asombrado de su poder de seducción; dice que vuelve locas a las mujeres. En Siempre es medianoche, usted mismo afirmaba: “las mujeres quieren un hombre que las ame”.
-Me gusta la idea de que entre hombres y mujeres existe un abismo. Para mí, la mujer es un misterio. Si hablo con un hombre, entiendo todo. Sin embargo, en una mujer siempre deseo saber qué hay en su mente, cómo es su vida. En la mujer me atrae la curiosidad de la incomprensión, del misterio. Los hombres nos preguntamos constantemente qué quieren las mujeres.
-La crueldad en las relaciones es otra constante en su literatura. ¿Es su visión la de un mundo cruel?
-El mundo es asombroso. Si hacemos un retrato del siglo XX de Europa es el de un continente de genios, grandes arquitectos, fabulosos poetas y músicos mientras a su lado todo es destrucción. Y eso se traduce en la vida personal. Cuando estás con los niños los amas pero a la vez te vuelven loco; deseas matarlos porque se vuelven monstruos y te preguntas: ¿de dónde viene esa furia?
-Su obra posee una acentuado carácter autobiográfico. Con Intimidad le criticaron por ir demasiado lejos al contar el derrumbamiento de su matrimonio. ¿No siente pudor?
-No era más autobiográfica que mis anteriores libros, aunque estaba escrita en forma de confesión y era muy intensa. La gente dio por sentado que era yo escribiendo y me alegra; sin embargo un libro, esté escrito en primera o tercera persona, es siempre una construcción artificial con mucha imaginación. Con Intimidad deseaba escribir sobre el coraje de la separación o del abandono, el trauma del amor, de la pérdida, de qué hacer cuando ya no es posible vivir con la otra persona.
Literatura y política
-¿Nunca ha tenido la sensación de dar demasiado de sí mismo?
-Escribir se trata de eso. Hablas y esperas que los demás estén interesados en lo que dices, que su vida sea quizás como la tuya. Y si hablas desde el corazón la gente responde; de lo contrario, no habría literatura. La verdad nace del corazón.
-Patrice Chereau realizo la versión cinematográfica de Intimidad. ¿Se identificó con ella?
-Le dí el libro a Chereau y le dije: “haz una película”. Es un film interesante y bello, pero no es mi libro.
-En Soñar y contar analiza un nuevo tema: la política.
-Siempre he estado interesado en la política. Como la escritura, la política se construye sobre la palabra, sobre una voz que escucha y otra que habla. Si por ejemplo se habla de la guerra de Iraq, ¿a quién escuchamos?¿A Bush? ¿Al pueblo de Iraq, a otros países arabes? ¿A quién queremos escuchar? ¿Qué opinión creer? ¿Cuáles son las palabras de los que detentan el poder? Es a la vez una cuestión personal (la consciencia) y una cuestión política (cómo hablar en el mundo).
-La idea de El cuerpo le vino recordando a su padre.
-Siempre estuve muy interesado por el cuerpo y el placer y a mi edad aún más. Mi padre fue el detonante, junto a la idea de que a cierta edad el cuerpo ya no responde a los deseos ni a las inquietudes de la mente. Me planteé qué sucedería si uno pudiera meterse en un cuerpo joven, algo, por otra parte, cada vez más real. Hace un año, mientras leía Frankenstein y trabajaba en una adaptación de El retrato de Dorian Gray surgieron nuevas ideas: la creación de un nuevo ser humano,un viejo en un cuerpo joven. Era la excusa para desarrollar temas más serios que se plantean hoy: la identidad, la edad, la muerte, el sentido de la vida. Me intriga mucho la clonación, la forma en que la gente podrá regenerar, a su gusto, su cuerpo. Si hubiera esa posibilidad, la gente compraría nuevos cuerpos. Sería una nueva forma de diferenciación social; la gente con cuerpos sanos y la que no tuviera esos privile- gios. Comprar un nuevo cuerpo co-mo un nuevo Ferrari: ello cambiaría la esencia de la naturaleza humana. Vivimos con referencia a una edad, y con la certidumbre de que uno morirá a los 70, pero si entonces se cambiara de cuerpo, ¿cómo se plantearía la existencia?
-El protagonista de su novela lo hace, y parece que se arrepiente.
-Como Fausto. El final es una meditación satírica de nuestra sociedad obsesionada con la juventud y la búsqueda de placer. La eterna juventud no me haría saltar de júbilo. Comienzo a disfrutar de ciertos privilegios de la edad: la vida acogedora de la familia, la amabilidad de una mujer con ciertas arrugas. Y algo tiene de cierto eso de que uno es tan joven como se siente...
El cuerpo y el placer
-Afirma que la sociedad de hoy está más interesada en el cuerpo que en las ideas. ¿En qué sentido?
-En el arte se refleja magníficamente. Muchos de los artistas actuales centran su preocupación en el cuerpo y todas sus necesidades, y descuidan sus ideas. La historia de la fotografía o de la pintura es la histora de cómo el cuerpo es considerado. Esta atracción por el cuerpo se debe a que el primer contacto cuando eres niño es el cuerpo humano. Los niños están interesados en el cuerpo de su madre, que lo enseña sin problemas hasta que de pronto, a los 8 años, te lo oculta. Mi hijo pequeño está siempre tocando el pecho de su madre, preguntándose qué sucede ahí. Y luego el hombre continúa queriendo el cuerpo de la mujer.
-Acaba de cumplir 50 años, un poco menos que el protagonista de El cuerpo. ¿Melancolía?
-Sí, cuando uno llega a la mitad de la vida siente melancolía por el tiempo perdido y las estupideces realizadas. Pero he sabido vivir, y eso me ayuda mucho.
-Analiza la cultura del culto a la celebridad. ¿Lo entiende?
-Crecí con las celebridades. En mi tiempo todo el mundo vivía en torno a The Beatles, pero las celebridades se han vuelto más interesantes, complicadas y veneradas que nunca. Mi biblia es la revista Hello; me intriga el porqué de tan superlativo interés. Quizás todo el mundo piense que detrás del glamour se esconden vidas fascinantes.
-¿Cree que el artista es el supremo estado del ser?
-Sí, en la medida que considero la creatividad como estado supremo, pero uno puede y debe ser creativo no sólo como pintor o escritor. Lo que más aprecio de nuestra existencia es vivirla con creatividad. En nuestra época quedan muy pocas referencias de autoridad o sabiduría; figuras como el sacerdote, el gurú o el político están obsoletas.
-¿Por eso ensalza el poder de la imaginación?
-Utilizar la imaginación es la única manera de vivir en este mundo, aunque también es una forma de sabotear los propios deseos.
-Tiene fama de rebelde; ¿está más cerca del salvaje o del burgués?
-Solía ser salvaje. Ahora soy un burgués que sueña por las mañanas. Ser escritor es algo muy burgués y más si tienes niños, pero he vivido mucho y no siento nostalgia. No me sentía más feliz de lo que soy ahora cuando hacía lo que quería.
-La familia es uno de sus temas recurrentes. ¿Le entristece que sea una institución en crisis?
-No sé si es la mejor institución, pero es buena en muchos aspectos, como la estabilidad personal y la seguridad que te aporta; es el mejor ambiente para educar a los niños. Lo peor es que te reduce el contacto con los demás.
-¿Es cierto que fue su padre quien le llevo a la escritura?
-Sí. Mi padre quería ser escritor y publicó dos libros sobre la historia de Pakistán. La escritura era su religión, su razón de vivir. Yo heredé esa desesperación, sus ganas de escribir y la idea de que la cultura era una forma de salir del suburbio, de superarse. La invención nos unió.
-En Soñar y contar analiza su relación con la literatura. ¿Cómo describiría la labor del escritor?
-Contar historias de cómo vivimos, de la clase de gente que somos, de los valores en que creemos. La vida debe ser pensada una y otra vez. Shakespeare no tuvo la última palabra. La responsabilidad última del escritor es traicionar a la sociedad de la que ha salido, dejar su comunidad y reflexionar aislado.
Poder de seducción
-Su amigo Stephen Frears está asombrado de su poder de seducción; dice que vuelve locas a las mujeres. En Siempre es medianoche, usted mismo afirmaba: “las mujeres quieren un hombre que las ame”.
-Me gusta la idea de que entre hombres y mujeres existe un abismo. Para mí, la mujer es un misterio. Si hablo con un hombre, entiendo todo. Sin embargo, en una mujer siempre deseo saber qué hay en su mente, cómo es su vida. En la mujer me atrae la curiosidad de la incomprensión, del misterio. Los hombres nos preguntamos constantemente qué quieren las mujeres.
-La crueldad en las relaciones es otra constante en su literatura. ¿Es su visión la de un mundo cruel?
-El mundo es asombroso. Si hacemos un retrato del siglo XX de Europa es el de un continente de genios, grandes arquitectos, fabulosos poetas y músicos mientras a su lado todo es destrucción. Y eso se traduce en la vida personal. Cuando estás con los niños los amas pero a la vez te vuelven loco; deseas matarlos porque se vuelven monstruos y te preguntas: ¿de dónde viene esa furia?
-Su obra posee una acentuado carácter autobiográfico. Con Intimidad le criticaron por ir demasiado lejos al contar el derrumbamiento de su matrimonio. ¿No siente pudor?
-No era más autobiográfica que mis anteriores libros, aunque estaba escrita en forma de confesión y era muy intensa. La gente dio por sentado que era yo escribiendo y me alegra; sin embargo un libro, esté escrito en primera o tercera persona, es siempre una construcción artificial con mucha imaginación. Con Intimidad deseaba escribir sobre el coraje de la separación o del abandono, el trauma del amor, de la pérdida, de qué hacer cuando ya no es posible vivir con la otra persona.
Literatura y política
-¿Nunca ha tenido la sensación de dar demasiado de sí mismo?
-Escribir se trata de eso. Hablas y esperas que los demás estén interesados en lo que dices, que su vida sea quizás como la tuya. Y si hablas desde el corazón la gente responde; de lo contrario, no habría literatura. La verdad nace del corazón.
-Patrice Chereau realizo la versión cinematográfica de Intimidad. ¿Se identificó con ella?
-Le dí el libro a Chereau y le dije: “haz una película”. Es un film interesante y bello, pero no es mi libro.
-En Soñar y contar analiza un nuevo tema: la política.
-Siempre he estado interesado en la política. Como la escritura, la política se construye sobre la palabra, sobre una voz que escucha y otra que habla. Si por ejemplo se habla de la guerra de Iraq, ¿a quién escuchamos?¿A Bush? ¿Al pueblo de Iraq, a otros países arabes? ¿A quién queremos escuchar? ¿Qué opinión creer? ¿Cuáles son las palabras de los que detentan el poder? Es a la vez una cuestión personal (la consciencia) y una cuestión política (cómo hablar en el mundo).
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