martes, 30 de octubre de 2012

Los recuerdos

Los recuerdos es la más reciente novela del joven escritor francés David Foenkinos, autor de La delicadeza, un éxito arrollador que ya lleva vendidos 50.000 ejemplares en España y 1 millón en Francia, además de haber sido exitosamente llevada al cine por el hermano del autor. Aquí la hemos reseñado anteriormente.
Al enfrentarse con la muerte de su abuelo, el joven narrador de esta historia se percata de cuántas cosas no ha podido compartir con él. Decide entonces sacar el máximo provecho del tiempo que le quede junto a su abuela. Comienza a visitarla con frecuencia y así logra ahuyentar su soledad y hacerla reír. Pero cierto día, como si de una adolescente rebelde se tratara, la abuela se fuga de la residencia en la que vive. El narrador comienza entonces a buscarla y terminará uniéndose a ella en ese escape hacia la felicidad.
Desde las páginas luminosas de Los recuerdos, los lectores asisten a un asombroso viaje por los recuerdos de una vida, y verán cómo estos, junto a la magia de las casualidades, iluminan el presente y el futuro del protagonista.
David Foenkinos nació en París, en 1974. Ha publicado cómics y tres novelas, además de ser un músico especialista en jazz. Como escritor, Foenkinos logró un gran éxito ya con su primera novela, Inversion de l’idiotie: de l’influence de deux Polonais (2001) que lo hizo ganador del Prix François Mauriac. También ha obtenido el Premio de la Fundación Hachette 2003, y unánimemente es reconocido por la crítica francesa como el mayor exponente de la nueva generación literaria.

LA DELICADEZA

La delicadeza', la novela de moda en Francia

  • La novela contiene multitud de referencias a autores y obras clásicas
  • Ultima la película sobre la obra, con Audrey Tatou como protagonista
  • 'El libro habla de esos instantes especialmente propicios al milagro'
La literatura luminosa, esa que habla de la búsqueda de la felicidad y de los pequeños milagros de lo cotidiano, tiene sello francés. Siguiendo el camino marcado por Anna Gavalda, que se ha hecho con una legión de lectores dentro y fuera de su país con sus relatos sobre relaciones de pareja, sentimientos y emociones; en la misma línea de Muriel Barbery y su 'Elegancia del erizo' o, ya en el terreno cinematográfico, de una película como 'Amelie', que conectó con espectadores de todo el mundo, llega a las librerías españolas, avalada por diez premios en su país y por el favor del público, 'La delicadeza', de David Foenkinos (París, 1974).
Foenkinos. | © David Ignaszewski. (Imagen de Seix Barral)Foenkinos. | © David Ignaszewski. (Imagen de Seix Barral)
¿Qué tiene esta novela amable, de estructura sencillísima, aderezada con toques de ternura y humor y que transita entre el drama y la comedia? "Ofrece lo que su título indica, delicadeza, en un mundo acelerado y brutal, donde nos creemos que los amigos aparecen con tan solo apretar el botón del ordenador. Ofrece un elogio de la lentitud, de la atención al otro", explica su autor.
Foenkinos, como Gavalda, como Barbery, consigue ofrecer al lector un poco de oxígeno, de optimismo, en tiempos especialmente sombríos, cargados de preocupación por lo material y donde urge un cambio de valores. "Más que de la búsqueda de la felicidad y del amor, de lo que habla esta novela es de la oportunidad, de los momentos, de esos instantes especialmente propicios al milagro, instantes que es complicado forzar pero que llegan cuando estamos atentos", explica el autor.
Foenkinos está en la fase de montaje de una película que pondrá imágenes a su novela y que protagoniza, cómo no, la inolvidable Amélie, Audrey Tatou. La actriz se mete en la piel de Nathalie, una mujer que pierde en un accidente al hombre del que está perdidamente enamorada y que después de una durísima etapa de duelo, en la que se refugia en la oficina, no puede creerse que el amor llame de nuevo a su puerta de la mano de Markus, un compañero de trabajo que nunca ha tenido éxito con las mujeres, no agraciado físicamente pero cargado de bondad y de ternura. Un hombre que para ella supone la sanación, la vuelta a la vida.
"Es evidente que el personaje masculino, un antihéroe alejado de todos los estereotipos, un poco en la línea del mito de la bella y la bestia, toca las fibras sensibles de las mujeres, que son las que más leen", señala el escritor, quien en este punto de la conversación saca su ordenador portátil y muestra dos de las escenas más impactantes y divertidas del 'filme', que se estrenará en Francia el próximo mes de diciembre.
Son escenas que expresan la teoría de los momentos. En una de ellas Tatou-Nathalie besa inesperadamente a Markus (interpretado por el actor belga François Damiens; recuerde 'Los seductores'). "Es un acto instintivo, su cuerpo manifiesta una necesidad de su espíritu", indica Foenkinos. En la otra, es él quien le devuelve ese beso dando una vuelta de tuerca a esa historia de pérdida que habla de la reconstrucción amorosa, de la capacidad para renacer después de un acontecimiento tan violento como el que ha vivido la protagonista. No hay intelectualismo en 'La delicadeza' (publicada por Seix Barral y La Magrana en catalán).
David Foenkinos, cuyo autor de cabecera es Milan Kundera, sabe que se dirige a un público que busca oxígeno, autenticidad, historias sencillas, sin complicaciones. Pero la novela contiene multitud de referencias a autores y obras clásicas de la literatura, ya que sus protagonistas son dos amantes de la buena literatura. "Es una novela generosa que invita al lector que lo quiera a acercarse a Julio Cortázar y su 'Rayuela', a Cioran, a tantos otros", dice su autor. Algo muy de agradecer en los tiempos que corren.

sábado, 13 de octubre de 2012

Entrevista a Misia


"Soy fruto de la mezcla de culturas"

Susana María Alfonso de Aguiar celebró en 2005 su primer medio siglo de vida mudándose a París. En aquel viaje la acompañaban una maleta liviana, sus dos gatos y, por supuesto, Mísia, la fadista que habita en ella desde 1991. Su psiquiatra todavía no se lo ha perdonado, pero el cambio de aires es consustancial a esta mujer nómada por vocación, natural de Porto, de madre catalana y orígenes cabareteros en El Molino barcelonés. Ayer inauguró la VI Mostra Portuguesa en Madrid con un recital en el teatro Albéniz donde hizo un repaso por sus poetas lusitanos de cabecera. Al tiempo, prepara un nuevo álbum, Rúas, donde se atreve con originales de Nine Inch Nails, Joy Division o la tradición turca. "Mudar, mudar siempre, cambiar de piel. He ahí la clave", resume desde los estudios ICP de Bruselas, donde da forma estos días a su transmutación más radical.
"Desconfío de quienes dicen llevarse bien con todo el mundo"
Pregunta. ¿Qué libro hay en la mesilla de una mujer en permanente tránsito?
Respuesta. Ahora mismo una historia de Constantinopla, mañana algo completamente distinto. Mi madre viajaba mucho por su trabajo y me impulsó a ser así. En los últimos 18 años no he hecho otra cosa.
P. Portuguesa, medio española, algo parisina... ¿Cuál es su verdadero hogar?
R. En los camerinos siempre cuelgo un tapete mío en la puerta. Significa que ésa es mi casa, el lugar donde ese día me toca vivir. Soy fruto de la mezcla de culturas e hija de padres divorciados, y eso me ha permitido que no me sienta extranjera de nada. Me instalé en París porque estaba harta de que los portugueses me preguntaran si era esto o lo otro. Pues no: soy esto, lo otro y lo de más allá, una curiosa en permanente evolución.
P. Alguno de sus seguidores más ortodoxos se llevará un soponcio con su próximo disco...
R. Es un trabajo muy sorprendente, incluso para mí misma. Conocí Hurt, de Nine Inch Nails, a través de Johnny Cash y me impactó. A partir de ahí me puse a buscar el lado más oscuro de estas otras músicas, los equivalentes a mis fados predilectos. Como diría mi psiquiatra, soy un poco gótica.
P. ¿Le ha dado ya el alta?
R. Perdí sus sesiones con mi marcha a París, pero los años de psicoterapia me han conducido a una época de renacimiento personal. Ahora me acepto mejor. Atravieso una cierta juventud de señora subversiva.
P. Lleva dos décadas conviviendo a diario con el fado. ¿Deja secuelas?
R. El fado me ha endurecido, o al menos me ha enseñado a no mostrar todo lo que me duele. El fado habita dentro de mí y me ayuda a sobrevivir en la batalla cotidiana. Sin lucha, la vida no tiene gracia. Desconfío, por ejemplo, de quienes dicen llevarse bien con todo el mundo. ¿Cómo se concibe eso? Yo he llorado mucho y ahora he conseguido llorar menos.
P. ¿Qué cosas le hacen esbozar una sonrisa?
R. Me río, sobre todo, de mí misma. Mi abuela trabajó en El Molino y me enseñó a relativizar las cosas, a comprender que risas y lágrimas provienen del mismo lugar, de lo más íntimo y profundo. Soy una mujer alegre e infeliz al mismo tiempo, nada que ver con esa diva hierática que es Mísia en el escenario.
P. Ha extendido la música portuguesa por medio mundo. ¿Para cuándo un fadista foráneo?
R. En Japón hay algunos, pero no gracias a mí, sino a Amália. Con todo, soy escéptica al respecto. No me acabo de creer que alguien pueda sentir una música si no la ha mamado y respirado desde el principio. Puedes aprender la técnica, pero faltará la esencia, la comprensión profunda. Es como cuando se intenta fusionar fado y flamenco, que no resulta factible.
P. Usted canta letras de Saramago, Pessoa, Lobo Antunes o Ary dos Santos. ¿Cómo conviven ese universo lírico con los sonidos de la tradición más popular?
R. Eugene Hütz, el cantante de Gogol Bordello, me comentó en cierta ocasión que mis discos eran como si Faulkner o Hemingway se hubieran puesto a escribir para un artista de country. Es un proceso intuitivo a cargo de una mujer curiosa y autodidacta.
P. Mostras portuguesas al margen, ¿Portugal y España siguen siendo esos dos vecinos que se ignoran?
R. Falta camino por recorrer. España debe aprender a vernos como una cultura diferente, no su prolongación. Y los portugueses tenemos que perder el miedo a ser absorbidos. Es mejor que unos y otros nos dejemos querer.

Misia





Pasiones diagnais de Misia

Misia en el teatro Filarmónica de Oviedo