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martes, 7 de abril de 2015

Congo


El médico que lucha por las mujeres violadas del Congo

“Algunos meten cuchillos y palos afilados en las vaginas de las mujeres después de violarlas, otros emplean pistolas”, afirma el doctor Denis Mukwege, en su despacho del hospital Panzi. “Los que hacen esto no son seres humanos, son depredadores”.

Comenzó a descubrir los primeros actos de violencia sexual en 1999, durante la Segunda Guerra del Congo. Al año siguiente vio cómo el número de víctimas se multiplicaba, superando el centenar. Un patrón se repetía en cada una de ellas. “No eran sólo violaciones, sino actos barbáricos”, explica.
Esclavitud, tortura y sida
Según hemos conocido en este blog a través del testimonio de seis víctimas, las principales características de estos actos contra las mujeres del Congo son:
1. Se las viola frente a sus maridos, hijos y vecinos. No en pocas ocasiones estos son también abusados y asesinados. Las violaciones suelen ser perpetradas por grupos de hombres armados.
2. En otros casos, estos actos tienen lugar en sitios públicos, frente a la comunidad. El objetivo podría ser propagar el miedo entre los moradores de la aldea, mandarles un mensaje claro para que abandonen sus casas y terrenos.

3. Sintiéndose deshonrados, suele suceder que los maridos que presencian o tienen noticia de las vejaciones, abandonen a sus esposas. Además de los traumas que han padecido, luego ellas se encuentran solas. De este modo, el tejido social se fragmenta.
4. Asimismo ocurre que los soldados se llevan a las mujeres a sus campamentos, donde las convierten en esclavas sexuales. Allí las obligan a cocinar, a lavar la ropa, además de violarlas de forma sistemática (como en el caso de Nsimire). Se calcula que el 40% de las víctimas, de entre 8 y 18 años, pasan por esta situación.
5. A los niños y adultos los emplean para transportar el botín hasta el cuartel. En el camino, o al llegar, los asesinan. De este modo, intentan mantener oculto el lugar en el que se esconden. Solo preservan con vida a las mujeres que desean convertir en esclavas.
6. Un patrón que se repite en infinidad de ocasiones: después de violarlas usan palos, botellas rotas, machetes y cuchillos para destruirles los genitales. Una forma, en este conflicto en el que el control de la tierra y los recursos naturales parece tan importante, de acabar de lleno con la comunidad local, a través de la destrucción de su base, de su pilar fundamental: las mujeres. Según Human Rights Watch, el 30% de las víctimas sufre esta clase tortura (como le ocurrió a Vumilia).
7. En otras circunstancias, la violencia se vuelve aún más extrema, si es que cabe. Se les dispara, se la quema, se les corta los brazos. Se han registrado numerosos casos, asimismo, de mujeres que se han contagiado el VIH como consecuencia de las violaciones. El 30% de las pacientes que pasan por el hospital Panzi, tienen sida (como le sucede a Mungere).
8. También respondiendo a este deseo de control étnico, tribal, de las zonas en disputa, los soldados dejan embarazadas a las jóvenes. Dando lugar así a la terrible paradoja: el niño que la mujer tendrá que criar a lo largo de su vida, es hijo del hombre que la violó y que asesinó a su familia (realidad también de Nsimire).
Salvar a las mujeres
La fístula obstétrica, como ya hemos visto en anteriores entradas, es una fisura entre el recto, la vagina y la vejiga que provoca incontinencia en las mujeres, que las condena a la marginación social y el dolor crónico.

La mayoría de estas lesiones son consecuencia de la malnutrición, de la falta de atención médica y de los embarazos prematuros. Los cuerpos de las jóvenes no están aún listos para dar a luz. Y, durante el parto, el bebé les causa un daño que, normalmente, se puede subsanar con una simple operación. En Etiopía, el país de África con mayor número de casos, son más de cien mil las mujeres que la padecen.
Las mujeres congoleñas cuyos cuerpos se han convertido en el campo de batalla de las milicias – desde los hutus del FDRL, pasando por los tutsis de Laurent Nkunda, hasta los grupos locales Mai Mai y el propio ejército regular del país -, sufren la fístula debido a los objetos que se les meten en el aparato reproductor. Su reconstrucción, cuando es posible, resulta mucho más compleja.
Hoy, nueve años más tarde, el doctor Mukwge recibe diez nuevas pacientes cada día. Junto a su equipo del hospital Panzi, pionero en el país en esta clase de intervenciones, lucha por intentar recuperarlas, por deshacer el tremendo daño causado por los soldados. Hasta ahora han tratado a 3.500 mujeres.

martes, 24 de marzo de 2015

Dennis Mukwegw

Denis Mukwege, el ángel custodio de la mujer congoleña

Día 20/01/2014 - 13.53h

Fundador del hospital Panzi, en la República Democrática del Congo, este ginecólogo ha ayudado a superar traumas a decenas de miles de mujeres en la considerada capital mundial de la violación sexual

En las callejuelas de Bukavu, capital de Kivu Sur (República Democrática del Congo), y escondido entre pendientes, un edificio muestra la esperanza. No por diseño, pero sí por lo que esconde dentro. Desde su fundación en 1998, el hospital Panzi de Bukavu ha tratado a más de 30.000 mujeres. Y sus males no eran simples catarros.
En mayo de 2011, el American Journal of Public Health denunciaba que al menos 1.100 mujeres eran agredidas sexualmente cada día en la región.
En el análisis, centrado en el periodo 2006-2007, se documentan las vejaciones sufridas por más de 400.000 mujeres de edades comprendidas entre los 15 y los 49 años. Sin embargo, Naciones Unidas tan solo reconoce 15.000 casos.
Pero esa realidad podría ser, incluso, aún más atroz. En el estudio, por ejemplo, no se documentan las agresiones cometidas contra mujeresmenores de 15 años o mayores de 49. Además, organizaciones humanitarias locales denunciaron recientemente que en los dos últimos años los abusos sexuales se habrían duplicado al este del país. Fantasmas, que con asiduidad, se encierran en el Hospital Panzi:
El doctor Denis Mukwege es su ángel custodio. Hijo de un ministro pentecostal, este cirujano ginecológico decidió fundar el centro médico tras comprobar horrorizado la realidad de la región.
«A veces es importante recordar a las mujeres agredidas: “No estás destruida. Querían destruirte, pero no han podido. Eres todavía una mujer. Y necesitas ser fuerte”», reconoce con asiduidad.
Nacido en 1955, Mukwege (nominado recientemente para el Nobel de la Paz) lucha porque los crímenes cometidos en el Congo (cerca de 5 millones de muertos desde 1998) no caigan en la memoria del olvido.
«El conflicto se ha convertido en una guerra contra la mujer», aseguraba en una entrevista en 2007.
En la actualidad, su obra cumbre -el hospital Panzi- cuenta con casi 400 empleados. Modesto hasta términos casi enfermizos, Mukwege siempre prefiere que hablen por él.
Dominique Vidale-Plaza, analista del centro médico y colaboradora del doctor, así lo reafirma. Aunque sus historias, quizá se difuminen en el simple cotejo datal: «De 1999 a junio de 2010, al menos 25.441 mujeres han sido tratadas en el Hospital Panzi por enfermedades ginecológicas, la mayor parte de ellas, graves traumas de violencia sexual. De igual modo, en el centro, se han practicado cerca de 2.500 operaciones de reparación de fístula [los atacantes suelen utilizar con asiduidad objetos como botellas o palos en sus agresiones]»,aseguraba a este diario el analista durante las últimas elecciones celebradas en el país africano.

Armas de guerra

Sus compañeros, incluso, iban más lejos. «En mis 40 años de vida, nunca vi algo parecido. Antes de 1994 [cuando el genocidio de Ruanda se produjo], la violencia sexual en nuestra región era prácticamente una anécdota. Sin embargo, ahora, las violaciones son utilizadas como arma de guerra. Instrumentos de venganza donde se implican todas losactores del conflicto, desde el Ejército a los rebeldes provenientes de Ruanda», aseguraba el doctor Alumeti Munyali Désiré, especialista en cirugía del Hospital Panzi.
Mientras, en el casi anonimato, el doctor Mukwege prosigue con su denuncia (incluso sufrió un intento de asesinato en octubre de 2012) sobre los horrores al este de la República del Congo. Su obra continúa siendo su mejor portavoz.
Aunque no el único.
«Cada vez nos encontramos con más civiles que cometen actos de violencia sexual. Esto se explica por una cierta banalización de la violencia en la comunidad, lo que fomenta este tipo de ataques», señalaba el pasado año a ABC Wassy Kambale, portavoz de Heal Africa.
Solo en los primeros nueve meses de 2012, durante el apogeo de la revolución encabezada por el grupo rebelde M23, esta organización, que gestiona un hospital en la localidad de Goma (Kivu norte), reconocía a este diario haber recibido al menos 5.779 denuncias de agresiones sexuales.
Todos ellos, con nombre y apellidos.