jueves, 14 de noviembre de 2013

Ser mujer en China. VOCES SILENCIADAS

Las voces del silencio

Muy estimada Xinran:
Te escribo para contarte un secreto. No es realmente un secreto, porque todo el mundo en la aldea lo sabe. En la aldea hay un anciano lisiado de 60 años que recientemente compró una joven esposa. La muchacha parece muy joven. Creo que la han secuestrado. Ocurre con cierta frecuencia por aquí, pero muchas de las chicas suelen escaparse más tarde. El anciano teme que su esposa se escape y la tiene atada con una cadena de hierro. Su cintura está en carne viva por la pesada cadena: la sangre se ha filtrado a través de sus ropas. Creo que eso la matará. Por favor, sálvala". Esta carta llegó, en 1989, al programa radiofónico Palabra en la brisa nocturna, que Xinran Xue dirigió y presentó en Nanging (China) entre 1989 y 1997.
"El anciano teme que su mujer se escape y la tiene atada con una cadena de hierro. Su cintura está en carne viva por la pesada cadena: la sangre se ha filtrado a través de sus ropas"
Poco tiempo después, una pareja de ancianos se presentó en la emisora, acusaron a Xinran de asesina y le dejaron la nota de suicidio de su única hija: "Querida Xinran: ¿Por qué no contestaste a mi carta? ¿Acaso no te diste cuenta de que tenía que decidirme por la vida o la muerte? Lo amo, pero jamás hice nada malo. Jamás tocó mi cuerpo, pero un vecino lo vio besándome la frente y le contó a todo aquel que quiso escucharle que yo era una mala mujer. Mi padre y mi madre están muy avergonzados. Quiero mucho a mis padres. Desde que era pequeña, mi mayor deseo fue que se sintieran orgullosos de mí, contentos de tener una hija inteligente y bonita en lugar de sentirse inferiores por no tener un hijo".
Xiao Yu, éste era su nombre, tenía 19 años cuando se suicidó. Xinran recibió su carta tres semanas después. No pudo hacer nada, excepto sentirse destrozada por la tragedia.
En el caso de la joven esposa comprada -una niña de 12 años-, sí consiguió que la liberaran. Nadie la felicitó; al contrario, fue acusada de pescar en aguas revueltas y de incitar a la gente.

Llamadas en directo

Fue duro, pero Xinran Xue (Pekín, 1958) se comprometió consigo misma a llevar adelante su programa, a dar voz a las mujeres silenciadas. Primero organizó un pequeño consultorio de 10 minutos, luego logró que le permitieran recibir llamadas en directo. A lo largo de ocho años entrevistó a más de 200 mujeres y recogió muchísimos testimonios. Algunos de ellos los ha reunidoen el libro Nacer mujer en China. Las voces silenciadas (Emecé y Edicions 62 en catalán).
Cuenta Xinran, que pasó por Barcelona para presentarlo, que no pudo escribirlo hasta abandonar China para instalarse en Londres. "Después de ocho años no podía más. Tenía insomnio y problemas de salud. Pensé que era el mejor momento para irme de China, tenía que conocerme a mí misma y quería aprender de las vidas de otras mujeres. Además, estaba la educación de mi hijo, que tenía entonces nueve años. Quería que se educase de otra manera".
Nacer mujer en China es un libro conmovedor. Cuántas atrocidades cuenta, cuánto dolor.
Hongxue escribió cuando tenía 17 años: "Es una buena edad para morir". Desde los 11, desde el día que tuvo su primera regla, su padre abusó de ella. "Tendrás que aguantarlo por la seguridad de toda la familia", le dijo su madre. Hongxue acabó en el hospital, se autolesionó para que no la devolvieran a casa. Adoptó una "mosca bebé", la cuidaba y la sacaba a pasear. Capturó a una mosca adulta y cuando murió se la colocó en una herida que se había provocado. Falleció de una septicemia.
Shilin, hija de un general del Kuomintang (partido nacionalista chino, que fue derrotado por Mao), fue recogida por una joven tía cuando la familia se exilió. La hizo pasar por hija suya, pero los Escoltas Rojas la acosaron por haber "nacido fuera del matrimonio". Sufrió un shock que le hizo perder la mente.
Su hermana, su cuñado y los padres de éste fueron encarcelados y ella enviada a reeducarse a un pueblo de la montaña. Muchos años después de la Revolución Cultural (1966-1976), su hermana la pudo encontrar. Tenía mordeduras en el torso, un pezón desgarrado, los labios vaginales arrancados, el cuello y las paredes del útero arrancadas, le extrajeron incluso una ramita. Se volvió loca.
Yingsi y Gu Da se enamoraron en la universidad, pero la revolución los separó. Cuando ella logró encontrarlo 40 años después, estaba casado.
Hua'er, hija de padres japoneses acusados de ser esbirros del capitalismo, fue violada repetidamente cuando acudía al grupo de estudios de la Guardia Roja...
Son testimonios estremecedores. "Yo empecé mi programa años después de que se iniciara un lento proceso de apertura [en 1983, por Deng Xiaoping], pero no creo que estas cosas tan terribles pasaran sólo durante la Revolución Cultural", dice Xinran. "Viene de la tradición más antigua. Durante la revolución, tal como pasa en tiempos de guerra, se tambalea toda la sociedad y los hombres malos tienen la oportunidad de abusar de las mujeres".
Para Xinran, uno de los problemas terribles que hay en China es la falta de educación sexual. "No se habla de sexo, no hay libertad de relaciones, no hay prensa independiente, toda la información viene del Estado. Para los hombres es más fácil tener oportunidades, pero para ellas es muy difícil".
Xinran opina que "los hombres son sexualmente más activos". "Durante mucho tiempo no han tenido un modo correcto de expresarlo. Es difícil juzgar, decir sin son buenos o malos, lo que pasa es que la mujer sufre más".
Salir de China y ver mundo ha convencido a Xinran de que las mujeres tienen problemas en todas partes. "En 1995 pregunté en la radio a los hombres que cuántas buenas mujeres habían conocido. El 99% de los que contestaron dijeron que nunca habían conocido a una buena mujer. Me impresionó mucho y pensé que quizá el problema no era de las mujeres, sino de los hombres".

La misma visión masculina

El año pasado, Xinran viajó a 14 países para promocionar su libro (ha sido traducido a 24 idiomas). "Pude preguntar a los hombres de esos lugares lo mismo y contestaron igual: las buenas mujeres tienen hijos varones, no trabajan y cuidan de la familia y de la casa".
¿Cómo ha de ser una buena mujer? "No puede perder jamás los nervios; tiene que ser siempre muy muy suave; ha de ser muy buena en la cama y, además, muy guapa, y, en China, aunque tenga todas esas virtudes, si no tiene un hijo varón no sirven de nada. ¿Cuántas mujeres pueden encajar en eso? Si te esfuerzas toda la vida y eres buena, pero no tienes el hijo varón, no serás una buena mujer. Por eso hay tanta infelicidad, por eso hay tantas historias de amor dramáticas".
La escritora no se conforma con su libro y aporta, además, datos sobre la mujer en China aparecidos en la publicación británica The Lancet: de 1995 a 1999, uno de cada cinco chinos que murieron entre los 15 y los 34 años se suicidó, y el 25% de los suicidas eran mujeres.
Xinran entrevistó para su programa a una universitaria, Xiao Yu, que le planteó tres preguntas para que las difundiera por la radio: ¿Qué filosofía tienen las mujeres chinas? ¿Qué es la felicidad para las mujeres? ¿Qué es lo que convierte a una mujer en una buena esposa?
"Todavía no he encontrado la respuesta. Antes de estrenar el programa, en 1989, creía que conocía a las mujeres de mi país; al fin y al cabo yo soy una mujer china y mi madre también, pero cuando empecé a recibir cartas y después de ocho años ya no lo sé en absoluto. Las experiencias que recojo son como una gota, no puedo explicar un océano tan grande como es China, pero algo sí he hecho. Creo que las chinas tienen una gran riqueza emocional y, aunque no hablen, lo importante es que mantienen sus voces y algunas las he reunido en este libro".

La niña a la que le cortaron las trenzas pequeñoburguesas

XINRAN XUE NO HA TENIDO UNA VIDA FÁCIL. "Prácticamente no experimenté ni la juventud ni la belleza", cuenta en Nacer mujer en China. A los 20 años creía que por un beso se podía quedar embarazada y no besó por primera vez hasta los 30. Fue enviada a vivir con su abuela cuando tenía un mes. Su madre procedía de una rica familia de Nanging y a los 14 años se apuntó a la Liga Juvenil Comunista. A los 16, al Ejército Rojo. A principio de los cincuenta, en una purga, fue "relegada a la clase negra de descendientes de capitalistas".
Xinran fue a vivir con sus padres cuando tenía 10 años. A los pocos días de estar con ellos, su casa fue registrada por los Guardias Rojos. Su padre fue encarcelado por ser "un representante del feudalismo, del capitalismo y del revisionismo". Quemaron libros, muebles, objetos artísticos, juguetes. A Xinran le cortaron las trenzas porque "era un peinado pequeñoburgués". "Estaba muy orgullosa de mi pelo, me llegaba casi hasta los tobillos, y lo llevaba trenzado, con lazos".
Su madre fue detenida poco después, y Xinran y su hermano fueron enviados a un orfanato para hijos de padres en prisión, en el que pasaron cinco años. "Fue muy difícil. Era como una cárcel. Nuestros padres tenían un pasado negro y habíamos perdido los derechos humanos. Teníamos prohibido hablar con otra gente o jugar. Todavía sueño con ello, tengo pesadillas, me despierto y no puedo volver a dormir".
Xinran sólo vivió tres años con sus padres. "Mi madre empezó a hablar conmigo el año pasado, cuando viajé a China. Le pregunté si era feliz. 'Si has comprendido la vida que hemos pasado no deberías hacer esta pregunta. Ya sabes la respuesta', me contestó. Por el lenguaje corporal sé que tiene una presión muy fuerte en la cabeza, un gran dolor. Intentó durante toda su vida salir de las sombras, pero nadie la escuchó". Sin embargo, en 2002 se pintó por primera vez los labios en más de 50 años, para conocer al novio inglés de su hija. 
Xinran trabaja en la Facultad de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. Su hijo PanPan, de 15 años ahora, ha leído su libro y le ha gustado. "Antes de leerlo no quería hablar conmigo. Después me dijo: 'Realmente has escrito un buen libro'. Me hace muchas preguntas sobre China, hablamos, somos amigos. El pasado fin de curso fui a su escuela y me presentó a cuatro de sus compañeros. También habían hablado entre ellos de Nacer mujer en China. Me dijeron: 'bien hecho'. Fue gracioso, pero me conmovió. Pensaba que a esa edad no podían entender esas cosas. Me equivoqué".

Ser mujer en China. VOCES SILENCIADAS

Las voces del silencio

Muy estimada Xinran:
Te escribo para contarte un secreto. No es realmente un secreto, porque todo el mundo en la aldea lo sabe. En la aldea hay un anciano lisiado de 60 años que recientemente compró una joven esposa. La muchacha parece muy joven. Creo que la han secuestrado. Ocurre con cierta frecuencia por aquí, pero muchas de las chicas suelen escaparse más tarde. El anciano teme que su esposa se escape y la tiene atada con una cadena de hierro. Su cintura está en carne viva por la pesada cadena: la sangre se ha filtrado a través de sus ropas. Creo que eso la matará. Por favor, sálvala". Esta carta llegó, en 1989, al programa radiofónico Palabra en la brisa nocturna, que Xinran Xue dirigió y presentó en Nanging (China) entre 1989 y 1997.
"El anciano teme que su mujer se escape y la tiene atada con una cadena de hierro. Su cintura está en carne viva por la pesada cadena: la sangre se ha filtrado a través de sus ropas"
Poco tiempo después, una pareja de ancianos se presentó en la emisora, acusaron a Xinran de asesina y le dejaron la nota de suicidio de su única hija: "Querida Xinran: ¿Por qué no contestaste a mi carta? ¿Acaso no te diste cuenta de que tenía que decidirme por la vida o la muerte? Lo amo, pero jamás hice nada malo. Jamás tocó mi cuerpo, pero un vecino lo vio besándome la frente y le contó a todo aquel que quiso escucharle que yo era una mala mujer. Mi padre y mi madre están muy avergonzados. Quiero mucho a mis padres. Desde que era pequeña, mi mayor deseo fue que se sintieran orgullosos de mí, contentos de tener una hija inteligente y bonita en lugar de sentirse inferiores por no tener un hijo".
Xiao Yu, éste era su nombre, tenía 19 años cuando se suicidó. Xinran recibió su carta tres semanas después. No pudo hacer nada, excepto sentirse destrozada por la tragedia.
En el caso de la joven esposa comprada -una niña de 12 años-, sí consiguió que la liberaran. Nadie la felicitó; al contrario, fue acusada de pescar en aguas revueltas y de incitar a la gente.

Llamadas en directo

Fue duro, pero Xinran Xue (Pekín, 1958) se comprometió consigo misma a llevar adelante su programa, a dar voz a las mujeres silenciadas. Primero organizó un pequeño consultorio de 10 minutos, luego logró que le permitieran recibir llamadas en directo. A lo largo de ocho años entrevistó a más de 200 mujeres y recogió muchísimos testimonios. Algunos de ellos los ha reunidoen el libro Nacer mujer en China. Las voces silenciadas (Emecé y Edicions 62 en catalán).
Cuenta Xinran, que pasó por Barcelona para presentarlo, que no pudo escribirlo hasta abandonar China para instalarse en Londres. "Después de ocho años no podía más. Tenía insomnio y problemas de salud. Pensé que era el mejor momento para irme de China, tenía que conocerme a mí misma y quería aprender de las vidas de otras mujeres. Además, estaba la educación de mi hijo, que tenía entonces nueve años. Quería que se educase de otra manera".
Nacer mujer en China es un libro conmovedor. Cuántas atrocidades cuenta, cuánto dolor.
Hongxue escribió cuando tenía 17 años: "Es una buena edad para morir". Desde los 11, desde el día que tuvo su primera regla, su padre abusó de ella. "Tendrás que aguantarlo por la seguridad de toda la familia", le dijo su madre. Hongxue acabó en el hospital, se autolesionó para que no la devolvieran a casa. Adoptó una "mosca bebé", la cuidaba y la sacaba a pasear. Capturó a una mosca adulta y cuando murió se la colocó en una herida que se había provocado. Falleció de una septicemia.
Shilin, hija de un general del Kuomintang (partido nacionalista chino, que fue derrotado por Mao), fue recogida por una joven tía cuando la familia se exilió. La hizo pasar por hija suya, pero los Escoltas Rojas la acosaron por haber "nacido fuera del matrimonio". Sufrió un shock que le hizo perder la mente.
Su hermana, su cuñado y los padres de éste fueron encarcelados y ella enviada a reeducarse a un pueblo de la montaña. Muchos años después de la Revolución Cultural (1966-1976), su hermana la pudo encontrar. Tenía mordeduras en el torso, un pezón desgarrado, los labios vaginales arrancados, el cuello y las paredes del útero arrancadas, le extrajeron incluso una ramita. Se volvió loca.
Yingsi y Gu Da se enamoraron en la universidad, pero la revolución los separó. Cuando ella logró encontrarlo 40 años después, estaba casado.
Hua'er, hija de padres japoneses acusados de ser esbirros del capitalismo, fue violada repetidamente cuando acudía al grupo de estudios de la Guardia Roja...
Son testimonios estremecedores. "Yo empecé mi programa años después de que se iniciara un lento proceso de apertura [en 1983, por Deng Xiaoping], pero no creo que estas cosas tan terribles pasaran sólo durante la Revolución Cultural", dice Xinran. "Viene de la tradición más antigua. Durante la revolución, tal como pasa en tiempos de guerra, se tambalea toda la sociedad y los hombres malos tienen la oportunidad de abusar de las mujeres".
Para Xinran, uno de los problemas terribles que hay en China es la falta de educación sexual. "No se habla de sexo, no hay libertad de relaciones, no hay prensa independiente, toda la información viene del Estado. Para los hombres es más fácil tener oportunidades, pero para ellas es muy difícil".
Xinran opina que "los hombres son sexualmente más activos". "Durante mucho tiempo no han tenido un modo correcto de expresarlo. Es difícil juzgar, decir sin son buenos o malos, lo que pasa es que la mujer sufre más".
Salir de China y ver mundo ha convencido a Xinran de que las mujeres tienen problemas en todas partes. "En 1995 pregunté en la radio a los hombres que cuántas buenas mujeres habían conocido. El 99% de los que contestaron dijeron que nunca habían conocido a una buena mujer. Me impresionó mucho y pensé que quizá el problema no era de las mujeres, sino de los hombres".

La misma visión masculina

El año pasado, Xinran viajó a 14 países para promocionar su libro (ha sido traducido a 24 idiomas). "Pude preguntar a los hombres de esos lugares lo mismo y contestaron igual: las buenas mujeres tienen hijos varones, no trabajan y cuidan de la familia y de la casa".
¿Cómo ha de ser una buena mujer? "No puede perder jamás los nervios; tiene que ser siempre muy muy suave; ha de ser muy buena en la cama y, además, muy guapa, y, en China, aunque tenga todas esas virtudes, si no tiene un hijo varón no sirven de nada. ¿Cuántas mujeres pueden encajar en eso? Si te esfuerzas toda la vida y eres buena, pero no tienes el hijo varón, no serás una buena mujer. Por eso hay tanta infelicidad, por eso hay tantas historias de amor dramáticas".
La escritora no se conforma con su libro y aporta, además, datos sobre la mujer en China aparecidos en la publicación británica The Lancet: de 1995 a 1999, uno de cada cinco chinos que murieron entre los 15 y los 34 años se suicidó, y el 25% de los suicidas eran mujeres.
Xinran entrevistó para su programa a una universitaria, Xiao Yu, que le planteó tres preguntas para que las difundiera por la radio: ¿Qué filosofía tienen las mujeres chinas? ¿Qué es la felicidad para las mujeres? ¿Qué es lo que convierte a una mujer en una buena esposa?
"Todavía no he encontrado la respuesta. Antes de estrenar el programa, en 1989, creía que conocía a las mujeres de mi país; al fin y al cabo yo soy una mujer china y mi madre también, pero cuando empecé a recibir cartas y después de ocho años ya no lo sé en absoluto. Las experiencias que recojo son como una gota, no puedo explicar un océano tan grande como es China, pero algo sí he hecho. Creo que las chinas tienen una gran riqueza emocional y, aunque no hablen, lo importante es que mantienen sus voces y algunas las he reunido en este libro".

La niña a la que le cortaron las trenzas pequeñoburguesas

XINRAN XUE NO HA TENIDO UNA VIDA FÁCIL. "Prácticamente no experimenté ni la juventud ni la belleza", cuenta en Nacer mujer en China. A los 20 años creía que por un beso se podía quedar embarazada y no besó por primera vez hasta los 30. Fue enviada a vivir con su abuela cuando tenía un mes. Su madre procedía de una rica familia de Nanging y a los 14 años se apuntó a la Liga Juvenil Comunista. A los 16, al Ejército Rojo. A principio de los cincuenta, en una purga, fue "relegada a la clase negra de descendientes de capitalistas".
Xinran fue a vivir con sus padres cuando tenía 10 años. A los pocos días de estar con ellos, su casa fue registrada por los Guardias Rojos. Su padre fue encarcelado por ser "un representante del feudalismo, del capitalismo y del revisionismo". Quemaron libros, muebles, objetos artísticos, juguetes. A Xinran le cortaron las trenzas porque "era un peinado pequeñoburgués". "Estaba muy orgullosa de mi pelo, me llegaba casi hasta los tobillos, y lo llevaba trenzado, con lazos".
Su madre fue detenida poco después, y Xinran y su hermano fueron enviados a un orfanato para hijos de padres en prisión, en el que pasaron cinco años. "Fue muy difícil. Era como una cárcel. Nuestros padres tenían un pasado negro y habíamos perdido los derechos humanos. Teníamos prohibido hablar con otra gente o jugar. Todavía sueño con ello, tengo pesadillas, me despierto y no puedo volver a dormir".
Xinran sólo vivió tres años con sus padres. "Mi madre empezó a hablar conmigo el año pasado, cuando viajé a China. Le pregunté si era feliz. 'Si has comprendido la vida que hemos pasado no deberías hacer esta pregunta. Ya sabes la respuesta', me contestó. Por el lenguaje corporal sé que tiene una presión muy fuerte en la cabeza, un gran dolor. Intentó durante toda su vida salir de las sombras, pero nadie la escuchó". Sin embargo, en 2002 se pintó por primera vez los labios en más de 50 años, para conocer al novio inglés de su hija. 
Xinran trabaja en la Facultad de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. Su hijo PanPan, de 15 años ahora, ha leído su libro y le ha gustado. "Antes de leerlo no quería hablar conmigo. Después me dijo: 'Realmente has escrito un buen libro'. Me hace muchas preguntas sobre China, hablamos, somos amigos. El pasado fin de curso fui a su escuela y me presentó a cuatro de sus compañeros. También habían hablado entre ellos de Nacer mujer en China. Me dijeron: 'bien hecho'. Fue gracioso, pero me conmovió. Pensaba que a esa edad no podían entender esas cosas. Me equivoqué".

Xinran Xué, Nacer mujer en China

Xinran recupera en “Generación Mao” a los grandes olvidados de China La escritora china, Xinran Xue, reivindica en su libro “Generación Mao” a las personas que vivieron la Revolución Cultural. Testimonios anónimos que pueden ayudar a recuperar la memoria histórica china. Xinran Anna Zaera 18/09/2009 Conocer el pasado es la base para construir un futuro sólido. Con este propósito, la escritora china Xinran Xue ha recopilado en su último libro “Generación Mao”, editado en español por Planeta y presentado en Casa Asia, una decena de testimonios, todos ellos protagonistas de unos años sesenta convulsos, marcados por la conmoción política y la exacerbación del espíritu revolucionario. Xinran ha querido reivindicar las vidas de millones de chinos; trabajadores de fábricas, acróbatas, curanderas, zapateros, taxistas o simplemente madres y padres que intentaron tirar adelante con sus respectivas familias en los años cincuenta y sesenta. Cámara en mano y acompañada por un grupo de estudiantes chinos y británicos, Xinran, inició un peregrinaje por el interior del país, de este a oeste, entre el Río Amarillo y el Yangtsé, para encontrar aquellas voces que seguían calladas cincuenta años después de la Revolución Cultural. “No existen testimonios gráficos de la época en archivos oficiales. Parece como si los hubieran querido borrar del mapa”. Sí aparecen sus rostros, en blanco y negro, en el libro e Xinran. Recuperar estos relatos no fue un proceso sencillo. Su investigación duró más de 20 años. De hecho no fue hasta el 2005 cuando decidió ponerse manos a la obra, y seleccionar una decena de entrevistados entre todo el material que había recabado y ponerse a escribir. “¿Para quién es este libro?” Se pregunta a sí misma Xinran. “Principalmente para mí” contesta. “Me ha servido para responder a mis propias preguntas”. Confiesa que sus entrevistados se han convertido en “maestros”. “Con cada entrevista aprendía un poco más de la historia de mi país y también ayudaba a que otros la conocieran” afirma. Conseguir que la gente explicara su experiencia “no fue una tarea fácil” dice Xinran. “Los chinos, sobre todo los de aquella generación, temen hablar sobre sus vidas, mostrar emociones”. Sin embargo, consiguió que muchas personas le confiaran sus sentimientos. “Yo les preguntaba: Saben porque quiero grabar su historia? Porque quiero que sus hijos vean lo que China ha hecho de vosotros. Después de escuchar su historia, sus hijos y sus nietos verán China de otra manera” les decía. Xinran se muestra muy combativa en este punto. “Existe un gran desconocimiento de la China real”. Y encuentra una explicación “Mao quería construir una sociedad de analfabetos e incultos. A partir de los años 50, el país se desarrolló sin cultura. Se educaba para ver la historia de un modo monocolor”. Para ella, la herencia de esta tergiversación sigue vigente a día de hoy. “La historia oficial china obvia lo que pasó en 10 años de Revolución Cultural”. Dice haber comprobado esta tesis ella misma con el equipo de jóvenes que le ayudaron a realizar las entrevistas “Nadie sabía que significaba la Revolución Cultural”. Quizás porque no se habían atrevido a preguntar. “Somos chinos, nunca cuestionamos a nuestros padres” argumentaban algunos de ellos. El valor de las mujeres La inquietud de esta escritora y periodista afincada desde 1997 en Londres por remover la historia reciente de su país no es algo nuevo. Este libro se suma a otras publicaciones anteriores, en que la autora ha intentado recuperar a quién considera “los grandes olvidados de la historia de China”. Ya en su anterior libro “Nacer mujer en China: las voces silenciadas”, editado en 2008, recogía los testimonios de mujeres chinas maltratadas. Muchas de ellas habían explicado su experiencia en el programa de radio nocturno que Xinran condujo en una emisora de radio china de 1989 a 1997, antes de trasladarse a Gran Bretaña. Las mujeres tienen un protagonismo destacable también en “Generación Mao”. Xinran se emociona cuando habla de ellas. “Han sido las verdaderas impulsoras de la China real. Son muchos los que nunca han conocido las múltiples facetas de su propia madre. Lo han sido todo. Madre-esposa, madre-trabajadora madre-hija”. “El último capitulo del libro es muy especial para mí” dice Xinran. “Esta dedicado a una zapatera. Durante el día arreglaba zapatos y por la noche ayudaba a su esposo que reparaba bicis. Vivían en un baño público, y, a pesar de esto, su hija consiguió ir a la universidad. Este es mi orgullo” dice Xinran “y el orgullo de nuestro país”. Por eso, Xinran dedica este libro a las madres de China y, en especial a la suya, Xujun. Sus propios padres fueron encarcelados por el régimen comunista cuando ella contaba con sólo 6 años de edad. “Ambos profesores, habían sido educados en Europa y fueron encarcelados por ser parte de una elite intelectual que contradecía los postulados del régimen”. Durante este tiempo Xinran estuvo custodiada por el Ejército Rojo y por sus abuelos, junto a su hermano, cuatro años menor. A pesar de las vicisitudes de su infancia, Xinran, que nació en Pekín en 1958, consiguió a los 19 años ingresar en la Universidad Militar donde se formaría en periodismo y relaciones internacionales. Los hechos de Tiananmen en 1989 le permitirían una primera experiencia como reportera amateur. “Fueron momentos de mucha rabia y también mucha ilusión”. “Quizás fue entonces cuando me sentí por primera vez implicada con mi país y confié en que podíamos acercarnos a la democracia”. Mira a China con otros ojos Ahora, desde su casa de Londres, donde vive con su esposo, de nacionalidad británica, y su hijo de 21 años, ha aprendido a mirar a China de una manera diferente “más paciente y reposada”. Aunque dice haber vivido la rabia de quién siente que le han robado parte importante de su vida. “Conocer mejor y comprender” es el bálsamo que utiliza para reconciliarse con sus orígenes. Sin embargo, sigue alerta y no pierde ocasión para difundir su mensaje “China no es una superpotencia, China está formada gente anónima, no sólo por cifras. Que haya un Starbucks en la plaza de Tiananmen no significa que haya llegado la democracia a China”. Xinran visita China dos veces al año. En 2008, hizo una excepción y realizó un viaje de más. Xinran voló desde Londres a Pekín con este libro bajo el brazo para emprender por segunda vez una ruta por el interior del país. “Reencontrarme con mis entrevistados y regalarles el libro ya editado fue una gran satisfacción”, en realidad, la culminación de un proceso que ella sólo considera “el principio de un gran viaje hacía la recuperación de la memoria histórica”. Xinran es consciente que “Generación Mao” no es un libro de historia al uso, sino “una gota de agua del gran océano que es China”. Acusada de ingenua y tendenciosa, afirma desacomplejada que no le importan estas críticas. “Mis libros son honestos. Con eso me basta” afirma.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Qui Xianlong

< span style="background-color: white; color: #333333; font-family: arial, sans-serif; font-size: 12.800000190734863px; line-height: 17px;">
En el marco del ciclo «Diálogos sobre novela negra y policíaca asiática», Casa Asia y la Fundación Instituto Confucio de Barcelona organizaron este encuentro con el poeta y traductor al chino de clásicos norteamericanos.

Qiu Xiaolong nació en Shanghai en 1953 y vivió en esa ciudad hasta que en 1966 se trasladó a Estados Unidos. Poeta y traductor al chino de clásicos norteamericanos, es sobre todo conocido por la serie de novelas policíacas protagonizadas por el inspector jefe Chen Cao, ganadoras de premios como el Anthony Award y finalistas del Edgar Award. La serie, que consta de títulos como Muerte de una heroína roja, Visado para Shanghai, Seda roja o El caso Mao, transporta a sus lectores a la realidad social y cultural de la China moderna.

Fotoperiodismo Concubinas en China

AXELLE DE RUSSÉ, FOTOPERIODISTA

"Quería hablar de las concubinas chinas, de esas mujeres que se mueven entre la tradición y la modernidad"  

  • Favorito
21
SEP 2008
Tras viajar por primera vez a China, Axelle de Russé descubrió que el fenómeno de las concubinas en este país, prohibido durante el régimen comunista de Mao, ha vuelto a afianzarse con fuerza en algunas ciudades. Galardonada en 2007 con el Premio Canon de la Mujer Fotoperiodista que otorga la Asociación de Mujeres Periodistas de Francia (AFJ), esta francesa afincada en París expuso recientemente en Visa pour l'Image 2008 las fotografías que realizó con la ayuda de los 8.000 euros del premio. De Russé, que ha publicado en Le Figaro, Paris Match, L'Express, Le Nouvel Observateur, Le Point y Cosmo, entre las revistas más destacadas, se mostró encantada de compartir sus impresiones con los lectores de QUESABESDE.COM.
Estudiaste Comercio, pero decidiste cambiarlo por el fotoperiodismo. Y apenas pasados dos años, en 2007, conseguiste el Premio Canon de la Mujer Fotoperiodista.
Cuando empecé a estudiar me encantaba la fotografía y quería ser fotógrafa, pero no me atrevía. Todo el mundo me decía que era imposible, que la foto se acabó... así que estudié Comercio, y cuando lo acabé trabajé algo menos de un año en marketing en Kodak. Pero me di cuenta que vender los productos y la imagen de Kodak no me interesaba para nada, así que lo dejé y me fui a Sudamérica a tratar de empezar con la fotografía.
Me gustó mucho, y al regresar a Francia entré en Sipa Press, pero no como fotógrafa, sino como editora. Estuve dos años en la agencia, donde aprendí mucho mientras acompañaba a los fotógrafos, hasta que al final decidí dedicarme directamente a la fotografía.

Foto: Ivan Sánchez (Quesabesde)
Para su trabajo sobre las concubinas en la China actual, De Russé decidió mantenerse alejada de las jóvenes para poder reflejar mejor su intimidad.
Además, has conseguido que Visa pour l'Image exponga tu reportaje.
Sí, así es. No era algo seguro, porque existía la posibilidad de que sólo mostrasen las fotografías en las proyecciones de las veladas, pero al final Jean-François Leroy [presidente del festival] aceptó.
La experiencia ha sido maravillosa: ha sido mi primera exposición, y poder hablar con la gente, leer sus comentarios, ver sus reacciones ante las imágenes es algo genial. Ese "feedback" no lo tienes cuando publicas tus fotografías en un diario o una revista y no sabes si han gustado tus imágenes o no.
Foto: Axelle de Russé
Foto: Axelle de Russé
Después de siete ediciones del premio de la AFJ, el tuyo es el primer reportaje enteramente sobre mujeres. Explícanos en qué consiste tu trabajo sobre las concubinas en China.
A mí me interesaba mucho la idea de trabajar en este país, porque es uno de los más importantes hoy en día y es un lugar donde ocurren muchas cosas. Cuando se abrió el país hace más de 20 años, volvió de nuevo la tradición de las concubinas, que había sido abolida por Mao durante el comunismo por ser una práctica muy burguesa.
La apertura de China al mundo trajo dinero y nuevos empresarios ricos, y de nuevo apareció la tradición de la concubina, de la segunda esposa. Yo quería hablar de estas mujeres chinas que se mueven entre la tradición y la modernidad; me interesaba la contradicción entre una tradición como ésta coexistiendo con un mundo moderno ya capitalista.
Foto: Axelle de Russé
Foto: Axelle de Russé
Algunos miembros del jurado de Visa pour l'Image afirmaron que la sinopsis que entregaste en el concurso "era la más preparada de entre todas las recibidas". ¿Le dedicas parte importante al texto en tus reportajes?
Yo encuentro que el fotoperiodismo es periodismo y fotografía, que hay que contar historias, por eso la sinopsis es muy importante. En mi estancia de tres meses en China me acompañaron durante tres semanas dos periodistas, porque creo que el texto tiene mucha importancia para contar la historia.
Foto: Axelle de Russé
¿Te fue sencillo encontrar a estas concubinas y conseguir su confianza para realizar el reportaje?
Fue muy, muy difícil, pero creo que para mí fue más sencillo de lo que habría sido para un hombre, porque el reportaje era seguir a las mujeres en la intimidad. Para los extranjeros es muy complicado trabajar en China, porque a los chinos no les gusta dar una imagen mala de su país y consideran que lo que ocurre allí es cosa de ellos, no un asunto del resto del mundo.
Esta reclusión es algo generalizado, pero con el tema de las concubinas lo es más, porque para ellos es tabú. Se preguntaban por qué una extranjera querría hablar de estos asuntos de China. Continuamente me ponían trabas y me veían como una entrometida: fue muy difícil hacer este reportaje.
Foto: Axelle de Russé
Foto: Axelle de Russé
Descubriste la problemática del renacer de las concubinas en China en tu primer viaje al gigante asiático. ¿Qué fotografías hiciste entonces?
Durante mi primer viaje fui también con dos periodistas con las que colaboro, mi hermana y una amiga, y trabajamos sobre los infanticidios de niñas en las zonas rurales de China, que era un tema poco conocido.
Foto: Axelle de Russé
El año pasado la agencia Abaca Press te envió a seguir a Ségolène Royal durante la campaña presidencial. En esas imágenes vemos a una candidata fuerte y muy femenina a la vez. ¿Fue un intento de demostrar la capacidad de las mujeres en la política?
Yo creo que Ségolène Royal es muy femenina, y esto lo une a su potencial como política. Es una mujer muy guapa con mucha fuerza para la política, y ella juega estas bazas: siempre se viste muy sexy y adopta posturas muy femeninas; yo creo que no se la puede fotografiar sin tener esto en cuenta, porque es parte de su personaje político.
Foto: Axelle de Russé
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También has trabajado sobre temas sociales que afectan a jóvenes en Francia, como las manifestaciones en contra del CPE (contrato de primer empleo) o la muerte de Bouna y Zyed, perseguidos por la policía.
Las dos historias están muy ligadas: se dieron en un momento en que la juventud en Francia explotó y se manifestó. No se trataba tanto de hacer un reportaje por el hecho de que eran jóvenes, sino más bien porque era un tema de actualidad. La juventud se lanzó en masa a manifestarse en las calles, y eso era noticia.
Foto: Axelle de Russé
Aun así, muchos de tus reportajes tienen como fondo a la juventud y las mujeres, que son grupos sociales en ocasiones desprotegidos. ¿Te interesa en particular contar historias sobre gente así?
Bueno, las historias que se cuentan en fotoperiodismo son principalmente las historias de gente con problemas, para denunciarlos. Pero el tema de las mujeres sí me interesa en particular, aunque no documentar solamente esto. Al principio, como mujer no quería afirmarlo, pero creo que es cierto que para nosotras es mucho más sencillo trabajar en reportajes sobre mujeres, y no necesariamente con problemáticas sexuales, sino de todo tipo.
Foto: Axelle de Russé
Foto: Axelle de Russé
¿Hay algún otro tema que te preocupe como fotoperiodista, algún colectivo de gente sobre el que quieras trabajar en un futuro?
Sí que tengo nuevos proyectos, pero considero que llevo aún poco tiempo en el mundo del fotoperiodismo, así que no tengo todo muy claro: voy en todas direcciones. Por ejemplo, me gusta mucho hacer fotos de política. De hecho, sigo haciendo fotos de política en Francia para varias revistas.
Foto: Axelle de Russé
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Ahora quiero trabajar sobre el tema del petróleo y las consecuencias económicas y sociales que comporta.
Además, realizas fotografías en hoteles de lujo y reportajes de viajes. ¿Tienes especial interés en estos temas?
No es que me interese, pero es una forma de ganar dinero y puedo hacer otras cosas. Igual hay cosas peores y me gusta hacerlas, pero no son trabajos personales; es para ganar dinero.
Foto: Axelle de Russé
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Repasando tu porfolio se empieza a adivinar un estilo, y además una cierta tendencia a mostrar detalles particulares para enfatizar la realidad de lo que estás documentando. ¿Por qué le das tanta importancia a estos detalles?
Creo que estoy empezando a encontrar mi estilo, pero no lo tengo del todo definido. Respecto a los detalles, con ellos se pueden comprender muchas cosas, incluso emociones grandes.
Por ejemplo, tengo una foto de Ségolène Royal en la que se ven sus pies con unos zapatitos blancos muy bonitos y la rosa roja, que es el símbolo de los socialistas en Francia. Con sólo esos detalles se puede entender perfectamente el personaje y su pensamiento político. Con los detalles podemos comprender cosas más generales.
Foto: Axelle de Russé
En cambio, en el reportaje expuesto en Visa sobre las concubinas dejas de lado este recurso y tomas una cierta distancia para fotografiarlas.
En el reportaje sí que hay fotos de detalles, pero no las eligieron para la exposición. Lo que traté de hacer con este reportaje fue alejarme un poquito, mostrar un poco la intimidad de estas mujeres, pero sin entrar directamente en esa intimidad. Quería dejarlas respirar. Prefería sugerir, más que mostrar. Jugué mucho con las sombras y las siluetas.
Foto: Axelle de Russé
También has trabajado en el Sáhara Occidental. ¿Encontraste a algún otro editor interesado en publicar tu trabajo allí, aunque tan sólo fuera en el festival de cine?
No, no... nunca lo pude vender. Y el tema es genial. En Francia no se conoce la historia del Sáhara Occidental: es un conflicto olvidado, en parte por culpa de las malas relaciones diplomáticas entre Francia y Marruecos, así que nadie quiso publicarlo. Además, no es un tema de mucha actualidad, porque ya llevan 32 años en esta situación.
Foto: Axelle de Russé
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Yo fui en 2005 y al año siguiente se cumplían 30 años de esta guerra y pensé que podría tener alguna repercusión en los medios, pero me equivoqué. Aun así, quiero volver, porque pienso que es un tema muy interesante. Son refugiados como los que hay en Palestina y otros lugares del mundo, pero nadie habla de ellos.