domingo, 23 de octubre de 2016

Anita NAIR


Rosa Montero LA CARNE

Rosa Montero: “Siempre ha habido mujeres mayores con amantes jóvenes, el sexismo lo ha hecho clandestino”

  • Después de sus viajes literarios por tiempos y mundos distantes, la escritora sitúa esta novela sobre "la tiranía del deseo" en el Madrid de 2016
  • Pilar Reyes, su editora en Alfaguara, le pregunta sobre este cambio de registro y sus fijaciones temáticas, que no varían: el miedo ante la vejez y la muerte

Pilar Reyes Publicada 23/09/2016 a las 06:00 Actualizada 23/09/2016 a las 11:44    
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La escritora Rosa Montero.  EP
La escritora Rosa Montero. EP
Uno de los momentos más emocionantes para un editor es leer un manuscrito en el que su autor está en total dominio de su oficio, disfrutando de cada instante de escritura. Esa sensación tuve cuando leí La carne de Rosa Montero. Una novela que, como su protagonista, no da tregua. Estamos ante una escritura muy personal, ácida y conmovedora a la vez, capaz de situarnos ante los grandes temas —el amor, la locura, la vejez— a través de las peripecias y los trances de una mujer tan de carne y hueso que olvidamos que está construida con palabras. Es, sin embargo, un libro atípico en la obra de su autora y quisiera empezar la entrevista por ahí.

Pregunta. ¿Cómo surgió esta novela? ¿Hubo alguna idea matriz, algún acicate o disparador de toda esta historia?

Respuesta. Hubo la conjunción de un deseo y de una anécdota. Yo no soy muy amante de la literatura autobiográfica y por lo general he escrito novelas sobre realidades en principio muy distantes a la mía: mis protagonistas son una cantante de boleros semianalfabeta, un taxista recién viudo, una sierva de la gleba que se traviste de guerrero en el siglo XII, una androide de combate del siglo XXII.... Sin embargo, llevaba siete u ocho años sintiendo crecer en mi interior el deseo de regresar narrativamente a un mundo cercano al mío, de escribir una novela que sucediera ahora, en Madrid, con personajes de mi edad, más o menos intelectuales y relacionados con el mundo artístico, porque tenía y tengo la convicción de que ya soy lo suficientemente madura en mi literatura como para poder hablar de mi mundo sin hablar de mí, es decir, sin que mi vida empequeñeciera la novela. Y en esas estaba, con ese remusguillo, cuando hará unos tres años un amigo, Berrocal, me contó lo que le había sucedido a una conocida suya, que había contratado a un gigolo para que la acompañara a una cena multitudinaria con el fin de darle celos a un examante. Y ahí saltó la chispa.

P. Si algo llama poderosamente la atención es la naturalidad y la valentía con la que tratas dos temas espinosos: el sexo de pago en la variante cliente mujer y la marcada diferencia de edad en una pareja cuando la persona mucho más joven es el hombre. ¿Cómo encaraste este doble desafío?

R. La verdad es que tú no escoges las novelas que haces, sino que ellas te escogen a ti, de alguna manera te las encuentras, y también te encuentras a los personajes. Quiero decir que yo no me propuse intelectualmente hablar del sexo de pago en la variante mujer ni de las mujeres mayores con chicos jóvenes, ambas cosas salieron con toda naturalidad. En cuanto a lo primero, mi personaje, Soledad, contrata al gigolo solo como acompañante, no desea acostarse con él, pero un suceso violento e inesperado lo desbarata todo y entonces empiezan una relación quizá peligrosa que desde luego ella en principio no quería. O sea, que digamos que lo del sexo nos lo trajeron las casualidades de la vida [ríe]. En cuanto a la diferencia de edad entre ellos, también es algo muy natural. Siempre ha habido mujeres mayores con amantes jóvenes, recordemos a George Sand, o a la mismísima reina Victoria de Inglaterra, pese a su puritanismo; es algo muy habitual, repito, sólo que el sexismo dominante ha hecho que se tratara de una realidad clandestina, oculta. Hoy esa realidad empieza a emerger, pero aún sigue siendo objeto del machismo y la mayoría continúan ocultándolo, porque los amantes jóvenes temen que los tachen de oportunistas o de anormales, cosa que desde luego no sucede cuando el mayor es el hombre (salvo en casos de decrepitud evidente, y ni aun así). Pero bueno, lo que quiero decir es que para mí es algo muy normal que salió naturalmente dentro de la novela.

La carne
P. ¿Por qué crees que estos dos temas espinosos han sido tan poco tratados en la narrativa española?

R. Primero porque ha habido muchas menos mujeres escritoras que hombres hasta recientemente, y después porque las mismas mujeres también tenemos prejuicios. Recordemos que se nos educa en el machismo a todos, a hombres y a mujeres. O sea, respondiendo a tu pregunta: por una cuestión de sexismo. Aunque por fortuna la realidad se va normalizando.

P. El amor es uno de tus temas recurrentes o uno de tus motivos narrativos de cabecera, pero aquí le das una nueva vuelta de tuerca. Te atreves a ir mucho más allá y a plantear cuestiones incómodas o difíciles para cualquier lector. ¿Cómo consideras a esta novela en el conjunto de tu obra? ¿Qué lugar dirías que ocupa?

R. Tengo la sensación de que desde hace un par de libros estoy en mi plenitud literaria. No tengo ni idea de adónde he llegado, tal vez no muy lejos, pero es un lugar fértil para mí. La ridícula idea de no volver a verte, El peso del corazón y La carne los he escrito bailando con las palabras, con una fluidez y una libertad antes no alcanzadas. Y, en concreto, La carne ha estallado en mis dedos, mi corazón y mi cabeza como una supernova. Más que haber escrito la novela, tengo la sensación de haber sido escrita por ella (de hecho aparezco como personaje). Es un libro más grande que yo.

P. La pasión carnal es el núcleo central de la trama. Pero la mirada del narrador en tercera persona no es nada inocente. Repasa las dos caras de la tiranía del deseo, la tiranía del sexo: tanto lo que tiene de gozo y libertad, como lo que tiene de peligro. ¿Coincides en esto con el narrador de tu novela?

R. Totalmente. Dentro de la enorme libertad con la que he redactado La carne se inscribe ese narrador cínico, burlón, que increpa alguna vez al lector y aparece y desaparece rompiendo normas. Yo soy menos cínica que él y creo que el amor no desemboca siempre en el daño, pero no cabe duda de que el peligro existe, porque el amor-pasión es un invento y el deseo carnal es un abismo que nos puede conducir a la parte más oscura y más herida de nosotros.

P. Leo un pasaje: “A cierta edad, plantearse hacer el amor con alguien exigía una planificación y una intendencia tan rigurosas como la campaña de África del general Montgomery”. ¿Qué función cumplen el humor y la ironía en esta novela? Porque son dos ingredientes deliciosos que abundan en todo el libro y eso no es casual. ¿Por qué?

R. Me encanta el humor, creo que es una vía de conocimiento y de expresión de la realidad maravillosa porque nos libra de la estupidez de la propia importancia. Uso mucho el humor tanto en mi vida real como en mi narrativa, y en concreto en esta novela es esencial, porque La carne habla de cosas tremendas, de cosas duras y hasta trágicas, pero lo hace con el correctivo, con el consuelo del humor. En cuanto a la ironía, es que la vida es irónica, es decir, contradictorias y paradójica. La vida es un gran chiste, aunque sea a menudo un chiste negro.

P. ¿Qué hay de Rosa Montero en esta voz narrativa tan irónica como aguda?

R. Está mi visión del mundo, claro, solo que llevada hasta el extremo. Solemos usar las novelas para explorar nuestros extremos del ser.

P. Pero además de humor en esta historia también hay mucha rabia y miedo a envejecer. Rabia y miedo de la protagonista Soledad Alegre. ¿Narrar este miedo y esta impotencia también es fue una forma exorcizarlos? ¿Aquí hubo alguna forma de catarsis?

R. Todos mis libros hablan del miedo a la muerte y al paso del tiempo. Mi narrativa es especialmente existencial. El horror a la vejez (como antesala de la muerte) está desde mi primera novela, La crónica del desamor, que publiqué con 28 años. Así que si escribir de estos temas es una catarsis, se ve que me ha servido de muy poco [ríe]. No creo en el efecto catártico de las novelas. Creo, eso sí, en el efecto estructurante. Sin novelas no podría vivir, son como un esqueleto exógeno que me permite sostenerme en pie. Si no hubiera estado echando palabras en el pozo del miedo a la muerte desde hace años, no sé cómo me las habría arreglado para soportar la existencia. Pero hay que estar alimentando constantemente esa hoguera. Es la guerra, más madera.

P. Sin revelar demasiado, el final de la novela es abierto, pero en cualquier caso está muy lejos de cualquier happy end al uso. Es más, se diría que deja un sabor agridulce. ¿Esto fue buscado adrede? ¿Por qué?

R. Yo creo que Soledad, mi protagonista, termina la novela en bastante mejor situación de la que estaba al comienzo. Hay un instante de redención y de liberación, y su futuro tiene bastante más luz que su pasado. Pero por supuesto que no es un final feliz de cuento de hadas, porque sería irreal. En la vida siempre hay incertidumbre, siempre hay inquietud. No obstante, me parece que es un final consolador y esperanzador.

P. La última es una pregunta obligada. ¿En qué estás trabajando ahora? ¿Qué será lo próximo de Rosa Montero?

R. Pues estoy desarrollando ya mi tercera novela de Bruna Husky, la detective androide de Madrid en el año 2109. Y hablando de finales, se me ha ocurrido uno para esta nueva novela de Bruna que me tiene entusiasmada. Estoy deseando escribir el libro para poder llegar a ese final.

Botas de lluvia suecas

Botas de lluvia suecas

Una entrañable narración sobre las ganas de vivir, y de enamorarse, en el otoño de la vida.
Sinopsis de Botas de lluvia suecas:
Una noche de otoño, Fredrik Welin —el protagonista de la exitosa novela Zapatos italianos— se despierta cuando un incendio arrasa su casa. A sus sesenta y nueve años, este solitario médico jubilado sale penosamente de entre las llamas, calzado con unas botas de lluvia (pero ambas pertenecen al pie izquierdo). Sólo quedan, a la mañana siguiente, unas ruinas malolientes: ha perdido su casa y todas sus pertenencias, y tiene que mudarse a un remolque, una caravana que pertenece a su hija. Cuando por el archipiélago se extiende el rumor de que él mismo ha provocado el fuego, la policía lo interroga, sin llegar a acusarlo. De pronto, Louise, la hija de Fredrik, viaja hasta la isla por motivos misteriosos. Todos esos acontecimientos sumen en el desconcierto a Fredrik, que ese otoño ve como se acerca a la vejez, también a la muerte, y desea saldar todas sus cuentas con la vida. Sin embargo, al conocer a Lisa Modin, una periodista que trabaja para el diario local y que investiga el incendio, se despiertan en él sentimientos que llevaban mucho tiempo muertos. Cuando en Nochevieja decide celebrar una fiesta a la que invita a sus amigos, se desata un incendio en otra casa del archipiélago.

Adiós definitivo de Mankell

Mankell dice adiós con un viaje a la orilla entre la vida y la muerte

‘Botas de lluvia suecas’, última novela que el autor sueco escribió poco antes de morir en 2015 a causa de un cáncer, llega a las librerías la próxima semana en español

El escritor sueco Hennig Mankell, retratado en Madrid en marzo de 2008.
El adiós definitivo de Henning Mankell, una novela titulada Botas de lluvia suecas empieza con un gran incendio que pesca desprevenido al protagonista y a punto está de apartarlo de la escena. Welin Fredrik vive solo en una isla y ahora el fuego lo ha dejado sin casa, en pijama, sin zapatos; circunstancia propicia para plantear la recurrente pregunta: ¿Qué llevarías a una isla desierta para tenerlo todo? Fredrik responde pronto: los recuerdos. Y con ellos construye una novela que viaja al pasado y al presente con el ritmo de las olas que van y vienen a la orilla de su archipiélago.
Henning Mankell (Estocolmo, 1948-2015) escribió esta obra en los días más oscuros de su vida, cuando combatía un cáncer que le llevó a la muerte un año y medio después de ser diagnosticado. Pero tuvo tiempo de verla editada en su país y el próximo martes, los lectores la encontrarán en español de la mano de Tusquets. No se trata de una de sus famosas novelas negras, ni aparece por ninguna parte el inspector Wallander para descubrir quién está detrás de un crimen, pero el texto también incorpora delitos, culpables y policías que mantienen la inquietud del “género nórdico”, como lo describe el editor Juan Cerezo, ese del que Mankell fue un adelantado y que lo convirtió casi “en un subgénero de la novela negra”.
Botas de lluvia suecas, traducido también al catalán, agarra el hilo de un título anterior, Zapatos italianos, de donde recupera al protagonista, un médico jubilado que acarrea el peso de un antiguo error profesional. Fredrik ha llegado a un momento de su vida en que es fácil echarse a morir en soledad o abrir nuevos caminos, levantar de nuevo los cimientos de la casa o conformarse con una caravana provisional. Para elegir la senda adecuada Mankell se apoya en los recuerdos, muy propio también de una edad en la que es más cómodo repasar lo antiguo que edificar un futuro.
Y entre un viaje y otro, de la isla al continente, el autor va encendiendo algunas luces entre las brumosas reflexiones.

Lo que Henning decía sobre...

El mundo: "La mayor parte de la miseria se podría evitar”.
África: “Hace de mí una mejor persona, un mejor escritor y un mejor europeo”.
Las mujeres: “En un sentido profundo, soy feminista”.
La emigración: “¿Qué significa un niño ilegal?”.
Novela criminal: “Miente quien dice que no ha pensado en matar a alguien”.
Inevitable no hacer paralelismos entre el médico de 69 años y los 67 que contaba el autor cuando escribía la historia para burlar a la quimioterapia y al insomnio. Son constantes sus reflexiones sobre el fin de la vida, que nunca había visto tan de cerca. “La muerte es una anarquista incurable. No sigue leyes ni reglas. No se entiende nunca”, se le oye decir a Fredrik, y otro de los personajes rompe el silencio del frío embarcadero sueco para lamentarse: “No nos dejan aprender a morir”.
No, no es esta última novela de Mankell una lectura alegre, pero tampoco está sumida en brumas y nieblas, brilla aún el otoño cuando arranca la acción y la primavera buscará, más tarde, abrirse paso entre los hielos del archipiélago. No está el protagonista ahogado en los recuerdos, el presente le trae novedades de las que sacar provecho para seguir caminando.
Y tampoco echarán de menos los lectores los elementos más clásicos del universo que construyó el autor sueco: una crítica que se cuela entre líneas a la más desalmada sociedad europea contemporánea, la que no tiene miramientos con los migrantes, la que castiga con más rigor a un carterista de tercera regional que a un delincuente de guante blanco. Su disgusto por el destrozo medioambiental que caracteriza a esta época, “las toneladas de basura nuclear” debajo de las alfombras del siglo XXI. O que muestre sin pudor los resquicios de la miseria que también existen en sociedades idealizadas, como los países nórdicos, esas socialdemocracias que siempre se ponen de ejemplo.

Entrañable y querido

Todas esas características hacían del autor sueco un personaje entrañable y querido, sin gusto “por la pompa ni el protocolo, huidizo con las aglomeraciones”, opina Cerezo, y que tiraba de su dominio del teatro para combatir las escenas en las que tenía que sobreponerse a un público que, en ocasiones, le admiraba con demasiado calor. Pero toda esa humanidad, que también se atisba en sus personajes —y toda la crueldad con que caracterizó a los malos— rompieron las barreras de la comunicación y le hicieron universal. Sus obras, vendidas por millones en todo el mundo, calaron fuerte también entre lectores de latitudes más cálidas, donde no sobran detectives, comisarios ni inspectores de buen comer.
Entre todos ellos dejó Mankell a su Kurt Wallander, desastrado y humano, del que se atisban rasgos también en el protagonista que calza ahora las botas de agua.
Y el amor, también aparece en esta última entrega (póstuma en español) del autor sueco; el amor como una palanca, como un remo para hacer un viaje, más de uno, entre la soledad y la compañía, entre la isla y el continente.

Fe de errores
Por un error de edición en esta web, en una versión anterior, ahora corregida, el título del libro decía botas secas, en lugar de suecas.

Discurso de Núria Espert

Discurso íntegro de Núria Espert

Premio "Princesa de Asturias" de las Artes

21.10.2016 | 19:54 Majestades,
Autoridades,
Señoras y señores del jurado,
Amigos:
Este premio, esta distinción, ha sido para mí una gran alegría, ante todo, porque lo comparto con todos los compañeros de mi bellísima profesión: el teatro.
El teatro se apoderó de mí a los trece años. Me eligió. Al principio suavemente, pero en tres, cuatro años se había convertido en dueño absoluto de mi vida, de mis deseos, de mis sueños. Cada vez con más fuerza, con más exigencia. Hizo de mí una persona apasionada, ambiciosa, tan entregada que consiguió que yo no pudiera ser yo misma más que en el escenario, más que transformada en otra persona, no un personaje, una persona. Esas transformaciones no son nunca placenteras. Mi dueño es muy duro; me he lastimado muchísimas veces tratando de servirle. Aún lo intento. Pero él nunca dice basta, para, ya basta...
El Acta del jurado dice que represento un nexo de unión entre el clasicismo y la modernidad y que he construido mi carrera en mis dos lenguas amadas, el catalán y el español. Ambas cosas agradezco y me emocionan.
Y para hacer algo más que dar las gracias "me serviré" de dos genios: Lorca y Shakespeare. Ambos clásicos y ambos contemporáneos.
Comenzaré con Doña Rosita la soltera, de Lorca. Monólogo del tercer acto: Rosita tiene 45 años y habla, por primera vez ante su tía y el ama, de lo que ha sido su espera. La vuelta de su primo, de quien estaba enamorada y comprometida para casarse, durante 30 años.
"Me he acostumbrado a vivir muchos años fuera de mí, pensando en cosas que estaban muy lejos, y ahora que estas cosas ya no existen sigo dando vueltas y más vueltas por un sitio frío, buscando una salida que no he de encontrar nunca. Yo lo sabía todo. Sabía que se había casado; ya se encargó un alma caritativa de decírmelo, y he estado recibiendo sus cartas con una ilusión llena de sollozos que aun a mí misma me asombraba. Si la gente no hubiera hablado; si vosotras no lo hubierais sabido; si no lo hubiera sabido nadie más que yo, sus cartas y su mentira hubieran alimentado mi ilusión como el primer año de su ausencia. Pero lo sabían todos y yo me encontraba señalada por un dedo que hacía ridícula mi modestia de prometida y daba un aire grotesco a mi abanico de soltera. Cada año que pasaba era como una prenda íntima que arrancaran de mi cuerpo. Y hoy se casa una amiga y otra y otra, y mañana tiene un hijo y crece, y viene a enseñarme sus notas de examen, y hacen casas nuevas y canciones nuevas, y yo igual, con el mismo temblor, igual; cortando el mismo clavel, mirando las mismas nubes; y un día bajo al paseo y me doy cuenta de que no conozco a nadie; muchachas y muchachos me dejan atrás porque me canso, y uno dice: ´Ahí va la solterona´; y otro, hermoso, con la cabeza rizada, que comenta: ´A esa ya no hay quien le clave el diente´. Y yo lo oigo y no puedo gritar, sino vamos adelante, con la boca llena de veneno y unas ganas enormes de descansar, de quitarme los zapatos y no moverme más, nunca, de mi rincón.
Ya soy vieja. Ayer le oí decir al ama que todavía podía yo casarme. De ningún modo. No lo pienses. Ya perdí la esperanza de hacerlo con quien quise con toda mi alma, con quien quise y... con quien quiero. Todo está acabado... y, sin embargo, con toda la ilusión perdida, me acuesto, y me levanto con el más terrible de los sentimientos, que es el sentimiento de tener la esperanza muerta. Quiero huir, quiero no ver, quiero quedarme serena, vacía..., ¿es que no tiene derecho una pobre mujer a respirar con libertad? Y sin embargo la esperanza me persigue, me ronda, me muerde; como un lobo moribundo que apretase sus dientes por última vez."
Y, para terminar, algo muy breve del Rei Lear, de Shakespeare. Son sus últimas palabras cuerdas antes de elegir la locura como única posibilidad de soportar el dolor.
Habla de los desamparados que viven día a día esa situación invivible en la que él se encuentra. Confiesa que nunca se ha preocupado antes por ellos.
"Pobres desamparats, on sigui que us trobeu,
Vosaltres que heu de soportar els embats
D´aquest temporal ferotge,
¿com us defensaran d´un temps així
Els vostres caps desprotegits,
Els vostres ventres famolencs
O la vostra roba plena de forats?
Que poc m´ha preocupat, fins ara, tot aixó!"
Muchas gracias.

Núria Espert


Núria Espert sobrecoge en la ceremonia de los Princesa de Asturias con un discurso valiente, declamando a Federico García Lorca y a William Shakespeare

El momento más sobrecogedor y emotivo de la ceremonia de los Princesa de Asturias de este año se ha dado con el texto de Federico García Lorca en boca de Nuria Espert, premio de las Artes.

http://videos.elmundo.es/v/0_05lvad0z-el-emocionante-discurso-de-nuria-espert?uetv_pl=0&count=0
La gran dama del teatro español Núria Espert ha resaltado en la ceremonia de entrega de los premios Princesa de Asturias su relación de pasión y entrega que, durante su dilatada carrera como actriz, ha mantenido con esa "bellísima profesión" que es el teatro.
La actriz catalana, que cuenta con distinciones como el Premio Nacional de Teatro (1986) o la Medalla de Oro del Gran Teatro del Liceo (2010), ha querido compartir el Premio Princesa de las Artes, que le ha entregado el rey Felipe en el Teatro Campoamor de Oviedo, con todos su compañeros de profesión.
"El teatro se apoderó de mí a los 13 años. Me eligió. Al principio, suavemente, pero en tres, cuatro años se había convertido en dueño absoluto de mi vida, de mis deseos, de mis sueños. Cada vez con más fuerza, con más exigencia", ha subrayado.
Espert ha añadido que la escena hizo de ella "una persona apasionada, ambiciosa y tan entregada" que consiguió que no pudiera ser ella misma más que en el escenario, "más que transformada en otra persona, no un personaje, una persona".
"Esas transformaciones no son nunca placenteras", ha precisado Espert, que lleva actuando y dirigiendo montajes de ópera y teatro desde los 12 años.
La premiada ha valorado que el jurado que le concedió este galardón la destacara como nexo de unión entre el clasicismo y la modernidad, y que haya construido su carrera en sus dos lenguas "amadas": el catalán y el español.

martes, 11 de octubre de 2016

José Naranjo, Los invisibles de Kolda


En este libro, el periodista José Naranjo relata los detalles de esta tragedia, que, por otra parte, no es sino el drama de las 2.600 personas que han fallecido ahogadas entre África y Canarias desde 1999.
José Naranjo Noble nació en Telde (Gran Canaria) en 1971. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid (1994), ha dedicado buena parte de su carrera profesional al seguimiento de la inmigración africana hacia España. Para ello ha recorrido el sur de Marruecos, el Sahara, Argelia, Malí, Senegal, Gambia, Cabo Verde y Mauritania, donde ha recogido los testimonios de centenares de personas. Finalista del Premio Debate de Reportajes en su edición de 2006 por el libro Cayucos, ha recibido también los galardones Antonio Mompeón Motos de Periodismo en 2006, otorgado por el Heraldo de Aragón, y el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española en 2007. Ha trabajado en tres periódicos canarios (Canarias7La Provincia y La Gaceta de Las Palmas) y colabora con El País, entre otros medios de comunicación.

Resumen y sinopsis de Los invisibles de Kolda de José Naranjo Noble

Una detallada reconstrucción periodística del drama de un cayuco en el cual los 160 ocupantes fallecieron ahogados cruzando el Atlántico con destino a Canarias. El 23 de abril de 2007 un cayuco con 160 jóvenes a bordo zarpaba de la desembocadura del río Casamance, al sur de Senegal, con destino a las Islas Canarias. Sin embargo, esta embarcación nunca llegó. El rastro de sus ocupantes se perdió para siempre en medio del océano en la peor tragedia de la inmigración clandestina rumbo a España que, paradójicamente, pasó desapercibida para la opinión pública. Todos los jóvenes fallecidos procedían de la misma región de Kolda (Senegal), un rincón de África desangrado por la pobreza y por la guerra olvidada de la Casamance. El periodista José Naranjo ha reconstruido la historia de este cayuco y de las 160 vidas que se perdieron para siempre. Para ello, viajó hasta Kolda, donde se entrevistó con los familiares de los desaparecidos, habló con los organizadores de estos viajes ilegales en la pequeña isla de Diogué y llegó hasta Lleida para recoger el testimonio de quienes aguardaban, ansiosos, a los inmigrantes. En este libro, Naranjo premiado varias veces por su labor de seguimiento y denuncia de este fenómeno global relata los detalles de esta tragedia, que, por otra parte, no es sino el drama de las 2.600 personas que han fallecido, ahogadas, entre África y Canarias desde que, en 1999, naufragó la primera patera. Muertos sin nombre, menores frustrados por no poder trabajar y mutilados de los cayucos están retratados en las páginas de este gran reportaje que pretende ser un homenaje a la memoria de las víctimas de una de las fronteras más calientes de la Tierra.