La ofrenda se inspira en La mujer y el monstruo, una vieja película de Jack Arnold, que no es sino una versión más del cuento La Bella y la Bestia, donde la bestia es una criatura que vive en el agua. Una criatura que queda fascinada por la muchacha a la que ve nadar. Se trata de una joven enfermera que ha viajado al otro extremo del mundo, a una isla situada junto a Madagascar, para cuidar a una anciana, y que poco a poco descubre que en la misteriosa mansión, dotada de un inmenso jardín lleno de piscinas y canales que entran en las habitaciones, hay algo escondido. Una joven que, al tiempo que descubre la presencia en el agua de una extraña criatura, se va dando cuenta de que lo que espera la anciana que la ha contratado es que, tras su muerte, se quede en la isla para ocuparse de ella.
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En la novela son constantes las alusiones a ese mundo de agua. Se habla de misteriosos ahogados, de buceadores, del deambular oculto de los grandes cetáceos, de extraños seres que desde la orilla seducen a las jóvenes que se acercan a los lagos. Se habla de los que oyen a las sirenas y no dudan en zambullirse en el mar para encontrarse con ellas. Se habla de Butes, el joven marinero que se unió a los argonautas y que cuando estos pasaron junto a las sirenas, mientras Orfeo tocaba una canción para contrarrestar el influjo de su canto, saltó el mar para reunirse con ellas. Nos recuerda que los seres humanos necesitan relacionarse con lo que no existe para poder vivir de verdad, porque lo real no basta.
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Es la historia de una mujer que tiene que hacerse cargo de algo que no entiende, que no sabe qué le pedirá, pero a lo que se siente unida por un vínculo que no puede desatender, que le obligará a entregar su vida a la tarea de cuidarlo.
"Nuestro propio corazón ¿no es una criatura así? No sabemos qué quiere, qué debemos hacer con él."
Se inspira en un pequeño relato de Franz Kafka titulado Una cruza o Un híbrido, que trata de un joven que recibe como herencia un extraño animal, mitad gato, mitad cordero, del que a partir de entonces tiene que ocuparse. El joven muestra su extraña criatura a cuantos vienen a visitarle, y éstos le formulan al verla esas preguntas maravillosas que nadie puede contestar: por qué hay un animal como aquél, si existió antes otro igual, por qué no tiene cría. “No me tomo el trabajo de contestar, y me contento con mostrar, sin más explicaciones aquello que poseo”, afirma en un momento el sorprendido cuidador de la criatura.
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Nuestro propio corazón ¿no es una criatura así? No sabemos qué quiere, qué debemos hacer con él. Cada poco se acerca a nuestro oído y nos musita cosas que no entendemos. Lo hemos recibido en herencia y no sabemos qué hacer con él. Pero en su relato inaudible se cuenta la verdad de lo que somos.
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Escribir es algo parecido a ocuparse de una criatura semejante. Una tarea extraña que no podemos explicar, que nos obliga a hacernos cargo de imágenes y sueños que no sabemos qué significan, ni de qué forma afectarán a nuestra vida. Una tarea que nos aparta de los demás, que nos obliga a llevar una vida oculta, secreta, cuyo significado desconocemos. Y en la que persistimos un día tras otro sin que podamos comprender la razón.
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Pero una mujer joven, que está empezando a vivir, ¿cómo se explica que acepte quedarse en una isla remota, apartada del mundo, en compañía de una criatura incomprensible?
"También el amor es un mundo de agua. Los amantes se comportan en sus lechos como peces, nadan, tienen vidas que no vemos, visitan lugares que ni siquiera ellos pueden explicar dónde están."
Quizá esto sea difícil de entender, sobre todo para las personas más jóvenes. Pero la vida de esta mujer está marcada por la pérdida. No ha conocido la ternura en su infancia, se culpa de la muerte del niño que cuidaba, y, ya adulta, asiste al fracaso del amor. Todas son ruinas a su alrededor, vive en una especie de duelo retardado. Desea apartarse, no tanto dejar de hacer como ser discreta, ocultarse. Tiene una necesidad de intimidad, de estar sola para entrar en una relación profunda con la naturaleza, con su propio cuerpo. Una relación que el lenguaje no puede expresar. Quiere desaparecer, estar oculta. Busca esa intimidad que la sociedad actual destruye. Tal vez porque, como dice Pascal Quignard, quien tiene un secreto tiene un alma.
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También el amor es un mundo de agua. Los amantes se comportan en sus lechos como peces, nadan, tienen vidas que no vemos, visitan lugares que ni siquiera ellos pueden explicar dónde están. Los encuentros de la joven protagonista de mi novela con la criatura del agua transcurren siempre en la oscuridad de lugares así. “Siempre se habla de la luz, de los cuerpos que brillan a causa del deseo —escribe ésta en su diario—, pero el deseo es un oficio de tinieblas. ¿Te has preguntado por qué los amantes cierran los ojos al besarse? Todos buscan la noche, ninguno quiere que les alcance la luz del alba”.
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Pero en esta novela ¿quién es la receptora de la ofrenda? ¿La joven o la criatura del lago?
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Autor: Gustavo Martín Garzo. Título: La ofrenda. Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro