domingo, 11 de abril de 2010

La voz de la cuidadanía luchando por una buena salud, sin fármacos

Con el ánimo en las pancartas
Dos mujeres beneficiadas por la «terapia de reencuentro» del centro de salud de El Natahoyo, reinvindican el mérito de dicho recurso
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Mujeres de la «terapia de reencuentro» reparten cartas de protesta en la plaza Mayor. marcos león
A. RUBIERA 

«Han conseguido que estemos tan motivadas como para sujetar pancartas de protesta. Sólo eso ya demuestra el éxito de la terapia». Con esa frase, una de las beneficiarias de la «terapia del reencuentro» que se lleva a cabo en el centro de salud de El Natahoyo, le ponía la nota de humor y de salud a lo que en realidad es un gran enfado con la administración local y regional. Un enfado de cientos de pacientes -en su gran mayoría mujeres-, expresado el pasado jueves en la plaza Mayor de Gijón por unas cuantas afectadas. Sus pancartas eran lamentos contra lo que consideran que es un desinterés y falta de compromiso de las autoridades con otra forma de promover el cuidado de la salud. 

A través de las muchas cartas que este colectivo está distribuyendo por la ciudad quieren dar a conocer una terapia también conocida como «del buen trato», que busca al márgen de fármacos que cada persona se responsabilice de su salud, y que lo haga a través de un cambio de hábitos y de conductas que las habían conducido en muchos casos a la depresión, la apatía y la enfermedad. Dicha terapia se inició hace diez años gracias a la especialización de una enfermera del centro de salud de El Natahoyo y en la actualidad ha llegado a más de medio millar de usuarios, provenientes de toda la región. En sesiones de trabajo de grupo, en horarios fuera de las consultas habituales del centro, pero siempre con el beneplácito de las autoridades, la experiencia del reencuentro ha ido creciendo y ganando adeptos. 

María y Laura -sus nombres son supuestos- son dos de esas pacientes que pasaron por El Natahoyo y que ahora se han sumado a la causa de reivindicar que la Administración les de más apoyo, más medios y una mayor consideración. 

Laura sostiene que siente una pena enorme de que la «terapia» pueda diluirse y perder su impulso. Y su pena no es por ella misma, que hace ya muchos años que superó la fase de paciente. «Lo siento, muchísimo, por los futuros usuarios que se podrían beneficiar de este programa, porque se van a quedar sin una alternativa fabulosa», dice. 

María llegó a El Natahoyo cuando se estaba acostumbrando a permanecer sumida en una gran depresión «endógena» -que no estaba asociada a ningún problema económico, familiar o personal que hiciera de detonante- que la había llevado varias veces a estar ingresada en psiquiatría. Así llevaba «quince años, o más; desde los 30 años», recuerda. Tenía recetadas más de 12 pastillas diarias. Sus hijos, por entonces, «no tenían madre; en casa sólo había una mujer que se levantaba, comía y se volvía a acostar; y que siempre tenía un "colocón" de aúpa». Supo que había un grupo de terapia en el centro de salud y decidió probar. «No me quedaban muchas más opciones por probar», recuerda. Y sólo tenía que llevar una libreta y un bolígrafo. 

«Lo pasé muy mal, como muchas compañeras. Hay que afrontar muchas cosas de tu vida que has hecho mal, que no te gustan y que te crean infelicidad. Te das cuenta que la mala vida te la has creado tú en cierta medida, y también te das cuenta de todo el lastre que supone haber asumido que tenía que ser una madre y mujer perfecta, limpia y gran trabajadora, pero sin valorame nada ni disfrutar. De eso hace 9 años. Ahora, aquí estoy, sin medicación y contenta, sabiendo que si un día lo tengo malo o estoy baja no va a ser el fin del mundo. Y que si un día salgo de casa sin hacer la cama, tampoco es el fin del mundo. Antes sólo daba pena y eso ya ha cambiado», explica de corrido. 

La historia de Laura es la de una mujer más joven que iba todos los días al médico. «Si no era para mí, era para mi hija de 3 años, pero yo siempre tenía algún dolor que consultar». Un día su médico de cabecera le dio un jarabe placebo y detectó que todos sus males eran ficticios y producto de una gran insatisfacción personal. Le recomendó pasarse por el grupo de terapia. Le costó acoplarse, pero la terapia también triunfó con ella. Ahora es esposa, madre de dos hijos y estudia un grado en la UNED, es voluntaria como agente de salud y tiene mil proyectos. «Antes no hacía nada y no podía con la vida. Ahora, nunca hice más, y estoy feliz», resume. 

Esas y otras historias ya las sabe la Consejería y el Sespa. La administración, atrapada en un recurso que se escapa de la habitual cartera de servicios de un centro de salud, aún no sabe cómo dar una buena salida a este proyecto.
Pacientes de El Natahoyo exigen respaldo a una terapia sin fármacos
Agentes de salud y enfermos temen que se vaya a prescindir de un programa de autocuidado que se impulsa desde hace 10 años
09:40





Una representación de los pacientes, en las dependencias de la Alcaldía. ángel gonzález
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RUBIERA

Una treintena de enfermos sacaron ayer sus pancartas de protesta en la plaza Mayor gijonesa. Pedían, con su clamor público, un respeto y un respaldo institucional a la «terapia de reencuentro». Con ese nombre, o «terapia por el buen trato», se conoce un recurso de autocuidado que se puso en marcha de forma pionera en Gijón, en el centro de salud de El Natahoyo, hace diez años. 

En las primeras épocas las autoridades sanitarias locales y regionales y portavoces del Instituto de la Mujer aplaudieron y hasta destacaron con sus actos oficiales ese innovador servicio terapéutico, liderado por una profesional de enfermería del Sespa, que inicialmente enganchó a cientos de mujeres enfermas de depresión y de apatía y que ahora ya atrapa también a muchos hombres. 

Esa terapia del «reencuentro» promueve, tal como explicaban ayer los usuarios, la búsqueda personal de la salud sin recurrir a fármacos. Y consigue que el peso de la mejoría de los pacientes recaiga en dinámicas de grupo y estrategias de comunicación entre enfermos y terapeutas, haciendo mucho hincapié en la escucha activa. «Se fomenta un cambio profundo en las personas, en sus relaciones y en su forma de entender la vida. Se aprende a convivir de forma sana, se adquieren nuevas herramientas para la vida, para el buen trato con uno mismo y con los demás. Se trata de llevar el autoconocimiento y el autocuidado como principios de empoderamiento y salud», explican algunos de los usuarios durante su concentración de protesta. 

El programa, pese a ganarse el respeto de las autoridades sanitarias, no logró sin embargo, nunca en diez años, que fuera una clara apuesta de esos mismos responsables políticos. Y eso que a mediados de 2008 ya tenía medio millar de pacientes procedentes de toda Asturias dando garantías de éxito del proyecto, y en 2010 acumula casi 200 pacientes en lista de espera para entrar a los cuatro grupos creados. 

Mientras ese escaso respaldo se mantenía, hasta se daba por bueno. Pero ahora negros nubarrones se ciernen sobre la «terapia de reencuentro» que lidera en solitario el centro de salud de El Natahoyo. Por eso, pacientes y agentes de salud formados en la terapia salieron ayer a la calle con sus pancartas de protesta, para hacer ver que no están dispuestos a que se acabe una exitosa y pionera experiencia como la suya. Los implicados desconocen cómo es posible que «la terapia haya desencadenado un profundo malestar y el consiguiente rechazo por parte del sistema sanitario. Todo ello, unido a una deficiente gestión -listas de espera que cada día crecen más, y un proyecto que recae, casi de manera voluntarista, en unas pocas profesionales de la salud-, nos ha llevado a un callejón sin salida», explicaban ayer los implicados. 

En un intento por reunirse con la alcaldesa de Gijón y lograr apoyos municipales para la continuidad y expansión de la citada terapia, al final sólo consiguieron que una representación de pacientes le entregaran una carta donde explican sus temores. Temen que «la caza de brujas» que aseguran que sufre esta terapia, que se sale de la consulta tradicional de enfermedad-consulta-receta, acabe por hacerla desaparecer. Y eso, reprochan, que no hay día en que alguna autoridad sanitaria pontifique sobre la necesidad de promover otro modelo de atención a la salud que no pase, siempre y exclusivamente, por la farmacia

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