martes, 14 de agosto de 2012

Una forma de vida

Una forma de vida. Amélie Nothomb


Nueva novela de la escritora belga-japonesa residente en París. La número 18 en 19 años (empezó a publicar en 1992), se titula Una forma de vida (Anagrama y Empúries), es la primera que tiene forma epistolar y se lee de un tirón entre sonrisas, asombros y tristezas. Un soldado americano llamado Melvin Mapple y destinado en Irak ha leído todos los libros de una autora famosa, llamada Amélie Nothomb, y empieza a cruzarse cartas con ella. El epistolario arranca animoso pero poco a poco se va enredando hasta convertirse en una trampa para osos y atrapar como una droga letal a los dos redactores, narradores y protagonistas. La fama, la apariencia, el body-art y la identidad, la soledad de los monstruos, la verdad y las mentiras y la necia ligereza contemporánea desfilan ante el lector a toda pastilla, y todo el tiempo se le hace difícil saber si está en un mundo de ficción o en la realidad.
Nothomb bucea entre brumas y veras por los vicios y achaques del presente y radiografía el drama humano de la incomunicación con grácil naturalidad, sin miedo al peligro ni al ridículo. El pavor y la necesidad del otro, la compatibilidad sin amor, los malentendidos y la superación de las fronteras (mentales y físicas) son algunos de los temas del libro, que tiene la rara virtud de olvidarse pronto y regresar de repente desde la médula a la memoria con mucha precisión
.Mi escritura es muy instintiva, pero a la vez es muy cerebral. En cierto modo es automática, porque el pensamiento me va muy rápido. A veces me desprecio porque no tengo la menor relación con la tecnología, y sé que Internet es fantástico, pero no me conviene nada. Tengo una tendencia adictiva y prefiero no entrar en eso”.
Hablamos ahora del cuerpo, tan presente en su vida y en Una forma de vida. “La novela tiene una parte de reflexión sobre el body-art; el problema del cuerpo es muy interesante; escribir es un acto físico y el cuerpo surge siempre en medio de la escritura. Muchos bulímicos y anoréxicos, y otros adictos de todo tipo, me escriben pidiéndome consejo. Una joven escribió su tesis sobre su propia anorexia. A veces funciona convertir el cuerpo en objeto de arte. Es difícil, pero el arte ayuda a resolver esos problemas”, dice. “Yo tuve anorexia desde los 13 años hasta los 21. Es normal que dure mucho tiempo. Por suerte me curé completamente, y es el único mensaje de esperanza que puedo dar a la humanidad. Mi hermana no salió. Es misterioso. Por amor de hermanas, hicimos la enfermedad juntas. Es una especie de rechazo del mundo adulto. Quizá fue porque vivimos en Bangladesh, un sitio con mucha mezcla. O quizá es un problema de feminidad e identidad. No lo sé”.
Sobre la identidad, Nothomb también es una gran especialista. Nómada a la fuerza, reivindica su condición belga. “Es un país raro, donde la identidad es un gran problema, y yo además soy hija de Romeo y Julieta, de valón y flamenca. La crisis del Gobierno belga me ayudó a saber que soy belga, me abrió los ojos a ese principio de dualidad floja, incomprensible, rara. Me siento completamente belga. Y espero que todo el mundo tome ejemplo de los belgas y acepte su identidad rara, porque la identidad no tiene por qué ser sólida”.
Desde 1987, Nothomb vive entre Bruselas y París. “El ambiente literario está en París, hay excelentes escritores belgas pero todos se difunden desde aquí. En Francia la miseria ha avanzado muchísimo con Sarkozy. Hay una precariedad muy grande, y vivo con mucha inquietud la posibilidad de que Marine Le Pen llegue a la segunda vuelta de las presidenciales. Eso significa que algo va muy mal en este país. Sarkozy ha legitimado su discurso, y ese es un error enorme. Estamos viviendo un repliegue nacionalista muy inquietante, espero que no acabe como los años treinta y se rompa Europa, no quiero ni jugar a imaginar eso. ¿Se ha fijado en que los franceses son increíblemente distintos de los belgas? Es más posible que Quebec se parezca más a Francia que Bélgica, nos separa un océano más grande todavía. Los franceses están obsesionados por la seducción. En Bélgica nadie piensa en seducir a nadie. Los políticos franceses intentan seducir a todo el mundo, y el donjuanismo es el principal motor de la sociedad. Es fascinante”.
Pero a la vez es uno de los países del mundo donde más tímidos hay, replico. “En comparación con los italianos son timidísimos, pero en comparación con los belgas no son nada tímidos. He vivido en Asia y en Estados Unidos y he ido dándome cuenta de que hay aspectos de identidad colectivos. Europa es la cultura de la pregunta. En Asia no se hacen preguntas, está mal visto, salvo en los filósofos zen. En Europa las preguntas son bien recibidas, pero no tenemos respuestas. Mucha gente me escribe haciéndome preguntas, pero raramente encuentro respuestas. El mundo es raro. Un arquitecto suizo me buscó locamente y me localizó en el registro de la propiedad de Bruselas para preguntarme cuál es el sentido de la vida. Es un malentendido que me sucede a menudo. Yo siempre contesto que la literatura puede ayudar mucho a entender el sentido de la vida, aunque no sé si la mía lo hace. Creo que es el humor, la pirueta, lo que nos salva casi siempre. Gracias a la broma, a la posibilidad de reír estamos vivos. Ese es el problema inmenso que se le plantea a la narradora de Una forma de vida. Puesta a elegir entre una cita a ciegas improbable y ser ingresada en Guantánamo, elige Guantánamo”.
El otro, la necesidad del otro, las diferencias con el otro, la guerra con el otro, la deriva hacia el otro y la huida del otro. La ruptura de la comunicación, la soledad. La conversación languidece, las preguntas y respuestas se van acortando, pero Nothomb sigue tan lúcida como hace una hora. “La comunicación humana es infinitamente difícil. Mi soledad era más grande antes, pero me queda mucho para resolverla. Proust decía que la maravilla de la lectura es que permite encontrar al otro sentado en un lugar solitario. Esa soledad es maravillosa, pero no todas lo son tanto”. O
Una forma de vida. Amélie Nothomb. Traducción de Sergi Pàmies / Ferran Ràfols. Anagrama / Empúries. Barcelona, 2012. 152 / 112 páginas. 15,90 euros (electrónico: 12,99).

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