'La estación de las mujeres', opresión ancestral en la India rural
El tercer largometraje de Leena Yadav es un canto a la liberación
de la mujer en la India rural que huye de los tópicos del retrato
exótico hollywoodiense
Tres actuaciones principales de altura y toques de verdadera inspiración convierten esta propuesta en algo más que otro drama moralizante
Tres actuaciones principales de altura y toques de verdadera inspiración convierten esta propuesta en algo más que otro drama moralizante
Cuatro mujeres están sentadas en unas escaleras de lo que parece un
templo milenario. No se miran porque hablan entre ellas pero también
hablan al aire. Hablan a su mundo, en el que son presas de tantas
cadenas que no saben siquiera si se pueden mover. Lo hacen para
descubrir que la primera trampa es el lenguaje.
"¿Por qué todos los insultos graves tienen que ver con
mujeres?", dice una. "¿Por qué no decimos hijo de puto?". Una
sencillísima, incluso ingenua, reflexión lanzada al aire en cuyo
razonamiento reside una puerta que tienen que decidir si abren o no.
La tercera película de la realizadora Leena Yadav ahonda en la duda
cuando la mano está posada sobre el pomo. Abrir la puerta significa
romper con todo. Dejarla cerrada significa someterse a las radical
opresión que sufren por culpa de tradiciones ancestrales. Para ellas no
hay término medio: o desligarse de todo y todos o vivir conforme les han
enseñado que hay que hacerlo.
Las cuatro mujeres
viven cada una más atrapada que la anterior. Bijili es bailarina y tiene
que decidir si puede vivir asumiendo ser un mero objeto sexual. Lajjo
es una ama de casa maltratada debido a su infertilidad que ha de decidir
si aguanta que se la considere una máquina de hacer niños. Rani es
madre de un hombre joven ferozmente educado en un sistema patriarcal en
el que ellas no son nada y debe decidir si es capaz de enfrentarse a él.
Y Janaki se ha casado en contra de su voluntad, su nuevo marido la
desprecia y tendrá que decidir si es capaz de escaparse con su amor
verdadero. Decisiones y más decisiones.
Tal vez un
panorama cualquiera de una aldea cualquiera de la India rural. O tal vez
una generalización exagerada que sirve como motor de una historia más
humana y sorprendente de lo que parece.
Una aldea en Gujarat
El pueblo de estas mujeres tiene por nombre Ujhaas,
pero no hay cartel turístico que lo anuncie. Es un poblado ficticio
situado en algún lugar de una zona muy real, Gujarat. Un estado de más
de 60 millones de habitantes de los cuales 28 son mujeres. Solo 206.167
personas viven en la capital, Gandhinagar, mientras que la inmensa
mayoría está repartida en pequeñas ciudades y aldeas por todo el
territorio.
Son pueblos que vieron nacer a Sardar
Patel o Mahatma Gandhi y que hoy, a pesar de vivir en el segundo estado
más industrializado de India, siguen enfrentando la pobreza como una
realidad. En la mayoría de casos, los hombres trabajan fuera del pueblo y
las mujeres se quedan en sus casas, cuidando de las haciendas y los
niños.
En este ambiente, cuatro personajes femeninos
trazan un relato de evolución personal a través de pasajes profundamente
dramáticos tocados por pinceladas de comicidad. La tragedia en Las estación de mujeres
no se hace esperar. Se presenta desde el minuto cinco y se dosifica
haciendo volver a poner los pies en la tierra al espectador
constantemente. Aún así, cuando creemos que lo cinematográfico se deja
de lado por lo puramente discursivo, aparecen delicadas escenas rodadas
con un talento singular, entretejidas en una maraña de problemas.
Un desarrollo que pasa por fases de una convencionalidad difícilmente
obviable y que cuenta con un par de giros poco desarrollados. Amén de
estar aderezada, sin necesidad, de subtramas pocos efectivas cuyo
mensaje último está de más.
¿Por qué? Porque aquí lo
que importa son ellas. Las actrices Radhika Apte, Surveen Chawla y
Tannishtha Chatterjee componen personajes complejos llenos de dudas,
debilidades y fortalezas que se sienten a flor de piel. Sus
caracterizaciones, en principio marcadas por roles narrativos, se
mezclan a medida que avanza el metraje. Hasta que consiguen transmitir
una energía natural poco común en producciones de este tipo.
Leena Yadav y ser directora de cine en India
"En
el invierno de 2012, empecé a buscar historias sobre el desierto de
Kutch. En esta tierra remota de paisajes espectaculares viven dos
millones de personas en pequeñas agrupaciones y pueblos. Y se rigen por
antiguas normas patriarcales, promulgadas por un consejo municipal,
compuesto principalmente por hombres", cuenta Leena Yadav .
Buscando los exteriores para La estación de las mujeres,
su equipo visitó más de 30 pueblos en Bhuj, Gujarat y Rajasthan. "Nos
denegaron el permiso para rodar en todos porque no autorizaban a un
equipo dirigido por una mujer -yo misma- que llevase pantalones, no se
cubriera la cabeza y les hablara de manera abierta", asegura Yadav.
"Sorprendentemente, era la generación más joven de hombres -los que
actualmente toman las decisiones- la que consideraba un grave problema
que una mujer liberada liderase un equipo. Uno de ellos me dijo: 'Si las
mujeres como tú entran en nuestro pueblo, nuestras mujeres se
corromperán'", asegura la directora.
En pueblos como
esos y ambientes así, encontró las historias que la empujarían a hacer
este film. "En una aldea conocí a una mujer llamada Rani que nos invitó a
su choza, nos preparó comida y nos contó su historia. Había enviudado
con 15 años. A esa edad, ya era madre y, a partir de ese momento, dedicó
su vida a criar a sus hijos", explica la realizadora. "El momento
decisivo para mí como narradora fue cuando Rani agarró mi mano y dijo:
'No me ha tocado nadie en 17 años. He enterrado todas mis necesidades
personales para poder hacer lo correcto para mis hijos'. Sus palabras me
impactaron y conmovieron. ¿Qué es lo 'correcto'? ¿Es 'correcto' ordenar
a una niña de 15 años que pase el resto de su vida vistiendo de negro y
que críe sola a sus hijos, nacidos de un matrimonio infantil contra su
voluntad? ¿Por qué se le arrebató el derecho al color o al contacto
humano? ¿Quién decidió esas 'normas' sociales y por qué Rani las
aceptó?".
Leena, nació en 1971 y estudió económicas en Lady Sri Ram College, en la Universidad de Delhi, y un master en comunicación social en Sophia College
de Bombay. Sus primeros pasos en el cine fueron como editora de
anuncios a principios de los noventa. Continuó dirigiendo televisión,
en ficción e incluso el primer reality de televisión India. Shabd
fue su primer film. Una historia de amor a tres bandas en la que
estudiaba las raíces de la creatividad a través de la mente de un
escritor que incita a su mujer para que seduzca a otro hombre, con tal
escribir su nueva novela. Con su segundo film, Teen Patti,
contó con nada menos que con Amitabh Bachchan y Ben Kingsley para
narrar un thriller basado en un juego de cartas clásico indio.
La estación de las mujeres
es su tercer y más personal film. Una inspiradora historia que la ha
llevado recorrer una India rural cuyas creencias patriarcales muchos
creen superadas, pero que siguen sometiendo a la mujer a un yugo en el
que sus derechos y voluntades son pasto de tradiciones represivas. Una
realidad de la que, por suerte, películas como la suya dejan entrever un
camino de esperanza y cambio.
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