Najat El Hachmi (Beni Sidel, Marruecos, 1979) lleva viviendo en España desde 1987. Concretamente, en Cataluña. Siempre ha tenido muy presente el discurso sobre la identidad –ya en 2004 publicó 'Yo también soy catalana'- y el machismo de la religión islámica. De ello ya habló en su novela 'El último patriarca' en 2008, pero ahora acaba de publicar el manifiesto 'Siempre han hablado por nosotras' (Destino) en el que de forma vehemente retrata el pañuelo como un símbolo patriarcal y machista y cómo este y otros de los musulmanes están siendo asumidos incluso por posiciones progresistas en pos de una mejor conciliación entre culturas. El Hachmi no comparte esta postura y se rebela, ya que, señala, es una visión que invisibiliza a las mujeres que, como ella, no desean vertebrar su identidad con respecto a una religión acaparada cada vez más por los discursos ultraortodoxos y fundamentalistas.
PREGUNTA. En 2008 publicó la novela ‘El último patriarca’ en la que desde la ficción criticaba el machismo en el Islam. Con este alegato ha dado un puñetazo en la mesa con el tema. ¿Todo ha ido a peor desde 2008?
RESPUESTA. Yo creo que sí. Ha ido a peor por muchos temas. Por un lado, porque en España han ido cogiendo fuerza toda una serie de discursos que estaban en otros países, pero aquí no. Discursos que de forma sofisticada te venden como relativo ese malestar que vivimos las mujeres. También es verdad que al aumentar las población de origen musulmán han aumentado los mecanismos de presión sobre las mujeres. Y al aumentar la desigualdad social con el tema económico, la crisis fue terrible para las familias marroquíes que vivían aquí, eso ha ido en detrimento de las mujeres: mayor segregación urbanística, escolar, del grupo, y además han entrado corrientes fundamentalistas que uno de sus principales objetivos es el control de la mujer y que esa mujer se visibilice públicamente en función de su religión. Aparte tenemos cierta clase política que están flirteando con explotar el elemento religioso en el caso político, es decir, ir a buscar el voto musulmán.
P. Como ir a buscar el voto de la mujer, el voto gay…
R. Sí, pero en este caso es muy peligroso porque no es que vayas a buscar a personas que pertenecen a un colectivo determinado, sino que los interpelas en función de su religión. Ese es un terreno en el que estamos pisando un ámbito casi teocrático, aunque solo sea ese grupo. Y luego el otro problema es que nos están comunitarizando, es decir, nos están convirtiendo en comunidad musulmana. Yo no soy comunidad musulmana. Yo soy persona, individuo, ciudadana y quiero defender mis derechos sin que tenga nada que ver la religión y el colectivo.
P. En el libro cuenta que cuando llegó de Marruecos a España en los ochenta observó una serie de libertades y, de hecho, muchas mujeres musulmanas dejaron de utilizar el pañuelo, o al menos, de forma más laxa. Y, sin embargo, como también recalca, ahora la presión que existía en Marruecos la está observando en España para con las mujeres musulmanas. ¿Por qué está sucediendo en países europeos donde además hay una separación Iglesia-Estado desde hace siglos?
R. Tiene una base racista bastante importante. No te estás relacionando con ese otro que tú construyes en base a la percepción que tienes del otro, sino en base a la diferencia. Todo esto viene de lejos. Por ejemplo, a Tariq Ramadán, del que ahora han salido numerosas acusaciones de violación, aquí se le ponía una alfombra roja para que viniera a hablar del Islam político, y es un descendiente del fundador de los Hermanos Musulmanes. Es decir, no interesa la voz de las mujeres que simplemente salen a defender sus derechos saliendo del orden patriarcal del nacionalislamismo porque hay que conciliarse con las culturas.
P. En el libro utiliza la expresión ‘el chantaje de la pertenencia’. Si no formas parte de lo que entendemos como ‘mujer musulmana’ te expulsamos del grupo. Es decir, te conviertes en ‘una mala mujer musulmana’. Está a la orden del día en muchas cuestiones.
R. Eso lo hemos sufrido muchísimo. En el momento en el que cuestionas las normas que imperan, y que son claramente discriminatorias, a lo primero que te someten es a ese chantaje, es decir, si vas por este camino no vas a pertenecer al nosotros. En el caso de las mujeres en España se hizo al empezar a pedir el derecho al voto y derechos fundamentales y libertades, y a nosotras se nos está haciendo desde nuestras familias, colectivo, barrio, en las redes sociales. Se nos acusa de ser unas traidoras al origen, la patria, la religión… Pero aquí la historia del feminismo te enseña mucho. Es una reacción muy frecuente. En el momento en el que sales a romper el silencio te acusan de todo. Nos convertimos en traicioneras, renegadas, putas. Y hay un juego entre sectores distintos con los que tenemos que batallar a la vez.
En el momento en el que sales a romper el silencio te acusan de todo. Nos convertimos en traicioneras, renegadas, putas
P. Aparece mucho en la batalla de los feminismos. Si no perteneces a este no eres buena feminista, o al otro o al que sea.
R. Nos equivocamos cada vez que colocamos la discusión en quién es y quién no es feminista. Yo no voy a juzgar quién es feminista y quién no lo es. Las contradicciones que tenemos las mujeres en tanto que feministas son muchas y cada una las gestiona como puede. El problema de situar el debate ahí es que estamos dejando de hacer lo principal, que es señalar, analizar, cuestionar y combatir el machismo. El problema del feminismo no es el feminismo sino el machismo. A mí me da igual si una mujer con velo puede ser feminista o no. Lo que me importa es señalar el machismo y el machismo es el que es, y lo que no se pude es silenciar las voces de las que hemos vivido lo que hemos vivido por respeto o porque puedan ofender una serie de opiniones. Ese respeto está sirviendo para silenciarnos.
P. En 2004 publicó el libro ‘Yo también soy catalana’ en el que defendía que tenía tanta cultura catalana como una persona nacida en Cataluña. No sé si ha llegado el momento de reescribir este libro, pero me interesa esta cuestión por el tema identitario, ya que ahora tambiéN está esa corriente que relaciona de forma esencialista el ser mujer con la identidad. ¿Ha escrito este libro ahora para que no le coloquen en un lugar en el que no quiere estar?
R. Más bien es para salir de ese lugar. Aquel libro era muy contundente y muy centrado en la catalanidad. No sé si tendría que escribir otra vez el libro porque hay cosas que… Pero bueno, era una forma de reivindicar ciudadanía, porque la ciudadanía como la conocimos los hijos de los inmigrantes en Cataluña era a través de la catalanidad y ahora nos piden explicaciones a nosotros de por qué nos incorporamos a la catalanidad y no a otra cosa. Bueno, es que eso estaba montado así antes de que nosotros llegáramos. En fin, en este caso es salir de esa identidad estanca y estereotipada de la mujer musulmana porque últimamente se ha ido vertebrando de forma muy salvaje y está siendo como una losa que tenemos encima, sobre todo chicas muy jóvenes. Me he encontrado con chicas de origen marroquí nacidas ya aquí que todos los días tienen que dar explicaciones sobre por qué no llevan pañuelo. Y de repente parece que no corresponden a lo que es una mujer musulmana. Pero es que lo de la mujer musulmana es una construcción que se ha hecho en Europa. Quienes se pasan todo el día pensándose en clave religiosa son aquellas muy rigurosas con sus creencias fundamentalistas. Y esa forma de entender el Islam es la que se está difundiendo con más facilidad. Pero si yo te cuento el Islam que practicaban mis abuelas, te tengo que contar toda una serie de rituales que no encajan para nada en ese Islam ortodoxo que se está vendiendo ahora.
P. ¿De dónde viene esta reacción ortodoxa? Porque como usted dice ni siquiera sus abuelas practicaban este Islam tan fundamentalista.
R. Lleva tiempo, pero antes estos discursos eran más fáciles de detectar porque llegaba el barbudo a la mezquita y lo identificabas. Te dabas cuenta enseguida de lo retrógrado. Pero ahora esto te llega por organizaciones que están en el mundo virtual, por entidades aparentemente no religiosas pero que están queriendo explotar el elemento religioso, o por las redes…
P. En el libro habla precisamente de las hiyabistas de Instagram, chicas muy jóvenes, que han nacido en España con una serie de libertades y que, sin embargo, están adoptando posturas religiosas muy conservadoras.
R. Muchas de ellas nunca han vivido en Marruecos. Eso es importante. Algunas son auténticas influencers, tienen un alcance increíble, pero no han vivido en una sociedad donde la religión es ley. Yo hablo con chicas que te cuentan cosas sobre la realidad de Marruecos que ves que no tienen ni idea. Simplemente han ido de vacaciones un mes al año, y además se sienten incomodadas por el lugar, pero aquí tienen esa necesidad de visibilizar su religiosidad. Porque ese es el tema de fondo, no solamente tener tus creencias, sino la necesidad de hacer ostentación de esas creencias, porque si no se ven, es que no las tienes. Esa es una falacia en la que hemos caído. Esa idea de que lo religioso te da identidad. De lo que no estamos hablando son de otros elementos relacionados con nuestro origen, como la lengua. Una de las lenguas que tiene más presencia en Cataluña es el amazic, que lo llamaban bereber también. En Cataluña es la tercera lengua materna más hablada, y es un elemento que está siendo totalmente invisibilizado. Y en Melilla es la lengua que hablan los melillenses de origen marroquí. Es decir, la cultura, pero más allá de lo folclórico, la literatura… esta generación joven, ¿a cuántos autores marroquíes han leído? ¿Cuántos cineastas de Marruecos conocen? Hay todo un mundo que se deja fuera porque lo religioso es más atractivo.
Muchas de estas chicas te dicen que llevan pañuelo porque así se libran de la dictadura de la imagen occidental. Eso no es verdad
P. De hecho, usted señala en el libro cómo hasta las revistas de moda están llevando a portada a mujeres con pañuelo.
R. Sí, sí, el Sport Illustrated sacó este verano en portada el burkini. Es como el doble de capitalismo. Muchas de estas chicas te dicen que llevan pañuelo porque así se libran de la dictadura de la imagen occidental. Eso no es verdad. Esa dictadura la tenemos metida en las carnes, pero es que estas chicas tienen además las dos. Y eso crea una situación esquizofrénica porque por un lado tienes que ser muy guapa, por esa dictadura de la imagen y de tener que gustar, y por otro no puedes gustar, porque si gustas eres una puta. De eso también habla Nawal Al Sadawi en relación a la sociedad egipcia. Así que tenemos los dos patriarcados y las dos dictaduras.
P. También se habrá encontrado con mujeres que le digan: oye, yo es que el pañuelo lo llevo porque quiero.
R. Sí, sí. Yo sé que hay muchas mujeres que lo llevan porque quieren. Yo no estoy cuestionando eso. Lo que estoy es analizando esa indumentaria y cuestionándola. También pasa que si tú cuestionas públicamente esto te dicen que estás estigmatizando a esas mujeres y haciendo que las discriminen más. No, yo no estoy juzgando a las personas ni voy por la calle quitando el pañuelo a nadie. Al revés, durante años he escrito a favor de las mujeres que llevan el pañuelo. Cuando en Francia hubo esa imagen terrible de unos policías obligando a una mujer en la playa a quitarse el velo escribí un artículo contundente contra eso. Aquí estamos analizando el significado de este símbolo que es eminentemente patriarcal. Y no nos dejan que lo digamos porque nos acusan de fomentar el racismo.
P. En España el debate sobre el pañuelo en las instituciones públicas no se acaba de hacer en profundidad, al contrario que en Francia donde ha habido mucha discusión sobre el tema. Usted cuenta en el libro que agradece que su profesora del colegio le dijera que no podía ir con velo a clase. ¿Qué cree que se debería hacer con este tema?
R. En los colegios españoles lo prohibiría en la educación infantil y en primaria porque creo que hay que proteger a las niñas. Estamos permitiendo que las niñas vayan con la cabeza tapada desde muy pequeñitas. Ahí son las autoridades educativas las que se tienen que poner a ello porque si una profesora se opone a ello no tiene nada que la ampare. No hay ninguna ley. Pero ya no solo por ser un símbolo religioso sino porque es denigrante para la niña. En el momento en el que le pones un pañuelo a una niña lo que estás haciendo es sexualizarla, convirtiendo su cuerpo en un problema, y es educarla en ese conflicto. Hay gente que dice que es mejor no prohibir y hacer pedagogía, pero ¿vas a hacer pedagogía con el fascismo islamista? Porque esto es fascismo islamista, es la corriente más retrógrada la que tapa a las niñas. En mi pueblo no se tapaba a las niñas, no se las veía como un cuerpo que pudiera despertar el deseo masculino. Y ahora sí. A mí me da mucho coraje ver a niñas tapadas de arriba abajo como si fueran pequeñas monjas. Y no es solo el pañuelo, después viene lo de que no pueden aprender a nadar, no pueden participar en según qué actividades. Y viendo que tu hermano sí, porque yo esa experiencia la tengo grabada a fuego.
P. También cada vez hay más niñas pequeñas que llevan la parte de arriba del bikini en la playa o la piscina. ¿Cree que hay una reacción que forma parte de lo mismo?
R. Desde luego, estamos en un momento de reacción muy bestia. Yo llegué a España en 1987 en octubre y ese fin de año fue cuando Sabrina se sacó la teta en Nochevieja, esa es la imagen que yo tuve de España, pero claro no sabía si era típico de la cultura española (risas). Creo que hay una regresión muy importante, como también creo que hay chicos que creen que es lícito controlar a sus parejas. Hay una reacción tremenda desde muchos sitios. Ahora estoy asumiendo con 40 años es que esa lucha que creíamos irreversible en realidad es solamente haber conquistado un trocito de la libertad, igualdad y la justicia y tener que resistir para mantener lo ganado. Y me da mucha rabia que sea así.
P. Usted es votante de izquierdas y se ha postulado cercana a la izquierda, pero en el libro critica que a esta reacción, en relación con el mundo musulmán y con esta “protección” de su cultura, se haya apuntado la izquierda. De hecho, partidos como ERC o Podemos han llevado mujeres con pañuelo en sus listas.
R. Sí, porque eso tiene consecuencias. Ahora mismo en el Parlament de Cataluña hay dos mujeres nacidas en Marruecos que son las primeras que entran en el parlament. Las dos son personas muy competentes, formadas. Pero a una de ellas [Najat Driouech, de ERC] se le han hecho mil entrevistas, ha aparecido en todos los medios, se ha convertido en una figura conocidísima en la sociedad catalana; a la otra, [Saloua Laouaji Faridi, de JxCat] nadie la ha entrevistado. ¿Cuál es la diferencia? La primera lleva pañuelo y la otra no, y además una larga melena rubia. Hablé con esta última sobre por qué no le habían hecho ninguna entrevista, ya que es un hito y me dijo, “porque nadie me ha llamado, me he convertido en absolutamente invisible”. Por tanto, al final, ¿quién nos está poniendo el pañuelo? Se está haciendo una utilización política de ese pañuelo. Una vez más el estereotipo musulmán de la mujer con el pañuelo. Hay una necesidad de hacer más visible la diferencia.
P. ¿No teme que la derecha se apropie de su discurso?
R. Lo va a utilizar porque lo lleva haciendo mucho tiempo. Pero la derecha no tiene ninguna legitimidad para hablar, sobre todo la extrema derecha, de las mujeres musulmanas, ni de las iraníes, saudíes, mientras siga llamando feminazis a las feministas españolas acusándolas de ideología de género, queriendo derogar la ley contra la violencia de género. Ahí no nos va a dividir. Porque se utiliza eso no solo para criminalizar a las personas de origen musulmán. Yo no les intereso cuando escribo de racismo, lo único que les interesa es apropiarse de nuestro discurso. Y además lo utilizan para establecer una división entre las feministas españolas, que según ellos no tienen ningún motivo de queja, contra las mujeres que sí están sufriendo el machismo en otras partes. Pues mira, no, es el mismo machismo en todas partes y en cada lugar se expresa de una forma distinta. La diferencia es que en Irán tienen los recursos legales para meter a la mujer que se queja en la cárcel y aquí no. La lucha de la mujer española es mi lucha también y tenemos que estar unidas ahí. No nos van a dividir.
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