jueves, 31 de mayo de 2012

Poemas de SUSANA CHÁVEZ

OCASO 

                                         Para Linda Escobedo 
  
  
  

He perdido la cuenta de tus huesos 

introduciendo mi palabra al tiempo 

entonces me fui a alguna parte 

con el apetito dormido. 

Fuiste tú el sitio del crimen, 

quién me volvió clandestina melodía, 

a quien contemplo mezclada de imágenes 

sentada en una butaca del cine 

para ver mí sombra. 
  

Nos enredamos en el vacío 

y de la nada surge tu boca 

a desprenderme a Dios del aliento 

en un espejismo que me brota 

por un rumor indefinido. 

Surges despuntando tu lengua 

liberando a Sofía de tu interior. 

Aquí estás, embalsamada, 

casi real entre los árboles. 

Pareces un chacal, 

un alebríje que me conquista 

más allá de lo intocable. 

Te veo desatada en una ventana 

alrededor de mi otra parte 

dándole a mis ojos el cierre final. 

A veces, también te veo 

atrapada en un secreto 

que duele entre mi carne. 

Así voy avanzando paso a paso 

tomando de una mano tu ruptura 

y acariciando con la otra 

los cabellos de alguien 

por quien toco la magnánima vehemencia. 
  

Así voy en mi misma 

perdiendo la cuenta de tus huesos. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

EN EL ÁRBOL DE LA VOZ. 
  
  

A ciegas la luz  vela 

 y unos ojos se abren para siempre. 

Hablo del corazón frente a la muerte, 

en el árbol de la voz, con un labio de tierra y otro 

de noche, 

con un corazón de polvo y otro de viento. 
  

Hablo de este amor, 

esta navegación entre la bruma, 

este amor, este amor. 
  

Cada silencio nos llevara a la palabra que nos 

refleja, 

y en mí toma cuerpo tu soledad, 

en tu mirada ausente se deshacen los astros. 

A veces te descubro en el rostro que no tuviste, 

en la aparición que no merecías. 

Y el silencio levanta la cabeza y me mira. 

Esta vez volvemos de noche, 

los árboles han guardado sus pájaros, 

el cansancio estira su lengua para cantarnos al oído. 

La noche llego en tu corazón, 

tus ojos se cerraron en la llegada del mundo. 

Y sin embargo, de alguna manera, todos lo sabíamos, 

y algo parte en dos la memoria, 

algo parte en dos a la mujer que peina su alma antes 

de entrar al lecho solitario, 

y parte también el tiempo de la noche, 

como el vaso que cae de la mano de algún niño 

asustado, 

algo parte en dos lo que estaba partido. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

Fantasmas 

       Sollozan. 

Inundados en la certeza. 

Entran en el aliento, 

las palabras. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

                                                          Para: A. A. B. 

Siempre en tu sombra 

comprendo un poco más a la palabra, 

y ¿sabes?, también al silencio. 

Siempre hay una compostura al desorden, 

y mis pulmones reciben ahogados tu aire. 

Siempre me sacas las palomas de los ojos con tus 

historias, 

volviéndome destiempo. 

Me asombro cuando me vuelves pájaro, Sacándome de 

pronto de entre tus ramas 

y me haces escurrir gotas de sonrisas aun cuando 

traigo el corazón de piedra. 

Una piedra que con tu soplo se deshace. 
  

¿Dime, quien te hizo? 

Que bebistrajo consumió el carpintero 

para tallar este sueño extranjero del mundo. 

¿Qué materiales utilizo con tu alma? 

Dime, con qué pasión se ensordeció 

dándole corporeidad a lo que me hace renegar de la 

muerte, 

pero, pobre la muerte. Cuando escucha de ti solloza en 

un temblor, 

porque haz dejado preñada a la eternidad de tu 

existencia. 
  
  

Yo siempre recomiendo tu aire. 

Tu aire de raza nocturna, 

tu aire que convoca remolinos en el desierto, 

tu aire, desgarrón de la palabra intrincada, 

respiración sabia de Dios, 

despierto por todas partes, 

tu aire que siempre se deja respirar. 
  
  

Ah, viejo, viejo! 

Te has asociado con la armonía 

y todos hemos caído de improviso a quitarte un fruto 

de entre tus ramas. 

Después, nada dijiste, 

después, nada supimos decir. 

y a mí, me haces aprender y olvidar tantas cosas 

que ya no sé si tener o no memoria. 

Siempre ando a la cacería de tu palabra hoja 

y sacudo mis zapatos en la puerta de tu raíz de ese 

sucio lodo llamado miedo. 
  
  

Ya indetenible déjame decirte... 
  
  

Perdón. Mi árbol más querido, 

por obtener la madera con que me hice fuego, 

haciéndote sangrar con mi hacha, 

desdoblando, desvistiendo tu cuerpo 

pero tus pájaros  volaron una noche a mi designio 

y fue inevitable. 

Esos pájaros dolorosamente me picotearon el alma 

y no pude soltar el hacha de mi mano, 

y después al volver mi vista a ti. 

Tú, plantado. 

Ofreciéndome aún tus ramas bajo la tarde, 

bajo la lluvia, tus frutos, tus pájaros. 

Ay, mi árbol de blancos muñones. 
  
  

El fuego que de tu madera hice aún está en el brasero 

de mi alma. 

Cada día lo mantengo vivo y lo cuido, 

y canto, canto sin frío, 

porque como tu madera 

no hay otra en todos los mundos, 

porque entre tu sombra 

se comprende un poco más a la palabra, 

y ¿sabes?, también al silencio. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

LA RAIZ DE TU SALIVA 

                                                           Poema a Arminé Arjona. 
  
  

Ciertas palabras vendrán un día 

a mover tu laberinto de imágenes 

para robarle a el lecho tu cuerpo 

estremeciendo otras palabras. 
  
  

Tu pelo más largo atravesará el silencio 

de un viento que levante el agua del mar 
  
  

He escuchado tu rostro 

solventar tus argumentos 

donde hay frases de recuerdo 

que peinan remolinos 
  
  

Por eso escucho tus sitios 

antes que mi frase se encorve 

y tan sólo quede un zumbido 
  
  

Ciertas palabras buscan tu boca 

y devoran tu respiración 

al sentirlas en la carne tomando vida, 

ciertas frases te reconocen 

contra ti misma. Por otra sangre, 

por otros libros, por otras frases. 
  
  

Amanece y te buscan luchando 

doblando esquinas 

rompiendo el vidrio de tu ventana, 

están aquí como un fantasma 

en busca de un deslumbrante nacimiento, 

te aman y se dejan caer sobre ti 

como un hombre cegado por el deseo 

de tu cuerpo, 

deseando tocar tu fondo 

para producir el vértigo. 
  
  

No quieren ser susurros 

no quieren otro espejo, 

quieren arrojarse a tus manos, 

detener la noche, 

separar tus muslos, 

quieren romperse en tu voz, 

para despertar la raíz de tu saliva. 
  
  

Ciertas palabras te miran 

como un niño perdido y lloroso, 

ciertas palabras ven en ti su vuelo, 

rondan el alrededor 

de su propio deseo. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

Sin Maria 
  
  

Nunca la llamé Maria 

preferi separarme la porción con la cual decidió 

que todos abriéramos y cerraramos la boca. 

Nunca comprobé si después de ella había una secuencia, 

un fondo, una simpatía por acercarse y verme inmóvil, 

rendida, teniendo la carne incontenible de miedo, 

de no permitirme el encuentro con su sombra 

que hiere mi cuerpo con sus ruidos, 

enmedio de la noche. 
  
  

Por eso cierro los ojos, 

y con mis manos toco la tibia carne 

de quien no huye de las garras de mis labios, 

quien se inunda de susurros arrojados 

y llena de cansancio a mi lado cae, 

saliendo del fondo de mis ojos. 

Otra mujer. 

Definida, visible, palpable, 

cierra las puertas que Maria dejó abiertas, 

se mete en mí, atravesándome con su aliento, 

mirándome partida en lágrimas, 

no sintiendo miedo, 

no pidiendo explicaciones. 

Con ella, 

sin Maria. 

He calmado la sed con un vaso de mi prisa 

líquido roto donde se encerraba una contra sí misma. 

Contra sí misma... 
  
  

                                 Flotando... 
  
  

                                                     en el fondo. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

MADRE ENVIDIA 
  
  

Toda tarde, según tú 

fue extrañar esos ojos, 

según tus reglas 

no sentir soledad. 

Según tú 

disfrute a la vida serpenteando. 

No puedes reconstruirte con otra ideología 

menos con la emoción de una palabra. 
  
  

Según toda tú 

te llena la televisión, 

te reencuentra el lenguaje, 

mereces los instantes ajenos. 
  
  

Madre desquiciada y sorda 

donde cae una lagrima 

donde no se distingue la remenbranza. 

Madrecita envidia. 
  
  

Traes la noticia de mañana, 

encontrando ausencia en ese intante de ti, 

cubriendo huecos muertos de años. 
  
  

Madre envidia 

me ire, exiliada con un protocolo mejor 

que el de tu morada. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

SANGRE NUESTRA 
  
  

Sangre mía, 

           de alba, 

           de luna partida, 

           del silencio. 

           de roca muerta, 

           de mujer en cama, 

           saltando al vacío, 

Abierta a la locura. 

Sangre clara y definida, 

           fértil y semilla, 

Sangre incomprensible gira, 

Sangre liberación de sí misma, 

Sangre río de mis cantos, 

Mar de mis abismos. 

Sangre instante donde nazco adolorida, 

Nutrida de mi última presencia. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

SOMBRA DEL VIENTO 
  
  

Sombra de ti en el viento, 

un reflector en la niebla 

donde el silencio encuentra el hilo, 

el ruido exacto 
  
  

El llanto de Judas 
  
  

Aterra esta claridad 

podrías acaso ver 

mi resurrección inmovilizada 

deseando un soplo de tu carne 

para echar a volar la noche. 

¿Qué estoy interrumpiendo?, 

en dónde no titubean mis manos 
  
  

Te llamo desde lejos 
  
  

Riesgos desordenados, para tocar en el viento 

esa enmudecida parte del cuerpo. 

Te inventaba en una breve locura 

y ahora comprendo que es tu cuerpo 

la pendiente donde he de arrojarme al vacío.

  
  
  
  
  
  
  
  
  

MUJER HACHA 
  
  

Mujer 

lejana, 

improbable 

disfrazada de razón, 

fuerza sin sangre. 

Hechicera mocosa echada a sus sienes 

a quien le nombran incertidumbre. 

Abismal de lo interno que no sabe ademanes 

cautivante con sus silecios. 

Atroz, 

irresistible al deseo de morder la noche 

vacilante en desencantos 

embellecida por cuentos 

reposada en la distancia. 
  
  

Mujer intante, 

          hacha 

que arrastras, 

que cortas lenguas esparciéndolas 

en la mano de Dios que se retuerce de risa contigo. 
  
  

Fugitiva de tu captura saldré 

sabiendo perfectamente 

que eres invencible. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

SIN ROMPER LA MEMORIA 
  
  

Donde 

durmiente del desierto 

tu flecha silencio 

no me atraviesa. 
  
  

Donde 

con tus pies caminas 

sin romper la memoria 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

DONDE LA PIEL SE QUITA 
  
  

Ser la obra extraviada de la muerte 

es encontrar en tu orilla el origen, 

ser un rayo de luna en el bosque 

que descubre que te encuentras en su centro. 

Habré de regresar, 

habré de quitarme la piel 

para caer sobre tu alma, 

                       para entrar, 

                               salir de tu boca. 
  
  

sacudo umbrales en esta confesión 

con discurso profético, 

después de haber deshecho tu libertad. 

Reconozcámonos en el sitio señalado: 

en ese sitio donde el guante 

se quita para abofetear a la verdad. 

donde tus manos, 

habitan una paloma 

y toco aquello que me designo. 

Sitio en que mi pan es tu vino 

y mi vino es tu otoño muerto. 

mientras, suspendidas vamos en la materia, 

cruzamos fondo, 

balanceándonos hacia donde la lluvia huye 

y narrar abandona el sueño, 

donde la piel se quita. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

CUERPO DESIERTO 
  
  

Algunos cargan mi cuerpo desierto 

tras su espalda 

como si fuera el sendero 

un día cruzado hacía mí. 

Mientras, me mezclo inclemente 

con cenizas de todas las calmas 

convirtiendome en mar de tormentas, 

de huesos perdidos. 

En algo indistinguible, 

mitológico, 

aún más errante que CRISTO, 

que el llanto. 

Más insolente que la ceguedad, 

más enfebrecido que miembro erecto de perro, 

más cotidiano que la mano dentro 

de la falda infantil, 

más prestado que el dinero. 

Me convierto en pena clavada 

        en carne vacía, 

en perseguido persiguiéndote, 

    cavador de gritos, 

en habitante 

de este cuerpo 

desierto. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

RUINAS 
  
  

En los labios crece esta hiedra 

y la puerta añosa se cierra de golpe. 

El invierno se descubre 

dentro de un pausado caminar 

que trae rumores escapando en el temblor 

de una mano que acaricia retratos. 

Brusco final del viaje, 

que sólo deja exahustividad 

en una sumisa nostalgia escondida en la penumbra. 

Ya ni el vacío se yergue, 

ni se muestra  piedad al espejo 

ya todo hace la huida de la respiración, 

incluso la eternidad. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

PESQUISA POR UNA MUJER 
  
  

Busco a una mujer 

que recueste su boca sobre mis huellas, 

cante sin cansarse para mí. 

La busco queriéndola encontrar en poemas 

para encarnarla en la tarde, 

la quiero libre sin quererme siempre, 

esperando en un desnudo sutil, 

enferma de las cosas de la noche. 
  
  

A una mujer 

que no porte más que tacones por la calle, 

se esconda cuando la busque, 

camine de la mano de otros 

doliéndole la dureza y blandura de mi alma, 

que tenga secretos y no los revele, 

que crea en mis mentiras 

y se carcaje de mis verdades, 

que coma elotes conmigo en el parque. 
  
  

Una mujer 

que me busque en la madrugada 

y al final siempre repita mi nombre 

que no es otro que nada. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

DUENDES 
  
  

Contemplo dentro 

un pájaro de yeso 

olvidado en el aire, 

camino por angostos pasillos 

buscando a los duendes 

que me encantaron el espíritu. 
  
  

Intento nuevos ademanes 

y enlazada al fondo, 

transcurro implacable 

a el sollozo oculto. 
  
  

Esas zonas confundidas 

embellecen al mundo 

y parto de ahí a casa. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

PLIEGO PETITORIO 
  
  

 Que cese ya el grito alrededor de todo 

detrás de las sillas llamándonos. 

Que cese la espera de la eternidad 

cansada de esperarnos, 

que el silencio se vuelva  transparente 

para que el verdadero sonido 

filtre por fin su alma. 

que “el circulo perfecto” se vuelva luz encendida 

en alguien que abre una puerta. 
  
  
  
  

Que el golpe de mar quede en la memoria, 

penetrante. 

Que se acaben los hábitos de la incertidumbre, 

que caiga la lluvia donde la ceniza se moje, 

que la nostalgia siempre trabaje en la nieve, 

que me dejen interrumpir el juego 

de guardar silencio, 

que Dios bendiga los zapatos rotos 

y nos quite la costumbre tan socorrida del dolor. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

LA TEJEDORA 
  
  

Produce en el espejo aleteos de equilibrio, 

nos duerme con su sonrisa 

y despues a una niña 

donde el silencio todo nocturno 

se distingue con el desierto. 
  
  

Teje virtud con el hilo de la palabra 

hacia donde el dolor no se haga el tema perpetuo 

avanzando a lo irreprimible. 
  
  

Tierra húmeda 

he aquí donde brota tu beso con diversos colores. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

CASTILLO DE EL AIRE 
  
  

Sufro, 

muda e inerte, 

observando la partida. 
  
  

Permanezco reprimiendo 

esta necesidad de continuar probando 

el sabor del café en su boca, 

quedo concretamente, 

con el suceso de la ausencia, 

del cual emerge la incredulidad 

a mostrarnos otros silencios, 

otra verdad, 

destruyendo los castillos de el aire 

que tejimos sin nosotras, 

destruyendo la eternidad 

dervorada por la ausencia. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  

ALGUIEN HABLO DE TI 
  
  

De la jaula escapo un pájaro 

en un poema derramado por 

una poeta estremecida de tu nombre. 
  
  

La farsante tarde 

enmedio del viento 

se hace pasar por tus ojos 

vacilando muerta en el aire 

que alguno uso para hablar de ti. 
  
  

Alguien habló de ti 

y María Dolores Pradera alargó la noche, 

el mar devolvió a Alfonsina a través de la brisa, 

sobre la palabra llovizna fantasma fuiste, 

haciendo que la ausencia 

no atravesará más la garganta.

  
  

Alguien habló de ti 

incendiándose la carne 

al definir escuetamente 

su mano deslizada por tu hombro, 

quedándose sin palabras 

enmedio de una conversación prohibida. 
  
  
  
  


  
  
  
  

Siesta en el jardín de los alebrijes sépticos. 
  
  

I

Esta tarde te pretendo en rencor,

olfateo el tedio revuelto con el agua

que desciende de tus ojos,

emerjo de tu pántano

apoyando las manos .

Salgo palpando a ciegas

un nuevo cuerpo

un nuevo barro.
  

  
  
  

II 

Al lavarse los blanquecidos senos

recuerda su espejismo

se descifra real,

la ropa vieja se torna enredadera

ha masticado planicies lunares,

la lengua melosa de un gato de madera.

Bocados llenos de pulcritud

y dudoso deslumbre.

No responde,

ni burla su propia condena.

Acaso tal vez camaleón viste

de nuevo sus pechos

más insectos

insectos

insectos.







III

Arrojo los orines de mi deuda con dios

para envenenar a los que puedan ser sus cómplices,

Paso por la ausencia de seres susurrantes,

por no aplastarme por completo.

Los llevo  de desdicha,

de gestos, inesperados

orines que humedecen el pecho

y se beben de mi mano,

que salen de mi boca suspendida

en la fijeza de su fuerza

los arrojo vencedora,

en un mutuo lenguaje con mi conciencia.







IV

Pudriendo bajo el sol su codicia

ellos abastecen su mesa de insectos,

sitio de poder contra poder,

silencio contra-silencio-contra-palabra

Se extiende en busca de prudencias perdidas

cuando se les resecan los labios.

Ellos aparecen por fruición

vuelan brotando del fondo

entonces todo lo inundan

los zopilotes del silencio

pasan sobre nuestras cabezas

buscando frases de carroña.


  



V

Las cucarachas son los réptiles de la lluvía

y la memoria-volatiza danzante

soy burguesa candil y olla

y reconozco la xilografía de mi vida sardinera,

sesgo inabordable la briaguez de las penas consonantes,

soledades de monolito perdido en sí mismo.

Qué le puedo entonces decir a los demás

de mi embalsamada palabra si poco sé de ella.

Tal vez que estaba durmiendo

y ahora la tengo ante mí

lepidosirena

                 saltando

                                 atrayente

coqueteándole a mi silencio aquiesciente.







VI

La sedición comienza

en el encuentro de las hormigas rojas

con arañazul...

Jubilosas alcanzan victoria

arañazul postra su cabeza cerrando los ojos

mas aún escuchó por último el croar de las ranas

entre los lirios silvestres

La sedición comienza







arañasombrío

se han comunicado con grillos malhumorados

y en abrazo se dirigen a la tierra de hormigas rojas

unas heridas de entrañas,

otros con lenguaje de malquerencia hereditaria.

A su paso en el camino quedan larvas y ninfas

pero nadie retrocede por una especie inferior

pronto el polvo deja ver la tierra

y también la terquedad de la muerte

El cantar de los grillos malhumorados

eriza a la razón de cada hormiga roja

en tanto arañasombrío

marchan con el cuerpo inerte de arañazul

todo aunque no se crea en un orden universal,

                 concierto del canto grillero,

                  tembladera de ideas rojas,

                 despertar a destiempo para todos

en los inmensos territorios del sentir

y ahí en lo más hondo se acumula el rencor de unos,

con la retirada triunfal de otros.

En eso estaba la tortuga

cuando vio pasar al mito hombrelumbre

llevándose las entrañas de un árbol

la tortuga comprendió

que la sedición comenzaba de nuevo.

  


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