Libros, poemas, imágenes, miradas, leemos en los objetos cotidianos, nos apropiamos de herramientas con las que construir una realidad más apacible, cómplice y alegre. Te escucho....cuéntame. Leer es partir, es emigrar, una ventana, un aire nuevo en el que envolverse y cubrir lo que nos rodea. Gracias por tus comentarios.
Aunque las mujeres
indias actuales optaron hace tiempo por el estilo “punjabi” (pantalón
con túnica larga), el sari sigue siendo el vestido nacional por
excelencia.
La popular prenda femenina,
que ya era vestida con gracia por las diosas védicas, sigue siendo,
5.000 años más tarde, una seña de identidad que comparten millones de
mujeres en India. Desde abogadas a estrellas de cine, pasando por las castas más pobres, el sari, que no es otra cosa que un trozo de tela de 1 metro de ancho por 6 de largo, no entiende de distinciones.
Foto por Morgan Schmorgan (Flickr)
Pero vestir un sari no es
cualquier cosa. No basta con saber colocarlo. Hay que saber
desenvolverse con él en cualquier situación cotidiana, ya sea lavando la
ropa en la orilla de un río o detrás de una mesa de despacho. En eso,
las mujeres indias son las expertas. No en vano, existe un dicho popular
que afirma que “nunca una mujer occidental podrá vestir el sari con la
elegancia propia de la indias”.
Las piezas de un sari
El sari es un trozo de tela
rectangular que acostumbra a medir alrededor de 1 metro de ancho por
unos 6 de largo. La mayoría están fabricados en algodón o seda, aunque
también los hay sintéticos. Suelen ser de colores vivos. El sari se
viste con una blusa ajustada llamada choli que deja el vientre al descubierto, y con una falda o enagua de algodón llamada petikot que, además de servir para que no transparente el sari, ayuda a sujetar los plieges de éste.
El color del sari puede revelar la posición socialde quien lo lleva o incluso la ocasión para la que se viste. Por ejemplo, mientras el color rojo es propio de las novias, el blanco queda reservado al luto de las viudas.
(click para ampliar)
Cómo colocar un sari
El sari puede ser vestido de
distintas formas, algunas de ellas requieren una tela de una forma o
longitud concretas. Un sari se puede lucir al estilo bengalí, gujaratí,
maratí, dravida, madisara, kodagu, gond o tribal. Pero, sin duda, el
estilo más popular es el “nivi”, originario de la región de Andhra
Pradesh, en el sureste de India.
El primer paso es meter el
borde del sari por la cintura de la enagua, para después unirlo en
pliegues justo delante del ombligo. La parte superior de los pliegues
también se sujeta por la cintura de la enagua. El extremo que queda
suelto es denominado pallu o pallav. Éste se cruza
diagonalmente por delante del torso, desde la cadera derecha hacia el
hombro izquierdo, con lo que el estómago es parcialmente visible. El
ombligo puede quedar oculto o a la vista en función de la preferencia de
la portadora. El pallu puede quedar colgando o ser usado para cubrir la cabeza, pasándolo por el hombro derecho.
En este video se muestra cómo hacerlo:
— Sobre la autora:Nona Rubio
es colaboradora de Sociedad Geográfica de las Indias. Le apasiona
viajar y nos cuenta historias que hablan de un país inabarcable con el
que hay que ser paciente si lo que pretendemos es conocerlo por dentro.
Para más información: [Quiénes somos]
Samat Pal
es la líder del ejército de los saris rosas, un grupo de mujeres en
India que lucha contra los casos de maltrato enfrentándose directamente a
los maridos
"No he tenido la fortuna de recibir una educación, pero la vida sí
que me ha enseñado lo cruel que India puede ser con la mujer”. Sampat
Pal Devi no exagera. Sus padres, unos campesinos de casta baja del
Estado norteño de Uttar Pradesh, la sacaron del colegio cuando todavía
no había aprendido a leer y la casaron con un vendedor de helados 13
años mayor que ella cuando apenas había cumplido los 11. Como cualquier
otra víctima de un matrimonio infantil, una lacra que según datos de
Unicef afecta al 58% de las mujeres indias, se convirtió entonces en
esclava de sus suegros y en el juguete sexual de su marido. “Todavía
recuerdo con pavor el momento en el que perdí la virginidad”. Quedó
embarazada a los 14 y parió a sus cinco hijos antes de cumplir los 20.
Nos dimos cuenta de que algunos hombres solo aprendían cuando se
utilizaba la violencia, así que comenzamos a ayudar de esta forma a
otras mujeres maltratadas
Samat Pal, líder del ejército de los saris rosas
Pero en 2002, con 44 años, gritó basta. “Fue algo inesperado. Vi cómo
un hombre le daba una paliza a su mujer en plena calle, me hirvió la
sangre y decidí intervenir. No salí bien parada, porque yo también
recibí golpes, pero al día siguiente convencí a cinco mujeres del pueblo
para darle una lección a aquel hombre”. Armadas con cañas de bambú, le
aplicaron la ley del talión. Y funcionó. “Nos dimos cuenta de que
algunos hombres solo aprendían cuando se utilizaba la violencia, así que
comenzamos a ayudar de esta forma a otras mujeres maltratadas”. Así fue
tomando forma uno de los movimientos feministas más peculiares del
mundo.
En 2006, Sampat Pal fundó Gulabi Gang, la banda de las mujeres del
sari rosa. “Somos ya unas 400.000. Cada una paga una cuota de 500 rupias
(algo más de siete euros) y recibe un lathi –un palo de bambú– y un
sari rosa”. Es, dice, el único color que no estaba ya al servicio de
algún partido político, y sirve tanto para llamar la atención como para
destacar su feminidad. “Nuestro objetivo es hacer que las leyes del
país, que son buenas y protegen a la mujer, se cumplan”. Las asociadas
exigen que se erradiquen el matrimonio infantil y la tradición de la
dote, que se actúe con firmeza contra la violencia doméstica y que se
impulse la emancipación de la mujer. “No nos gusta utilizar la violencia
para lograr justicia, pero no renunciamos a ella si todas las vías
pacíficas se agotan sin dar resultado”. elpaissemanal@elpais.es
La 'Banda del Sari Rosa': contra la violencia de género y el sexismo en la India
La 'Banda del Sari Rosa' durante una manifestación.| Deepa Jainani
La 'Banda del Sari Rosa' durante una manifestación.| Deepa Jainani
Deepa Jainani (Panos London) | Uttar Pradesh (India)
Actualizado jueves 11/08/2011 17:14 horas
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Con su lathi (bastón de bambú) en alto y luciendo su sari rosado, Sampat Pal Devi camina por la calle que lleva a la oficina del superintendente de policía del distrito de Banda, mientras canta fuerte en su lengua nativa, el bundeli: "Para detener la rueda de la injusticia, unámonos contra la gente responsable del mal."
Arropada por un grupo de mujeres, vestidas con todos los tonos del rosa, Sampat Pal va a pedir justicia para Parvati, una joven de 14 años de una casta pobre y socialmente despreciada. Dicen que Parvati fue violada por un muchacho del mismo distrito y que quedó embarazada. El chico está oculto y las mujeres quieren que la policía lo encuentre.
Sin pretenderlo, Sampat Pal se ha convertido en una heroína para decenas de miles de mujeres pobres de toda la India, como líder de la Banda Gulabi ('gulabi' significa rosa en hindi y hace referencia al color de sus saris).
Nacida en 1958, hija de un pastor pobre, Sampat Pal aprendió sola a leer y a escribir gracias a los libros escolares de sus hermanos ya que no se le permitió ir a la escuela. A los 12 años la casaron con un vendedor de helados y a los veinte ya era madre de cinco hijos.
El nacimiento de la banda
El grupo nació después de que Sampat Pal fuera testigo de como un hombre golpeaba a su esposa. Cuando le pidió que parase, el hombre la atacó. Al día siguiente, Sampat Pal regresó con otras cinco mujeres, cada una de ellas con sus respectivos bastones de bambú, que le propinaron una paliza en respuesta a la que él había dado a su esposa. Era el año 2006 y desde entonces su fama no ha dejado de crecer.
De aldea en aldea por la región de Bundelkhand, Uttar Pradesh – en el norte de la India y fronterizo con Nepal – cantando himnos de rebelión y protesta, Sampat Pal pide a las mujeres que actúen directamente contra la corrupción, el sexismo y la desigualdad.
Tras cinco años, el grupo ya cuenta con 200.000 partidarias en Uttar Pradesh (UP), el estado más poblado de la India, y tiene ramificaciones en los estados vecinos de Haryana y Bihar que cuentan con 'comandantes distritales' bajo el liderazgo de Sampat Pal.
"Los problemas de los marginados de la sociedad, que rutinariamente aceptamos, de ninguna manera son exclusivos de Uttar Pradesh," explica Sampat. "El mismo tema de los Dalits (intocables), la violencia doméstica, el matrimonio infantil, las agresiones sexuales contra las mujeres, la dote y la cuestión de la tierra son asuntos que afectan a todo el país.
"Estamos resueltas a asegurarnos de que cada distrito cuente con una abanderada que recoja los temas que afectan a los pobres y que haga que sus voces sean escuchadas."
Una región desolada
Bundelkhand es un lugar duro para vivir. Desolada y árida, esta es una región donde la gente sigue muriendo de hambre y donde los bandidos campan a sus anchas. Los crímenes contra las mujeres son habituales, el sistema de castas (si bien es oficialmente ilegal) sigue incrustada en la vida social. Aparte, el propio sitio web del estado describe los niveles de alfabetización de las mujeres de Uttar Pradesh como "apabullantes" (casi el 60% de éstas son analfabetas, según el censo de 2001).
Sampat Pal dice que cada día ocurren incidentes violentos contra las mujeres. Pone por ejemplo el caso de Neelam, de 19 años, perteneciente a una de las castas más bajas. Un día, cuando sus padres estaban trabajando en el campo, un miembro de una casta más alta entró en la casa e intentó violarla. La propia víctima cuenta que "me defendí con una hoz, golpeé al muchacho que huyó herido". Sin embargo, como pertenecía a una clase superior sus padres ni le denunciaron. "Aquella noche – sigue la joven – huí y fui hasta donde Sampat Pal, que vive cerca de mi casa". Estuvo viviendo con la familia Pal durante un mes, mientras la Banda Gulabi trabajaba para que la policía asumiera su caso.
Hemlata Patel es la comandante de la Banda Gulabi en el distrito de Fatehpur, en Uttar Pradesh, donde cuenta con más de 10.000 miembros. "Nuestro día – explica Hemlata – comienza con una larga cola de personas que esperan fuera de nuestras casas, y que han venido en busca de algún tipo de ayuda. Mi trabajo comienza escuchando sus problemas y pidiendo a la otra parte su punto de vista antes de dar una respuesta. Primero tratamos de resolver amistosamente el asunto, pero cuando esto no puede ser, buscamos la ayuda de las autoridades."
"Temas de violencia doméstica – sigue Hemlata – o atrocidades contra las mujeres como consecuencia del sistema de castas son los más comunes, aunque ahora también tenemos temas relacionados con la tenencia de la tierra así como por casos de corrupción en el sistema de bienestar gubernamental". Al principio de formarse la banda, Sampat Pal y sus miembros eran conocidas por recurrir a la fuerza para conseguir lo que ellas querían, amenazando a policías y funcionarios y llegando a atacarles con sus lathis, los bastones de bambú. Pero eso ya cambió. El ayudante del superintendente de policía, Rajendra Prasad Pandey, dice ser consciente de que "la banda está haciendo un buen trabajo y en cierta manera nos ayuda a resolver muchos asuntos. Con su ayuda, podemos solucionar muchos casos con mayor rapidez y facilidad. Y el hecho de que estén trabajando como un grupo de vigilantes, a veces nos obliga a hacer nuestro trabajo."
Formar a las niñas
Hoy, la principal batalla de Sampat Pal es contra el analfabetismo femenino. "La gente, en especial la que pertenece a las castas más pobres y marginadas, no educan a sus hijas. Para la mayoría, enviar a las niñas a la escuela es un problema de recursos."
Mientras que sí envían a los niños a la escuela, se supone que las niñas deben ayudar en el campo o en la casa, haciendo tareas domésticas como cocinar, alimentar a los animales o ir a buscar agua. "A menos que comencemos a enviar a nuestras hijas a la escuela, seguiremos teniendo este problema," dice. De pronto, empieza a cantar otra canción que ella misma escribió en su lengua, el bundeli, en la que implora a las madres para que eduquen a sus hijas. "Quiero que las mujeres salgan y se rebelen contra las supersticiones y los estereotipos," añade.
En 2008, creó una escuela, la Gulabi Gang Bal Vidyalaya, en Banda. De los 600 alumnos, unas 400 son niñas. "Los aldeanos que solían enviar precozmente a sus hijas al campo, ahora se han dado cuenta de que la educación es importante y ya las están llevando a la escuela. Este año, la cifra de alumnas va a aumentar. Al final hemos conseguido romper el hielo. "Ahora no hay problema," dice antes de entonar otra de sus canciones: "Ya tenemos alas, entonces ¿para qué quedarnos en la jaula?. Escucha, amiga, ya tenemos alas".
Anita Nair es una escritora india nacida
en Shoranur en 1966. Estudió Filología inglesa y Literatura en el NSS
College, Ottapalam en Kerala. Más tarde asistió a clases en Estados
Unidos, en Virginia Center for Creative Arts, gracias a una beca a la
que tuvo acceso por su primer libro de relatos breves, Satyr of the Subway& Eleven Other Stories (1997).
En sus relatos cortos y novelas, abundan las
protagonistas femeninas en historias emotivas que mezclan tradición y
modernidad con un lenguaje sencillo. Sus obras se han traducido con
éxito a varios idiomas.
Por sus novelas, Nair ha sido nominada y ha recogido varios premios literarios. Finalista en prestigiosos certámenes como Orange Prize for Fiction, LiBeraturpreis o PEN/Beyond Margins y ganadora del Kerala Sahitya Akademi Award o el FLO FICCI Women Achievers.
By Anita Nair - Transferred from en.wikipedia (GFDL)
Madre India narra un entrañable viaje que mira hacia adentro,
hacia la significación mítica y cósmica. Con delicada sensualidad, gran
riqueza de lenguaje y una asombrosa multiplicidad de matices, la autora
recrea la palpitante sabiduría que yace en el regazo de una tierra-madre
y la callada y sublime esperanza de sus protagonistas. Las historias
que se cuentan van delineando un triángulo geográfico; un espacio que
es, en última instancia, el nexo de lo masuclino-femenino, Shiva-Shakti,
lo terrenal y lo divino.
En uno de sus vértices recorremos la tierra de Orissa, donde resuena el
eco de viejos héroes; donde las poblaciones tribales guardan
ancestrales secretos y no se rinden a la derrota; y echan un pulso a las
multinacionales. Mientras, en el otro extremo de este triángulo
sagrado, late con fuerza el corazón de Mumba Devi, donde refulgen
las voces del colonial Bombay, del nuevo Mumbai, o hasta del desafiante
Bomgay.
En esta selva de contradicciones la vida nos estremece con el relato de una devadasi,
la amputación de los genitales de un eunuco o el tierno encanto de la
isla Elefanta. Más lejos, al norte, allí donde el vértice se orienta
hacia el misterio, serpean las historias que dan cuerpo al paraíso de
Cachemira. Nos sumergiremos en los goces efímeros de un emperador, en la
sombra fría de los fusiles o en el arrullo del Islam.
La autora ha dedicado más de veinte años al estudio de India a través
de sus viajes y estancias en el país, conversando con sus gentes,
famosas o anónimas, aprendiendo de sus luchas, de su silencio, del
brillo que aflora en la dignidad humana, de la hermosura -en fin- de una
"madre" que alguien bautizó "India".