Guerreras del sari
Samat Pal es la líder del ejército de los saris rosas, un grupo de mujeres en India que lucha contra los casos de maltrato enfrentándose directamente a los maridos
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Nos dimos cuenta de que algunos hombres solo aprendían cuando se utilizaba la violencia, así que comenzamos a ayudar de esta forma a otras mujeres maltratadas
Samat Pal, líder del ejército de los saris rosas
En 2006, Sampat Pal fundó Gulabi Gang, la banda de las mujeres del sari rosa. “Somos ya unas 400.000. Cada una paga una cuota de 500 rupias (algo más de siete euros) y recibe un lathi –un palo de bambú– y un sari rosa”. Es, dice, el único color que no estaba ya al servicio de algún partido político, y sirve tanto para llamar la atención como para destacar su feminidad. “Nuestro objetivo es hacer que las leyes del país, que son buenas y protegen a la mujer, se cumplan”. Las asociadas exigen que se erradiquen el matrimonio infantil y la tradición de la dote, que se actúe con firmeza contra la violencia doméstica y que se impulse la emancipación de la mujer. “No nos gusta utilizar la violencia para lograr justicia, pero no renunciamos a ella si todas las vías pacíficas se agotan sin dar resultado”.
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La 'Banda del Sari Rosa': contra la violencia de género y el sexismo en la India La 'Banda del Sari Rosa' durante una manifestación.| Deepa Jainani La 'Banda del Sari Rosa' durante una manifestación.| Deepa Jainani Deepa Jainani (Panos London) | Uttar Pradesh (India) Actualizado jueves 11/08/2011 17:14 horas Disminuye el tamaño del texto Aumenta el tamaño del texto Con su lathi (bastón de bambú) en alto y luciendo su sari rosado, Sampat Pal Devi camina por la calle que lleva a la oficina del superintendente de policía del distrito de Banda, mientras canta fuerte en su lengua nativa, el bundeli: "Para detener la rueda de la injusticia, unámonos contra la gente responsable del mal." Arropada por un grupo de mujeres, vestidas con todos los tonos del rosa, Sampat Pal va a pedir justicia para Parvati, una joven de 14 años de una casta pobre y socialmente despreciada. Dicen que Parvati fue violada por un muchacho del mismo distrito y que quedó embarazada. El chico está oculto y las mujeres quieren que la policía lo encuentre. Sin pretenderlo, Sampat Pal se ha convertido en una heroína para decenas de miles de mujeres pobres de toda la India, como líder de la Banda Gulabi ('gulabi' significa rosa en hindi y hace referencia al color de sus saris). Nacida en 1958, hija de un pastor pobre, Sampat Pal aprendió sola a leer y a escribir gracias a los libros escolares de sus hermanos ya que no se le permitió ir a la escuela. A los 12 años la casaron con un vendedor de helados y a los veinte ya era madre de cinco hijos. El nacimiento de la banda El grupo nació después de que Sampat Pal fuera testigo de como un hombre golpeaba a su esposa. Cuando le pidió que parase, el hombre la atacó. Al día siguiente, Sampat Pal regresó con otras cinco mujeres, cada una de ellas con sus respectivos bastones de bambú, que le propinaron una paliza en respuesta a la que él había dado a su esposa. Era el año 2006 y desde entonces su fama no ha dejado de crecer. De aldea en aldea por la región de Bundelkhand, Uttar Pradesh – en el norte de la India y fronterizo con Nepal – cantando himnos de rebelión y protesta, Sampat Pal pide a las mujeres que actúen directamente contra la corrupción, el sexismo y la desigualdad. Tras cinco años, el grupo ya cuenta con 200.000 partidarias en Uttar Pradesh (UP), el estado más poblado de la India, y tiene ramificaciones en los estados vecinos de Haryana y Bihar que cuentan con 'comandantes distritales' bajo el liderazgo de Sampat Pal. "Los problemas de los marginados de la sociedad, que rutinariamente aceptamos, de ninguna manera son exclusivos de Uttar Pradesh," explica Sampat. "El mismo tema de los Dalits (intocables), la violencia doméstica, el matrimonio infantil, las agresiones sexuales contra las mujeres, la dote y la cuestión de la tierra son asuntos que afectan a todo el país. "Estamos resueltas a asegurarnos de que cada distrito cuente con una abanderada que recoja los temas que afectan a los pobres y que haga que sus voces sean escuchadas." Una región desolada Bundelkhand es un lugar duro para vivir. Desolada y árida, esta es una región donde la gente sigue muriendo de hambre y donde los bandidos campan a sus anchas. Los crímenes contra las mujeres son habituales, el sistema de castas (si bien es oficialmente ilegal) sigue incrustada en la vida social. Aparte, el propio sitio web del estado describe los niveles de alfabetización de las mujeres de Uttar Pradesh como "apabullantes" (casi el 60% de éstas son analfabetas, según el censo de 2001). Sampat Pal dice que cada día ocurren incidentes violentos contra las mujeres. Pone por ejemplo el caso de Neelam, de 19 años, perteneciente a una de las castas más bajas. Un día, cuando sus padres estaban trabajando en el campo, un miembro de una casta más alta entró en la casa e intentó violarla. La propia víctima cuenta que "me defendí con una hoz, golpeé al muchacho que huyó herido". Sin embargo, como pertenecía a una clase superior sus padres ni le denunciaron. "Aquella noche – sigue la joven – huí y fui hasta donde Sampat Pal, que vive cerca de mi casa". Estuvo viviendo con la familia Pal durante un mes, mientras la Banda Gulabi trabajaba para que la policía asumiera su caso. Hemlata Patel es la comandante de la Banda Gulabi en el distrito de Fatehpur, en Uttar Pradesh, donde cuenta con más de 10.000 miembros. "Nuestro día – explica Hemlata – comienza con una larga cola de personas que esperan fuera de nuestras casas, y que han venido en busca de algún tipo de ayuda. Mi trabajo comienza escuchando sus problemas y pidiendo a la otra parte su punto de vista antes de dar una respuesta. Primero tratamos de resolver amistosamente el asunto, pero cuando esto no puede ser, buscamos la ayuda de las autoridades." "Temas de violencia doméstica – sigue Hemlata – o atrocidades contra las mujeres como consecuencia del sistema de castas son los más comunes, aunque ahora también tenemos temas relacionados con la tenencia de la tierra así como por casos de corrupción en el sistema de bienestar gubernamental". Al principio de formarse la banda, Sampat Pal y sus miembros eran conocidas por recurrir a la fuerza para conseguir lo que ellas querían, amenazando a policías y funcionarios y llegando a atacarles con sus lathis, los bastones de bambú. Pero eso ya cambió. El ayudante del superintendente de policía, Rajendra Prasad Pandey, dice ser consciente de que "la banda está haciendo un buen trabajo y en cierta manera nos ayuda a resolver muchos asuntos. Con su ayuda, podemos solucionar muchos casos con mayor rapidez y facilidad. Y el hecho de que estén trabajando como un grupo de vigilantes, a veces nos obliga a hacer nuestro trabajo." Formar a las niñas Hoy, la principal batalla de Sampat Pal es contra el analfabetismo femenino. "La gente, en especial la que pertenece a las castas más pobres y marginadas, no educan a sus hijas. Para la mayoría, enviar a las niñas a la escuela es un problema de recursos." Mientras que sí envían a los niños a la escuela, se supone que las niñas deben ayudar en el campo o en la casa, haciendo tareas domésticas como cocinar, alimentar a los animales o ir a buscar agua. "A menos que comencemos a enviar a nuestras hijas a la escuela, seguiremos teniendo este problema," dice. De pronto, empieza a cantar otra canción que ella misma escribió en su lengua, el bundeli, en la que implora a las madres para que eduquen a sus hijas. "Quiero que las mujeres salgan y se rebelen contra las supersticiones y los estereotipos," añade. En 2008, creó una escuela, la Gulabi Gang Bal Vidyalaya, en Banda. De los 600 alumnos, unas 400 son niñas. "Los aldeanos que solían enviar precozmente a sus hijas al campo, ahora se han dado cuenta de que la educación es importante y ya las están llevando a la escuela. Este año, la cifra de alumnas va a aumentar. Al final hemos conseguido romper el hielo. "Ahora no hay problema," dice antes de entonar otra de sus canciones: "Ya tenemos alas, entonces ¿para qué quedarnos en la jaula?. Escucha, amiga, ya tenemos alas".
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