Libros, poemas, imágenes, miradas, leemos en los objetos cotidianos, nos apropiamos de herramientas con las que construir una realidad más apacible, cómplice y alegre. Te escucho....cuéntame. Leer es partir, es emigrar, una ventana, un aire nuevo en el que envolverse y cubrir lo que nos rodea. Gracias por tus comentarios.
viernes, 18 de febrero de 2011
domingo, 13 de febrero de 2011
JULiO Medem y ALGUNAS DE SUS PELÍCULAS
Julio Medem Lafont nació en San Sebastián el 21 de octubre de 1958. En su sangre se mezclan hasta cuatro procedencias. Por parte de sus abuelos paternos Alemania y Valencia, por parte de los maternos el País Vasco y Francia.
Tras pasar parte de su infancia en su ciudad natal su familia se trasladó a Madrid tras el nacimiento de su hermano Alberto. Allí estudió en el Colegio de El Pilar, donde recibió una educación elitista en el seno de un ambiente burgués y acomodado.
Su afición por el cine nació a la vera de la cámara de súper 8 mm con que su padre rodaba la vida de la familia. Por las noches, clandestinamente, Julio cogía la cámara para experimentar con la magia de la luz y las imágenes junto a su hermana Ana. Poco a poco y mediante el montaje de esos fotogramas el futuro director comenzó a descubrir la poderosa fascinación que es manejar el espacio y el tiempo, el atractivo que es crear una ficción de la nada con una modesta cámara de súper 8 y una pequeña moviola.
Durante la adolescencia sufrió un episodio de desamor que marcaría su personalidad: enamorado de una vecina en silencio vivió bastante tiempo atormentado por la no correspondencia de sus sentimientos. Incluso llegó a escribir una novela onírica, titulada Mi primer día, marcada por esta experiencia. La chica en cuestión terminó siendo novia de uno de sus hermanos. Como curiosidad hay que apuntar que aparece en uno de sus primeros cortos en súper 8, 'Fideos' (1979).
Tras este trance comienza a invertir gran parte de su tiempo en los deportes, especialmente en el atletismo donde llegó a ser toda una promesa y estuvo a punto de ser becado para las olimpiadas. A los dieciocho años fue a Soria decidido a convertirse en psiquiatra, enfocando claramente su vida hacia una de sus obsesiones: el estudio de los oscuros rincones de la mente humana. Finalmente se licenció en Medicina y Cirugía por la Universidad del País Vasco.
Instalado otra vez en San Sebastián comenzó a entrar en el mundo cinematográfico profesional a través de la crítica en La Voz de Euskadi. Mientras, seguía rodando cortometrajes, continuando con su aprendizaje autodidacta y escribiendo guiones con los que soñaba algún día convertir en largometrajes.
Un día viajó hasta a Madrid con un guión bajo el brazo titulado 'Vacas'. En todas las productoras a las que acudió le rechazaron aquella historia de argumento extraño y título no menos curioso. Medem, muy decepcionado, regresó a San Sebastián y comenzó a redactar otra historia menos compleja y más cercana a los postulados de la industria. En esos momentos en que el guión de 'La ardilla roja' comenzó a crecer entre las manos de Julio fue cuando recibió una llamada de la recién nacida productora Sogetel para aceptar el proyecto de Vacas (1992).
Tras la realización de su primer filme, con el que consiguió una gran repercusión por lo original de su propuesta, Medem comenzó a construir a través de sus películas el universo fílmico más interesante del cine español y uno de los más destacados del cine europeo, señalado como uno de los herederos de miradas tan personales como las de Luis Buñuel, Iván Zulueta o Víctor Erice, o de cineastas europeos como Ingmar Bergman, Tarkovski o Kieslowski.
Tras su segundo largometraje, 'La ardilla roja' (1993), su vida pudo cambiar por completo en el terreno profesional. Recomendado por el mismísimo Stanley Kubrick (a quien entusiasmó el filme protagonizado por Emma Suárez y Nancho Novo), Steven Spielberg llamó a Julio con la propuesta de dirigir La máscara del Zorro, una cinta basada en el mítico personaje que iba a realizar su productora, Dreamworks. Tras leer el guión y reflexionar sobre lo que provocaría el venderse a Hollywood realizando una película de aventuras con un concepto cinematográfico muy lejano al suyo, Medem desestimó el ofrecimiento y prefirió continuar con sus proyectos fílmicos en España. El filme fue dirigido finalmente en 1998 por Martin Campbell y protagonizado por Antonio Banderas, Catherine Zeta-Jones y Anthony Hopkins.
El siguiente fue 'Tierra' (1996), quizá la película cuya pre-producción trajo más de cabeza a Medem, ya que tuvo que aplazar el rodaje varias veces en espera a Antonio Banderas, que tenía compromisos para rodar en EE.UU. Julio, cansado, acabó olvidando a Banderas y optó (con mucho acierto) por Carmelo Gómez para interpretar al personaje de Ángel.
En 1997 creó Alicia Produce, su propia productora cinematográfica, con la que ha realizado algunos de sus trabajos fílmicos y produciendo a otros.
En 1998, con 'Los amantes del Círculo Polar', a Julio le llegó el reconocimiento del público y se consolidó como uno de los grandes valores de la cinematografía nacional. Esta película le causó un gran trauma a pesar de su buen rendimiento comercial, ya que el trágico final de esta historia de amor le perseguía constantemente en sus pensamientos. Así que optó por dar otra oportunidad al personaje de Ana reencarnándole en Lucía, la protagonista de su quinto filme, 'Lucía y el sexo' (2001), una película que habla del azar, las casualidades del destino y de alimento que proporcionan a nuestra existencia el amor y el sexo.
El 21 de septiembre de 2003, dentro de la Sección de Especiales Zabaltegui del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, Julio estrenó 'La pelota vasca. La piel contra la piedra', un documental sobre la problemática política y social existente en Euskadi. Este trabajo generó una gran polémica de la que el director se defendió escudándose en la mirada limpia y honesta con que se realizó este filme. Tras 'La pelota vasca' Julio iba a plasmar en su sexto largometraje de ficción la historia de Aitor. La piel contra la piedra, película hermana del documental, pero que definitivamente aparcó para lanzarse hacia otros derroteros fílmicos y narrativos con 'Caótica Ana', que estrenó en el verano de 2007, y que supuso una gran apuesta personal del director. Y no salió nada bien. Gran parte del público y de la crítica despreciaron la película, siendo un gran revés para Medem el mal recibimiento del filme.
Tras largos meses de sufrimiento en los que se encerró a escribir historias casi complusivamente (y tras una sincera y valiente confesión pública en el diario El País) regresó en enero de 2009 con su octavo largometraje, el séptimo de ficción, 'Room in Rome', su primer historia rodada íntegramente en inglés.
ARTE Y ESQUIZOFRENIA en el universo de Médem
FILMOGRAFIA DE MEDEM
http://www.juliomedem.org/filmografia/filmograf.html
HUDA BARAKAT la mujer que le pone rostro al Líbano actual
Escritora Huda Barakat es la mujer que le pone rostro al Líbano actual
Entrevista con una de las pocas autoras árabes que ha logrado ser traducida al español y ser editada en América Latina.En el 2000 ganó el premio Naguib Mahfouz, el más importante de la lengua árabe, con la novela 'El labrador de aguas', que en Colombia editó Norma.
Barakat lleva casi dos décadas viviendo en París, ciudad a la que tuvo que huir para escapar de la guerra civil que afectó a su país durante casi tres lustros (1975-1990).
Buena parte de sus novelas hablan del conflicto del Líbano, pero desde la rutina de quienes lo padecieron.'
El labrador de aguas' es la historia de Nicolás, un comerciante acomodado del centro de Beirut que regenta una tienda de telas. Durante la Guerra Civil, pierde a sus padres y a su amante, Shamsa, una joven de origen kurdo. Poco después, el fuego destruye el almacén familiar y solo deja intacto el sótano donde guarda las telas. Allí, Nicolás se refugia de los bombardeos y, rodeado de telas, rememora su vida con su madre y la mujer que dejó ir.
Ahora, a los 57 años, quiere demostrar que muchas cosas han cambiado en su mundo.
-¿Qué tan difícil es para una mujer hacer literatura en el Líbano?
-Es igual que en cualquier parte. Viví en un medio intelectual y cosmopolita. Mi abuela hablaba muchas lenguas. Lo que sucede es que se tienen muchos prejuicios sobre la realidad del Líbano. Se trata de una sociedad multicultural. Yo fui a la escuela y a la universidad igual que todo el mundo.Me he ganado mi lugar en la literatura y el respeto por lo que hago y no tengo ninguna condición especial por ser mujer. Todo es muy diferente de la visión que se tiene en Occidente de los países árabes, donde consideran que todas las mujeres andan con la cabeza cubierta. Es más o menos lo mismo que sucede con Colombia y los que solo conocen el país por lo que dicen en las noticias.
-¿Cómo se refleja esa realidad en su literatura?
-Mi literatura refleja la realidad libanesa. No escribo para los extranjeros, escribo en árabe. No soy ni anglófona, ni francófona. Tampoco describo la realidad, porque ese es un trabajo de los periodistas. Yo hago novelas. Mis personajes parten de la realidad del Líbano porque soy de allí, pero la literatura es universal.En algún momento se dijo que el Líbano era la Suiza del Oriente. Es más que Suiza, porque Suiza es aburrida. El Líbano es muy diverso y complejo, por eso es más interesante que Suiza.
-¿Y qué pasó con la guerra?-
Los problemas del Líbano son un reflejo de lo que pasa en el mundo, solo que en un mismo espacio. Sin embargo, el Líbano es una sociedad diversa y multicultural.Usted es cristiano-maronita, pero vive en una región donde predomina la religión musulmana.Yo no represento la comunidad cristiana, no hablo en nombre de todo el mundo sino en nombre propio. Las diferencias no son entre comunidades religiosas, no es una guerra entre cristianos y musulmanes, es una guerra entre ideologías políticas.
-¿Qué papel juega un intelectual en una sociedad en crisis?-
Contribuye a dar las bases de la convivencia, permite soñar que la vida juntos es posible y que la inteligencia humana nos obliga a salir de esta encrucijada, no importa que se pertenezca a una religión o una ideología diferente, porque todos tienen derecho a elegir.
-¿Es recíproco el desconocimiento que tiene América Latina del mundo árabe?
-No, nosotros conocemos América Latina más que lo que se conoce la realidad del Líbano. Sabemos de los escritores y de la historia de los últimos dos siglos. Eso sucede porque de allá se vinieron muchos inmigrantes a estas tierras y eso ha creado unos grandes lazos.
FUENTE:
http://revistaliterariaazularte.blogspot.com/2008/03/entrevsita-huba-barakat.html
Entrevista con una de las pocas autoras árabes que ha logrado ser traducida al español y ser editada en América Latina.En el 2000 ganó el premio Naguib Mahfouz, el más importante de la lengua árabe, con la novela 'El labrador de aguas', que en Colombia editó Norma.
Barakat lleva casi dos décadas viviendo en París, ciudad a la que tuvo que huir para escapar de la guerra civil que afectó a su país durante casi tres lustros (1975-1990).
Buena parte de sus novelas hablan del conflicto del Líbano, pero desde la rutina de quienes lo padecieron.'
El labrador de aguas' es la historia de Nicolás, un comerciante acomodado del centro de Beirut que regenta una tienda de telas. Durante la Guerra Civil, pierde a sus padres y a su amante, Shamsa, una joven de origen kurdo. Poco después, el fuego destruye el almacén familiar y solo deja intacto el sótano donde guarda las telas. Allí, Nicolás se refugia de los bombardeos y, rodeado de telas, rememora su vida con su madre y la mujer que dejó ir.
Ahora, a los 57 años, quiere demostrar que muchas cosas han cambiado en su mundo.
-¿Qué tan difícil es para una mujer hacer literatura en el Líbano?
-Es igual que en cualquier parte. Viví en un medio intelectual y cosmopolita. Mi abuela hablaba muchas lenguas. Lo que sucede es que se tienen muchos prejuicios sobre la realidad del Líbano. Se trata de una sociedad multicultural. Yo fui a la escuela y a la universidad igual que todo el mundo.Me he ganado mi lugar en la literatura y el respeto por lo que hago y no tengo ninguna condición especial por ser mujer. Todo es muy diferente de la visión que se tiene en Occidente de los países árabes, donde consideran que todas las mujeres andan con la cabeza cubierta. Es más o menos lo mismo que sucede con Colombia y los que solo conocen el país por lo que dicen en las noticias.
-¿Cómo se refleja esa realidad en su literatura?
-Mi literatura refleja la realidad libanesa. No escribo para los extranjeros, escribo en árabe. No soy ni anglófona, ni francófona. Tampoco describo la realidad, porque ese es un trabajo de los periodistas. Yo hago novelas. Mis personajes parten de la realidad del Líbano porque soy de allí, pero la literatura es universal.En algún momento se dijo que el Líbano era la Suiza del Oriente. Es más que Suiza, porque Suiza es aburrida. El Líbano es muy diverso y complejo, por eso es más interesante que Suiza.
-¿Y qué pasó con la guerra?-
Los problemas del Líbano son un reflejo de lo que pasa en el mundo, solo que en un mismo espacio. Sin embargo, el Líbano es una sociedad diversa y multicultural.Usted es cristiano-maronita, pero vive en una región donde predomina la religión musulmana.Yo no represento la comunidad cristiana, no hablo en nombre de todo el mundo sino en nombre propio. Las diferencias no son entre comunidades religiosas, no es una guerra entre cristianos y musulmanes, es una guerra entre ideologías políticas.
-¿Qué papel juega un intelectual en una sociedad en crisis?-
Contribuye a dar las bases de la convivencia, permite soñar que la vida juntos es posible y que la inteligencia humana nos obliga a salir de esta encrucijada, no importa que se pertenezca a una religión o una ideología diferente, porque todos tienen derecho a elegir.
-¿Es recíproco el desconocimiento que tiene América Latina del mundo árabe?
-No, nosotros conocemos América Latina más que lo que se conoce la realidad del Líbano. Sabemos de los escritores y de la historia de los últimos dos siglos. Eso sucede porque de allá se vinieron muchos inmigrantes a estas tierras y eso ha creado unos grandes lazos.
FUENTE:
http://revistaliterariaazularte.blogspot.com/2008/03/entrevsita-huba-barakat.html
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entrevistas,
escritora,
LIBANO
Nuria Barrios
1962-. Escritora española.
Pocos sospechan al percibir la primera fisura en una pieza de porcelana que esa delgada línea basta para hacerla estallar.
Nuria BARRIOS
Madrid, 1962
Es escritora y doctora en Filosofía. Ha publicado el poemario El hilo de agua (Algaida, 2004), que fue ganador del Premio Ateneo de Sevilla; la novela Amores patológicos (Ediciones B, 1998. Punto de Lectura, 2002), el libro de relatos El zoo sentimental (Alfaguara, 2000. Punto de Lectura, 2002) y un libro de viajes, Balearia (Plaza y Janés, 2000). Asimismo ha participado en varias antologías de cuentos: Páginas amarillas (Lengua de Trapo, 1998), Vidas de mujer (Alianza Editorial, 1998), Cuentos de mujeres solas (Alfaguara, 2002), Pequeñas resistencias (Páginas de Espuma, 2002), Tu nombre flotando en el adiós (Ediciones B, 2003) y Comedias de Shakespeare (451 Editores, 2007). Su obra ha sido traducida al holandés, al italiano, al portugués, al croata y al esperanto. Colabora habitualmente con el suplemento literario de El País. Como columnista ha sido premiada por la Fundación Mastia.
Su última obra es la esperada novela El alfabeto de los pájaros (Seix Barral, 2011).
El alfabeto de los pájaros
Seix Barral, febrero 2011 Nix tiene seis años, ha nacido en China y es adoptada. Quiere mucho a su familia, pero el dolor del abandono, al que ella no sabe dar nombre, la atormenta. Sólo las historias que inventa su madre la alivian, apaciguan su ira y su desconcierto. Pero el dolor siempre regresa.
La niña cree que el secreto de la felicidad está en el vientre donde vivimos antes de nacer. Sus amigos conocen ese vientre, proceden de él, y Nix piensa que, para ser feliz como ellos, debe regresar al interior de su madre china, el lugar donde todo comenzó. Sólo volviendo al inicio podría saber quién es, dar sentido a su nueva vida, eliminar tantas preguntas sin respuesta. Pero ese viaje no es posible. ¿O sí?
La voz aquí creada por Nuria Barrios nos adentra en el corazón de una niña extraordinariamente sensible e ingeniosa. El alfabeto de los pájaros es una novela sobre lo que significa ser adoptado, sobre las heridas feroces que provoca el abandono, sobre el olvido y la memoria y sobre la fuerza conmovedora del amor. Pero sobre todo es una novela sobre el poder de la imaginación.
«Una novela que trata, por primera vez y como se merece, el tema de la adopción, desde el punto de vista de la niña china Nix, y acudiendo a la imaginación para vencer el miedo al abandono. Una hermosa mezcla de poesía, relatos y novela de una exquisita sensibilidad. La mejor narrativa.» Ricard Ruiz Garzón, Qué Leer
«Una asombrosa fábula multicultural.» Margarita Rivière, El País.
«Nuria logra con su libro, gracias al calor de la poesía que brilla en cada frase, que nos sintamos reconfortados…a pesar del olvido.» Carme Chacón.
«Esta historia imposible es tan verosímil como los sonidos y los ruidos de la ternura.» Angel Gabilondo
«Un libro hermoso. La adopción es un milagro laico: trasciende la pura biología para crear lazos como los del amor que es cultivo de la humanidad solidaria.» José Bono
«Nuria Barrios ha logrado seducirme y emocionarme con su inesperado enfoque, convirtiendo el libro en un cuento mágico. He sentido que leía una novela de aventuras desconocida e insólita de Jack London.» Fernando Marías
«Nuria logra con su libro, gracias al calor de la poesía que brilla en cada frase, que nos sintamos reconfortados…a pesar del olvido.» Carme Chacón
«Una asombrosa fábula multicultural.» Margarita Rivière, El País
«Pocas veces se podrá explicar la fuerza y generosidad del amor con tanta ternura, como en esta balsámica novela sobre el poder de la palabra y de la imaginación.» Guillermo Busutil, Mercurio
«Francamente original, la autora llena de poesía y encanto oriental la narración.»Concha Quirós, Librería Cervantes
******************************************************************************************
El agua para olvidar
El agua para olvidar,
para recordar de dónde venimos, para morir
y nacer de nuevo, para vaciarnos de escoria,
para burlar la gravedad, para perder la verti
-cal, para ser leves, para respirar, para diluir
el veneno, para abrevar de agua los besos,
para no llorar, para escuchar el silencio, para
enfrentarnos a nuestra sombra, para prote-
gernos del aire que no seca reseca diseca,
para que el cielo nos clave su estandarte
en la postura del misionero.
El agua para levantar los pies del suelo, y marchar al
desierto
1962-. Escritora española.
Pocos sospechan al percibir la primera fisura en una pieza de porcelana que esa delgada línea basta para hacerla estallar.
Nuria BARRIOS
Madrid, 1962
Es escritora y doctora en Filosofía. Ha publicado el poemario El hilo de agua (Algaida, 2004), que fue ganador del Premio Ateneo de Sevilla; la novela Amores patológicos (Ediciones B, 1998. Punto de Lectura, 2002), el libro de relatos El zoo sentimental (Alfaguara, 2000. Punto de Lectura, 2002) y un libro de viajes, Balearia (Plaza y Janés, 2000). Asimismo ha participado en varias antologías de cuentos: Páginas amarillas (Lengua de Trapo, 1998), Vidas de mujer (Alianza Editorial, 1998), Cuentos de mujeres solas (Alfaguara, 2002), Pequeñas resistencias (Páginas de Espuma, 2002), Tu nombre flotando en el adiós (Ediciones B, 2003) y Comedias de Shakespeare (451 Editores, 2007). Su obra ha sido traducida al holandés, al italiano, al portugués, al croata y al esperanto. Colabora habitualmente con el suplemento literario de El País. Como columnista ha sido premiada por la Fundación Mastia.
Su última obra es la esperada novela El alfabeto de los pájaros (Seix Barral, 2011).
El alfabeto de los pájaros
Seix Barral, febrero 2011 Nix tiene seis años, ha nacido en China y es adoptada. Quiere mucho a su familia, pero el dolor del abandono, al que ella no sabe dar nombre, la atormenta. Sólo las historias que inventa su madre la alivian, apaciguan su ira y su desconcierto. Pero el dolor siempre regresa.
La niña cree que el secreto de la felicidad está en el vientre donde vivimos antes de nacer. Sus amigos conocen ese vientre, proceden de él, y Nix piensa que, para ser feliz como ellos, debe regresar al interior de su madre china, el lugar donde todo comenzó. Sólo volviendo al inicio podría saber quién es, dar sentido a su nueva vida, eliminar tantas preguntas sin respuesta. Pero ese viaje no es posible. ¿O sí?
La voz aquí creada por Nuria Barrios nos adentra en el corazón de una niña extraordinariamente sensible e ingeniosa. El alfabeto de los pájaros es una novela sobre lo que significa ser adoptado, sobre las heridas feroces que provoca el abandono, sobre el olvido y la memoria y sobre la fuerza conmovedora del amor. Pero sobre todo es una novela sobre el poder de la imaginación.
«Una novela que trata, por primera vez y como se merece, el tema de la adopción, desde el punto de vista de la niña china Nix, y acudiendo a la imaginación para vencer el miedo al abandono. Una hermosa mezcla de poesía, relatos y novela de una exquisita sensibilidad. La mejor narrativa.» Ricard Ruiz Garzón, Qué Leer
«Una asombrosa fábula multicultural.» Margarita Rivière, El País.
«Nuria logra con su libro, gracias al calor de la poesía que brilla en cada frase, que nos sintamos reconfortados…a pesar del olvido.» Carme Chacón.
«Esta historia imposible es tan verosímil como los sonidos y los ruidos de la ternura.» Angel Gabilondo
«Un libro hermoso. La adopción es un milagro laico: trasciende la pura biología para crear lazos como los del amor que es cultivo de la humanidad solidaria.» José Bono
«Nuria Barrios ha logrado seducirme y emocionarme con su inesperado enfoque, convirtiendo el libro en un cuento mágico. He sentido que leía una novela de aventuras desconocida e insólita de Jack London.» Fernando Marías
«Nuria logra con su libro, gracias al calor de la poesía que brilla en cada frase, que nos sintamos reconfortados…a pesar del olvido.» Carme Chacón
«Una asombrosa fábula multicultural.» Margarita Rivière, El País
«Pocas veces se podrá explicar la fuerza y generosidad del amor con tanta ternura, como en esta balsámica novela sobre el poder de la palabra y de la imaginación.» Guillermo Busutil, Mercurio
«Francamente original, la autora llena de poesía y encanto oriental la narración.»Concha Quirós, Librería Cervantes
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El agua para olvidar
El agua para olvidar,
para recordar de dónde venimos, para morir
y nacer de nuevo, para vaciarnos de escoria,
para burlar la gravedad, para perder la verti
-cal, para ser leves, para respirar, para diluir
el veneno, para abrevar de agua los besos,
para no llorar, para escuchar el silencio, para
enfrentarnos a nuestra sombra, para prote-
gernos del aire que no seca reseca diseca,
para que el cielo nos clave su estandarte
en la postura del misionero.
El agua para levantar los pies del suelo, y marchar al
desierto
GIOVANNA POLLAROLO
GIOVANNA POLLAROLO
Giovanna Pollarolo (1952- ). Giovanna nació en el Perú en 1952. Guionista de largometrajes como No se lo digas a nadie de Jaime Baily, La boca del lobo (1988, coguionista Augusto Cabada) y Caídos del cielo (1989). Recientemente escribió el guión de Ojos que no ven. Profesora de la Universidad de Lima, editora de la revista cultural Debate, la más prestigiosa del Perú. Autora de los libros de poesía: Huerto de los Olivos,1987, Entre mujeres solas, 1991, La ceremonia del adiós, 1997, además de un libro de cuentos. El libro de relatos, Atado de nervios, fue publicado por Alfaguara en 1999.
Las letras de tu nombre
Decir "las letras de tu nombre no me dejan ver
no me dejan verme"
puede parecer una metáfora útil para empezar un poema
una frase que anuncie con dudosa belleza algo así como:
"por pensar en ti camino a tientas". O "sin ti
no puedo vivir, no sé quién soy, no sé qué hacer".
No.
Decir que las letras de tu nombre no me dejan ver
no me dejan verme
es tan literal como decir
que escribo en un cuaderno cuadriculado
a las 11 de la mañana, con plumón rojo
el pelo mojado, recién salida de la ducha
esta mañana de agosto, 29.
Me explico:
desde que te fuiste, cada mañana escribo tu nombre
en el espejo. En la soledad del baño lleno del vapor
que todo lo empaña, en lugar de limpiar el vaho con un trapo
o un pedazo de papel, me dedo recorre la superficie del espejo
y escribo tu nombre.
Sí. Tu nombre,
seguido de alguna breve declaración.
Esas cosas que se escriben en las parees de los baños,
en los cuadernos, en servilletas de papel
yo las escribo en el espejo empañado
obedeciendo a una cábala que inventé
cuando supe que no regresarías.
Y entonces
cuando debo peinarme, lavarme los dientes,
pintarme los ojos
disimular mi palidez
las letras de tu nombre en el espejo no me dejan ver
no me dejan verme.
De vuelta a casa
Luego que chupó vinagre, dijo TODO ESTÁ
CONSUMADO
Te llevaste la almohada
que te regalé el día de navidad
el televisor
un par de libros
tu ropa.
De ti me queda, en la cama
el ligero olor de tu perfume
a punto de desvanecerse
Poema El Principio de Giovanna Pollarolo
Esa navidad le regalé una almohada.
Una almohada no es más que eso: un regalo.
Pudo haber sido un libro
una corbata, un perfume, un reloj. Pero le regalé
una almohada.
Esa navidad él me contó
que yo ya no estaba en sus sueños:
había visto muchas puertas y oscuros callejones.
También me advirtió de la inmensa pena
que le daba tener que decirme
sus infinitos deseos
de acariciar otro cuerpo
mirar otros ojos
la ilusión de esperar a alguien
y la ansiedad de no saber
las ganas
de besar, abrazar, tocar, cantar, lamer, sonreír,
reír, silbar, bailar.
Y yo le regalé una almohada.
Giovanna Pollarolo (1952- ). Giovanna nació en el Perú en 1952. Guionista de largometrajes como No se lo digas a nadie de Jaime Baily, La boca del lobo (1988, coguionista Augusto Cabada) y Caídos del cielo (1989). Recientemente escribió el guión de Ojos que no ven. Profesora de la Universidad de Lima, editora de la revista cultural Debate, la más prestigiosa del Perú. Autora de los libros de poesía: Huerto de los Olivos,1987, Entre mujeres solas, 1991, La ceremonia del adiós, 1997, además de un libro de cuentos. El libro de relatos, Atado de nervios, fue publicado por Alfaguara en 1999.
Las letras de tu nombre
Decir "las letras de tu nombre no me dejan ver
no me dejan verme"
puede parecer una metáfora útil para empezar un poema
una frase que anuncie con dudosa belleza algo así como:
"por pensar en ti camino a tientas". O "sin ti
no puedo vivir, no sé quién soy, no sé qué hacer".
No.
Decir que las letras de tu nombre no me dejan ver
no me dejan verme
es tan literal como decir
que escribo en un cuaderno cuadriculado
a las 11 de la mañana, con plumón rojo
el pelo mojado, recién salida de la ducha
esta mañana de agosto, 29.
Me explico:
desde que te fuiste, cada mañana escribo tu nombre
en el espejo. En la soledad del baño lleno del vapor
que todo lo empaña, en lugar de limpiar el vaho con un trapo
o un pedazo de papel, me dedo recorre la superficie del espejo
y escribo tu nombre.
Sí. Tu nombre,
seguido de alguna breve declaración.
Esas cosas que se escriben en las parees de los baños,
en los cuadernos, en servilletas de papel
yo las escribo en el espejo empañado
obedeciendo a una cábala que inventé
cuando supe que no regresarías.
Y entonces
cuando debo peinarme, lavarme los dientes,
pintarme los ojos
disimular mi palidez
las letras de tu nombre en el espejo no me dejan ver
no me dejan verme.
De vuelta a casa
Luego que chupó vinagre, dijo TODO ESTÁ
CONSUMADO
Te llevaste la almohada
que te regalé el día de navidad
el televisor
un par de libros
tu ropa.
De ti me queda, en la cama
el ligero olor de tu perfume
a punto de desvanecerse
Poema El Principio de Giovanna Pollarolo
Esa navidad le regalé una almohada.
Una almohada no es más que eso: un regalo.
Pudo haber sido un libro
una corbata, un perfume, un reloj. Pero le regalé
una almohada.
Esa navidad él me contó
que yo ya no estaba en sus sueños:
había visto muchas puertas y oscuros callejones.
También me advirtió de la inmensa pena
que le daba tener que decirme
sus infinitos deseos
de acariciar otro cuerpo
mirar otros ojos
la ilusión de esperar a alguien
y la ansiedad de no saber
las ganas
de besar, abrazar, tocar, cantar, lamer, sonreír,
reír, silbar, bailar.
Y yo le regalé una almohada.
sábado, 12 de febrero de 2011
Isabel Coixet y el cine
Si estás muerto ¿por qué bailas?
Siempre me había gustado el título de esa película de Alfredo Landa y pensé súbitamente en él en el pasado Festival de Cannes. Mientras las estrellas más rutilantes del cine mundial efectuaban ese curioso paseíllo a caballo entre parada de los monstruos y desfile de moda que sucede sobre una alfombra roja, escuché a Catherine Deneuve -la última estrella europea, con permiso de Jeanne Moreau- murmurar entre dientes que se dibujaban a través de sus labios teñidos de granate intenso, mientras miraba con una cierta conmiseración a los fans que la aclamaban apostados a la entrada del Palais: "Supongo que estos serán los que también vendrán a mi funeral, así que voy a bailar para ellos". E inmediatamente avanzó hacia el centro de la alfombra y se pintó en su cara ese amago de sonrisa, que es la marca de la casa, que ofreció a los fotógrafos enfervorecidos y a los cazadores de autógrafos que rugían "¡Catherine!".
La actriz de Tristana y Repulsión encarna a un pedazo de la historia del cine, de un cine que no sé si murió, como dice Peter Greenaway, cuando se inventó el mando a distancia, pero que hoy a mucha gente se le antoja tan periclitado como los móviles con antena o los cigarrillos mentolados.
La comunión con la pantalla que excluía al mundo exterior y permitía al espectador una experiencia personal, intransferible y fuera del tiempo está agonizando. Mal que nos pese, esa densa oscuridad del fuera de campo de una sala de cine está dando sus últimos coletazos. Ver una película en casa, sea en un monitor de televisión o en la pantalla de un ordenador es un acto de consumo cuyo fuera de campo es la cotidianidad: los niños que juegan, la cafetera que silba, el desorden en las estanterías, la vida doméstica que lima la abstracción que propone una película, cualquier película.
El espectador de hoy, mientras ve una película en su ordenador, come, fuma, twitea, contesta correos, cuelga comentarios en los muros de los amigos. Así son las cosas. La relación entre lo visible y lo invisible se ha modificado. La noche artificial en la que te sumerge una película vista en una sala no tiene ya el carácter sacro que tenía para muchas generaciones de espectadores.
Esa banalización del disfrute, unida a la asombrosa ceguera de avestruz de los canales de distribución, que si viven en el mismo planeta que los espectadores lo disimulan muy bien, hace que el acto de descargar una cinta no cree ningún problema en los internautas. Una película en este momento de la historia es un entretenimiento escasamente relevante comparable a unos cromos de un álbum que no nos emocionan especialmente y que se cambian cuando uno ya los tiene repetidos o medio vistos.
Las películas ya no modelan nuestros puntos de vista sobre el amor, la política, la historia, las relaciones: han dejado de ser fundamentales. Ignorar esta disminución de la influencia del cine en la vida es algo que los cineastas no podemos permitirnos ignorar. La nostalgia, aunque inevitable, es un error (Simone Signoret dixit) que puede costarnos la supervivencia.
Es nuestro deber saber (o intentarlo al menos) dónde estamos y avanzar, aunque sea a ciegas y con multitud de traspiés, hacia algo que no conocemos aún, pero que nos va a llevar muy lejos de la zona de confort donde estamos instalados. Arriesgar, experimentar, explorar lo desconocido, poner lo mejor de nosotros en lo que hacemos sin tener el ojo puesto en la taquilla, el prestigio o nuestra propia vanidad es el único camino posible que se me ocurre. No es, por supuesto, nada nuevo: es exactamente lo que preconiza Rilke en Cartas a un joven poeta, el único libro que recomiendo cuando me dan la oportunidad de dar clase en alguna escuela de cine.
En los últimos tiempos he tenido conversaciones con cineastas de todo el mundo, desde estudiantes que están empezando a estudiar cine, hasta gente consagrada como Stephen Frears, John Sayles, pasando por Wim Wenders, Kore Eda, Olivier Assayas, Agnès Varda o Alejandro González Iñárritu, y estas son las pocas pero contundentes conclusiones a las que todos llegamos: hacer películas en las que creamos absolutamente. Con o sin dinero. Documentales, epopeyas, docudramas. Con o sin ayudas institucionales. Cortos, largos de ficción, mediometrajes, minipelículas de minuto. En 70 milímetros o con una aplicación del iPhone. Para las salas de cine, para la Red, para la tele o para una proyección en el terrado de nuestros vecinos.
El cine, gracias a las nuevas tecnologías, afortunadamente ya no es el tren eléctrico más caro del mundo, como decía Orson Welles. Otra cosa es que los que quieren hacer cine quizás lo que en realidad quieren es un instante de esplendor en la alfombra roja. Algo pasajero, burbujeante, efímero, banal. Y si me preguntan, muy muy aburrido. Son cosas diferentes y, a menudo, contradictorias.
Las rencillas de patio de colegio que tienen un eco, a mi modo de ver completamente sobredimensionado, en las páginas de los periódicos estos últimos tiempos y que tienen por protagonistas a miembros de la Academia, son una pintoresca cortina de humo que oculta los temas que he señalado antes: la pérdida de peso del sector cinematográfico en el concierto de la cultura, el abismo entre quiénes somos y lo que representamos, la incomprensible confusión entre instituciones y personas.
Los problemas del cine español -como los problemas del cine en todo el mundo- tienen que ver con una disminución gradual de los espectadores en circuitos convencionales. Asusta mirar las estadísticas: 140 millones de espectadores en 2004 (por no retroceder aún más), 104 millones en 2008. En 2010, las salas perdieron un millón de espectadores al mes. Los datos difieren según los diferentes estudios, pero todos coinciden en que la bajada de 2010 ha sido la más pronunciada. Repito: no solo en España. También en los países donde hay un control de las descargas del que aquí carecemos y donde es posible por un precio más que razonable bajarse una película y sus extras, con todas las garantías.
¿Estos espectadores que han dejado de ir al cine son los que se bajan las películas en la Red o se las compran a los chinos que venden por los bares (que cada vez se ven menos)? Yo creo que no. La gente deja de ir al cine por múltiples razones: porque pierden el hábito, porque no hay nada en la cartelera que les motive, porque prefieren gastarse 100 euros en una entrada de fútbol, porque se enganchan a las series de HBO, porque tienen niños y sale por un pico el cine y las horas de canguro o porque, simplemente, pasan: no es algo importante en sus vidas, lo arrinconan hasta el olvido.
¿Es posible recuperarlos? No lo sé. Lo único que sé es que en este momento en que nos encontramos, más que nunca, el deber de un cineasta es construir un punto de vista sobre la realidad (y en eso incluyo a cualquier tipo de cineasta, desde el más oscuro y minoritario al más comercial), saber dónde está, empaparse de las cosas que pasan (aunque luego haga una película de zombis en el espacio) y empeñarse en ser lo más libre que pueda.
Aunque duela. Aunque te pongan a parir. Aunque dé vértigo. Porque aunque el cine haya muerto, los cineastas vamos a seguir bailando. Es el único favor que podemos ofrecer a los espectadores. Ojalá aún estén dispuestos a bailar con nosotros.a.
Publicado en El País el 2 de febrero de 2011
Siempre me había gustado el título de esa película de Alfredo Landa y pensé súbitamente en él en el pasado Festival de Cannes. Mientras las estrellas más rutilantes del cine mundial efectuaban ese curioso paseíllo a caballo entre parada de los monstruos y desfile de moda que sucede sobre una alfombra roja, escuché a Catherine Deneuve -la última estrella europea, con permiso de Jeanne Moreau- murmurar entre dientes que se dibujaban a través de sus labios teñidos de granate intenso, mientras miraba con una cierta conmiseración a los fans que la aclamaban apostados a la entrada del Palais: "Supongo que estos serán los que también vendrán a mi funeral, así que voy a bailar para ellos". E inmediatamente avanzó hacia el centro de la alfombra y se pintó en su cara ese amago de sonrisa, que es la marca de la casa, que ofreció a los fotógrafos enfervorecidos y a los cazadores de autógrafos que rugían "¡Catherine!".
La actriz de Tristana y Repulsión encarna a un pedazo de la historia del cine, de un cine que no sé si murió, como dice Peter Greenaway, cuando se inventó el mando a distancia, pero que hoy a mucha gente se le antoja tan periclitado como los móviles con antena o los cigarrillos mentolados.
La comunión con la pantalla que excluía al mundo exterior y permitía al espectador una experiencia personal, intransferible y fuera del tiempo está agonizando. Mal que nos pese, esa densa oscuridad del fuera de campo de una sala de cine está dando sus últimos coletazos. Ver una película en casa, sea en un monitor de televisión o en la pantalla de un ordenador es un acto de consumo cuyo fuera de campo es la cotidianidad: los niños que juegan, la cafetera que silba, el desorden en las estanterías, la vida doméstica que lima la abstracción que propone una película, cualquier película.
El espectador de hoy, mientras ve una película en su ordenador, come, fuma, twitea, contesta correos, cuelga comentarios en los muros de los amigos. Así son las cosas. La relación entre lo visible y lo invisible se ha modificado. La noche artificial en la que te sumerge una película vista en una sala no tiene ya el carácter sacro que tenía para muchas generaciones de espectadores.
Esa banalización del disfrute, unida a la asombrosa ceguera de avestruz de los canales de distribución, que si viven en el mismo planeta que los espectadores lo disimulan muy bien, hace que el acto de descargar una cinta no cree ningún problema en los internautas. Una película en este momento de la historia es un entretenimiento escasamente relevante comparable a unos cromos de un álbum que no nos emocionan especialmente y que se cambian cuando uno ya los tiene repetidos o medio vistos.
Las películas ya no modelan nuestros puntos de vista sobre el amor, la política, la historia, las relaciones: han dejado de ser fundamentales. Ignorar esta disminución de la influencia del cine en la vida es algo que los cineastas no podemos permitirnos ignorar. La nostalgia, aunque inevitable, es un error (Simone Signoret dixit) que puede costarnos la supervivencia.
Es nuestro deber saber (o intentarlo al menos) dónde estamos y avanzar, aunque sea a ciegas y con multitud de traspiés, hacia algo que no conocemos aún, pero que nos va a llevar muy lejos de la zona de confort donde estamos instalados. Arriesgar, experimentar, explorar lo desconocido, poner lo mejor de nosotros en lo que hacemos sin tener el ojo puesto en la taquilla, el prestigio o nuestra propia vanidad es el único camino posible que se me ocurre. No es, por supuesto, nada nuevo: es exactamente lo que preconiza Rilke en Cartas a un joven poeta, el único libro que recomiendo cuando me dan la oportunidad de dar clase en alguna escuela de cine.
En los últimos tiempos he tenido conversaciones con cineastas de todo el mundo, desde estudiantes que están empezando a estudiar cine, hasta gente consagrada como Stephen Frears, John Sayles, pasando por Wim Wenders, Kore Eda, Olivier Assayas, Agnès Varda o Alejandro González Iñárritu, y estas son las pocas pero contundentes conclusiones a las que todos llegamos: hacer películas en las que creamos absolutamente. Con o sin dinero. Documentales, epopeyas, docudramas. Con o sin ayudas institucionales. Cortos, largos de ficción, mediometrajes, minipelículas de minuto. En 70 milímetros o con una aplicación del iPhone. Para las salas de cine, para la Red, para la tele o para una proyección en el terrado de nuestros vecinos.
El cine, gracias a las nuevas tecnologías, afortunadamente ya no es el tren eléctrico más caro del mundo, como decía Orson Welles. Otra cosa es que los que quieren hacer cine quizás lo que en realidad quieren es un instante de esplendor en la alfombra roja. Algo pasajero, burbujeante, efímero, banal. Y si me preguntan, muy muy aburrido. Son cosas diferentes y, a menudo, contradictorias.
Las rencillas de patio de colegio que tienen un eco, a mi modo de ver completamente sobredimensionado, en las páginas de los periódicos estos últimos tiempos y que tienen por protagonistas a miembros de la Academia, son una pintoresca cortina de humo que oculta los temas que he señalado antes: la pérdida de peso del sector cinematográfico en el concierto de la cultura, el abismo entre quiénes somos y lo que representamos, la incomprensible confusión entre instituciones y personas.
Los problemas del cine español -como los problemas del cine en todo el mundo- tienen que ver con una disminución gradual de los espectadores en circuitos convencionales. Asusta mirar las estadísticas: 140 millones de espectadores en 2004 (por no retroceder aún más), 104 millones en 2008. En 2010, las salas perdieron un millón de espectadores al mes. Los datos difieren según los diferentes estudios, pero todos coinciden en que la bajada de 2010 ha sido la más pronunciada. Repito: no solo en España. También en los países donde hay un control de las descargas del que aquí carecemos y donde es posible por un precio más que razonable bajarse una película y sus extras, con todas las garantías.
¿Estos espectadores que han dejado de ir al cine son los que se bajan las películas en la Red o se las compran a los chinos que venden por los bares (que cada vez se ven menos)? Yo creo que no. La gente deja de ir al cine por múltiples razones: porque pierden el hábito, porque no hay nada en la cartelera que les motive, porque prefieren gastarse 100 euros en una entrada de fútbol, porque se enganchan a las series de HBO, porque tienen niños y sale por un pico el cine y las horas de canguro o porque, simplemente, pasan: no es algo importante en sus vidas, lo arrinconan hasta el olvido.
¿Es posible recuperarlos? No lo sé. Lo único que sé es que en este momento en que nos encontramos, más que nunca, el deber de un cineasta es construir un punto de vista sobre la realidad (y en eso incluyo a cualquier tipo de cineasta, desde el más oscuro y minoritario al más comercial), saber dónde está, empaparse de las cosas que pasan (aunque luego haga una película de zombis en el espacio) y empeñarse en ser lo más libre que pueda.
Aunque duela. Aunque te pongan a parir. Aunque dé vértigo. Porque aunque el cine haya muerto, los cineastas vamos a seguir bailando. Es el único favor que podemos ofrecer a los espectadores. Ojalá aún estén dispuestos a bailar con nosotros.a.
Publicado en El País el 2 de febrero de 2011
lunes, 7 de febrero de 2011
Ella Fitfgerald en el cielo
Le rezaba a Dios,
le rezaba ardientemente,
para que hiciera de ella
una feliz chiquilla blanca.
Y si ya es tarde para esos cambios,
pues al menos, mi Señor, mira cuánto peso
y quita de aquí como poco la mitad.
Pero el misericordioso Dios dijo No.
Simplemente puso la mano en su corazón,
le miró la garganta, le acarició la cabeza.
Y cuando todo haya pasado —añadió—,
me llenarás de júbilo viniendo a mí,
mi alegría negra, mi tonel cantarín.
Wislawa
le rezaba ardientemente,
para que hiciera de ella
una feliz chiquilla blanca.
Y si ya es tarde para esos cambios,
pues al menos, mi Señor, mira cuánto peso
y quita de aquí como poco la mitad.
Pero el misericordioso Dios dijo No.
Simplemente puso la mano en su corazón,
le miró la garganta, le acarició la cabeza.
Y cuando todo haya pasado —añadió—,
me llenarás de júbilo viniendo a mí,
mi alegría negra, mi tonel cantarín.
Wislawa
Divorcio
DIVORCIO
Para los niños el primer fin del mundo de su vida.
Para el gato un nuevo dueño.
Para el perro una dueña nueva.
Para los muebles escaleras, golpes, carga, descarga.
Para las paredes claros cuadrados tras los cuadros descolgados.
Para los vecinos de la planta baja un tema, una pausa en el hastío.
Para el coche mejor que fueran dos.
Para las novelas, la poesía — de acuerdo, llévate lo que quieras.
Peor para la enciclopedia y el vídeo, ah, y para el manual de ortografía,
donde tal vez se explique el tema de los dos nombres:
si todavía unirlos con la conjunción “y”,
o ya separarlos con un punto.
Wislawa Szymborska
Para los niños el primer fin del mundo de su vida.
Para el gato un nuevo dueño.
Para el perro una dueña nueva.
Para los muebles escaleras, golpes, carga, descarga.
Para las paredes claros cuadrados tras los cuadros descolgados.
Para los vecinos de la planta baja un tema, una pausa en el hastío.
Para el coche mejor que fueran dos.
Para las novelas, la poesía — de acuerdo, llévate lo que quieras.
Peor para la enciclopedia y el vídeo, ah, y para el manual de ortografía,
donde tal vez se explique el tema de los dos nombres:
si todavía unirlos con la conjunción “y”,
o ya separarlos con un punto.
Wislawa Szymborska
Poemas polacos
Las tres palabras más extraño
by Wislawa Szymborska por Wislawa Szymborska
When I pronounce the word Future, by Wislawa Szymborska por Wislawa Szymborska
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
the first syllable already belongs to the past. la primera sílaba pertenece ya al pasado.
When I pronounce the word Silence,Cuando pronuncio la palabra Silencio,
I destroy it.Lo destruyo.
When I pronounce the word Nothing, Cuando pronuncio la palabra Nada,
I make something no non-being can hold. Puedo hacer algo que ningún no se puede contener.
Translated by S. Baranczak & C. Cavanagh Traducido por S. Baranczak y Cavanagh C.
miércoles, 2 de febrero de 2011
Billy Wilder un gran director
Trailer imaginario de la película Sunset Boulevard (El Crepúsculo de los Dioses), dirigida por Billy Wilder en 1950.
LA GARBO RÍE
Ninotchka de Ernst LubitschUSA / 1939 / N&B / 110 / 1,37:
1avec Greta Garbo et Melvyn Douglas
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