lunes, 6 de febrero de 2012

Legislar no basta para erradicar la ABLACION

“La ley de prohibición de la ablación femenina por
sí sola no va a acabar con una tradición milenaria”
Adriana Kaplan, antropóloga


Adriana Kaplan es la coordinadora del Grupo Interdisciplinar para la Prevención y el Estudio de las Prácticas Tradicionales Perjudiciales de la Universidad Autónoma de Barcelona, y una antropóloga con una visión muy clara sobre un tema que hay que afrontar con valentía y sin complejos: la ablación de los órganos femeninos…


La ablación femenina es un tema sobre el que hay muy poca investigación seria y documentada: lo delicado del asunto, por un lado, y la criminalización de un problema que, sobre todo, debería competer a la concienciación y la educación, ha hecho que se convirtiera en un tema “tabú”.

Según la legislación española, si una niña viaja al país de origen de sus padres y allí se le practica la ablación, cuando vuelva será doblemente castigada: se la confinará en un centro de menores, y se encerrará en prisión a sus padres. Deberíamos de tener en cuenta que, en su país, la práctica de la ablación está plenamente integrada al hecho de ser mujer, y que sus padres lo hacen, equivocadamente, por el bien de sus hijas.

Lo que eso significa es que éstas prácticas, obviamente censurables y reprobables, sólo se podrán combatir desde la educación, el respeto a otras culturas y la comprensión plena, (que no aceptación), de un hecho que representa un rito de iniciación a la vida adulta. Iniciativas como las de Adriana Kaplan, que ha logrado crear puentes tanto aquí en España como en un país africano como Gambia para poder seguir el desarrollo del problema en profundidad son cruciales.

Entre las medidas que destacaría puestas ya en marcha por el equipo de la Universitat Auntónoma de Barcelona y que han demostrado su eficacia están, por ejemplo, la de una carta oficial y sellada que las familias que vuelvan a Gambia de vacaciones deben llevar para enseñar a sus mayores, a fin de que entiendan las graves consecuencias que puede tener la ablación para las niñas a su vuelta a España.

Pero la iniciativa que me parece más atrevida, innovadora e inteligente es la de crear y proponer un rito de iniciación “alternativo” al que incluye la ablación: un rito de paso que incluyera la significación psicológica de “convertirse en mujer”, que fuera aceptable para su cultura, y que no incluyera la mutilación como elemento.

Desde luego, es una idea que me parece magnífica, aunque se está actuando con pies de plomo: Gambia es un país inestable, se está observando una vuelta a fórmulas tradicionales, y no se quiere sustituir la ablación por algo peor…

Ahora mismo, el proceso se encuentra en una fase, como la misma profesora Kaplan ha comentado, “política”: tejer acuerdos, formar médicos…

No obstante, hace unos meses se produjo una noticia espléndida: la profesora Kaplan logró un compromiso por parte de el Ministerio de Salud y la Vicepresidencia del Gobierno de Gambia a fin de diseñar un plan conjunto para prevenir las prácticas de mutilación femenina.

Es un gran avance en un país que, hace 10 años, prohibió cualquier trabajo de sensibilización sobre la ablación femenina, y es sin duda la vía principal que debería tomar el tratamiento de una conducta que es un delito en España.

Os dejo con ésta entrevista a la doctora Kaplan publicada en Canal Solidario el 29/10/2009.

¿Cual es el significado de la ablación según el país donde se practica?
La ablación forma parte de un ritual de iniciación a la vida adulta. Un ritual para formar parte de la sociedad secreta de las mujeres. Tiene tres partes: una física, donde se produce la mutilación del clítoris; otra donde se produce la transmisión cultural; y la última, que da pertenencia social. También se apela a razones religiosas, como en el caso de las musulmanas, pero el Islam no lo dice. O la creencia de que el clítoris puede crecer demasiado, que es algo que pincha, que molesta en las relaciones sexuales, que provoca la muerte del niño en el parto, etc.

Según la ONU, más de 100 millones de mujeres han sufrido la mutilación genital femenina en todo el mundo. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud y Unicef dicen que la práctica de la ablación ha disminuido. ¿A qué se debe?
No es del todo cierto. Se han producido cambios tímidos en algunos países, pero en otros ha aumentado. Lo que pasa es que la OMS ha dado mucho dinero a ONG’s “profesionales de la subvención”, que se han montado el chiringuito con este tema porque vende, pero no han hecho nada y lo que no pueden decir claramente ahora es que han fracasado y han desperdiciado el dinero.

En 2005 vuestro equipo consiguió que el gobierno de Gambia levantara el veto que prohibía hablar del tema y se abrió un diálogo para luchar contra la ablación. ¿Cómo lo hicisteis?
Nosotros pretendemos un cambio desde el respeto, entendiendo su cultura. Por eso la vicepresidenta de Gambia estaba tan encantada con el proyecto. “Usted ha visto con ojos africanos”, me decía. Nuestra propuesta alternativa permite seguir manteniendo el significado del ritual. El gobierno de Gambia ha dado la bienvenida a este proyecto, porque estamos invirtiendo en el país, dejamos el conocimiento en su gente y sin que les cueste nada.

El año pasado un grupo de policías autonómicos catalanes viajaron a Gambia para informar a sus habitantes sobre las medidas legales que se tomaban respecto a la ablación. ¿Qué opinas sobre este tipo de intervención?
Me parece terrible. ¿Cómo es posible que dos policías vayan a un país a predicar y en una semana pretendan convertir a los poblados? ¿Cómo es posible que ningún periodista se haya preguntado lo absurdo que eso resulta? El viaje estuvo a punto de provocar un conflicto diplomático. En un ejercicio de soberbia viajaron a Gambia en misión oficial sin el conocimiento del Ministerio de Asuntos Exteriores ni del Gobierno de Gambia. Estamos humillándoles permanentemente.

¿Qué le parece el Protocolo de Prevención contra la mutilación genital femenina elaborado por la Generalitat de Cataluña?
Me parece bueno, pero la aplicación es perversa. En 2004, denunciamos al Síndic de Greuges [Defensor del pueblo en Cataluña] las actuaciones que se estaban llevando a cabo: la retirada de pasaportes a familias sospechosas de poder practicar la ablación en su país, la prohibición de salir de Cataluña hasta los 18 años y la revisión de genitales de las niñas cada 6 meses hasta los 18. En nombre de la defensa de un derecho humano fundamental estás conculcando dos: el derecho a la libre circulación y el derecho a la intimidad. La policía y la justicia son importantes, pero en este problema son el penúltimo y el último eslabón.

Entonces, ¿cómo se debe combatir la mutilación genital femenina?
A través de la formación a profesionales de atención primaria: médicos, educadores sociales y profesores; con la creación de materiales de información y sobre todo proponiendo la alternativa de iniciación sin mutilación. Es decir, respetar el rito, conservando el traspaso del conocimiento y la pertenencia al grupo pero omitiendo la fase de la mutilación. Desde Gambia se forma a todos los estudiantes y los profesionales de la salud desde el sistema público, lo cual es sostenible para el propio país, porque es gente que ya está legitimada en las comunidades.

¿Estamos interpretando de manera equivocada el problema desde occidente?
Es un tema tremendamente mal tratado. Estamos reforzando el estigma que ya recae sobre estas personas y el abordaje que hacemos es criminalizador. Cuando te atacan, te refugias. ¿Cómo? Llevándote a las niñas a Gambia o a donde sea. Es importante contextualizar, entender el significado y por qué tiene tanto arraigo. Una de las experiencias que más me ha marcado fue el encuentro con una mujer africana que me dijo: “Yo no soy una criminal, yo quiero a mi hija”. Cuestionamos hasta la forma de querer a sus hijos.

¿Hasta dónde llega el respeto y la tolerancia por una práctica cultural?
Se nos ha acusado desde sectores feministas radicales de defender prácticas que atentan contra los derechos. No es cierto. La obligación que tenemos no es relativizar, es comprender y no juzgar. Y desde la compresión, proponer. Eso es lo que hacemos.

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