Si Ainhoa Arteta hubiese nacido en Irán, el público no habría disfrutado de su envolvente voz encima de un escenario. Día a día, teatros del mundo occidental acogen a miles o millones de intérpretes femeninas para cantar su repertorio musical, desde el estilo más clásico como la ópera hasta el más contemporáneo como el hip hop. Hecho que nos resulta cotidiano, no lo es tanto en los paises islamistas.
Tras 35 años de censura islámica, el teatro en Irán está viviendo una revolución silenciosa: una mujer se sube a un escenario gracias al musical "En los últimos días de marzo" para interpretar un solo. La actriz y cantante iraní Ghasal Shakerí muestra sus dotes para la música con canciones pop, en inglés e incluso temas de interpretes icónicos como Fran Sinatra o Nat King Cole en el teatro Vahdat de Teherán.
Desde que llegó al gobierno el presidente Hasán Rohaní, la aparición de musicales y obras en teatros locales ha aumentado considerablemente, pasando el duro filtro de la censura de la República Islámica. "Es la primera vez que se hace un musical tipo Broadway desde la revolución islámica (1979). Además, es la primera vez que una mujer se pone detrás de un micrófono en un escenario y canta pop. Y, también, la primera obra en inglés y con música occidental", declara orgulloso, el actor principal, Ashkan Jatibi.
Férrea tradición
Aquí, las reglas son estrictas. En las películas de cine o televisión está prohibido incluso mostrar instrumentos musicales, también los clásicos persas. No pueden aparecer mujeres con la cabeza descubierta, ni cantar si no es dentro de un coro que tape sus voces y no se permite ninguna trama considerada "indecorosa" o "no islámica", conceptos muy generales determinados por los censores.
En este contexto, resultaba hasta hace poco impensable poder escuchar en vivo el "Imagine" de los Beatles, "Back to Black" de Amy Winehouse, "I'll do it my way" de Fran Sinatra o "The winner takes it all", de Abba, que hoy suenan en un teatro iraní, siempre bajo la estricta mirada sobre las tablas de los omnipresentes retratos de los ayatolás Ruhola Jomeiní y Alí Jameneí.
"Después de las últimas elecciones se han abierto algunas puertas. Antes se cantaba pero de forma muy, muy limitada. Hemos tenido la suerte de poder hacer esto, aunque estamos bajo presión de muchos grupos e individuos y por eso hemos tenido que poner un coro de mujeres y combinarlo", explica Mohamad Rahmanian, director del musical.
Abriendo libertades
Aunque el coro exista, por obligación de la censura, los solos femeninos tanto de la protagonista como de las coristas se escuchan con total claridad y, pese a ello, han recibido el visto bueno del Ministerio de Cultura. "Esta obra es importante porque hace nacer una esperanza muy poderosa en los espectadores de que no todo está muerto, todavía hay cosas que podemos hacer. Esa es la reacción que recibimos", asegura Jatibi, que afirma que el cuarenta por ciento de la audiencia que llena el patio de butacas cada noche es religiosa. Para él, lo que ocurre hoy en los escenarios es "sin duda, un signo de que las cosas están cambiando".
Ghasal Shakerí aparece en el escenario con el pelo cubierto como mandan las normas y se declara "muy contenta" de que "poco a poco la gente pueda contar sus historias de una forma real, ya sea cantando o actuando" y cree que esta obra es, sin duda, "un buen paso". Otra famosa actriz, la joven Negar Javaherian, opina que "ver a una mujer cantando es algo muy nuevo. Es un gesto de mayor libertad artística, pero queremos -subraya- más gestos. Los necesitamos"