martes, 15 de septiembre de 2015

Autoras

Laura Freixas y las mujeres invisibles

La escritora publica sus reflexiones sobre la discriminación femenina en la cultura

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La escritora Laura Freixas, en un retrato de 2009. / EFE
Laura Freixas lleva años reflexionando sobre el reflejo de las mujeres en la cultura. En ese juego de espejos, las mujeres son retratadas en posiciones secundarias o estereotipadas, lo que ayuda a reforzar tanto el estereotipo como la desigualdad. Un perverso circuito cerrado. En El silencio de las madres, publicado por Aresta Mujeres, se recogen 32 textos escritos entre 1996 y 2014 en diversos medios como EL PAÍS, La VanguardiaLetras libres o Claves de la razón práctica, y agrupados en dos grandes bloques.
En el primero, Temas, se estudia la invisibilidad de las mujeres creadoras, la perpetuación de la violencia machista o el olvido de la maternidad como materia creativa. En el segundo, Autoras, se repasan biografías de grandes escritoras como Simone de Beauvoir, Colette, Virginia Woolf, Rosa Chacel, Carmen Martín Gaite o Madame de Sévigné. "La ausencia de mujeres entre los creadores de cultura produce unos contenidos quenaturalizan, legitiman, la ausencia de mujeres, y viceversa”, sostiene Freixas en uno de los textos.

20 obras influyentes de autoras del siglo XX, según Laura Freixas

1-Solitud, de Víctor Català (Caterina Albert) 1905.
2-Nada, de Carmen Laforet (1945).
3-Fiesta al noroeste, de Ana María Matute (1953).
4-A instancia de parte, de Mercedes Formica (1954).
5-La plaça del Diamant, de Mercè Rodoreda (1962).
6-Memorias de la melancolía, de María Teresa León (1970).
7-Cartas a una idiota española, de Lidia Falcón (1974).
8-Te deix, amor, la mar com a penyora, de Carme Riera (1975).
9-El temps de les cireres, de Montserrat Roig (1978).
10-Crónica del desamor, de Rosa Montero (1979).
11-El mismo mar de todos los veranos, de Esther Tusquets (1979).
12-El bandido doblemente armado, de Soledad Puértolas (1980).
13-Mi hermana Elba, de Cristina Fernández Cubas (1980).
14-Alcancía, de Rosa Chacel (1982).
15-Hacia una crítica de la razón patriarcal, de Celia Amorós (1985).
16-Delirio y destino, de María Zambrano (1989).
17-Las edades de Lulú, de Almudena Grandes (1989).
18-Historia de una maestra, de Josefina R. Aldecoa (1991).
19-Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite (1992).
20-Amor, curiosidad, Prozac y dudas, de Lucía Etxebarría (1997).
En Las que faltan, artículo de 2010, donde constata y censura la selección realizada por cuatro críticos literarios sobre los 100 libros que más han influido en el devenir español en los últimos cien años, que citan tres obras de mujeres y 97 de hombres, Freixas ofrece su propia selección de los 25 títulos de autoras españolas que más lo habían hecho. En El genio y su musa reflexiona sobre esa construcción del Romanticismo que bendice la imagen del creador –masculino– como alguien que vampiriza a quienes están a su alrededor para tratar de desarrollar su carrera artística. "¿De verdad el sacrificio ajeno es una condición sine qua nonde la creación artística?", se interroga.
Uno de los asuntos que más extraña, y sobre el que medita una y otra vez Freixas, es la ausencia de la maternidad como tema literario, a diferencia de lo que ocurre con el amor o la guerra, "eternos, universales, inagotables", escribe. "¿No hay otra vivencia universal y eterna, y no menos crucial para la especie humana, que la muerte y el sexo? Hablo, por supuesto, de la maternidad, y de todo lo que conlleva: concepción, embarazo, aborto, parto, crianza... Cada año, puntualmente, la literatura española arroja su cosecha de novelas de la guerra civil, a cargo de autores que no la conocieron; mientras, también todos los años, más de 400.000 españolas dan a luz y más de 100.000 abortan, pero de eso la literatura no dice una palabra", escribe.
Freixas, que reunió en 1996 en una antología relatos sobre la relación materno-filial en el libro Madres e hijas (Anagrama), sostiene que la sociedad no contempla a las madres como individuos, sino como función o recipiente. "Es una cultura en la que falta una voz: la de las madres pensantes". En su opinión, raramente en la literatura toman la palabra personajes de madre, "y más infrecuente es que sean verdaderas madres las que hablen de su experiencia en primera persona".

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