Dora or the Sexual Neuroses of Our Parents desafía el concepto de "normalidad"
por Giorgia Del Don
- Con su última película, Stina Werenfels nos invita a sumergirnos en un mundo atípico, ingenuo y libre
Tras una larga pausa desde su debut en 2006 con Going Private, también presentada en la Berlinale, Stina Werenfels regresa con una película especial que plantea preguntas incómodas al espectador, obligándolo a enfrentarse con el dilema universal de la “normalidad”.
Dora (magnífico primer papel de la debutante Victoria Schulz) tiene 18 años y ya es adulta o, por lo menos, debería serlo. Sí, porque en realidad Dora no es precisamente una chica como las demás. Aunque su mente y su percepción del mundo son propios de una niña, su cuerpo no ha dejado de desarrollarse. Este aparente desfase, potenciado por una infatigable curiosidad, espanta a sus padres, abrumados por una situación que no conocían ni saben gestionar.
Esta desorientación se debe a que Dora ha dejado hace poco de tomar su medicina, lo que ha revolucionado por completo su “tranquilo” día a día. Tras años pasados en un estado de duermevela, Dora parece retomar posesión de su cuerpo. Hambrienta de emociones y libre de los prejuicios que atenazan a los que se llaman “normales”, la protagonista de Dora or the Sexual Neuroses of Our Parents se lanza a descubrir el mundo y su cuerpo para acabar afrontando su sexualidad. Si bien ésta se manifiesta de forma aparentemente brutal, Dora no parece impresionada; al contrario, su actitud para con su improbable amante no deja de ser cada vez más intensa hasta que pone patas arriba todo su núcleo familiar. En efecto, justamente mientras su madre trata desesperadamente de tener un segundo hijo, es ella quien se queda embarazada. Un hecho que, a pesar de una abundante dosis de buena voluntad, acabará haciendo saltar por los aires un equilibrio familiar construido con tesón.
Lo que hace que la última película de Stina Werenfels sea particularmente interesante es su ausencia de dogmatismo, la forma en la que deja hablar a la sensibilidad de cada uno creando un puzzle de puntos de vista que el espectador deberá reunir. Si bien el comportamiento del amante de Dora, Peter (un sorprendente Lars Eidinger), sea moralmente deplorable, su falta de escrúpulos permite de todas formas a Dora gozar de emociones que ella misma reivindica y que vive sin ese sentimiento de abuso que salta a partir de nuestra percepción de las cosas. Los planos subjetivos que ponen en evidencia la particular percepción de Dora, que agiganta detalles que a nosotros nos resulta insignificantes, sin especialmente conmovedores y revelan los límites de nuestra propia forma de ver las cosas.
La adaptación que Stina Werenfels hace de la obra del dramaturgo suizo Lukas Bärfu nos lleva a reconsiderar, a veces de manera brutal, temas viscerales como los celos y la reivindicación de nuestro auténtico ser, en un ir y venir constante entre la emoción y la realidad, entre lo lícito y lo prohibido. Aunque los de los padres de Dora sean miedos más que neurosis, el cambio repentino de comportamiento de su hija les obliga a enfrentarse con su propia concepción de “normalidad” (que se vincula tanto con la vida de Dora como con la suya propia). Como dice Peter, “todos somos minusválidos”, quizá no física o mentalmente como Dora pero a menudo sí sentimentalmente, encerrados en una cáscara de deseos no expresados y necesidades ignoradas. Esto es lo que Dora nos enseña y aquello sobre lo que Stina nos impulsa a reflexionar.
Dora or the Sexual Neuroses of Our Parents es una coproducción de Dschoint Ventsch Filmproduktion, Niko Film, Aleppo Films, Schweizer Radio und Fernsehen y Magmafilm GmbH. Su agente de ventas internacionales es Wide Management.
(Traducción del italiano)
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