Saphia Azzedine (Marruecos, 1979) es tan bella como osada a la hora de escribir. Sin pelos en la lengua, el haber nacido a caballo entre dos culturas tan diferentes, le ha hecho percibir la realidad de una forma más lúcida que los demás. Y en ella se apoya. Sus libros han causado furor, una tormenta transmitida a los lectores gracias al boca a boca.
Azzedine, de padre marroquí y madre franco-marroquí, vivió hasta los 9 años en Agadir. A partir de entonces, sus padres se trasladaron al norte de Francia, cerca de Ginebra y pasó de ser una especie de princesa a la pobre del barrio. Ha trabajado en una tienda de piedras preciosas, y colaborado en prensa, guionista, actriz, hasta que se decidió a escribir su primera novela, Confesiones a Alá que sale estos días en español, en la editorial Demipage.
Confesiones a Alá empieza siendo primero un guión cinematográfico, hasta que unos meses más tarde, Azzeddine lo convierte en novela. Se ha representado con un éxito rotundo la obra de teatro en Aviñón, en París, y se ha visto ya en otros teatros europeos.
La historia es la de Jbara, una pastorcilla que vive en las montañas bereberes del Norte de África. Para huir de esa absoluta miseria y de los maltratos a los que se ve sometida por ser mujer, se hace prostituta. Empieza trabajando de mujer de la limpieza hasta decantarse, poco a poco, por el mundo de la prostitución de lujo, los narcotraficantes y la cárcel. En sus múltiples experiencias, la protagonista tiene un confidente que choca con la manera con la que se gana la vida, Alá. “Siempre he hablado mucho con las prostitutas en Marruecos, -cuenta Azzeddine- Me impresionaba que estas chicas se confiaran a Dios de esa manera y con tanta fe”.
Y así es su personaje. Una joven sin recursos que consigue salir del agujero en el que ha nacido gracias a su inmensa fe. Hace de Dios un amigo que le acompaña en sus experiencias existencias.
El lenguaje de Azzedine es muy crudo. Habla sin prejuicios y con las palabras que corresponden aunque sean palabrotas y a veces soeces. Confesiones a Alá, no es un libro que hable del islam. El tema de la novela es la fe. Denuncia la desigualdad, la hipocresía social, la sumisión de las mujeres y el poder corrompido del dinero.
La solución -para acabar con estas injusticias -piensa Azzedine- es terminar con el analfabetismo que aun existe en estos países y que toca a un 40% de la población. Djaba aprende a leer y escribir al final de la novela. A través de ella, se desenmascara la falta de sentido que tienen las normas a las que están supeditadas las mujeres en los países musulmanes. Djaba es esa voz de rebeldía y de esperanza que a través de la autentica fe y amor a Dios, la conduce a la libertad.
Asimismo, en la misma editorial Demipage está prevista la publicación de la última novela de la escritora, Mi padre es mujer de la limpieza, cuyo narrador apenas tiene 9 años. Cuenta la vida de su familia, la única blanca que vive en el extrarradio de una capital esencialmente poblada por musulmanes y africanos. En vez de ir a jugar al futbol, Polo acompaña todos los días a su padre a limpiar un colegio. Allí, se pierde en la biblioteca, se pregunta por su vida y busca las respuestas en los libros. De nuevo la salvación, a través de la lectura.
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