sábado, 18 de enero de 2014

Xinran entrevista

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Xinran: “Aprendí de mi propio sufrimiento para dar el corazón a las mujeres que sufrían”
Xinran tenía casi 30 años la primera vez que viajó a la China rural. Allí descubrió el sufrimiento de las mujeres, que le recordó al que padeció ella misma en su infancia, durante la Revolución Cultural. Entonces decidió que no se podían seguir silenciando las penalidades sufridas por las mujeres chinas en ese trágico periodo de la historia de su país.
Xinran 2008Eva Queralt 12/06/2008
Xinran Xue (1958) es escritora y periodista. En su primer libro, 
Nacer mujer en China. Las voces silenciadas” –el único publicado por el momento en español- recoge las historias de quince mujeres
 que sufrieron abusos sexuales, violencia doméstica, 
alejamiento de sus familias, represión política o como mínimo 
el menosprecio en su entorno familiar y/o social.


Xinran presentaba un programa nocturno de gran éxito en la radio china donde se discutían problemas sociales cuando empezó a r
ecibir cartas de mujeres explicando sus vidas y su sufrimiento.
 Así empezó a preocuparse por la situación de las mujeres en 
el interior del país, lejos de las desarrolladas ciudades del este,
 y decidió viajar para conocer estas historias de viva voz.

Era un momento en que no se podía viajar libremente por el país, pero ella lo consiguió por su condición de periodista. Lo que descubrió era impresionante: mujeres que se suicidaban porque no conseguían dar a luz un hijo varón, niñas obligadas a casarse con viejos que las maltrataban, violaciones...

Pero ella también había sufrido la represión de la Revolución
 Cultural. Encarcelaron a sus padres cuando tenía siete años por ser capitalistas y venir de familias con contactos en el extranjero.

Incluso le cortaron las preciadas trenzas de niña por ser un símbolo burgués. “Antes de la Revolución Cultural crecí en una buena
 familia; luego perdí a mis padres, que pasaron diez años en
 prisión, mientras yo fui ‘custodiada’ por guardas rojos con otros niños, incluido mi hermanito, de sólo dos años y medio. Durante más de
 seis años no tuvimos derecho a que la gente nos hablara y yo soñaba con que me permitieran jugar con los otros
 niños. Incluso ahora, cuando vuelvo a China, tengo ganas de jugar con mis amigas. Es algo que hechas de menos de por vida”, explica Xinran.

Su historia personal le ha permitido soportar la angustia de ser la receptora de tanto sufrimiento ajeno, casi siempre silenciado hasta ser desvelado para ella: “Cuando en el programa de radio empecé a recibir cartas, a hablar con
 la gente en la calle, a viajar al campo y a hablar con estas niñas y mujeres que sufrían abusos, yo recordaba mi
 infancia y eso me daba la energía para soportarlo. Aprendí de mi propio sufrimiento para dar el corazón a esta
 gente que sufría”.

La escritora asegura que “escuchar a estas mujeres me ha hecho comprender lo imprescindible que es el
 entendimiento entre las personas y la comunicación; esto es algo que también afecta a mi escritura: mis libros 
no son inteligentes desde la cabeza sino desde el corazón. No me importa que el lenguaje sea bonito o no,
 lo que quiero es compartir las historias y que la gente las entienda”.


20 años recopilando historias


Su último libro persigue también este objetivo. “China witness. Voices from China’s Last Generation”, a punto de ser publicado en inglés y que llegará en español en 2009, recoge veinte años de investigación y trabajo de campo del este al oeste del país y del Río Amarillo al Yangtzé, con numerosos testimonios de mujeres que tienen entre 70 y 90 años.
 Para este trabajo ha involucrado a estudiantes tanto británicos como chinos. “Los jóvenes de China no conocen
 nada de la Revolución Cultural ni de la vida en el interior del país y cuando viajaron conmigo y oyeron a esa gente se quedaban en estado de choc, sin poder creer lo que oían”, explica Xinran.

“¡En los libros de texto de los colegios no hay casi nada sobre la Revolución Cultural, y en los libros de historia hay un pequeño párrafo donde dice que ‘luego todo cambió’ y ya está!”, exclama Xinran, muy preocupada por la pérdida de la memoria histórica. “Por esto es importante que la gente que lo ha sufrido y lleva décadas sin explicarlo, transmita su experiencia y así evitemos que se pierda”.

La autora también se preocupa porque los chinos puedan leer el libro entero. “He rechazado ofertas para publicarlo 
en China. Prefiero que primero se publique en inglés y cuando ya hayan llegado ejemplares originales a China
 a través de estudiantes o viajeros, entonces traducirlo. Así, no se atreverán a censurar tanto”, añade.

Sin embargo, muchos chinos discrepan de su opinión y prefieren olvidar, como su madre, a quién no gusta lo que
 su hija escribe: “Ella dice que es normal que las madres no quieran explicar a sus hijos qué pasó porque se 
avergüenzan, había guardias rojos en todas las familias. Pero yo le respondo que el pasado es la raíz de nuestro 
futuro y que las distintas generaciones deben conocerse y respetarse, a pesar de los errores, porque al final 
cada una ha hecho lo que ha podido por sus hijos”.

Entre estos dos libros, Xinran ha publicado otros tres. “Sky burial” (2004) es una novela inspirada en la historia de una mujer que pasó 30 años en el Tibet buscando a su marido, que fue destinado allí al poco tiempo de casarse. Esta obra es un gran retrato del paisaje y la cultura tibetana, en un intento de reconciliación entre tibetanos y chinos, y se convertirá próximamente en película.

También ha publicado “What the Chinese Don’t Eat” (2006), una recopilación de artículos sobre China aparecidos en el periódico británico The Guardian, en el que colabora semanalmente desde 2003.

Su último libro ya publicado, “Miss Chospticks” (2007), muestra la nueva opción de las mujeres chinas: la inmigración del campo a la ciudad. Basado en hechos reales, es la historia de tres chicas que dejan su aldea para demostrar que no son “chopsticks”, palabra con que se llaman los palillos para comer pero también usado para las chicas, por ser “frágiles, sin valor, para ser usadas y luego tiradas”.

Las protagonistas, que trabajan y envían dinero a sus familias, demuestran que no son “chopsticks”, pero Xinran reconoce que esta novela es más optimista que la mayoría de casos reales. Según sus datos, 300 millones de chinos irán del campo a la ciudad en 15 años y se encontrarán un mundo que no se parece al que conocían en casi nada.


Orgullosa pero crítica


Xinran, que vive en Londres desde 1997, intenta viajar al menos dos veces al año a China para seguir al pie de la realidad y se muestra muy satisfecha con la evolución del país. “China se ha abierto más en los últimos 20 años que en los más de 5.000 de historia”, por lo que pide “paciencia y comprensión” a occidente.

También cree que en esta evolución serán importantes los Juegos Olímpicos, que potenciarán el contacto con occidentales y otras culturas para gente que no tiene la posibilidad de viajar al extranjero.

Pero igual como defiende a China cuando está fuera del país, es crítica con la administración cuando está allí y recrimina a su clase dirigente que dicte las políticas desde grandes edificios, sin conocer la realidad, y sin hacer lo suficiente para que éstas se cumplan en las zonas rurales.

“Yo le digo siempre a mi hijo que si quiere conocer China, no se puede quedar en un hotel o en una ciudad. Hay que coger el tren o el bus, ir al campo y ver que como más te alejas de la ciudad, el nivel de vida va bajando y bajando cada vez más. Con la inmigración, en muchos pueblos sólo quedan los viejos y los niños, en muy pobres condiciones”, explica Xinran y añade en una defensa de la voz rural: “Más del 70% de chinos son aún campesinos. Si no conoces sus vidas, ¡como puedes decir que conoces china!”.

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