sábado, 18 de enero de 2014

Xinran Xue

"China está empezando una nueva larga marcha", afirma Xin Ran

La periodista ultima un libro de memoria histórica sobre la Revolución Cultural

Xin Ran Xue (Pekín, 1958) tendría pocos motivos para ser optimista con su país: cuando tenía siete años, la Guardia Roja entró en su casa y quemó libros, juguetes y hasta sus trenzas (se las cortaron: un lookdemasiado capitalista), y sus padres (él hablaba seis idiomas y estaba en una compañía occidental; ella trabajó con los soviéticos) acabaron, con tal currículo, en una cárcel de Mao: 10 años.
Aun así, la periodista y escritora, autora de uno de los documentos más estremecedores sobre su país (Nacer mujer en China: las voces silenciadas, editado por Emecé y Edicions 62), opina que "China empieza una nueva larga marcha; en 20 años se ha abierto más que en 5.200; hace falta paciencia, comprensión y una menor tendencia a juzgar por parte de los occidentales".
La dualidad de Xin Ran es total: la blusa oriental contrasta con la media melena y con la única uña pintada de rojo púrpura que lucían sus manos; de esta guisa acudió ayer a Casa Asia de Barcelona, donde pronunció una conferencia sobre la situación de la mujer en su país. De eso sabe mucho: entre 1989 y 1997 dirigió un programa radiofónico,Palabras en la brisa nocturna, donde los oyentes, especialmente féminas, relataban sus problemas.
De algunos de esos casos se alimentó su libro, como el de la mujer que se suicidó bebiendo pesticidas porque sólo daba a luz a niñas. Problemas con las autoridades recomendaron su marcha a Londres, donde reside desde 1997. "Dentro de China conviven el primer y el tercer mundo: la vida de una mujer en Pequín o Shanghai no tiene nada que ver con la de las que viven en el campo; si hablabas de sexo hace 20 años con tus hijos podías ser denunciada, hoy no pasa", comenta, para añadir poco después ante la estupefacción de los que inquieren por la política del hijo único: "China necesita aún un control de natalidad". La aclaración: "El control de natalidad es más laxo en el campo, por lo que hay más hijos sin tutela del Estado; es gente con baja educación, que aportará poco al país. Las mujeres deben controlar su natalidad para lograr una vida de calidad para los suyos y ellas, pero para entenderlo hace falta educación y no obligarlas".
Xin Ran acude dos veces al año a China, donde ultima otro libro: testimonios de 250 personas mayores para reconstruir la memoria histórica sobre la Revolución Cultural. "De eso las generaciones actuales saben poco: apenas tienen media página en sus libros de texto, y la generación que sabe empieza a morirse". Ni su madre quiere saber de sus libros: "No le gustan porque es muy duro para ella entenderlo y abrirse; me dice que las mujeres alemanas tampoco hablaban de sus hijos y el nazismo, pero le respondo que el pasado son las raíces de nuestro futuro".
Partidaria de los Juegos Olímpicos ("los chinos tocarán cultura occidental gratis y con un control estatal escaso"), cree que la información que Occidente maneja de China "es muy vieja". Quizá por ello ha creado la asociación Mothers Bridge of Love para ayudar a los niños de su país adoptados por el mundo para que no pierdan su raíces y a la vez se engarcen con sus nuevas sociedades. Xin Ran tiene nombre de puente.

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