África no es un país
"Salvo por el nombre geográfico, África no existe", decía Ryszard Kapucinski. Y sí, desde Europa, acostumbramos a simplificar su realidad hasta hacerla una y pobre, catastrófica y dependiente. Pero África es un continente: 55 países, mil millones de personas, multiplicidad de mundos, etnias, voces, culturas... África heterogénea y rica contada desde allí y desde aquí. Un blog coral creado y coordinado por Lola Huete Machado.
Las hermanas Kamya
Caroline siguió la tradición familiar y estudió arquitectura, como su padre, pero desde el primer año de universidad se dio cuenta de que lo suyo era el cine. Así que terminada la licenciatura cursó un Máster en Televisión y documentales en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres. Después trabajó en televisión en Londres hasta que en 2004 regresó a su país natal, Uganda, con la intención de rodar su primera película.
Al terminar sus estudios de ingeniería, Agnes decidió tomar algunos cursos de escritura creativa, para poder realizar uno de sus grandes deseos: contar historias. Luego, continuó estudiando y, como su hermana, cambió de ramo obteniendo un Doctorado en Antropología, tras lo cual también volvió a su país. Ella sabía escribir y tenía una visión de Uganda forjada a partir de un buen conocimiento de la cultura y sociedad contemporánea. Por eso era la persona ideal para escribir el guión de la película.
Esta no es otra que Imani (fe), una historia de historias que describe a la perfección la cotidianeidad de la sociedad ugandesa a través de un día en la vida de tres personajes y las personas que les rodean: una sirvienta en una casa rica de Kampala, un bailarín de breakdance que tiene un programa social con niños de la calle en los suburbios de la ciudad y un menor soldado que regresa a su aldea cerca de Gulu, en el norte del país.
En 2007, participaron en el Berlinale Talent Camp, un evento que reúne cada año a personas que están interesadas en dedicarse al mundo del cine. Un par de años más tarde, en 2010, regresaron a Berlín por la puerta grande a presentar su cinta en el Festival internacional de Cine de Berlín. Desde entonces, las hermanas Kamya no han dejado de recibir alabanzas y premios por el trabajo realizado.
Tuve la suerte de encontrarlas en la Sala Berlanga de Madrid, donde la Fundación Mujeres por África, en colaboración con el Instituto Buñuel y el Instituto de Cine y Televisión de Madrid, organizó un pase de la cinta y un coloquio con Caroline y Agnes, moderado por la experta en cine africano Guadalupe Arensburg. Descubrí, con gran agrado, que la Fundación Mujeres por África ha optado por el cine africano como uno de sus campos de trabajo, como dejó bien claro su presidenta,María Teresa Fernández de la Vega, en la presentación del acto. Por eso está muy presentes en el Festival de Cine africano de Córdoba u organizan actos como al que asístí, entre otras muchas cosas.
Como mi conocimiento es muy limitado, me cuesta mucho encajar esta película en la categoría de cine africano, primero porque no sé si existe tal cosa y segundo porque me parece muy distinta a cualquier otra cinta producida en África subsahariana a las que yo he tenido acceso hasta ahora. Nada que ver con las que salen de las factorías de Nollywood, en NIgeria, o el cine que se hace en otras partes; es algo nuevo y muy fresco.
El nudo de la película está en el hecho de que toda persona tiene que tomar decisiones y para ello nunca puede prescindir de su pasado. Al mismo tiempo, todos los personajes se trascienden, tienen fe en que las cosas pueden ser distintas. El guión plantea situaciones que no terminan. Una primera mirada podría dar la impresión de que dos de las historias finalizan en fracaso y que solo la del bailarín concluye bien, sin embargo no creo que sea así; la vida de los personajes continúa, no se detiene con el final de la película.
Esto es lo que le remarca Agnes al hablar de la obra, la fe que tienen todos los personajes, lo cual les que les permite superar su situación. No se refiere a la fe religiosa, a pesar de la iconografía cristiana o musulmana que pueda aparecer en pantalla. Esta no es más que un reflejo de la realidad de muchos ugandeses a los que les gusta rodearse de cuadros y escritos religiosos, aclara la guionista, ante una de las preguntas del público.
Los personajes, Armstrong, el bailarín, Mary, la sirvienta, y Olweny el menor soldado, son muy diferentes entre sí y a través de ellos se refleja la heterogeneidad de Uganda, que al mismo tiempo es igual a la que se experimenta en cualquier lugar del mundo. Podemos conocer a los protagonistas en este tráiler de la película (personalmente pienso que consigue transmitir el poder de la obra).
IEs impresionante descubrir en la película la fuerza de las mujeres, que en tantas partes del África más tradicional tienen que asumir el rol de liderazgo y de sacar adelante a sus familias, mientras la figura masculina se debilita (en el caso de Olweny) o está ausente (en la historia de Mary), pero esta realidad parece cambiar cuando llegamos a los jóvenes; Armstrong toma la iniciativa, como una señal de que las cosas están cambiando en el continente, quizás gracias a la educación y al trabajo de sensibilización. Este fue otro de los puntos que puso de relieve María Teresa Fernández de la Vega, una vez visionada la cinta.
Agnes dice que ella crea personajes a través de los cuales intenta ver qué elementos les mueven y dan sentido a sus acciones. La línea de base es que a pesar de los diferentes contextos sociales, culturales o políticos en los que vivimos, todos somos humanos, por lo que perfectamente podemos identificarnos con los actores que vemos en la pantalla.
Caroline, por su parte, habla de lo difícil que es hacer una película en un país en el que no existen estructuras para rodar un largometraje. Todo lo que encontró, cuando regresó a Kampala en 2004, fue personas que hacían publicidad o videos musicales. Por eso decidió montar su propia productora, iVAD, para poder rodar la película. Esta también organiza cursos de formación para jóvenes que quieren iniciarse en la industria audiovisual o en el cine.
Hacer una obra como esta en Uganda supuso todo un reto, no solo por la falta de medios, sino también porque la mayoría del equipo que la acompañó no tenía experiencia en rodar largometrajes. Este fue bastante internacional, comenta Caroline, porque según ella el cine gana con el intercambio de experiencias, así que participaron personas de Uganda, Kenia, Canadá o Reino Unido, que ella había conocido en sus distintos viajes y a las que invitó a ser parte del proyecto.
Cuando se le pregunta por la forma de trabajar con los actores, Caroline, comenta que eligió a personas que no eran profesionales. Hizo un largo casting hasta que dio con lo que buscaba. Piensa que los no-actores pueden dar una actuación más honesta, que te pueden emocionar o tocar de una forma más cercana. Otra curiosidad, tuvo que rodar en algunas lenguas habladas en Uganda, que ella no conoce, para hacer las historias más verosímiles, como el acholi del norte del país. A pesar de ello, logra un buen resultado.
El producto es bueno y ha obtenido muchos premios en distintos festivales. En Uganda tuvo una gran acogida por parte del público y el estreno fue digno de las grandes superproducciones, al tratarse de la primera película ugandesa. Sin embargo, comenta Caroline, que le sorprendió que la gente la tomase como una comedia, que se riese durante la proyección, lo cual contrasta con la reacción del público que la ve en festivales europeos, que suele ser la de quedarse en silencio.
Desgraciadamente, Imani no tiene distribuidora en España y por eso es difícil acceder a la película.
Carolina ha rodado una película en China, Fire Fly, pero parece que lo que más le gusta es trabajar con Agnes, por eso, al preguntarles por sus planes de futuro, las dos hermanas Kamya se muestran muy ilusionadas. La guionista dice que en este momento están trabajando en dos proyectos, uno sobre la vida en un internado de chicas justo en el momento en que Uganda alcanza la independencia y el otro sobre el flamenco. Este último posiblemente se llamará En busca del duende africano. Cuenta Agnes que cuando estaba preparando su doctorado en Londres una amiga la invitó a aprender flamenco para aliviar la tensión. Sin saber muy bien dónde se metía, siguió a su amiga y ya en la primera clase se enamoró de ese arte. Actualmente está viviendo en Sevilla para profundizar en el flamenco y escribir el guión de la película.
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