jueves, 14 de septiembre de 2017

Poetas del ártico

Francesc Bailón se define así mismo como antropólogo y viajero polar. Lleva más de 20 años estudiando la cultura inuit y su actividad ha sido incansable. Además de realizar numerosas expediciones, especialmente a Groenlandia, imparte habitualmente cursos y conferencias, es guía de viajes al Ártico y ha participado en diferentes proyectos museísticos y de asesoría - en el año 2015 trabajó como asesor en la película “Nadie quiere la noche” de Isabel Coixet - convirtiéndose así en uno de los pocos antropólogos expertos en esta cultura que tenemos en nuestro país. Este aventurero del siglo XXI, nos habla en esta entrevista acerca de los inuit, de sus expediciones al Ártico y reflexiona, 20 años después, sobre su experiencia como antropólogo. Escucharle es sentir el Gran Norte un poco más cerca.
Los Inuit 2

El pueblo inuit habita la zona del Ártico, desde el estrecho de Bering al Este de Groenlandia, incluyendo zonas del norte de Canadá y Alaska. Unidos por un patrimonio y lengua comunes, los inuit han sido denominados habitualmente como esquimales (eskimo), aunque en la actualidad ellos mismo se denominen inuit, que significa sencillamente, gente. Francesc, ¿De dónde proviene este interés por una cultura tan aparentemente lejana como la de los pueblos del Ártico?
Yo empecé a estudiar al pueblo inuit alrededor del año 1997. Todo empezó cuando llegó a mis manos un libro de Knud Rasmussen, que explicaba que los inuit solucionaban sus conflictos internos, excepto el asesinato, improvisando canciones y poemas. Una persona se ponía delante de la otra, improvisaba estos duelos cantados y ganaba el que había hecho la mejor improvisación o perdía el que no había soportado la burla de su oponente, porque para los inuit es más importante restablecer la armonía que no impartir justicia. Y entonces pensé que un pueblo que no recurre a la violencia física sino lingüística debía ser un pueblo muy rico culturalmente hablando. En realidad, esta fascinación venía de mucho antes, ya que de pequeño sentía pasión por el Ártico, por los iglús, las focas, los trineos de perros y los esquimales, que era el nombre con el que se les conocía en aquel momento. Y aunque todo aquello me parecía muy lejano, me encantaba leer relatos de expediciones al Ártico.
Años después, ya en 1999, hice mi primer viaje al territorio inuit. Fui a Canadá, a la zona de Terranova y Labrador, que hoy es territorio que se denomina Nunatsiavut, que significa nuestra tierra hermosa. Desde entonces he hecho 27 expediciones al Ártico, siendo la mayoría de ellas a Groenlandia, aunque también he realizado dos a Canadá y el resto han sido a Siberia, para convivir con otro pueblo llamado nenet.

Cuando empezaste a investigar ya eras antropólogo y habías realizado trabajo de campo con otras culturas. Sin embargo, se trataba de un cultura, la inuit, relativamente desconocida. Así que al plantearte un estudio serio. ¿Cómo te formaste? ¿Cómo preparaste tu primera expedición?
Bueno, la verdad es que este tema es tan desconocido en el territorio español, que nadie ha querido dirigirme una tesis doctoral, puesto que no hay ningún experto en esta materia. Yo continúo siendo el único antropólogo especializado en cultura inuit del país. Es por eso que los inicios fueron muy difíciles, porque el 90% de los libros que se había escrito sobre los inuit podían tener más de 50 años de antigüedad y muchos de ellos estaban en francés, inglés, o alemán. Yo tuve que partir de cero, y en ese sentido, nadie me ayudó. Fui un poco autodidacta y lo que me propuse fue tener un conocimiento más sólido acerca de los inuit y su estilo de vida para escoger un lugar al que dirigir mi primera expedición. Finalmente decidí ir a Canadá, que es un lugar que siempre había ejercido una cierta fascinación sobre mí. Sin embargo, ya en aquel momento tenía claro que en aquella zona poco o nada iba a encontrar de la cultura más tradicional de los inuit. De todas maneras sí que me sirvió por ejemplo para conseguir más libros sobre el tema, porque hay que pensar que hace 20 años internet estaba en fase embrionaria, y todo era mucho más complicado para conseguir bibliografía y estando allí, pues conseguí algunos libros, así como algunos materiales de los inuit: cuadros dibujados al carbón así como esculturas.
De regreso ya empecé a valorar cuál debería ser mi próximo destino para hacer trabajo de campo y a partir de lo que estaba leyendo, aunque la mayoría de libros tenían medio siglo de antigüedad, me di cuenta de que Groenlandia era probablemente el destino a escoger, básicamente por dos motivos: porque Groenlandia tenía un gobierno autónomo inuit y porque además era el espejo sobre el cual se estaban reflejando los otros grupos inuit que había tanto en Alaska como en Canadá. Además, las referencias que yo tenía era que en Groenlandia se encontraban los inuit más tradicionales.
En 2002 hice mi primer viaje a la costa oeste de Groenlandia, a la bahía de Disko, a la población de Ilulissat, donde mi intención era establecer un campamento base, y prepararme para hacer mi gran expedición dos años después, en 2004. Durante mi estancia en Ilulissat coincidí con una familia inuit, que con el tiempo se ha convertido en mi familia inuit adoptiva y de hecho, el año que viene van a venir a visitarme. En aquel viaje tuve mis primeras experiencias, ya que hice mi primer viaje en trineo de perros, y no siempre fue fácil, sufrí principios de hipotermia por no llevar la ropa adecuada y también tuve alguna mala experiencia con la comida cruda. Por otra parte empecé ya a aprender un poco el groenlandés, llamado kalaallisut. Este primer viaje fue un poco de preparación para el que vendría dos años después. Ya en 2004 hice mi gran expedición, no porque haya sido la mejor o la más dura o incluso la más interesante, sino porque fue una expedición al lugar inuit más tradicional de todo el Ártico y además hay que tener en cuenta mi inexperiencia y la poca preparación que yo tenía en aquellos momentos. El destino era el territorio de Qaanaaq, en el Noroeste de Groenlandia, donde vive uno de los 21 grupos inuit que hay en el ártico, siendo este grupo el que vive más cerca del Polo Norte de todo el planeta. Allí la experiencia fue muy intensa: conviví con los cazadores, hice una travesía en trineo de perros de 600 km, tuve algún que otro percance porque se nos abrió el mar congelado y bueno, para mí fue una gran experiencia que luego plasmé en mi primer libro Los poetas del Ártico. Historias de Groenlandia.

Mucha gente continúa utilizando la palabra esquimal para referirse a los inuit. Quizás porque se trate de una cultura poco conocida o porque lo que conocemos sean estereotipos ¿Podrías explicarnos quienes son? ¿Qué nos puedes contar sobre ellos?
Efectivamente me gustaría empezar rompiendo una serie de estereotipos. Los inuit no son los constructores de iglús de nieve. Es más, yo les enseño a ellos, porque soy miembro de la Asociación de Constructores de Iglús de Cataluña y hace 20 años que funcionamos y construimos iglús.

Y entonces, ¿De dónde proviene este estereotipo del iglú?
Solo aproximadamente un 20% de los inuit vivían en el pasado de forma permanente en iglús de nieve. El resto vivían en casas de piedra y turba. En realidad, quien inventó los iglús fue una cultura paleoesquimal denominada Dorset. En definitiva, el iglú no es la casa más representativa de los inuit, desarrollándose como casa permanente sobre todo en el Ártico central canadiense.
Por otra parte, tampoco es cierto que tengan 100 palabras para definir el blanco o la nieve. Y no se dan besos con la nariz. Lo que hacen en realidad es olerse y sus besos son como los nuestros. Tampoco te ceden la mujer, o al menos en todas las veces que he estado en el Ártico, nunca me la han cedido.
¿Y de dónde proviene todo esto? Pues esto proviene de una serie de exploradores y antropólogos que quizás por vender o no querer investigar más, decidieron mostrar una imagen que no tiene nada que ver con la realidad inuit. Es más, si comparamos la realidad con muchas películas o documentales que nos han llegado, al parecer sólo un 5 o 10% vivían como se mostraba. De una manera u otra, se ha ido distorsionando la realidad y yo siempre digo que los inuit son uno de esos pueblos que se conoce más por su nombre que por su realidad cultural. Los inuit es un pueblo cuyos orígenes se remontan a 4000 - 4500 años cuando un pueblo paleoesquimal proveniente de Siberia cruza el estrecho de Bering y se establece en la zona de Alaska. A partir de ahí hubo dos períodos de calentamiento climático, uno hace 4500 años y otro hace 1000 años, y estas primera culturas paleoesquimales lo que hicieron fue emigrar hacia el este llegando hasta Canadá y Groenlandia. Alguna de estas culturas paleoesquimales desaparecieron, otras consiguieron sobrevivir y hacia el año 1100 apareció una nueva cultura neoesquimal denominada Thule, cuyos miembros están considerados como los antepasados más modernos de los inuit históricos. Existe todavía un debate acerca de la equiparación de la cultura Thule con los inuit, pero para que la gente pueda comprenderlo mejor, se puede decir que los inuit aparecieron hace aproximadamente unos 1000 años. En el pasado existían 21 grupos inuit, en una extensión de 8000 km, pasando por Siberia, Alaska, Canadá y Groenlandia. Estos 21 grupos tenían sus costumbres, tradiciones, economía de subsistencia particular, sus dialectos. Eran muy diferentes los unos de los otros y de esos 21 grupos existen actualmente 19, ya que dos han desparecido. Unos son los sadlermiut, que estaban en el Ártico central canadiense y otros son los inuit del delta del río Mackenzie que hace frontera entre Canadá y Alaska, que desaparecieron aproximadamente hace un siglo como consecuencia de la enfermedades traídas por el hombre blanco y para los cuales no estaban preparados ni eran inmunes. Estos 19 grupos que existen en la actualidad, siguen manteniendo ciertas diferencias, aunque están bastante cohesionados. Tienen de hecho una organización internacional que es la más importante como organización no gubernamental de la historia, que es la Inuit Circumpolar Council, que representa a todas las comunidades inuit. Pese a todas las diferencias, hay muchas similitudes entre las diferentes comunidades, como es el tema del trineo, kayak y sobre todo lo más importante es que siguen siendo un pueblo cazador y pescador.

¿Recuerdas qué es lo que más te impactó en tus primeros contactos con los inuit?
Mi primer impacto fue en 2002, y era algo que no esperaba ya que los libros que había leído me mostraron una realidad completamente diferente a lo que yo estaba viviendo y viendo. Recuerdo que una de las primeras imágenes con las que yo me quedé realmente sorprendido fue ver a un cazador inuit conduciendo un trineo de perros y hablando por el móvil, y es que yo mismo en aquel momento todavía no tenía teléfono móvil. Después, cuando fui a casa de aquella familia groenlandesa, a convivir con ellos, pues resultó que tenían una televisión de plasma, equipo de música, horno. Y me dije a mi mismo, Francesc, esto no puede ser, ¿Qué está sucediendo? En este momento comprendí la clave, aquello que hizo que sintiera una atracción por los inuit desde el principio hasta la actualidad. Los inuit viven a caballo entre el mundo moderno y el mundo tradicional. Ellos buscan el equilibrio, la armonía y esto lo hicieron básicamente para defenderse del hombre blanco, porque en los años 70 los inuit corrían el peligro de desaparecer como pueblo y finalmente se dieron cuenta de que la única manera que tenían de luchar contra el hombre blanco era utilizando sus propias armas, pero de forma pacífica. Lo que empezaron es a aprender el idioma del hombre blanco, hasta tal punto que cuando uno va a su territorio son ellos los que te dicen -eres tú quien no habla mi lengua-. Empezaron a estudiar carreras universitarias, a organizarse políticamente, a avanzar social y económicamente, a avanzar en el mundo moderno sin perder sus tradiciones. Buscando ese equilibrio querían buscar el contrapunto a la invasión agresiva del hombre blanco, ya que desde siempre el Ártico ha sido un lugar estratégico, no sólo por cuestiones bélicas o de comunicaciones sino por los recursos. En los últimos años especialmente en lo que se refiere al gas natural y los hidrocarburos, el petróleo. Ese equilibrio, esa armonía, me fascinó. Y lo llevan al extremo. Cuando los inuit necesitan comida van a la naturaleza, donde encuentran todo lo que necesitan para poder sobrevivir. Nosotros en cambio, vamos al supermercado. Cuando los inuit cruzan el umbral de sus casas, se convierten en auténticos cazadores del hielo. Cuando están en sus casas, son más o menos como nosotros.

Eso es muy interesante ya que hay mucha culturas originarias que de alguna manera u otra han sucumbido a la modernidad y es difícil mantener ese equilibrio del que hablas. En estos 20 años de expediciones a Groenlandia, de conocimiento de la cultura inuit ¿Qué cambios has observado en ellos?
Básicamente el tema del calentamiento global y la contaminación medioambiental. En esencia ellos continúan igual, no han cambiado, pero sí es verdad que nuestro maltrato al planeta les está afectando a ellos de forma directa y cada vez hay más accidentes con el hielo, tanto en verano como en invierno. Cada vez es más normal estar en verano en manga corta y desde hace unos años se está empezando a cultivar la tierra en el suroeste de Groenlandia. Además, la contaminación llega a través de los COPs que son los organismos contaminantes persistentes que proceden de las principales industrias de Canadá, EUA y México. Estos contaminantes se introducen en los animales y como los inuit comen la comida hervida o cruda, pues les afecta de forma más directa. Las mujeres inuit no les pueden dar el pecho a sus hijos porque la leche materna está expulsando un cóctel tóxico que es mortal para los niños.

Así que de alguna manera los que menos contaminan son los que más la sufren la contaminación.
Efectivamente. Y luego a nivel personal puedo decir que en estos momentos, después de tantos años, para mi ir al Ártico es como estar por casa. Se ha convertido en algo normal y cotidiano.

A nosotros, como narradores orales nos interesa muchísimo la cuestión de la cultura y específicamente la tradición oral inuit, dado que aunque conocemos algunas historias que han sido traducidas al inglés y español, desconocemos en gran medida el contexto y las características de esta tradición.
Para empezar debemos tener en cuenta que hasta hace más o menos un siglo, los inuit eran una cultura eminentemente oral (aunque algunos inuit de Groenlandia, desde 1861 ya saben leer y escribir) de manera que la tradición oral era muy importante para la comunidad. Se daba sobre todo en los duros meses de invierno, es decir, cuando llegaba noviembre, diciembre y hasta más o menos febrero, con la noche ártica, con temperaturas en torno a los 40 o 50º bajo cero, dejaban sus actividades tradicionales de caza y pesca y lo que hacían era reunirse en comunidades semipermanentes y contar cuentos, leyendas, etc.
Yo afirmaría que su tradición oral siempre ha tenido un carácter epistemológico ¿Y qué significa esto? Pues que la mayoría de los cuentos y leyendas siempre acaban mal ya que reflejan la vida de algunas personas con un objetivo eminentemente pedagógico. Si haces esto te puede pasar esto. Si no haces esto puede sucederte aquello. Siempre tenían un mensaje de enseñanza. La gran mayoría de las historias por tanto acaban mal porque lo que se quería era que a la gente no le pasase lo mismo que se estaba contando.
A principios del siglo XX empezamos a tener recopilaciones de cuentos y leyendas y antropólogos como Knud Rasmussen o Henry Rink, que empiezan a recopilarlos. Sin embargo hay una cosa que sí ha cambiado desde el pasado y es que en épocas anteriores, la gente mayor, cuando llegaban momentos de penuria y hambre, para no ser una carga para la comunidad, acaban suicidándose. Al morir la gente sabia de la comunidad, se perdía con ellos un conocimiento importante de esas tradiciones. Desde los años 50 esto ha cambiado y ahora los grandes guardianes de la tradición oral son la gente mayor, de forma que una de sus virtudes y funciones es poder explicar estos cuentos a sus descendientes. También los suelen hacer en las escuelas. Hoy en día la gente mayor ocupa un lugar importantísimo, sobre todo porque la población inuit tiene uno de los índices más elevados del mundo de suicidio entre los niños. Y esto se explica porque los niños ven la televisión, ven cómo viven los demás y al darse cuenta de las condiciones tan duras en las que ellos viven, en ocasiones acaban suicidándose. Hay una serie de programas pedagógicos en los que la gente mayor tiene un papel bastante importante y en los que se trata de reforzar la identidad inuit. Una de las maneras de reforzar esta identidad es precisamente mediante el despliegue de la tradición oral. No es que haya profesionales sino gente que sencillamente se dedica a transmitirla.
Los cuentos y leyendas nos hablan sobre las actividades más importantes para este pueblo como la caza y la pesca pero también sobre la naturaleza y sus espíritus. Me atrevería a afirmar que el cuento más extendido, con sus diferentes versiones, porque hay muchos grupos que cuentan esta historia, es el de Sedna, que además ha recibido varios nombres según el grupo. Su historia es la historia del espíritu del mar. Y después está la historia de Malina y Anningan, que es un mito acerca del sol y la luna, del paso de la noche al día o sobre cómo se forman los eclipses. Es curioso porque hasta no hace mucho, las prohibiciones relacionadas con los tabúes que aparecen en esta historia, se han mantenido, sobre todo en el caso de Groenlandia.
Sí que es cierto que en estos momentos lo que más se conoce son las historias de vida. No necesariamente son historias antiguas. Pueden ser historias modernas que hayan sucedido en un pasado reciente.Una de las cosas que han desarrollado muchísimo es el tema de las relaciones sociales, de vivir en comunidad, y actualmente cuando vas de caza y pesca con ellos, se explican historias de las cosas que les pasan. - Mira el otro día fulanito se fue a cazar un oso polar, tuvo una accidente y se cayó al agua y menos mal que los perros lo rescataron-. Esa tradición oral ha servido para que ellos, de una manera u otra continúen explicándose sus historias. La esencia y ese carácter de enseñanza ha continuado, para evitar que el final trágico te acabe sucediendo a ti.

Pues muchas gracias Francesc por todo lo que nos estás contando. Antes de despedirnos me gustaría que nos explicaras cuáles son tus próximos proyectos y dónde podemos encontrarte en los próximos meses.
Aunque no puedo dar muchos detalles todavía, puedo decir que en julio he estado rodando una película en Groenlandia que será una especie de viaje introspectivo a través del paisaje y de las gentes que vaya conociendo en este viaje. A finales de agosto estaré en Groenlandia, ya que, además de dar clases en la universidad, también hago de guía de viajes. Iremos a la costa este donde opero desde hace 5 años. Por otra parte también estoy preparando una exposición en el Museo de Culturas del Mundo en el que el hilo argumental serán los duelos cantados. En 2013 tuve la suerte de conocer a Anda Kuitse, el último poeta del Ártico, y esto fue muy importante para mí ya que tras 16 años de búsqueda encontré por fin a una persona que había improvisado canciones para solucionar un conflicto interno. Ya en 2018 estaré en Colombia para hacer una exposición sobre los inuit en el Museo Mapuka de Barranquilla. Y básicamente esto son los proyectos a corto plazo.

Ahí es nada. Aprovecho para desearte muchísima suerte en todos estos proyectos y de nuevo quisiera agradecer tu disponibilidad y colaboración con esta iniciativa de AEDA.
¡Gracias a vosotros! Como última anécdota, me gustaría contaros que entre los inuit con los que más confianza tengo, no soy conocido como Francesc, ya que desde que me conocieron consideraron que mi nombre no es muy bonito, que musicalmente hablando, en su lengua, no suena nada bien. Y resultó que durante el primer viaje que hicimos en el trineo de perros, al salir de uno de los pueblos, a mí me vino a la cabeza la frase de Speedy González, ¡yepa yepa, pa’lante pa’lante! Y desde aquel día que después de escucharme se les quedó la palabra palante así que ellos a mí me llaman Palante. Además, en aquella primera expedición, una perra se quedó preñada y a uno de aquello cachorros le pusieron el nombre de Palante. Y tengo que decir que los inuit solo le ponen nombre a los perros que son importantes para ellos, así que es todo un honor.
Y luego resulta que en 2015 hice uno de los proyectos más bonitos en los que he participado, aparte de ser el asesor de la película Nadie quiere la noche de Isabel Coixet, que recibió 4 premios Goya. Hice un documental, que se llama La sonrisa del sol, que ha recibido muchísimos premios, y que es la historia de esta familias inuit con las que yo trabajo en viajes culturales en la costa este de Groenlandia, que nos llevamos de vacaciones a las islas Canarias. Y allí se ve como se bañan en el mar por primera vez, como tocan el suelo descalzos y sin sentir frío, etc. Este viaje dio mucho de sí y una de las chicas que participó en el proyecto le puso a su hijo Palante, uno de los cinco nombres que cada niño inuit recibe cuando nace.

De alguna manera Francesc, ya eres Palante, el inuit del Sur. Enhorabuena por tu trabajo.
Para saber más:
Bailón, Francesc (2015) Los inuit, cazadores del gran norte. Barcelona: Nova Casa Editorial.
Bailón, Francesc (2016) Los poetas del Ártico. Barcelona: Nova Casa Editorial.
Esta entrevista pertenece al BOLETÍN Nº 55 de AEDA - INUIT. Las historias del gran norte.

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