“Irán alumbró la primavera árabe”
La escritora iraní está convencida de que la fuerza de las mujeres acabará con el “régimen totalitario” de Mahmud Ahmadineyad
De suaves maneras y sonrisa cálida, todo en la escritora Azar Nafisi
se transforma en energía cuando habla de la lucha de las mujeres
iraníes; de esas pioneras que en 1963 consiguieron imponer el sufragio
universal en la Persia del sha Pavlevi, mientras en Suiza -donde
estudiaron ella y otras muchas de las hijas de la clase dirigente
iraní-, el voto de las mujeres solo llegó en 1974. La autora y activista
ha estado en España para recoger en Valladolid el premio de la
Fundación Gabarrón de Pensamiento y Humanidades 2011. Exiliada en EE UU
donde ha retomado en la Universidad Johns Hopkins la cátedra de
Literatura que dejó en Teherán, está convencida de que la fuerza de las
iraníes será la que acabe con el “régimen totalitario” que gobierna
Irán.
Pregunta. ¿La primavera árabe florecerá en Irán?
Respuesta. Irán alumbró los acontecimientos de Egipto, Túnez o Libia. Muchos disidentes, especialmente las mujeres, miraron a Teherán durante las revueltas de 2009. Ahora, la primavera árabe influencia Irán sobre todo atemorizando al régimen, que se vuelve más arbitrario, más hierático y más violento, lo que refleja su extrema debilidad.
P. ¿Cree que el régimen se hundirá?
R. No me cabe la menor duda, aunque no sé cuándo. En sus últimos discursos, (el presidente Mahmud) Ahmadineyad ha recurrido a un lenguaje de violencia que revela su absoluta frustración. El régimen percibe que está en un callejón sin salida y no le queda otro recurso que la violencia. El círculo de poder del ayatolá Alí Jameneí ha aislado a Ahmadineyad, y a su vez, los dos dirigentes se sienten cada día más asustados por los acontecimientos árabes.
P. ¿Es cierto que hay una fuerte división en la cúpula del poder?
R. Las fracturas existen desde el momento en que el régimen se adueñó de Irán. El ayatolá Madani defendió hasta su muerte (en un atentado en 1981) la separación entre la religión y el Estado. El ayatolá Montazeri, designado por Jomeini para sustituirle, fue apartado por el mismo Jomeini (en 1989 por criticar el radicalismo). El régimen se ha convertido en un totalitarismo estaliniano que ha confiscado la religión para convertirla en ideología, pero los iraníes sienten que, como en Europa del Este, se deslizan hacia la destrucción del muro.
P. ¿Las bases han abandonado a Ahmadineyad?
R. No totalmente, pero la economía se tambalea. La situación de los veteranos de guerra es lamentable. La revolución llegó para ayudar a los pobres, pero cada día son más pobres y los ricos, cada día más ricos. Son los ricos los que apoyan al régimen y no quieren que caiga, porque en este sistema corrupto disfrutan de todos los privilegios. Las mujeres más pobres son las grandes víctimas.
P. ¿Considera positivas las sanciones internacionales?
R. No, porque no tienen en cuenta al pueblo iraní. No hay mayor arma que el pensamiento y la cultura. Esto es lo que hay que fomentar. Hay que hablar con los iraníes, con los jóvenes que están todo el día conectados a las redes sociales para sentirse dentro del mundo actual. Abrirse a ellos, que son iguales que los occidentales y tienen las mismas inquietudes y las mismas ganas de vivir.
P. ¿Qué opina de la actitud de Occidente?
R. Me enfada mucho. Siempre espera a que las gentes
se maten, como en Libia, para actuar. ¿Cuántos iraníes tienen que morir
para que apoyen a la sociedad iraní? No queremos que lo hagan con armas
sino con libros, con departamentos de humanidades.
P. Occidente encabeza la campaña contra la lapidación…
R. Si, pero eso no representa a la sociedad iraní, sino al régimen que desde el primer momento se ensañó contra las mujeres y las minorías étnicas y religiosas, cuyos derechos pisoteó. La lapidación, el matrimonio a los nueve años y otras barbaridades no son la generalidad. Las iraníes libran una lucha existencial contra el régimen y precisan reconocimiento. Sus armas de destrucción masiva son el carmín o el pelo que asoma bajo el velo en defensa de su dignidad individual y de su libertad de decidir.
P. ¿Se abre una nueva era para las mujeres?
R. A mí no me gusta que me digan que estoy occidentalizada porque no llevo velo. Las iraníes no miran a Occidente cuando exigen su derecho a decidir. Miran a sus conquistas del pasado. Yo miro a mi abuela que luchó por sus derechos durante la llamada Revolución Constitucional (1906) y a mi madre que fue una de las primeras diputadas (1963). Nadie nos ha regalado nada. Las mujeres hemos luchado siempre. No soy occidental porque diga que la religión y el Estado deben estar separados.
P. ¿Cree que la primavera árabe proseguirá?
R. Lo difícil no es cambiar el régimen sino realizar la transición, por eso espero un apoyo decidido de Occidente a esos pueblos que ahora más que nunca están necesitados de respaldo.
P. Muchos expertos occidentales vieron en el presidente Mohamed Jatamí (1997-2005) el hombre que democratizaría Irán ¿por qué fracasó?
R. Yo salí de Irán en 1997 cuando el espejismo de Jatamí llevó a muchos a volver. Jatamí desató unas expectativas que no podía cumplir porque formaba parte del sistema. Marchitó la esperanza de millones de personas, que se volvieron más violentas cuando en 2009 tuvieron que mostrar su apoyo a (los opositores Mir Husein) Musaví y Mehdi Karrubí. En 1997 no era solo cuestión de cambiar el régimen sino la mentalidad, y en estos años se ha avanzado mucho. Ahora los jóvenes saben lo que significa la cárcel y la lucha por la libertad individual.
P. ¿Es usted optimista?
R. No soy optimista pero tengo esperanza, aunque me preocupa la situación de la juventud porque Irán, como Estado totalitario que es, destruye las instituciones, la moralidad y la fe.
P. Usted acaba de adoptar la nacionalidad de EE UU, ¿Qué opina de la situación en ese país?
R. Estoy muy preocupada. Lo que sucede en EE UU va mucho más allá de la crisis económica. Se trata de crisis por falta de visión y de coraje. En Irán se muere por leer a Max Weber y en EE UU se cierran los departamentos de humanidades y se reducen los beneficios sociales.
Pregunta. ¿La primavera árabe florecerá en Irán?
Respuesta. Irán alumbró los acontecimientos de Egipto, Túnez o Libia. Muchos disidentes, especialmente las mujeres, miraron a Teherán durante las revueltas de 2009. Ahora, la primavera árabe influencia Irán sobre todo atemorizando al régimen, que se vuelve más arbitrario, más hierático y más violento, lo que refleja su extrema debilidad.
P. ¿Cree que el régimen se hundirá?
R. No me cabe la menor duda, aunque no sé cuándo. En sus últimos discursos, (el presidente Mahmud) Ahmadineyad ha recurrido a un lenguaje de violencia que revela su absoluta frustración. El régimen percibe que está en un callejón sin salida y no le queda otro recurso que la violencia. El círculo de poder del ayatolá Alí Jameneí ha aislado a Ahmadineyad, y a su vez, los dos dirigentes se sienten cada día más asustados por los acontecimientos árabes.
Las mujeres hemos luchado siempre. No soy occidental porque diga que el Estado y la religión deben estar separados
R. Las fracturas existen desde el momento en que el régimen se adueñó de Irán. El ayatolá Madani defendió hasta su muerte (en un atentado en 1981) la separación entre la religión y el Estado. El ayatolá Montazeri, designado por Jomeini para sustituirle, fue apartado por el mismo Jomeini (en 1989 por criticar el radicalismo). El régimen se ha convertido en un totalitarismo estaliniano que ha confiscado la religión para convertirla en ideología, pero los iraníes sienten que, como en Europa del Este, se deslizan hacia la destrucción del muro.
P. ¿Las bases han abandonado a Ahmadineyad?
R. No totalmente, pero la economía se tambalea. La situación de los veteranos de guerra es lamentable. La revolución llegó para ayudar a los pobres, pero cada día son más pobres y los ricos, cada día más ricos. Son los ricos los que apoyan al régimen y no quieren que caiga, porque en este sistema corrupto disfrutan de todos los privilegios. Las mujeres más pobres son las grandes víctimas.
P. ¿Considera positivas las sanciones internacionales?
R. No, porque no tienen en cuenta al pueblo iraní. No hay mayor arma que el pensamiento y la cultura. Esto es lo que hay que fomentar. Hay que hablar con los iraníes, con los jóvenes que están todo el día conectados a las redes sociales para sentirse dentro del mundo actual. Abrirse a ellos, que son iguales que los occidentales y tienen las mismas inquietudes y las mismas ganas de vivir.
P. ¿Qué opina de la actitud de Occidente?
La revolución llegó para ayudar a los pobres, pero cada día son más pobres y los ricos, cada día más ricos
P. Occidente encabeza la campaña contra la lapidación…
R. Si, pero eso no representa a la sociedad iraní, sino al régimen que desde el primer momento se ensañó contra las mujeres y las minorías étnicas y religiosas, cuyos derechos pisoteó. La lapidación, el matrimonio a los nueve años y otras barbaridades no son la generalidad. Las iraníes libran una lucha existencial contra el régimen y precisan reconocimiento. Sus armas de destrucción masiva son el carmín o el pelo que asoma bajo el velo en defensa de su dignidad individual y de su libertad de decidir.
P. ¿Se abre una nueva era para las mujeres?
R. A mí no me gusta que me digan que estoy occidentalizada porque no llevo velo. Las iraníes no miran a Occidente cuando exigen su derecho a decidir. Miran a sus conquistas del pasado. Yo miro a mi abuela que luchó por sus derechos durante la llamada Revolución Constitucional (1906) y a mi madre que fue una de las primeras diputadas (1963). Nadie nos ha regalado nada. Las mujeres hemos luchado siempre. No soy occidental porque diga que la religión y el Estado deben estar separados.
P. ¿Cree que la primavera árabe proseguirá?
R. Lo difícil no es cambiar el régimen sino realizar la transición, por eso espero un apoyo decidido de Occidente a esos pueblos que ahora más que nunca están necesitados de respaldo.
P. Muchos expertos occidentales vieron en el presidente Mohamed Jatamí (1997-2005) el hombre que democratizaría Irán ¿por qué fracasó?
R. Yo salí de Irán en 1997 cuando el espejismo de Jatamí llevó a muchos a volver. Jatamí desató unas expectativas que no podía cumplir porque formaba parte del sistema. Marchitó la esperanza de millones de personas, que se volvieron más violentas cuando en 2009 tuvieron que mostrar su apoyo a (los opositores Mir Husein) Musaví y Mehdi Karrubí. En 1997 no era solo cuestión de cambiar el régimen sino la mentalidad, y en estos años se ha avanzado mucho. Ahora los jóvenes saben lo que significa la cárcel y la lucha por la libertad individual.
P. ¿Es usted optimista?
R. No soy optimista pero tengo esperanza, aunque me preocupa la situación de la juventud porque Irán, como Estado totalitario que es, destruye las instituciones, la moralidad y la fe.
P. Usted acaba de adoptar la nacionalidad de EE UU, ¿Qué opina de la situación en ese país?
R. Estoy muy preocupada. Lo que sucede en EE UU va mucho más allá de la crisis económica. Se trata de crisis por falta de visión y de coraje. En Irán se muere por leer a Max Weber y en EE UU se cierran los departamentos de humanidades y se reducen los beneficios sociales.
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