miércoles, 30 de julio de 2014

Magritte

En representación de la realidad

magritte.jpg
¿Cuál es la relación entre las palabras y las pinturas a las representaciones mentales - y la "realidad" en sí?
El artista surrealista René Magritte, es uno de los favoritos filosófico (junto con Escher) porque muchos de sus cuadros a jugar con temas filosóficos. Sin embargo, menos apreciado, es su pintura se apoya en una base teórica importante y un esfuerzo personal constante para hacer frente a la cuestión filosófica fundamental - a través del arte - de la relación entre lenguaje, pensamiento y realidad.
En el Segundo Manifiesto Surrealista , René Magritte ofrece 18 bocetos, cada uno que ilustra una supuesta relación de 3 vías con las palabras y la "realidad.
Esta página explora cada imagen, a su vez.
¿Qué es un manifiesto del magritte de Rene
responda
A diferencia de otros artistas de la escuela surrealista, el estilo de Magritte es muy realista - pero esto es sólo un meants a socavan más tarde la autoridad y la certeza de la "apariencia" - de nuestro conocimiento del mundo externo. Como Magritte dice:
"Vemos el mundo como fuera de nosotros mismos, aunque sólo es una representación mental de lo que experimentamos dentro de nosotros mismos." 1

Las palabras y las imágenes

mot1.jpgUn objeto no está tan unido a su nombre que no se puede encontrar para que otro que es más adecuado 2Las palabras escritas a mano 'Le Canon' es por lo general sólo traducen como "el arma", pero esto en sí mismo podría ser un juego en el sentido de "canon", el "establecimiento de la norma cosa", sobre todo de la belleza?
mot2.jpgHay objetos que se pueden hacer sin un nombre.La palabra francesa para el barco de remo es 'canot »-, pero el juego de palabras ...?
mot3.jpgPalabras a veces sólo sirve para designarse a sí mismo.'Ciel' es el cielo ... pero?
mot4.jpgUn objeto se encuentra con su imagen, y los objetos se encuentra con su nombre.Sucede que la imagen y el nombre de este objeto se enfrentan entre sí.A diferencia de los casos posteriores,
mot5.jpgA veces el nombre de un objeto ocupa el lugar de una imagen.Una mano, una caja y una roca?
mot6.jpgUna palabra puede tomar el lugar de un objeto en la realidad.La dama está diciendo 'sunshine'. O 'el sol', si quieres. ¿Está vinculado a la siguiente imagen?
mot7.jpgUna imagen puede ocupar el lugar de una palabra en una oración. 3Bueno, sí, pero, lógicamente, el sol debe estar oculto, no?
mot8.jpgUn objeto puede sugerir que hay otros objetos detrás de ella.La pared no me hacen pensar que hay algo detrás de él.El sol? La dama?
mot9.jpgTodo tiende a hacernos pensar que hay poca relación entre un objeto y lo que representa. 4Equivocadamente, el "real" y la "imagen" son, por supuesto, lo mismo aquí ...
mot10.jpgLas palabras que sirven para indicar dos objetos diferentes no muestran lo que puede dividir estos objetos el uno del otro.El etiquetado 'surrealista' en francés se traduce como "persona con pérdida de la memoria" y "el cuerpo de la mujer '
mot11.jpgEn una pintura las palabras son de la misma sustancia que las imágenes.Pero lo son?
mot12.jpgUsted puede percibir las palabras y las imágenes de forma diferente en una pintura.¿Está diciendo Magritte un nuevo significado puede ser creado por la yuxtaposición de este tipo?
mot13.jpgUna forma puede sustituir la imagen de un objeto para cualquier reson.Un juego muy confuso en formas aquí ...
mot14.jpgUn objeto no sirve el mismo propósito que sea su nombre o su imagen hace.El hombre llama a su caballo - o se le llama a su caballo "caballo"?
mot15.jpgA veces las formas visibles de los objetos, en la vida real, forman un mosaicoRené parece haber desplazado un poco de su tema original aquí ...
mot16.jpgFormas vagas o poco claras tienen un significado preciso cada pedacito tan necesaria como la de formas perfectas.Una vez más, el ejemplo ha dejado lenguaje ligeramente fuera del debate. Pero la cuestión se podría ampliar ...
mot17.jpgA veces, los nombres escritos en una imagen designan cosas precisas, mientras que las imágenes son vagos.Bueno ... sí ...

mot18.jpgO igualmente, todo lo contrario:Pero es la palabra 'niebla' imprecisa?

René Magritte

viernes, 11 de julio de 2014

El valle del asombro


Portada de
Tras casi ocho años sin publicar, ve la luz la nueva novela de Amy Tan, la aclamada autora de 'El Club de la Buena Estrella'. Su nueva obra lleva por título 'El valle del asombro' y sitúa al lector en Shanghái entre finales del siglo XIX y principios del siglo XXpara abordar algunos de los temas que la han hecho conocida en todo el mundo: el intercambio entre generaciones y culturas y la relación entre madres e hijas de la comunidad china en EEUU.
Una vez más, sus protagonistas son femeninas. Violeta es la hija adolescente de Lulú, una estadounidense propietaria de la mejorcasa de cortesanas de la ciudad de Shanghái. Convencida de que su madre no la quiere y siempre evita hablar del pasado, Violeta no acaba de encontrar su lugar. Pero antes de que puedan arreglar sus diferencias ambas sonvíctimas de un engaño que las separará, llevando a Lulú de vuelta a San Francisco y convirtiendo a Violeta en cortesana.
Años después, y como si el destino fuera una condena a la que no pueden escapar, Violeta sufrirá también los reveses de la suerte, y se dará cuenta de que su única oportunidad de encontrar la felicidad pasa por enfrentarse al pasado, compartir sus secretos y profundizar en la compleja relación entre madres e hijas.
Amy Tan es autora de siete novelas, entre los que destacan 'Un lugar llamado Nada', 'Los cien sentidos secretos' y 'La hija del curandero'. Sus obras han sido publicadas en 35 idiomas. Ha vendido más de cinco millones de ejemplares en todo el mundo.
Portada de 'El valle del asombro' | Foto: antena3.com

Amy Tan

Amy Tan no perdona

La escritora indaga en el pasado de su abuela china en el libro 'El valle del asombro'

¿Se puede perdonar el abandono de una madre? Traición y desencuentros recorren la novela

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Amy Tan. / RICK SMOLAN / AGAINST ALL ODDS PRODUCTIONS
Quizás, si su abuela, de la que descubrió un pasado de cortesana, no se hubiera suicidado, su madre, con la que mantuvo una relación que pasaba del amor filial a las amenazas de muerte, no habría resultado un ser tan narcisista. Tampoco hubiese cargado con tanto sentido de culpa. Ni a la vez le habría dejado a ella en alguna ocasión abandonada por cumplir su santa voluntad. Ni ahora, esta mujer menuda, que habla de traición, irresponsabilidad, desprendimiento, incapacidad para enmendar traumas de su pasado, no se pasaría un buen rato encerrada en ese bucle que justifica su falta de remordimiento al mostrarse poco favorable al perdón.
“¿Hay que perdonar?”, clama Amy Tan (Oakland, California, 1952), serena, segura de sí misma. “No, ¿por qué? Tampoco eso nos impide amar a quien nos ha hecho daño, pero quien diga que perdona ciertas cosas, como el abandono de una madre o la infidelidad de un esposo, miente”.
Sin ese cuestionamiento, sin esa obsesión por meterse en el pozo, tampoco esta escritora de carácter y gancho habría producido una obra que a costa de los desencuentros, del desarraigo, los desentendimientos, ha cautivado a millones de lectores en todo el mundo desde que publicara en 1989 El club de la buena estrella.
De entonces a esta nueva pero fascinante y enjundiosa novela tituladaEl valle del asombro, Tan no ha hecho otra cosa que bucear en las sinuosas, frías y traicioneras corrientes subterráneas del Pacífico. Desde el punto que une la poderosa China de sus orígenes hasta desembocar en la rica California, donde vive al pie del Golden Gate.
En Sausalito, al otro lado de la bahía de San Francisco, nada más pasar el puente de los sueños junto a los enamorados que lo atraviesan para cumplir alguna promesa y las pesadillas de los suicidas que lo rondan escoltados por corredores y ciclistas, descendiendo una sinuosa cuesta hacia el mar, vive la autora en una casa de madera rodeada de una vegetación más asiática que californiana.
Allí va tejiendo los hilos que le han llevado de un lugar a otro para acabar en El valle del asombro. Las causas y las consecuencias. Si a Amy Tan no le llamara la atención el mundo de los putiferios cosmopolitas en el Shanghái prerrevolucionario y no hubiese acudido a contemplar una exposición sobre aquella ciudad antaño exótica, hoy territorio propio de Blade Runner, no habría relacionado aquella foto preferida de su abuela con los vestidos que utilizaban las cortesanas de la época.
Tuve un novio que mi madre no soportaba. Como no cortaba con él, cogió un cuchillo y me lo puso en la garganta”
Lejos de asustarse, preguntó y preguntó. Por su madre, muerta en 1999, supo otras cosas de la vida, pero no la verdadera razón que había llevado a suicidarse a su progenitora creando un tsunami de traumas en la familia que llega hasta hoy. “Ella no lo sabía, y no lo hubiera creído”. De lo que su madre, según la versión oficial, llegó a enterarse es de que la abuela fue obligada a convertirse en la cuarta esposa de un potentado local. Pero Amy va más allá. Se pregunta: “¿Fue una cortesana?”.
No es que El valle del asombro ahonde solo en su particular fascinación por ese mundo, sino que descubrió un secreto familiar tremendo. “Mi madre siempre creyó que mi abuela había sido obligada a convertirse en cuarta esposa de un poderoso cacique, un hombre al que no amaba y que se suicidó por la vergüenza que llegó a sentir a raíz de ello. Si le hubieran dicho que en realidad era una cortesana, por cualquier circunstancia, por cualquier razón, ¿qué me hubiera contado? Si yo se lo hubiera planteado, creo que lo habría negado”.
En cambio, de lo que pudo enterarse ella en vida, fue de otra historia con violencias y amenazas de por medio que ayudaban a entender más el suicidio. “Le contaron que la amenazó de muerte si no se casaba con él y que por eso se vio forzada a hacerlo. Pero de lo que yo me informé fue que él aseguró que se suicidaría si no contraían matrimonio. Existía alguna razón violenta por medio. Desde luego”. Y escandalosa. Pero poco creíble: “Imagínate, el hombre más famoso de la isla, el que hacía las carreteras, los hospitales, ¿que por algún encuentro con ella se quisiera matar?”.
Algo se fue cociendo previamente. “Existía una relación de amor que se fraguó con ella como cortesana, quizás, y esa relación tenía varias aristas y versiones. Una, que había hecho un trato mediante el cual, a cambio de un hijo, ella recibiría una casa en la ciudad”. Su abuela cumplió, pero se suicidó después. Se trataba de una mujer oscura, atormentada: “Consumían opio, me dijeron que era una persona callada, pero que tenía un temperamento violento, que era la favorita, que disponía de la mejor habitación, no sufría la posición inferior que se le suponía a una cuarta esposa”.
Hace tan solo tres años, Amy Tan supo esto. Obviamente le hubiese encantado hablar con su madre de ello, pero ella ya no estaba. Aunque aquella mujer marcaba la grieta de sus desencuentros, le proporcionó tanta riqueza emocional que se convirtió en escritora para explorar todos los traumas que la ocasionó. El primero, abandonarla para irse con un hombre.
Tan aún no ha perdonado. “Cuando tus mayores toman decisiones en las que te ves involucrado y te afectan puedes llegar a no entender ni a perdonar, ¿qué es eso? ¿Debemos absolver a quienes nos han hecho daño? ¿Influye el hecho de que no les perdones en el amor que los puedas tener, en la confianza? Tampoco”.
Y continúa, como en una noria clara y a la vez confusa. “Me resulta muy difícil perdonar a quien me traicionó, eso me preocupaba, pero mientras escribía esta novela, me preguntaba: ¿por qué debemos hacerlo? Quizás sea esa idea que nos viene de los libros de autoayuda, intentando convencernos de que es bueno para uno mismo. Pero yo digo: a la mierda, ¿por qué deberíamos perdonar? ¿Qué es eso? ¿A santo de qué? No creo que sean preguntas con respuestas fáciles. ¿Cómo puedes pasar por alto ciertas cosas? Si son graves, quizás mientras te haces mayor llegas a equilibrarlo con lo bueno que te ha ocurrido, pero no creo que compense”.
Aunque, por otra parte, le ha servido para ahondar en las claves de esta nueva historia. “Quería analizar la naturaleza de la traición, la confianza, la responsabilidad, todo eso, completamente conectado entre sí”. La naturaleza de la compasión la ha dominado. ¿Miente quien dice que perdona?: “Hay dos clases de honestidad en este caso. La que se deriva de los hechos y la que se deriva de las emociones. La que por dentro nos quema repitiéndonos me siento abandonada y no perdono aunque no me lo demuestre a mí ni a otros”. Por esos conflictos muchas veces acabas en el psiquiatra. “No eres capaz de calibrar tus propios sentimientos, te has sentido atado por tu deber, por tu percepción de que, al madurar, has pasado todo a otro plano, has olvidado, pero no, no es así”.
Mucho de aquella niña que se sentía dolida debido a las circunstancias ha quedado marcado en Violeta, la protagonista de El valle del asombro.Criada en un burdel, con una madre caprichosa, dominante, egocéntrica. “La mía fue muy egoísta, interesada, hacía las cosas dejándose llevar por las pasiones, aunque también heredé de ella una visión del mundo que cuestiona todo, muy escéptica y honesta, quizás ella se pasó de transparente con sus sentimientos, pero fue muy auténtica. Eso lo trasladé a Violeta. Yo heredé todo aquello y quería explorarlo”.

Reír y llorar

JOSÉ LUIS DE JUAN
Sostenía Wilkie Collins que al lector se le atrapa haciéndole reír, haciéndole esperar y, en el momento oportuno, haciéndole llorar. Pues bien,Amy Tan sigue a su manera los consejos victorianos que cimentaron la multitudinaria estima de Dickens, el amigo de Collins. La autora de El club de la buena estrella construye en El valle del asombro no tanto un valle de risas y lágrimas (recordemos el filme de John FordQué verde era mi valle) como un brillante escenario de vívidos y curiosos detalles en el que los destinos se enlazan a una cadena formada por eslabones de amor y sufrimiento, de resistencia y entrega. Los personajes estelares de esta novela son mujeres duras en desigual lucha contra un mundo de hombres débiles que esconden su constitucional fragilidad tras la violencia viril y el sometimiento femenino. Violeta narra su infancia en una refinada casa de cortesanas de Shanghái de la cual su madre americana, Lucía, era la madame.Lucía llegó a la ciudad híbrida persiguiendo a un pintor chino del que estaba enamorada, el cual le arrebataría su segundo hijo antes de perderse en la maraña familiar de honor y xenofobia. Violeta crece entre “flores” con nombres como Nube Mágica y Paloma Dorada, y busca a su padre en todos los hombres, mientras no se siente querida por su madre.
Y ella la perderá a causa del indeseable Fairweather, que la engaña haciéndola creer que su hija se encuentra a bordo del barco que la lleva a San Francisco. Entonces empieza el calvario de Violeta en una ciudad que ya empieza a no ser segura. Sigue los pasos de Lucía y es instruida con ahínco chino en las artes de la seducción, que incluyen desde el recitado de poemas y el tañido de la cítara hasta el mínimo gesto erótico. “Algunos de mis clientes alcanzaron el paroxismo del placer solamente con la vista”, le dice Calabaza Mágica, su mentora. Ella la enseña “a dominar la expresión de la tragedia”, que será su especialidad en el arte como en la vida. Sin embargo, igual que Lucía, Violeta busca el amor “auténtico”, que dure más allá de unos meses. Y lo encuentra en brazos de Edward, de quien tendrá una niña, Flora, que perderá igual que su madre la perdió a ella.
La peripecia cervantina de Violeta incluye a un falso poeta que la atrae a un sórdido concubinato en el Estanque de la Luna, otro escenario vacío de los sentimientos sublimes, pues El valle del asombro solo es una burda copia de un paisaje clásico que pintó su desconocido padre, Lu Shing, cuadro en el que la joven Lucía creyó ver “un lugar donde vivir”. A estas enjundiosas alturas del relato ya hemos tenido algunas risas, debidas a los enredos sexuales de las concubinas entre partidas de mahjong, y entonces llega la espera, por obra de Lucía, que describe el pene de su primer amante como “un roedor ciego y lampiño en busca de una teta llena de leche”. La antigua madamevuelve a 1897, cuando rompió con la familia y se fue al Lejano Oriente. Amy Tan regresa, en esta novela que evoca Memorias de una geisha, a sus temas habituales: la aguda, para ella irresoluble disparidad entre la cultura china y la idiosincrasia americana; las tensiones geológicas entre madres e hijas; el misterio del amor y el aprendizaje del abandono. Y lo hace recurriendo a largos monólogos laberínticos en los que el lector a veces se confunde, aunque nunca pierda la emoción, pues Tan tañe con su afinada cítara narrativa las fibras que nos conmueven y nos interrogan hasta el final, lo cual no deja de ser una hazaña.
El valle del asombro. Amy Tan. Traducción de Claudia Conde. Planeta. Barcelona, 2014. 677 páginas. 22,50 euros (electrónico: 12,99)
Materia literaria, exorcismo de palabras, traumas para explotar a gusto y a disgusto. Peleas, desencuentros, tensiones. Los de una madre empeñada en que su hija se convirtiera en algo que tuviera que ver con los negocios o la música, y las de una muchacha que terminó en el mundo de la literatura con incierto futuro sobreviviendo de la edición y los artículos por encargo, el reporterismo o los discursos a medida.
Por no hablar de desacuerdos sentimentales. “Tuve un novio que ella no podía soportar. Mi padre y mi hermano acababan de morir. Como no rompía con él, se mostraba tan frustrada, tan desesperada, pensando que arruinaría mi vida que cogió un cuchillo y me amenazó. Me lo puso en la garganta, loca, completamente loca, es como si la estuviera viendo mirándome y me dijo: vas a arruinar tu vida también, así que, ¿por qué no matarnos ahora las dos? Yo tenía 16 años. ¡Pues hazlo!, le dije”. Obviamente, frenó.
Rebeldía contra rabia. Un cóctel explosivo y regresivo. “Cuando yo reaccionaba de una determinada manera con mi madre le hacía a ella regresar a su propia niñez. Sus emociones, aunque fueran buenas, le empujaban a querer convertirse en el centro de atención y lo demostraba abiertamente”. Otras veces le daba por volverse protectora. “Entonces exigía tales niveles de lealtad que si te mostrabas en desacuerdo con ella, se sentía traicionada. Yo creo que eso conectaba directamente con su niñez y la volvía infantil. Lo bueno de los más pequeños es que mientras lo son no han aprendido a esconder sus emociones. Mi madre, en cierto sentido, no salió de ahí, jamás se censuró, ejercía una sinceridad salvaje, era radical, capaz de llorar, no pudo quitarse de encima el trauma de que su madre la dejara así, matándose. Se culpaba de ello, le obsesionaban las razones, si hubiera podido deshacerlo…”.
Compartir aquellos episodios de su vida, en cierto modo, la cura. “Quiero ser honesta, pero la gente cree que eso me convierte en vulnerable. Dicen que es valentía, pero no, se trata de una especie de obnubilación personal. He contado estas y otras cosas, cuando la gente me decía qué va a pensar tu madre, yo respondía que se lo preguntaran a ella y era tal su afán de protagonismo que trasladaba su propia versión sin avergonzarse de ello”. No fue con aquel novio con quien finalmente se casó. Pero sí con Lou DeMattei, abogado de profesión. Lo hicieron en 1974. Hasta hoy. Han sobrevivido a los divorcios de varios miembros del grupo de rock en el que Amy Tan canta periódicamente y en el que también participa su amigoStephen King. Aquellas parejas cuyos compañeros no iban a ver nuestras actuaciones porque pensaban que éramos inmaduros están divorciados. Lou, acudía casi siempre: Seguimos casados”.
Él ha sido un apoyo fundamental en los peores momentos, como cuando contrajo la enfermedad de Lyme. Aunque ya va superando sus efectos gracias a una medicación que la mantiene activa, le ha dejado varias huellas crónicas. “Ahora puedo hablar, ¿tiene sentido lo que digo?”.
Un poderoso sentido. Hubo un tiempo, sin embargo, en que no regía. “Era incapaz, fingía entender, pero nada, no podía seguir una conversación, ni leer. Estoy sana ahora, me medico y puedo trabajar. Yo, al menos, me recuperé, los héroes son quienes no cuentan con el privilegio de tratarse, tuve mucha suerte después de cuatro años y medio sin saber de dónde venía el mal”.
Aquello le dejó de recibo una epilepsia y defectos de equilibrio. “No puedo conducir ni convertirme en gimnasta, esto último ya lo había descartado. Lo otro no me gustaba, así que tengo a Lou de chófer. Pero sin abusar”. También, su hombre, cocina. “Tres veces al día mientras escribo, es una gran persona. ¿El secreto para seguir juntos? Baños y armarios separados. Lo que sientes sobre la familia, la amabilidad, la lealtad, el apego, lo compartimos, aunque no estemos de acuerdo en todo respecto a la política”.
Una más que sana compañía que suple y le salva de la necesaria soledad de su oficio. Esa en la que el autor se ve obligado a escarbar dentro de sus entrañas: “No sé quién soy, si lo supiera no tendría que escribir, siempre van creciendo las preguntas, las ambigüedades, te crees más lista y cuesta más encontrar respuestas que cuando eres una niña”. Pero existen conexiones irresolubles que siguen uniendo a la niña y a la mujer madura de hoy: “Ella se mostraba sobrepasada por sus propias dudas, no disponía de perspectiva para situarse ni para entender lo accidental, la responsabilidad personal, el peso de la culpa, el egoísmo, las elecciones, las circunstancias. Se miraba hacia dentro en su narcisismo infantil, que no juzgo, ni creo que sea malo”.
No cree que resuelva nada escribiendo. Simplemente, esparce y comparte sus propias dudas. “No lo siento así, veo más luz, pero si me preguntas si comprendo mejor, si entiendo, si me digo que no pasó nada, si perdono, puede que no, aunque percibo algo más poderoso: el amor que sentimos hacia quienes nos dañaron superaba lo demás. Los sentimientos de un niño son inescrutables, pero puedes llegar a comprender ciertos actos y aun así querer”. Tampoco se fía de quien dice amar completamente, comprenderlo todo: “No es así y todo el dolor, toda la locura, a veces viene de eso, de no entender que no pueden llegar a perdonar completamente y aceptarlo así. Es mi opinión, creo que es honesto admitir que te importa la gente a la que quieres aunque no excuses el daño que te han hecho. No podrás, no puedes”.

Jung Chang

Jung Chang aborda la biografía de Cixí, que modernizó la China medieval

  • Con su primer libro, la saga familiar 'Cisnes salvajes' (Circe), vendió más de diez millones de ejemplares en todo el mundo

  • En él contaba la historia de su abuela, concubina, y el ascenso y caída de su padre, un alto funcionario miembro del Partido Comunista

La escritora Jung Chang
La escritora Jung Chang ANTONIO MORENO

"Me encanta que pirateen mis libros", confiesa con una coqueta sonrisa Jung Chang mientras se ahueca una vez más el pelo y acaricia el cuello de su chaqueta, de color limón y con aspecto de haberle costado varios centenares de libras. Jung Chang se refiere, conviene precisarlo, a las ediciones pirata de sus libros que, en China, donde están prohibidos por el gobierno desde hace décadas, pasan furtivamente de mano en mano, esquivando la feroz censura. Escaneados, fotocopiados, en "docenas de versiones" que, pese a alterar el manuscrito original, transmiten un mensaje que al poder político de Pekín no le gusta.
Con su primer libro, la saga familiar 'Cisnes salvajes' (Circe), Jung Chang vendió más de diez millones de ejemplares en todo el mundo. En él contaba la historia de su abuela, concubina, y el ascenso y caída de su padre, un alto funcionario miembro del Partido Comunista y apasionado de la literatura que, a raíz de su rechazo a las políticas de Mao -tras la catástrofe que supuso el Gran Salto Adelante que provocó millones de muertos- fue humillado, encarcelado y obligado a dejar su hogar. La propia Jung Chang vivió en su propia piel la decepción comunista muy pronto: se enroló a los 14 años en los Guardias Rojos, entusiasmada por la Revolución Cultural, pero la abandonó en cuanto la obligaron a atacar con violencia a sus profesores.
Chang reside en Inglaterra desde los 70. Fue la primera china en doctorarse en una universidad británica y, junto a su marido, el historiador John Halliday, abordó en 2005 una ambiciosa y muy aplaudida biografía de Mao Zedong de más de 800 páginas que la convirtió, definitivamente, en persona non grata en su país. Hoy reside en Londres, aunque Pekín la autoriza a volver a China para visitar a su madre.

La historia desconocida

Su último trabajo vuelve a escarbar en el pasado chino y pretende, del mismo modo que hizo en Mao. La historia desconocida, sacar a la luz aquello que la versión oficial ha tergiversado y maltratado durante décadas. 'Cixí, la emperatriz' (Taurus) recorre la vida de la concubina que gobernó China desde mediados del siglo XIX hasta su muerte en 1908, guiando el país en una lenta (y sangrienta) transición de imperio medieval, cerrado al exterior y supersticioso, a una potencia moderna abierta a los avances que ingleses y norteamericanos trajeron consigo.
"Todo empezó mientras escribía mi anterior libro. Me di cuenta de que el Mao niño y adolescente había disfrutado de unas oportunidades y libertades extraordinarias. Se le concedieron becas para que estudiara, viajó al extranjero... y me sorprendió que Cixí, la persona que había hecho eso posible, tuviera tan mala imagen. No era compatible", explica Jung Chang. "En China, Cixí es la mala malísima. Eso se debe a que tanto el comunismo chino, que derrocó a la última dinastía e instauró la república tres años después de que Cixí muriera, como el nacionalismo taiwanés reniegan de ella. Ellos se ven a sí mismos como los padres fundadores de la patria y por eso la desprecian, a ella y a su legado. En realidad, fue una gran transformadora que llevó a China a la era moderna", asegura.
Cixí llegó como concubina a los 16 años a la corte de Pekín.Pronto se alió con la esposa del emperador y, tras la muerte del dirigente y después de orquestar un complot de película (la traición, los envenenamientos y la conspiración formaban parte de la rutina palaciega en Pekín), gobernó el país con mano férrea. Primero como monarca regente, más tarde asumiendo todo el poder imperial en solitario.
"Cixí abrió la puerta de China, que había estado más de 100 años cerrada. Decretó que las mujeres recibieran educación y abolió el tradicional vendado de pies", resume Jung Chang, para quien la emperatriz fue una "campeona del feminismo", aunque toda la vida se empeñó en que la trataran igual que a un hombre. "Cuando adoptó a su sobrino, le pidió que la llamara papá. Con ella empezó el feminismo en China. No llegó tan lejos por comportarse como un hombre, porque las mujeres pueden ser tan crueles e inteligentes como ellos", afirma la escritora.
"Evidentemente, su vida es demasiado diferente a la del resto de mujeres como para que se convierta en un modelo a seguir. Al fin y al cabo, era un producto medieval: cometió asesinatos y gobernó sin piedad. Pero lo que intento contar en el libro es que fue una persona más compleja de lo que la propaganda dice de ella", reflexiona Jung Chang, que anda ultimando la traducción al chino de la biografía y todavía no sabe si este verano los ejemplares llegarán a las librerías de Taiwán.

Cixi, la emperatriz

Cixí, la emperatriz

La concubina que creó la China moderna
La monumental biografía de una de las mujeres más poderosas y transgresoras de todos los tiempos, por la autora que cautivó a los lectores con Cisnes salvajes
Uno de los mejores libros de 2013 según The New York Times
A los dieciséis años, Cixí fue elegida una de las numerosas concubinas del emperador. Pasó entonces a vivir en la Ciudad Prohibida de Pekín, rodeada de eunucos —de uno de los cuales se enamoraría más tarde, con consecuencias trágicas—, y su astucia le permitió no sólo sobrevivir en la corte sino también escalar posiciones hasta convertirse, tras el nacimiento de su hijo, en segunda consorte. Cuando el emperador murió en 1861, el hijo de ambos, de cinco años, le sucedió en el trono, y Cixí puso en marcha un golpe de Estado contra los regentes propuestos por su marido y tomó así el mando de China.
La emperatriz viuda transformó un imperio medieval dándole los atributos de un Estado moderno: industria, ferrocarril, electricidad y un ejército provisto de lo último en armamento. Abolió castigos tan horribles como la «muerte por mil cortes», puso fin al tradicional vendado de pies y dio los primeros pasos hacia la liberación de la mujer.
Apoyándose en fuentes hasta hoy desconocidas, Jung Chang, autora de la aclamada novela Cisnes salvajes, no sólo da cuenta magistralmente del astuto y valiente manejo de la política por parte de Cixí, sino que también traslada al lector a los rincones de su espléndido Palacio de Verano y al harén de la Ciudad Prohibida de Pekín y describe con todo lujo de detalles un mundo, mezcla de tradición y modernidad, que hoy resulta casi increíble.
La crítica ha dicho...
«Cautivadora. Lo que resulta tan provocador de la lectura de esta nueva biografía son las similitudes entre los desafíos que afrontó la corte Qing hace un siglo y los que afronta hoy el Partido Comunista chino. Una historia tan relevante como evocadora.»
Orville Schell, The New York Times
«Cuando quien escribe es una autora tan completa, competente e inmersa en la cultura china como Chang, tanto los estudiosos como los lectores en general deben tomar nota.»
Margaret Flanagan, Booklist
«Chang es brillante a la hora de desentrañar las intrigas palaciegas y la política de pasillo. Esta biografía, completa y hermosamente narrada, coloca a Cixí en el corazón mismo de la historia moderna de China.»
Frank Dikotter, The Sunday Times
«La autora de Cisnes salvajes restaura la reputación de una mujer que contribuyó a modernizar China, una mujer cuya energía, visión de futuro e implacable pragmatismo transformaron un país.»
The New Yorker
«Chang hace una singular reivindicación para Cixí, resumida en el subtítulo: La concubina que creó la China moderna. Un libro pionero y persuasivo.»
Jonathan Mirsky, The New York Review of Books
«Este libro cosechará los aplausos no sólo de los estudiosos de China, sino de cualquier persona interesada en política mundial y el papel de China en el mundo. Un libro valioso y deslumbrante que no da tregua al lector a pesar del impresionante acopio de detalles históricos complejos pasados por el prisma de Cixí.»
Jane Haile, New York Journal of Books
«Los tiempos en que Cixí gobernó fueron fundamentales para la conformación de la China moderna, un país que tiene mucho en común con la autocracia Qing, salvo por la prensa relativamente libre del imperio y el sufragio, que entonces sí estaba previsto. Hoy los niveles más altos de la política china siguen tan controlados por hombres y tan feroces como siempre, y Cixí sigue siendo un tema fascinante.»
Isabel Hilton, The Guardian

Ficha técnica

Comprar Cixí, la emperatriz
Colección:
 
Taurus Memorias y Biografías 
Páginas:
 
632
 
Publicación:
12/03/2014
 
Formato:
 
15 x 24 
Encuadernación:
 
Rústica 
Precio:
 
23,00 €

ISBN:
 
9788430609529
 
EAN:
 
9788430609529