Canciones del poblado y del exilio
Editorial Viena, S.L
Páginas 94
Año 2006
Precio 10,80 €
EAN9788483303733
Agnès Agboton (Porto-Novo, Benin) cursó sus estudios primarios y secundarios en Benin y costa de Marfil, y vive en Barcelona desde 1978. Es licenciada en filología hispánica por la Universidad de Barcelona. Interesada por las culturas de tradición oral y por la gastronomía, especialmente por la cocina de África Occidental, publicó su primer libro La cuina africana en 1989, al que siguieron África des dels fogons (2001) y Las cocinas del mundo (2002). Desde 1990 recorre escuelas y bibliotecas, para narrar leyendas y cuentos tradicionales de su pueblo, y ha publicado Contes d´arreu del món (1995), Abenyonhú (2003) y Na Miton. La mujer en los cuentos y leyendas africanos (2004). En su último libro, Más allá del mar de arena (2005), describe una trayectoria vital que se mueve entre su cultura de nacimiento y su cultura de adopción. Con Canciones del poblado y del exilioha ganado el XXX Premi Vila de Martorell de Poesía 2005.
Hace un par de semanas Agnès Agboton, gentilmente dio respuesta a varias preguntas realizadas
AMP.:¿Qué importancia tiene la cocina, en el legado cultural del continente madre, para la gente de la diáspora africana?
AA.: -La cocina, lo que hoy se conoce con el nombre de «gastronomía», tiene a mi entender una considerable importancia cuando se trata de conocer, y de transmitir, una cultura determinada. El «otro» y, por lo tanto, el «peligro», puede distinguirse de varios modos. Por el color de la piel, claro está, o por las creencias religiosas, pero también -y no poco- por lo que come.
Recuerdo ahora la desconfianza de algunos de mis amigos barceloneses ante el plato beninés que yo les servía: «¿Qué es esto?», me preguntaban no sin cierta prevención ante aquellos ingredientes desconocidos, aquel olor que les era extraño. Y recuerdo también su alivio cuando, tras un prudente bocado, exclamaban «¡Está bueno!», casi con extrañeza. Confesaré que
para mis amigos europeos suelo ser muy prudente con el picante. Pero, con picante o sin él, la prevención inicial y el alivio posterior resumen, creo, bastante bien, la importancia de la cocina
cuando se trata de relacionarse con culturas que nos son extrañas. Lo desconocido está siempre para los hombres lleno de amenazas y aquel «está bueno» indicaba, hasta cierto punto, el final de ese desconocimiento. Hace muchos años que vivo en Barcelona, pero todavía recuerdo que mi lenta adaptación a la ciudad, al país, anduvo a la par con mi aceptación de aquellos sabores que me resultaban ajenos. ¡Qué extrañas me eran las ensaladas, por ejemplo! No soy una especialista, no soy socióloga ni nada parecido; no creo, tampoco, que pueda incluírseme en lo que llaman ustedes la «diáspora» africana porque mi «emigración» se debió a razones muy distintas y se hizo en condiciones que nada tuvieron que ver con ese monstruoso escándalo de mafias, cayucos y fronteras cerradas. Pero no me es difícil advertir, atendiendo simplemente a lo que siento cuando puedo degustar los sabores que acompañaron mi infancia, qué importante
debe de ser para esos hombres que se lanzan al desarraigo en busca de la supervivencia, recuperar los sabores de sus pueblos respectivos y sentir, de ese modo, que no están solos, que pertenecen a una rama de ese tronco global que es la humanidad.
AMP.:¿Las nuevas generaciones de africanos y descendientes de africanos, en España, tienen conciencia de lo importante que resulta conocer y conservar las raíces culturales?
AA.: Vivir en Cataluña desde hace más de treinta años me ha hecho ser muy prudente, eso sí, con los planteamientos identitarios que, lo queramos o no, suponen siempre cierta tendencia al inmovilismo, a considerar el hombre, la humanidad, como algo concluso acabado para siempre y no como una evolución continuada, como un proceso vital. «Conocer y conservar las raíces culturales» es algo difícil hoy no sólo para las «nuevas generaciones africanas» sino también para los europeos y, lo supongo, para los asiáticos, los americanos, los... La globalización que han puesto en marcha ciertos poderes, eminentemente económicos, tiende a terminar con todo lo que no sea una posibilidad de mercado y, desde este punto de vista, a convertir la cultura en «producto cultural», el libro en «best-seller» y la música en «canción del verano». Y este planteamiento de partida deja poco espacio a la «conciencia de las raíces». De cualquier modo, todo mi trabajo está dirigido, precisamente, a la recuperación de un bagaje cultural que, puesto que es de tradición oral, está hoy desapareciendo. No citaré ahora a Amadou Hampaté Ba, y su célebre frase, pero es cierto que hay todo un modo de contemplar la vida, toda una mirada específicamente africana, tal vez, que está desapareciendo. Y es cierto, también, que esa desaparición supone una importante pérdida no sólo para las «nuevas generaciones de africanos» sino para la humanidad en general.
AMP.:¿Cuáles son las temáticas más importantes dentro de tu obra poética?
AA.: -Creo que en mi obra poética (¡y qué pedante me siento hablando de ese modo!), como en la de cualquier poeta, los dos temas fundamentales son el amor y la muerte. Porque ésos son los dos polos que tensan la vida de cualquier hombre o cualquier mujer. Dicho esto, no me es difícil admitir que -poema a poema- vayan apareciendo en mis escritos matices o estremecimientos directamente vinculados a cierta nostalgia de mis años africanos, de la tierra en la que descansan mi padre y mis abuelos y a la que regreso poco para mi gusto.
Pero no hay una voluntad específica, lo que en los años cincuenta o sesenta podía llamarse un intento de «literatura comprometida». Los estremecimientos brotan y se hacen palabras día tras día y, ahora, al releerlas para intentar responder a su pregunta, advierto que esa voluntad de compromiso a la que me he referido era del todo inútil porque, lo quiera o no, el escritor
es fruto de su tiempo y de sus circunstancias, sus escritos -lo quiera o no, ya lo he dicho- están impregnados, de un modo u otro, de la realidad en la que se mueve.
Releo mis poemas: ahí está el amor que siento, el horror que siento, la tristeza que siento. La melancolía de algunas tardes, la ternura que, a veces, me invade. Ya lo he dicho: el amor y la muerte.
AMP.:¿Hasta qué punto cambia la mentalidad de la mujer africana, cuando ésta vive en España, y cómo esto repercute en la sociedad del país madre?
AA.: -Siento auténtico pánico ante las generalizaciones. Estoy segura de que «la mujer africana» no existe, como no existen «los catalanes». Por lo tanto, la mentalidad de cierta mujer africana, cuando vive en España, cambiará de un modo distinto a la de otra mujer africana que viva, también, en España. Aunque, pensándolo bien, la mentalidad de esa misma mujer africana, si no viviera en España, también cambiaría a medida que los años fueran pasando y los acontecimientos se acumularan en su memoria y las cicatrices fueran llenando su piel o su alma, el «ka» de mis antepasados. Sí, las generalizaciones me aterran; no puedo responder a esta pregunta sin el convencimiento de que mentiría, dijera lo que dijese. La mujer africana es una abstracción, una noción ambigua, un concepto manipulable como todos los conceptos y treinta años viviendo en Barcelona me han enseñado que también España es un concepto que admite múltiples interpretaciones y matices. ¿Cambia del mismo modo una «mujer africana» viviendo en Barcelona o en Jerez de los Caballos?
¿Una mujer nacida en la pequeña burguesía de Porto-Novo evoluciona del mismo modo (en España o en Pernambuco) que una mujer nacida en Soweto? Generalizaciones, grandes palabras. Nada. La vida es un proceso dialéctico en el que los contrarios se concilian hasta edificar una síntesis (es casi un proceso alquímico) que pronto producirá su contrario. Y el hombre y la mujer,ya lo he dicho, siguen, estremecidos, entre ambos polos: el amor y la muerte.
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