Sayonara, Mio (Takuji Ichikawa)
Traductor: Jordi Fibla
Páginas: 256
Publicación: 2003 (2011)
Editorial: Alfaguara
ISBN: 9788420407234
Sinopsis:
Un año después de la muerte de Mio, su esposo, Takkun, y Yuji, su hijo
de seis años, llevan una vida triste. Takkun es incapaz de realizar las
mínimas tareas necesarias para cuidar de la casa, de Yuji y de sí mismo.
Todo cuanto hace es escribir una novela sobre su mujer. El primer día
de la estación de las lluvias, Takkun y Yuji están dando un paseo por un
bosque, cerca de una vieja fábrica de sake, cuando encuentran a Mio
-sea como fuere, es igual que ella-. Pero Mio no tiene recuerdo alguno
de la vida o de la muerte. Ha regresado para estar con ellos, tal y como
prometió. Deben vivir aún muchos días juntos, y debe explicarles muchas
cosas, antes de volver a despedirse.
No sé cómo llegué a este libro, la verdad. Se materializó delante de mí,
así, sin más. El caso es que leí la primera página y ya no pude parar. A
ratos no sabía si estaba leyendo un libro para un público juvenil, pero
igualmente, no podía dejar de leer.
Parte de esa voracidad leyendo se debe a que es una historia construida principalmente a través de numerosos diálogos, párrafos cortos y dosis apropiadas de humor. Más que leer, era como si Takkun me estuviera contando una historia. Eso hizo que la lectura fuera muy fluida y ágil.
Takkun,
la voz principal, es un personaje inmaduro, infantil diría, con
problemas de ansiedad y quién sabe si fobia social, que los psicólogos
(esos locos) etiqueten si les apetece. Tal vez por eso, porque él es
quien nos cuenta la historia, esa sensación de ser una lectura para
público juvenil no se me fue ningún momento. O incluso como si estuviera
leyendo un cuento, o viendo una película de dibujos animados, de esas
que los niños miran embobados, te sientas al lado y terminas tú también embobada viendo la película de principio a fin.
Lo que cuenta es una de esas historias tan viejas como el mundo: una historia de amor. Un amor de esos reconocibles, cotidianos,
que ahora mismo en este mundo tan viejo está sucediendo y encendiendo
luces que iluminan a las personas. Y la historia transcurre entre humor, ternura, y (como ya comenté) mucho diálogo y mucho párrafo corto que es lo que apresura y hace amena la lectura. En los párrafos más largos me ha parecido que Takuji Ichikawa flojeaba,
y no poco (con las traducciones nunca se sabe, eso también es verdad;
de hecho creo que la traduccion ha "desjaponizado" mucho el texto).
Hay un fantasma, sí, la mujer de Takkun y madre de Yuji. Aceptado fantasma como animal de compañía,
quieres saber: ¿cómo es posible que haya un fantasma? Porque el libro
no está dentro de lo que diríamos genero fantasía. No. Es muy realista,
qué cosas. De hecho al final del libro hay una pequeña nota del autor
en el que dice que la novela es autobiográfica. Y que su mujer aún vive.
Ahí queda eso.
El humor que aparece es reflejo de la realidad, Takuji no idealiza los aspectos cotidianos, los muestra, y en verdad en el día a día muchas cosas son imperfectas, con esa imperfección tan espontánea y natural que resulta muy sana y te despierta una sonrisa.
Sobre lo que nos habla este libro es sobre el vacío que se crea en los
pequeños gestos frecuentes y rutinarios, a los que nos damos
importancia… hasta que lo que hay es una ausencia. Esos agujeros negros
en los hechos cotidianos cuando la otra persona no está. Pero ¿y si
vuelve y no recuerda nada?
Takkun es un personaje peculiar, con extraños desajustes químicos que no se explican ni se entienden muy bien, pero se trata fundamentalmente de una persona noble que se esfuerza por hacer las cosas bien. Mio, su mujer, es quizás el personaje más interesante y quien poco a poco se va haciendo con el lector hasta darnos cuenta de que realmente es la auténtica protagonista y que su fuerza, sus razones y su comportamiento te vencen y te convencen.
No es un libro profundo, sublime, complejo, de altos vuelos. De hecho, maneja unos cuantos clichés encaminados a que sea un libro comercial, que se venda,
y está escrito sin grandes artificios, fácil y transparente, pero es
una lectura muy agradable, divertida, original, amena… Y, curiosamente, el final del libro es como la envoltura de un regalo: mejora mucho el conjunto.
Cogidos de la mano, caminando al mismo paso, avanzaron lentamente. Parecía como si pudieran ser las dos primeras o las dos últimas personas del mundo.
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