Aminata Traoré: "Para Ayudar a África hay que comprenderla primero"
Miércoles 1ro de marzo de 2006, por Fernando Gotilla
Aminata Traoré nació hace 58 años en Malí, cuna de
una de las civilizaciones más esplendorosas de África, cuando desde
París se manejaban los hilos de medio continente. Siendo una niña vivió
la llegada de la independencia y, después, los sueños rotos que la
siguieron: el socialismo pervertido, la dictadura, el partido único, la
corrupción, la democracia, las medidas de ajuste estructural... Hoy, su
país, gran productor mundial de algodón, es uno de los más pobres del
planeta, mientras la antigua metrópoli ejerce todavía su poder en la
sombra.
Aminata es la voz africana del
movimiento alterglobalización. Principal impulsora del primer FSM
celebrado en África. Mira al mundo desde el Sur. Un lugar desde el que
todo se ve muy distinto. Su voz africana, profunda, ha resonado estos
días en Bamako, capital de Malí, donde se acaba de celebrar la sexta
edición del FSM. Por primera vez, África ha acogido la cita anual de los
que buscan alternativas a la globalización neoliberal y ella es quien
lo ha hecho posible. Doctora en psicología social y psicopatología, ex
ministra de cultura, consultora de la ONU, activista, líder comunitaria,
escritora..., Aminata es África, la de ahora y esa otra con la que
sueña.
Uno de los economistas más
influyentes del mundo, Jeffrey Sachs, dice que se puede acabar con la
pobreza en 20 años, ¿cómo lo ve?
La cuestión no es la pobreza en sí, sino el mecanismo
que la crea y la hace crecer. Si la cooperación internacional, la ayuda,
significa crear una estructura mundial para que Europa y EE UU puedan
ir a cualquier país y tomar lo que les venga en gana, entonces nunca se
resolverá el problema, porque, en realidad, no es ese su objetivo.
¿Afirma que erradicar la pobreza choca contra los intereses de los países ricos?
Arrebatarle la riqueza a la gente y después fingir que
se le quiere ayudar..., si no fuera tan triste, sería como para morirse
de risa. De hambre, en este caso. ¿por qué habrían de cambiar su modo de
actuar? Nos roban de un lado, nos devuelven unas migajas y lo llaman
“cooperación”.
El plan de ayuda a África propuesto por Tony Blair al G8, ¿no cree que puede ser el inicio de un cambio a largo plazo?
No. Blair tiene problemas de credibilidad en su país por
la guerra en Irak. África es excelente para limpiar su imagen. Pero al
final siguen sin hacer lo que hay que hacer para auxiliarnos.
Suele decir que la globalización es una guerra...
Y tiene una agenda oculta. El objetivo de una guerra es
dominar a los demás, otro país, el mundo... Las armas de la
globalización son nuevas. Sin embargo, ésta no es una contienda honesta.
Se libra contra personas que no son conscientes de esa dominación. La
globalización no es otra cosa que occidentalización. Occidente quiere
ser el centro del mundo.
Y África, ¿qué papel juega en todo esto?
Le daré algunas cifras: el 50 por ciento de las víctimas
de las guerras está allí, la mayoría de los refugiados del mundo son
africanos; nuestros niños son carne de cañón, pobreza, epidemias... Si
hay una región en el mundo que paga un pesado tributo al mundo actual es
África. ¿Lo merecemos? ¿Somos unos inútiles? No, la prosperidad del
Norte está asentada en la explotación de otros lugares del planeta y
éste contribuye enormemente. Los occidentales no ven el mundo al
completo.
Habla del Foro Social Mundial como la gran oportunidad de la sociedad civil africana. ¿A qué se refiere?
En los países ricos, el debate gira alrededor del tipo
de liberalización, el ritmo de la misma que la gente puede soportar...
En África, los medios de comunicación dicen: “Ya que la globalización
está ahí hemos de adaptarnos”. Pero no es para nosotros, sino contra
nosotros. Tenemos que organizarnos para que no nos destruya.
A su país se lo empieza a conocer como la ’fábrica de inmigrantes’.
España también lo ha sido hasta hace poco y por razones
parecidas: buscar mejores horizontes, dinero. A todos les gustaría
quedarse donde han nacido, con su familia, sus amigos, sus referencias
culturales...
¿Cómo ven los gobiernos africanos este éxodo?
Nuestros gobiernos sólo rinden cuentas a los países
ricos. Así que los europeos no deberían sorprenderse si, como resultado
de más crisis y más desempleo en África, ven llegar mucha más
inmigración ilegal a Europa. Si los líderes demagogos consiguen
organizar sus milicias en los países en guerra, es porque los jóvenes no
tienen perspectivas.
¿Es posible cambiar el modelo económico africano, basado en la exportación y los monocultivos?
Llamarlo así no es correcto. Si fuera un modelo nuestro
nos beneficiaría a nosotros. Desde la colonia nos hicieron creer que la
única forma de desarrollo posible era producir para la exportación.
Sembramos café, cacao, soja, pero ni siquiera nos quedábamos con los
beneficios. Malí se lo jugó todo al algodón y se convirtió en el mayor
productor del mundo. Al mercado le interesaba esta apuesta y nos prestó
dinero. Pero la deuda es para comprar lo que te lleva a la ruina. Nos
engañaron.
¿La deuda es la nueva forma de dependencia?
No sólo la deuda, somos tres veces dependientes: de los
capitales, de la tecnología y de los expertos. Y ni siquiera podemos
competir. Los ricos subvencionan su algodón para contentar a sus
agricultores. Y como debemos tanto, viene el Fondo Monetario
Internacional y nos impone un programa de ajuste estructural (reducir el
gasto público, aumentar impuestos, abrir las aduanas y el mercado
interior...) comprometiendo las inversiones en educación y salud. En
África, el ser humano es secundario.
¿África pasa hambre porque dejó de cultivar lo que necesita para comer?
Es difícil saberlo. Malí dejó de cultivar mangos y
tomates para satisfacer las necesidades de la población y se introdujo
la lógica mercantil en el tejido social. Dedicamos todos nuestros
recursos al desarrollo de los cultivos comerciales que interesan a los
países ricos. Y al cabo del tiempo, Occidente se lamenta: “¡Oh, África,
tiene hambre! Debemos enviarles comida”.
¿Qué opina de iniciativas como los macroconciertos solidarios del tipo Live 8?
Es demasiado ver a Blair junto con Bob Geldof lamentarse
por África y organizar un acto con grandes celebridades. Todo esto de
los conciertos reivindicativos sólo contribuye a agravar el asunto de la
falsa ayuda, limpiando la conciencia de la gente. Es una ceremonia de
catarsis colectiva y nada más.
¿Acusa a gente como Geldof o Bono de hacer el trabajo sucio a los políticos?
Geldof se ha convertido en un instrumento del sistema,
aunque no creo que él sea consciente de ello. No queremos que nadie
piense por nosotros.
¿Cómo ve a las ONG que trabajan en África?
No creo en las ONG caritativas. El problema es que las
asociaciones y ONG que trabajan con fondos públicos se niegan a
preguntarse por las malas acciones de la globalización.
La cooperación, sin embargo, puede
funcionar. Usted misma aprovecha financiación extranjera para
rehabilitar una barriada de Bamako...
La propia palabra lo dice: cooperar, trabajar juntos.
Ese es el tipo de cooperación que aceptamos. No se puede llegar e
imponer sin contar con la gente a la que, dicen, quieren ayudar. No
ayudarás a África con dinero si no la comprendes primero.
Suele decir que Occidente ha triunfado a la hora de hacer que los africanos se enfrenten entre sí.
Así es. No podemos debatir asuntos políticos sin que las
elecciones se conviertan en una oportunidad para matarnos los unos a
los otros. Nadie cuestiona a los que toman las decisiones. Los políticos
recurren al fraude, el soborno o las armas para no dar explicaciones.
Las elites los apoyan con dinero, muchas veces procedente de la
cooperación internacional, para aplicar políticas que se deciden en
Washington, Bruselas y París.
¿No hay ningún país donde las elecciones hayan promovido cambios reales?
Sólo han servido para legitimar la depauperación de
nuestros países. En el Tercer Mundo, para Occidente, “democracia”
significa organizar elecciones y elegir a unos representantes. Al final,
los elegidos representan los intereses de los países ricos. Es más,
Occidente sólo promueve elecciones donde sabe que ganarán quienes les
interesan a ellos. Y si no, le harán la vida imposible al ganador, como
en Venezuela.
Política-economía-cultura son, para usted, términos inseparables. ¿Alguien le escucha en África?
Para nada. A los políticos no les preocupa la dimensión
cultural, porque obtienen financiación de las instituciones
multilaterales, que sólo confían en su propio concepto de desarrollo.
Todos estos sujetos van por ahí desesperados por atraer inversión
extranjera.
El inversor extranjero lo es todo, la gente no es nada.
De su llegada se benefician todos, salvo el pueblo de Malí. Y cuando
aparecen, traen la corrupción, contaminan nuestros ríos, nuestros
ecosistemas, pagan salarios más bajos que en su país de origen a nuestra
gente... ¡Dios mío, si tuviéramos un solo gobernante con valor para
intentar cambiar las cosas!
Bueno, ya han tenido algunos, ¿no?
Desde los primeros días de la independencia, todos los
líderes africanos que se atrevieron a decir: “Queremos ser nosotros
mismos”, fueron considerados una amenaza para Occidente. Y, por
consiguiente, eliminados o derrocados.
¿Cómo cambiar la forma en que se ve a África?
Es difícil. Las antiguas metrópolis intentan reescribir
la historia, diciendo que el periodo colonial fue útil para nosotros.
Este debate ocurre ahora en Francia (se refiere a una ley de educación
que obliga, en la asignatura de historia, a dar una visión positiva de
la colonia). Se trata de culpar enteramente a los africanos y alimentar
la mala imagen que se tiene de nosotros.
¿Cuáles son los clichés que más le molestan?
Occidente mira al resto del mundo en términos de tener o
no tener. Lo peor que le puede ocurrir a alguien es carecer de cosas
materiales: “¡Oh!, ¿cómo alguien puede ser tan pobre?”. Sus valores y
referentes se basan en el consumo. Se supone que es el mejor modo de
vida conocido. Este es su imaginario y el que aplican para juzgar a
todos los demás.
En su libro La violación del imaginario (Ed. Sirius) se queja de la incapacidad de los africanos para pensar por sí mismos...
Sí, es una especie de lavado de cerebro. La imagen que
alimentas de ti mismo se ha creado en el exterior. Todo pasa por las
palabras. La mayor parte de ellas no tiene traducción en nuestras
lenguas. Los derechos del hombre, por ejemplo, son una invención del
Norte. No pongo en duda la importancia de los valores, sólo digo que el
Norte se ha apropiado del derecho a definir el mundo. La rehabilitación
de nuestro imaginario violado es un reto económico, político y cultural.
¿Reivindica usted los tiempos previos a la colonia?
El orden neoliberal quiere transformar nuestras
economías y sociedades por encima de nosotros, destruyendo nuestra
visión del mundo y de nosotros mismos. No digo que el pasado fuera un
paraíso; trato sólo de recordar a África que debe saber extraer lo mejor
de su patrimonio cultural y socio-religioso.
Lo anterior a la colonia y la independencia era la venta a Europa y América de los propios africanos...
Así es. Ya sea sobre el plano económico, político, moral
o humano, la trata de negros tuvo efectos terribles. Duró tres siglos y
medio, hasta que la colonización tomó el relevo. Luego las
independencias fueron presentadas como una mejora, pero, en términos de
explotación, han sido mucho más eficaces. Hemos ido pasando de una forma
de sometimiento a otra.
Usted era una niña cuando Malí obtuvo la independencia. ¿Cómo recuerda aquellos tiempos?
Para mi generación, la independencia dio lugar a una
doble búsqueda: personal y nacional. Los líderes que emergieron tenían
una fe tan grande en África que todo parecía posible. Crecí en esa
atmósfera. Pero la Guerra Fría dividió África. Los esquemas que vinieron
del Este tampoco sirvieron. Se obligó a los campesinos a organizarse en
estructuras colectivistas que no tenían nada que ver con nosotros.
Desde hace años trabaja por la integración social de la mujer africana. ¿Cómo es la situación actual?
Cada vez hay más mujeres apoyando todas estas ideas de
cambio de las que hablo. Pero sus preocupaciones siguen siendo no
enfermar, sobrevivir al parto y que el marido tenga trabajo. Les
gustaría ir a la escuela, pero, en los 80, el Banco Mundial dinamitó las
iniciativas de algunos países para implantar la educación universal.
España aprobó una proposición de
ley que permite perseguir la ablación del clítoris cuando se produzca
fuera de nuestras fronteras. ¿Qué le parece?
La ablación es un problema grave, pero los que dicen
luchar “por la dignidad de la mujer africana” ignoran el entorno en que
se produce. Las mujeres mueren de hambre, de sed, por falta de
asistencia médica.., pero están más interesados en su clítoris que en
conocer sus verdaderos problemas. La destrucción de África es mucho peor
que la ablación. Si se hiciera algo para evitar la primera, sería más
fácil combatir la segunda.
En Liberia acaba de ser elegida la primera presidenta de África, ¿es una anécdota o un gran avance?
Es un gran avance. La cuestión es si tendrá oportunidad
de cambiar las cosas o acabará poniendo en práctica políticas dictadas
desde Washington.
¿Qué cambiaría si fuera presidenta de Malí?
No está en mi agenda, pero el debate sobre la cultura es
esencial. Hay que relanzar la producción, la de bienes, pero también la
del sentido común, los valores morales, responsabilizar a nuestros
dirigentes... Debemos luchar por la reapropiación de nuestro destino.
Esta entrevista ha sido publicado en Umoya (Federación de Comités de Solidaridad con el África Negra) el pasado 31 de enero.
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