miércoles, 6 de abril de 2016

Aminata Traoré

El monólogo europeo ante la migración africana. Aminata Dramane Traoré y Nathalie M’Dela-Mounier

 
 
 
 
 
 
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naufragio africanos
¡Basta! ¡Basta de maniobras de diversión!
Son, eran, serán centenas, miles, centenas de miles en partir para no volver nunca. Y como de costumbre, tras el tiempo de la emoción y de la indignación vendrá el del olvido y la indiferencia. Son, eran, serán todos olvidados porque unas políticas económicas excluyentes y asesinas continuarán provocando paro y pobreza en masa, conflictos armados y calentamiento climático.
A lo largo de los últimos veinte años, casi 30.000 personas han muerto a las puertas de Europa, 3.500 en 2014. Desde comienzos de enero de este año 2015 que Europa ha proclamado «año del desarrollo», se estima en 1.700 el número de muertos, con seguridad más pues esta contabilidad macabra es aventurada.
Europa no puede contribuir a remediar esta tendencia mortífera de la evolución del mundo globalizado sino admitiendo lo que Michèle Rivasi, diputada europea del partido Europa Ecología los Verdes (EELV), recuerda a propósito de Malí: «la necesidad de analizar el fracaso del desarrollo económico que ha deslegitimado la democracia. Los jóvenes dejan el país porque carecen en él de porvenir. Sin embargo, Malí tiene recursos en el sector agrícola o minero». Esta llamada de atención es válida para los conflictos armados: los jóvenes toman igualmente las armas en nombre de la etnia o de la religión cuando el desarrollo económico no cumple sus promesas.
¡UNA CUMBRE MÁS! Y ESTA VEZ, ¿ENTRE SÍ?
De una cumbre a otra, los dirigentes occidentales y africanos han avalado la idea según la cual el desarrollo cubrirá las necesidades del continente y, por lo tanto, las de los candidatos a la emigración. Así fue con ocasión de las conferencias euro-africanas de Rabat (julio 2006), Trípoli (noviembre 2006), Uagadugú (mayo 2008), París (noviembre 2008)… Esta vez, los europeos debaten entre ellos. En la urgencia, han decidido reunirse en Bruselas para soluciones de emergencia. Cada Estado balbucea, tira balones fuera y pasa palabra a su vecino. Se trata, se subcontrata, se confina, se externaliza, se proyecta un archipiélago de campos de retención lejos de las miradas, de los derechos, incluso si se hace sin convicción…
Los dirigentes africanos que se dejan persuadir de que ha llegado nuestro turno de aprovecharnos de la «feliz mundialización», y a los que basta con acelerar el ritmo de crecimiento llevándolo del 5% al 8 o al 9%, van a tener que atemperar su entusiasmo. Los jóvenes subsaharianos, con sus muertes en el desierto o en el mar, les interpelan de igual forma que Europa. Más allá de estos dos continentes, los Estados Unidos de América y la organización de Naciones Unidas (ONU) están concernidos por esta hecatombe que vale por sí misma como balance de los Objetivos del Milenio para el Desarrollo (OMD) que finalizan este año. ¿Los dirigentes europeos querrán interpretarlo en estos términos?
¡NO! LOS TRAFICANTES NO SON LOS PRIMEROS CULPABLES
El joven tunecino de 27 años y sus dos camaradas que han sido arrestados deben, indiscutiblemente, responder por sus crímenes. Pero los traficantes no constituyen sino el último eslabón de una larga cadena de responsables. Además, en el pasado, los mismos emigrantes fueron tratados como «terroristas». Porque es políticamente incorrecto alegar un argumento como éste frente a tantos seres humanos desesperados que vienen de tantos lugares diferentes, se pone el acento en la responsabilidad de los traficantes. Ellos serían los primeros culpables a reprimir.
Más que los emigrantes y sus itinerarios, las redes, la situación de los países de origen y de tránsito, es la naturaleza de Europa la que está en cuestión. Además de las relaciones de dominación que sostiene con África, a quien impone su modelo de desarrollo, se atrinchera, se transforma en fortaleza pero también en cárcel. La cuestión no es solamente saber si hace lo suficiente y cómo se implica para salvar vidas humanas en el Mediterráneo. Sino ¿qué hace y que hará en origen en los países de los que son naturales los candidatos a partir? Y ¿por qué las soluciones previamente tomadas en diferentes cumbres no han impedido esta catástrofe? La Europa fortaleza, cuyos expertos militares han participado en la elaboración del «concepto estratégico», ha igualmente erigido en el interior de sus fronteras/murallas centros de retención administrativa en cuyo interior pisotea, a la vez, el derecho internacional de asilo y la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948, que estipula «el derecho de toda persona a dejar libremente cualquier país, incluido el suyo».
Sí, oímos hablar de corredores humanitarios, de normas de seguridad, del Frontex, de la vigilancia en las fronteras, de la presencia militar e imaginamos también a los cocodrilos que frecuentan emboscados esas aguas, vagamente soñolientos o vigilantes, dispuestos a castigar, a emerger, a cerrar la trampa de sus mandíbulas sobre la carne tierna de los sueños, a devolver al soñador imprudente a su orilla, vivo o muerto.
Sí, oímos hablar de duplicación de los medios de Tritón, de ampliación de su radio de acción, de inspección de los barcos a lo largo de las costas libias y de intervención en el «origen» en Libia.
¿LIBIA? ¡HABLEMOS DE ELLO!
Sumamente edificante resulta la Tercera cumbre África-UE, los días 29 y 30 de noviembre de 2010, en Libia, en la que Muammar Gaddafi acogió, con gran pompa, a los dirigentes de 80 países africanos y europeos. Los participantes se habían puesto de acuerdo en torno a un «plan de acción» para una colaboración África-UE que fuese de 2011 a 2013. Creación de empleo, inversiones, crecimiento económico, paz, estabilidad, emigración y cambio climático estaban en el orden del día.
En lugar de esta perspectiva, Libia ha sido desestabilizada y el Guía libio matado. Además de la proliferación de armas provenientes de los arsenales libios, decenas de miles de trabajadores originarios del África subsahariana y del Magreb han perdido su trabajo. Estos han engrosado las filas de los demandantes de empleo en sus países de origen, dispuestos a partir a cualquier precio.
Jean Pierre Chevènement, antiguo ministro de defensa y de interior, refiriéndose a Nicolas Sarkozy dice, a propósito de la inmigración en Europa, algo que desde nuestro punto de vista es válido para la proliferación de armas en el Sahel y la fuerza de choque de los yihadistas, «La Libia de Muammar Gaddafi tenía muchos defectos pero ejercía un control sobre sus fronteras». «Nosotros hemos violado la resolución de Naciones Unidas que nos otorgaba el derecho de proteger a la población de Benghazi, hemos ido hasta el cambio de régimen» ha deplorado.
Se arresta a los traficantes. ¿Quién llevará ante la Corte Penal Internacional (CPI) a los causantes de la guerra en Libia de la que Malí es la primera víctima colateral en África subsahariana? Es pernicioso plantear la cuestión de la gestión de las consecuencias de esta injerencia en términos de «servicio post-venta» que no habría sido garantizado. La verdad es que, pura y simplemente, no tendría que haber sucedido porque la democracia no se exporta. En honor a los que dan lecciones de democracia recordamos que:
– La gobernanza empresarial nada tiene que ver con la gobernanza democrática, participativa y respetuosa de los derechos humanos.
– El clima de los negocios no tiene que ver más con el clima social que la salud de la economía liberalizada con la de los seres humanos.
– La seguridad de las inversiones no es la seguridad humana.
NEGACIÓN DE LA REALIDAD
Mucho antes que Grecia, Portugal y otros países europeos hoy confrontados al paro, la precariedad y el miedo al futuro, nosotros hemos sufrido, desde la década de los 80, la medicina de caballo del ajuste estructural. «Contra la austeridad, por la igualdad, la justicia económica y social» son las consignas de los pueblos de Europa que habrían podido ser movilizadoras y cohesionadoras aquí también, en Malí, en el Sahel y en África, de una manera general, si las víctimas africanas del capitalismo mundializado y financiero estuviesen bien impregnadas, ellas también, de las causas estructurales del paro y de su empobrecimiento. La casi totalidad de los emigrantes en dificultad no habrían asumido el riesgo de partir si las políticas económicas puestas en práctica fuesen creadoras de empleo. Las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) son profundamente destructoras. «Estamos amenazados por un genocidio, una catástrofe de una amplitud tal que hará más víctimas que el balance acumulado de todas las guerras y las catástrofes naturales que la historia ha conocido», previene Sami Nair del hecho de la apertura de la agricultura a la competencia en noviembre de 2001 por parte de la OMC (Entrevista acordada con Ake Kilander en la revista sueca FiB/K nº 2, febrero 2006). El control de las sociedades trasnacionales sobre las tierras cultivables excluirá a más campesinos y campesinas de la producción. «Un trabajador agrícola bien equipado podría reemplazar a 2.000 campesinos pobres. Tres mil millones de personas no podrán ser absorbidas por la industria, incluso con un crecimiento extraordinario».
En las regiones en conflicto, la inseguridad entorpece cualquier actividad económica. Agricultores, ganaderos, pescadores, comerciantes, artesanos no pueden ocuparse de sus tareas. Los emigrantes proceden de todos estos oficios. Los Acuerdos de Colaboración Económica (APE, en sus siglas en francés) impuestos a los Estados africanos no contribuyen a mejorar esta situación. Como tampoco el TAFTA (TTIP: Tratado Trasatlántico de Libre Comercio) –que se traducirá también en la supresión de las barreras tarifarias y aduaneras entre los Estados Unidos de América y Europa– es ventajoso para los pueblos de Europa. A la vista de esta realidad, una solidaridad de combate se impone entre los pueblos del mundo y, en este caso, entre los de África y Europa.
¡SON NUESTROS HIJOS!
La gran cantidad de mujeres, a veces con sus hijos, a bordo de embarcaciones que se hunden en el Mediterráneo, rara vez es mencionada y destacada. ¿Por qué? Porque contrariamente a las violencias domésticas, sexuales y sexistas cuya instrumentalización permite justificar la injerencia, la violencia inaudita del sistema capitalista y depredador es ocultada. Pero, en el drama de la emigración, las mujeres están omnipresentes en tanto que madres, esposas y emigrantes.
Cada emigrante engullido por el Mediterráneo o por el desierto es uno de nuestros hijos. Los gritos de los que hoy perecen en el fondo de las calas se añaden a los que se han hundido en el vientre del Atlántico en los tiempos malditos de la trata, inscritos tanto en nuestra carne como en nuestra memoria.
En tanto que madres, sobre la escena del mundo globalizado, vemos desplegarse el destino de nuestros hijos convertidos en parados, emigrantes «clandestinos», narcotraficantes, rebeldes y, actualmente, yihadistas. No bajamos los brazos. Desde los acontecimientos de Ceuta y Melilla, hemos, por nuestra parte, alertado e intentado encontrar alternativas a esas partidas de la desesperación, así como una vida digna para aquellos que nos son devueltos con la muerte de los otros en su alma atormentada. Pero ¿cómo retenerlos en el contexto económico descrito?
Desde Thiaroye en Senegal, las madres y las viudas de los emigrantes desaparecidos en el mar, con la valiente Yayi Bayam Diouf a la cabeza, han venido a vernos a Bamako, en Malí. Después, con las madres y las viudas de los emigrantes malienses desaparecidos en las mismas condiciones, nosotras hemos ido a su vez a Thiaroye donde, al borde de la mar glotona que devora a nuestros hijos, nos hemos recogido. Hemos rezado por aquellos que ya no están y por los supervivientes, más bien los muertos-vivientes, que nos son devueltos.
Porque somos esas madres inquietas y pensantes, porque nuestros hijos están en peligro, porque nuestro mundo vacila, asustado pero ciego y sordo a su dolor, permanecemos vigilantes y rechazamos que ellos sean sacrificados sobre el altar del mercado rey.
SON SUS RIQUEZAS
¿A quién pertenecen los recursos mineros (oro, platino, hierro, bauxita, coltán, níquel, estaño, plomo, manganeso, plata…), energéticos (petróleo, gas natural, uranio…), agrícolas (café, cacao, algodón…), forestales, pesqueros y otros de los que la economía mundializada tiene cruelmente necesidad? Pertenecen a esos hijos que vienen a morir a las puertas de Europa. Para nuestra desgracia, la seguridad energética de la que depende el crecimiento, la competitividad y el empleo en Francia y en Europa está, en parte, ligada al acceso a las fuentes de petróleo, de uranio, de gas así como a las vías para su transporte. Los países de origen de los emigrantes indeseables y desechables, del Sahel y del Magreb, que rebosan de estas riquezas, se convierten en campos de batalla.
Francia y Europa deben reconocer que todos somos perdedores. Por todas partes los ojos se abren. ¿París cree realmente defender el rango y la imagen de Francia en el mundo instrumentalizando el Consejo de seguridad y violando sus resoluciones tal y como ha hecho en Libia? ¿Defiende de forma duradera los intereses de las empresas francesas cuando los pozos de petróleo y las minas de uranio y otros recursos estratégicos se convierten en polvorines? ¿Defiende a los franceses y a su libertad de circulación cuando las zonas declaradas de riesgo, cuyo número no cesa de aumentar, les son prohibidas? Acabaremos todos confinados.
LA CONVERGENCIA DE LAS LUCHAS: EL ÁFRICA Y LA EUROPA DE LOS PUEBLOS
Bruselas se declara conmocionada. Tiene una ocasión histórica de decir la verdad sobre el conjunto de causas de esta tragedia y hacer así justicia a los pueblos expoliados y humillados de África. Ciertamente es pedirle demasiado. Pero debe hacerlo, no solamente por respeto a las vidas que se propone salvar sino también por sus propios pueblos de los que una buena parte sospecha que ha debido sucederle a África lo mismo que le sucede en este momento a Grecia, España e Italia.
No concebimos cómo un modelo económico que no resuelve la papeleta a los pueblos de Europa podría sacar a África del atolladero. Son los lobbys (algodoneros, petroleros, mineros, del armamento y otros) quienes deciden la política exterior de las potencias occidentales. «Estamos rodeados» apunta Susan George a propósito de lo que ella llama «la autoridad ilegítima» en Europa. «Lobistas al servicio de una empresa o de un sector, PDG (Presidentes Directores Generales en sus siglas francesas) de trasnacionales cuya cifra de negocios es superior al PIB de varios países en los que éstas están implantadas, instancia cuasi estatal cuyas redes tentaculares se despliegan bastante más allá de las fronteras nacionales: toda una cohorte de individuos y de empresas que no han sido elegidos, que no rinden cuentas a nadie y cuyo único objetivo es amasar beneficios están en vías de tomar el poder y orientar la política oficial.»
Tanto el incremento de los flujos migratorios hacia Europa como la rebelión en el norte de Malí y la yihad son consecuencias del fracaso lamentable del desarrollo económico de África en el marco de la mundialización capitalista; consecuencias que Europa no tiene la voluntad ni el buen juicio de ver ni de comprender a través de todos esos cuerpos errantes o sin vida ante sus puertas.
Hay que terminar definitivamente con las relaciones totalmente desequilibradas y esencialmente orientadas hacia los intereses de Europa, de las finanzas y del comercio.
A riesgo de ver nuestro mundo zozobrar.
El naufragio sería entonces global.
Otra colaboración franco-maliense y euro-africana se impone sobre la base de un auténtico diálogo.
Aminata Dramane Traoré
Nathalie M’Dela-Mounier
(Bamako, 22 de abril de 2015)
(Traducción de Juan Montero y Antonio Lozano)

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