sábado, 23 de abril de 2016

Kubra Khademi

Kubra Khademi. El arte del cuerpo y el contexto inmediato

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Ocho minutos que han marcado la historia del arte actual. Esa es la duración de la performance “Armor” que la artista Kubra Khademi realizó en un barrio de Kabul hace un año para denunciar el acoso sexual que sufren las mujeres. 480 segundos que dieron al vuelta al mundo y que, literalmente, cambiaron su vida, ya que tuvo que exiliarse tras recibir amenazas de muerte.
La artista plástica y performer estuvo en Asturias, invitada por el Consejo de la Juventud del Principado de Asturias, en el marco del XXX aniversario de la institución. Khademi habló sobre su obra en el Museo de Bellas Artes y estuvo acompañada por Joan Casellas, performer y fotógrafo documentalista catalán que dirige los Encuentros Internacionales de Poesía de Acción y Performance La Muga Caula. La expectación por su visita fue tal, que el salón de actos del Museo se quedó pequeño para escuchar con detenimiento su itinerario artístico. La artista comenzó su intervención señalando su doble confrontación ”como cuerpo femenino y cuerpo castigado por la moral”. Desde que era pequeña y fue reprendida por su madre tras hacer unos dibujos de cuerpos femeninos desnudos en un haman, creyó que “el arte estaba relacionado con mi condición de mujer y siempre me sentí culpable”. Esa sensación cambió cuando llegó a la Universidad y comprobó que no era una cosa mala, sino que tenía que ver con el arte. Kubra, que significa “grandiosa”, empezó a tratar de ver muchas capas y elementos más profundos de Afganistán y de su propia existencia. Y decidió utilizar “mi cuerpo y el contexto inmediato, para sacar a la luz historias no contadas, revelaciones y confesiones”.
En 2013 en Lahur, Pakistán, llenó su desgastada maleta y se instaló en el medio de una avenida, con una maleta como si estuviera en su casa. Su intervención provocó grandes atascos porque los coches intentaban no atropellarla. Después de 45 minutos fue desalojada por la policía. Pretendía “denunciar la situación de la gente refugiada que tiene su hogar en la calle y descubre, en propia carne, que la vida es una sucesión de imprevistos y no sabes que te va a pasar en el próximo minuto”. La maleta también se convirtió en protagonista de otra performance, al permanecer dentro de ella durante tres horas en una galería hasta que fue rescatada por una espectadora. Un elemento recurrente porque “tengo obsesión por maletas, carreteras y coches, una extraña sensación de pérdida porque no sé lo que es tener raíces”. Algo que se ha repetido a largo de su vida porque desde pequeña se exilió en Irán y Pakistán, antes de volver a su país de origen en el año 2008 para estudiar en la Universidad. Y la historia volvió a repetirse el año pasado, porque después de su “Armadura” se ha exiliado en París, como refugiada política.
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La intervención que la ha dado a conocer mundialmente es “Armadura” una reacción al acoso que sufren las mujeres. “Me dije a mí misma que tenía que actuar, era necesario pelear y responder a los insultos que los hombres nos lanzan en la calle”. Decidió hacer esta actuación para que “los hombres entiendan el calvario que sufren las mujeres en su vida cotidiana”. Antes de su recorrido con la armadura metálica que cubría su cuerpo, pasó cuatro meses entrevistando a mujeres sobre el sexo, la sexualidad y la identidad. El recorrido con la armadura por el barrio de Kabul, en el que había sido acosada en varias ocasiones, provocó una violenta reacción de los viandantes que empezaron a rodearla, insultándola y lanzándole piedras. La artista tuvo que cortar abruptamente la intervención y salir de allí protegida por sus amigos, porque su vida peligraba. Ese acoso directo e inmediato fue seguido por las amenazas de muerte, que le llevaron a salir nuevamente del país.
Kadhemi repitió en varias ocasiones que su arte “está en todas sus acciones performáticas” y recuerdó que con “Slapping” se le cayó la piel de ambos lados de la cara. El trabajo, centrado nuevamente sobre la violencia contra las mujeres, consistió en darse bofetadas en la cara durante casi una hora, “pero no me dolió, al contrario mi cuerpo se volvió más fuerte”. Desde su exilio en Europa su producción sigue centrada en el cuerpo y en el camino. En “From sunrise to sunset in Paris”,caminó durante 15 horas por el centro de la capital francesa con la ropa que guardaba en la maleta en su cabeza. El camino también fue protagonista de la intervención que hizo en la ruta a pie en Port Bou, que todos los años se organiza para homenajear a Walter Benjamin, suicidado allí tras la huida de los nazis.
Quienes asistieron a su conferencia se fueron teniendo claro que su arte son sus performances y que ese arte representa su experiencia en la vida. También que no le gusta definirse pero que necesita sentir que es de algún sitio en el que tenga derechos fundamentales.. “Y en mi arte explico esa lucha” sentenció, justo cuando ya salía del Museo.
Jose Antonio Vega es colaborador de laEscena

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