Los casi 180 kilómetros que separan a Essaouira-Mogador de Agadir tienen una geografía muy variada y no se pueden recorrer en menos de tres horas. Mientras al norte la población habla árabe, los Chiadma, al Sur habitan los Haha que hablan berbere. Y aunque paisaje y pueblos tienen su discreto encanto, el mayor atractivo de esta ruta es el encuentro inesperado con algún bosque de arganos y un rebaño de cabras montadas en sus copas. No son invento torpe de un epígono más del realismo mágico ni de un trasnochado surrealista. Las cabras al sur de Mogador están en los árboles. Se alimentan de su follaje y de sus frutos ante la ausencia de yerbas en el suelo.
El argano mismo es asombroso. Es una de esas milenarias plantas del desierto que los científicos llaman « derrochadoras ». Encuentran agua donde es muy escasa, florecen y dan frutos donde otras plantas perecen. Sus raíces crecen con más velocidad que sus ramas y alcanzan hasta veinte metros de profundidad. De su fruto se extrae un aceite que se unta y se come. Es ya un reconocido tesoro gastronómico. Se le atribuyen más cualidades que al aceite de oliva y lo recomiendan en tratamientos del cancer de próstata.
En los hammams se habla sobre todo de sus poderes sobre la vitalidad de la piel y de algunas cualidades afrodisiacas. Se entiende por qué es un árbol simbólico y forma parte de rituales berberes propiciatorios de fertilidad.
Los bosques de arganos (Argania Spinosa) van desde el norte de Essaouira hasta el sur de Agadir y son uno de los tesoros naturales de Marruecos. Varias cooperativas de mujeres arganeras pueden ser visitadas en el camino. Generalmente se anuncian en la carretera. Hay una a cuarenta kms de Essaouira y otra a sesenta. Se puede ver la transformación de la fruta en aceite, en jabón o en amadú : una mezcla de aceite con almendras molidas para untar en pan. A la sombra de los arganos han crecido por siglos las poblaciones de esta zona costera y el aceite ha dado fluidez a sus diversos apetitos. Aquí, cuando alguien muestra deseos desmesurados se dice simplemente que «las cabras se le montaron al argano». ARS
"En Mogador las cabras se suben a los árboles porque en el desierto no tienen donde más comer. Lo verde casi sólo está arriba de los árboles arganos. En el piso no hay mucho que sea comestible. Sus patas tienen una pesuña (o pezuña) doble que funciona como pinza con la cual se trepan por los troncos inclinados. Lo que parece imposible no lo es. O lo posible es más amplio de lo que pensamos.
Lo curioso y significativo para mí es que eso que nos maravilla aquí, en Marruecos es cosa cotidiana, insignificante. "Las cabras siempre están en los árboles", como me dijo un marroquí al que le conté mi asombro. Su respuesta fue para mí motivo de un segundo asombro, la señal de que nuestra vida cotidiana está llena de cabras en los árboles a las que no damos importancia y que no vemos. Y creo que en parte para eso se inventó la poesía, o para eso creo yo que la escribo, para señalar las cabras en los árboles de nuestras cosas de todos los días. Esta historia está en mi libro
LA MANO DEL FUEGO." ALBERTO RUY SANCHEZ